LA LEONA DE CASTILLA (1951) – Juan de Orduña – La guerra de los comuneros sui generis

 

Mi padre no soportaba lo que llamaba “películas de barbas”, esto es, películas históricas. No voy a quitarle la razón, porque un padre es un padre, pero si que voy a hacer alguna excepción. Hay películas “de historia” que se adaptan como un guante a los hechos reales y otras que, con mejores o peores intenciones, adulteran la historia, unas ligeramente y otras hasta la caricatura (el Napoleón de Ridley Scott, por ejemplo). Todo esto para decir que La leona de Castilla no es, en su fondo, completamente fiel a los hechos.

 

FICHA

TITULO: La leona de Castilla

AÑO: 1951

DURACIÓN: 101 minutos

DIRECTOR: Juan de Orduña

GÉNERO: Histórica

ARGUMENTO: Tras la batalla de Villalar y el ajusticiamiento de los líderes de la revuelta de las comunidades de Castilla, la viuda de Juan de Padilla, María de Pacheