AMAYA (1952) – Luis Marquina – La película más antisemita del cine español y la única sobre el Reino Godo

No es la mejor película histórica filmada en España en los años del franquismo, pero merece ser recordada por un triple aspecto, en primer lugar, por ser la traslación cinematográfica de la novela de Francisco Navarro Villoslada, Amaya o los vascos del siglo VIII, el autor -hay que decirlo- era carlista. En segundo lugar, porque es la única película española filmada durante el franquismo que se centra en el Reino Visigodo de Toledo. Y, finalmente, porque, puede ser calificada sin discusión como la película más antisemita filmada en España: se hace eco de la traición judía vendiendo España a los moros… Por todo ello -más que por sus cualidades cinematográficas- esta película es notable y merece ser recordada.

 

FICHA

TITULO: Amaya

AÑO: 1952

DURACIÓN: 110 minutos

DIRECTOR: Luis Marquina

GÉNERO: Histórico

ARGUMENTO: Estamos en el período final del reino visigodo de Toledo. Se están produciendo luchas entre vascos y godos. Un príncipe godo, Ranimiro y su hija Amaya, han sido apresados por los vascos. Pero el jefe vasco se enamora de Amaya. Esta es poseedora de un brazalete que según la tradición quien se case con ella, será rey de los vascos. Pero los judíos traman la perdición de unos y de otros.

ACTORES: Susana Canales, Julio Peña, José Bódalo, Pedro Porcel, Portiria Sanchiz, Rafael Luis Calvo, Félix Dafauce, Ramón Elias, Manolo Morán, Francisco Pierrá, Eugenia Zúffoli, Armando Moreno, Rafael Arcos, Miguel Aguhilera, Arturo Marín, Miguel Pastor Mata, Mónica Pastrana, Santiago Rivero, Luisa Rodrigo,

 

 

CLIPS 

CLIP 1 – CRÉDITO E INTRODUCCIÓN



CLIP 2 – EN EL CAMPAMENTO DE RENIMIRO, DE LA ESTIRPE DE CHINDASVINTO



CLIP 3 – LOS VASCONES TOMAN PRESO A RENIMIRO Y SU HIJA



CLIP 4 – UNA DANZA ARCAICA VASCA



CLIP 5 – “¿LA HIJA DEL GODO,SEÑORA DE LOS VASCOS?”. LLEGA DON PELAYO


CLIP 6 – DON PELAYO Y RENIMIRO



CLIP 7 – LA NOTICIA DE LA TRAICIÓN DE TEUDON Y DE LA LLEGADA DE LOS MOROS



CLIP 8 – LA CONSPIRACION DE LOS JUDIOS DE PAMPLONA



CLIP 9 – AMOR A LA SOMBRA DE LA ESPADA. EL DESPERTAR DE LOS REINOS DE LAS ESPAÑAS. “CRISTO VENCE, CRISTO REINA, CRISTO IMPERA”



CLIP 10 – LOS JUDÍOS SE MUEVEN ENTRE LAS SOMBRAS AL GRITO DE “MUERAN LOS VASCOS”


CLIP 11 – LOS VASCOS UNIDOS POR LA CRUZ Y POR ESPAÑA



CLIP 12 – DOS VASCOS A PUNTO DE SER SACRIFICADOS



Epílogo: LA PULSERA. “CÚMPLASE LA PROFECÍA DE AITOR”


 

Carteles y programas

 

 







Cómo localizar la película

A TRAVÉS DE EMULE: AMAYA (en formato AVI)

En FlixOlé: AMAYA

En Yeoh.com: AMAYA (gratuita y visión directa)

 

Lo menos que puede decirse sobre AMAYA

El cine parece no haber tomado en consideración a los visigodos, a pesar de que el Reino Visigodo de Toledo se prolongó entre el 418 y el 711: trescientos años en la historia de España que no han dejado rastros en la cinematografía. Como máximo, en los “peplums” sesenteros se les menciona en relación a la Batalla de los Campos Catalaúnicos en donde participaron junto a los últimos legionarios romanos en la derrota de Atila. Poco más. Incluso en el período franquista (que pudo explotar el episodio de la “conversión de Recaredo” que marca el tránsito de la nobleza visigoda del arrianismo que habían asumido, al catolicismo romano, o los Concilios de Toledo convocados durante aquellos siglos), le hizo un vacío casi total. Los visigodos, al parecer, no eran lo suficientemente fotogénicos.

No hay películas sobre el Regnum gothorum. O al menos eso creíamos, hasta que, por pura casualidad vimos un título en la filmografía de Luis Marquina que nos llamó la atención: Amaya. ¿Quién era la tal “Amaya”? ¿tendría algo que ver con la protagonista de la novela de Navarro Villoslada de la que teníamos conocimientos desde el bachillerato, cuando nuestro profesor de literatura en los Escolapios de calle Balmes -y lo cito, por ser una de las mejores personas que recuerdo- Luis Corral nos lo mencionó en 5º de bachillerato. Aquella novela -por algún motivo- se me quedó grabada: “Amaya o los vascos del siglo VIII”. Efectivamente, novela de Navarro Villoslada y película de Luis Marquina, eran, como dos gotas de agua. En ellas -y sin que sirviera de precedente- el cine nos retrotraía al Regnum Hispanoae gothorum.

Claro está que no vamos a ver el período glorioso de aquel reino, sino su declive: su última etapa, como se sabe, estuvo marca por las disputas con los vascones, las medidas contra los judíos y la llegada de las vanguardias islámicas al Sur de España. Pues bien, Amaya retrata esos momentos terminales del Reino Visigodo y el presentimiento de que la nobleza goda, atrincherada en los montes cántabros en torno a la figura del Portaespadas del último Rey Goro, Don Rodrigo, iniciaría la Reconquista, esa palabra que hoy se pronuncia con el mismo sentido en castellano en toda Europa Occidental…

Digamos algo sobre la novela que sirvió de base para el guion de la película y su autor. Inicialmente, no parecía destinado a militar en el tradicionalismo. Perteneció a la Milicia Nacional liberal durante la Primera Guerra Carlista (su tío Nazario había muerto en lucha contra los carlistas y su familia era de tono liberal). Sin embargo, poco después, empezó a colaborar con medios tradicionalistas y se adhirió al carlismo convirtiéndose en unos de sus grandes propagandistas. Pasó, pues, del liberalismo moderado (del que fue diputado en tres legislaturas) al tradicionalismo por etapas. En 1868 ya se había afiliado al carlismo, culminando su conversión y sufriendo exilio por ello. Hombre brillante y con experiencia en la gestión pública, el pretendiente carlista Carlos María de Borbón y Austria-Este le nombró su secretario personal y le concedió el título de Barón de Villoslada. Al regresar del exilio fue diputado carlista por Barcelona. Será al estallar la Tercera Guerra Carlista cuando se desplace a Madrid y escriba Amaya o los vascos del siglo VIII. La novela aparece en 1877. Tratará -sin éxito- de unificar la prensa carlista y alternará este trabajo político con la redacción de novelas, en gran medida históricas, obras de teatro y volúmenes de poemas. A pesar de haber estudiado filosofía y teología, sus conocimientos históricos eran amplios y sus novelas están bien documentadas. Amaya…, es, sin duda, la más famosa. En ella está retratada la concepción carlista de aquel período en la historia de España. Incluso, la propia historia de España.

La novela exalta el “vascoiberismo” o “vascocantabrismo”, teoría que resaltaba la antigüedad y nobleza de los valores vascos frente a la nobleza goda. Este aspecto está atenuado en la cinta de Marquina, para la que ambas formas de nobleza tienen un denominador común que es justo el opuesto a la “canalla judía” y a los “infieles” musulmanes. En este sentido la película confirma las tesis historiográficas de la época, según las cuales, la “pérdida de España” (del Regnum Gothorum) se debió a la traición de los judíos en inteligencia con las vanguardias mahometanas. Todo esto sobre una historia de amor entre una princesa goda y un líder vascón. Al producirse la derrota de Don Rodrigo y su desaparición, los nobles de ambos bandos que, hasta no mucho antes, estaban en guerra, llegan a un entendimiento -por la fuerza del amor de los dos protagonistas- y esperan la señal que vendrá del portaespadas de Don Rodrigo, Don Pelayo, desde los montes astures. Esa será la señal del inicio de la Reconquista. Y es así como termina la película.

En la novela, entre vascos y godos existe la polémica de cuáles fueron los cristianos más viejos. Unos, los vascones, sostienen que su fe es más antigua y que siempre practicaron un monoteísmo primitivo, diferencia de los godos que entraron en España como arrianos -esto es, compartiendo una creencia herética- y que solamente en el 587 se convirtieron al catolicismo. Cuando Navarro Villoslada escribía su novela, trataba de demostrar que los vascos tenían derecho a fueros especiales dado que su lengua era diferente, habían resistido a los romanos y se habían convertido tempranamente al cristianismo, una tesis en la que coincidían carlistas norteños y los primeros nacionalistas vascos. De hecho, el brazalete que aparece en la película en la muñeca de la princesa Amaya, tiene la leyenda “El fin es el principio” que puede interpretarse de muchas maneras. La de la película Marquina es que el fin del pueblo vasco independiente es el principio de la España de la Reconquista.

Uno de los aspectos que hoy serían considerados inaceptables de esta película (que hace honor al libro de Navarro Villoslada) es el antisemitismo que se destila. Los judíos que aparecen solo piensan en suscitar diferencias entre vascones y godos y lo hacen por cualquier medio, por innoble que sea. Tienen un objetivo prefijado: acabar con el poder de los cristianos y, para ello, se alían con los musulmanes. Así quedan prefigurados los dos bloques de los últimos tiempos del Regnum Gothorum y de los primeros momentos de la Reconquista: vascos y godos, frente a judíos y musulmanes.

La película puede ser enmarcada dentro del cine histórico español filmado durante el franquismo. Posee todas las características propias del género: siempre, el protagonista (hombre o mujer -Isabel de Castilla, Juana la Loca, Juana de Padilla, Agustina de Aragón, la Princesa de Éboli, la misma Amaya-, pues en esto el franquismo trató por igual a ambos sexos y en la filmografía de la época aparecen heroínas, es un Héroe (o una Heroína) con mayúscula, alguien relevante que marca el paso a la historia y no se deja arrastrar por la corriente; se centra siempre en momentos críticos de la historia de España: la guerra de la independencia, los siglos del Imperio, la conquista de América, la defensa de las colonias españolas, momentos que resultan glorificados y exaltados, junto a la afirmación de la unidad de España, el rechazo a las concepciones surgidas con posterioridad a la revolución francesa (liberalismo, anarquismo, socialismo) y defensa del catolicismo.

En los años 30, antes de la Guerra Civil, existió un proyecto de llevar al cine la obra de Navarro Villoslada, surgida en ambientes de la derecha nacionalista vasca. El proyecto, simplemente, se desechó porque se consideraba que la cinta no era suficientemente nacionalista. Luego, tras la guerra, CIFESA reactivó el proyecto. Inicialmente debía haberla dirigido Arturo Ruiz Castillo, un director “de confianza” que ya había rodado una versión muy digna de El santuario no se rinde, en la que había incluido ribetes de “reconciliación” entre los dos bandos. CIFESA trató de recabar fondos del Sindicato Nacional del Espectáculo que no vio claro el proyecto y negó la ayuda. Con todo, la productora contrató finalmente a Luis Marquina, para ponerlo en marcha. Éste modificó el libreto -muy parecido a la ópera que se había estrenado antes de la guerra, demasiado estático y con una orientación más adaptada a los tiempos que corrían. Fue así como empezó el rodaje con escenarios naturales en Burgos y en Álava y unos decorados de cartón piedra en el Escorial. La filmación comenzó con una misa en la capilla de la Virgen Blanca de Vitoria, pero se interrumpiría poco después, cuando faltó el dinero. El parón se prolongó durante casi un año. Marquina (o CIFESA) movieron contactos y finalmente obtuvieron un préstamo del Sindicato del Espectáculo (¡qué tiempos aquellos en los que los sindicatos ayudaban al cine en lugar de convertirse en un pozo sin fondo de recursos públicos!). Se sabe que surgieron problemas entre CIFESA y Marquina y estuvo a punto de volver a ser contratado Ruiz del Castillo, pero su exigencia de que se volviera a filmar lo ya filmado por Marquina resultaba excesivamente costoso y las cosas siguieron como antes.

Marquina, otro de los directores desterrados de la memoria cinematográfica española, era un director que ejercía en los tiempos del franquismo, pero tendía hacia un cine independiente, aunque aceptaba las normas del gobierno. Se le solía colocar en una “tierra de nadie” política. Había conseguido algunos éxitos para CIFESA en los años 40 y tenía una sólida formación cultural e intelectual (era hijo del dramaturgo Luis Marquina) y una orgullosa independencia de criterios dentro de su ideario nacional-conservador.

Como toma película de género histórico, siempre existía la posibilidad de que el cartón piedra y los arcaísmos se convirtieran en objeto de burla y desdijeran la grandilocuencia y la épica de algunas escenas. A pesar de que Marquina intentó hacer lo más creíble la cinta, en general, todo el repertorio de películas históricas (tanto españolas como internacionales) de la época, se resiente del mismo problema y, seguramente, el género es el que ha quedado más retrasado en relación al actual lenguaje cinematográfico. De todas formas, la película cuenta con excelentes actores que conocen su oficio y, allí donde otros hubieran quedado caricaturizados por tanta grandilocuencia, la vuelven posible e, incluso, aceptable.

La película se estrenó el 1 de octubre de 1952 en San Sebastián, declarada “de interés nacional” y el Sindicato del Espectáculo le concedió un premio. Fue proyectada en el XIII Festival de Venecia.

El papel protagonista de Amaya y de Íñigo García, es representado respectivamente por Susana Canales y Julio Peña. José Bódalo encarna a Teodosio un líder vascón. Manolo Morán es “Aitzburu” (cabeza de piedra) una especie de escudero vasco que no aparece en la novela, Porfiria Sanchiz, “Amagoya”, una bruja vasca contraria al entendimiento con los godos y Rafael Luis Calvo, Eudonio, el guerrero al servicio de los judíos.

Sobre el antisemitismo de la película, cabe decir que es de un tono mucho más elevado que el de la novela, especialmente en las escenas sobre el levantamiento de la judería pamplonica e incluso se intenta equiparar a los mártires cristianos de los primeros tiempos, con los que en el siglo VIII sufrieron cárcel a causa de los judíos. Algunas escenas de esta parte de la película pueden ser entendidas como prefiguraciones simbólicas del 18 de julio: tras la represión y las persecuciones desencadenadas por los judíos, se produce la conspiración y el alzamiento para liberar a los cristianos y acabar con la injusticia. El grito de “¡Cristo vence y Cristo impera!” convertido en el leit-motiv de la Reconquista, que une a “100 reinos cristianos”.

Es una de las películas de trasfondo político-ideológico más evidentes del cine filmado en España durante el franquismo. No es extraño, por tanto, que sea de las más olvidadas. A pesar de que el rigor histórico de la cinta -y de la novela- es discutible, el mensaje se entiende perfectamente y no encaja con la versión de España que ha imperado a partir de la constitución de 1978. “Euzkadi” sería una “comunidad autónoma” diferenciada por un RH y por una lengua, minoritaria incluso en su propio territorio; por supuesto no se admite que, tanto en la conquista de América, como en la Reconquista, como, incluso durante el gobierno franquista, hubo vascos de ocho apellidos que siguieron estas opciones (lo que da razón a la tesis de la película). La versión “autonómica” de la historia tiende a sostener que no existieron relaciones entre vascos y españoles, o entre vascos y godos. Se trataría de dos realidades artificialmente unidas, pero completamente diferenciadas. La tesis de Amaya es otra completamente diferente.

Acaso para juzgar cuál de las dos es la “correcta”, haya que ver esta película, la única -que recordemos- que se ha filmado sobre el Regnum Gothorum… Sólo por eso, vale la pena emplear hora y medio de nuestro tiempo.

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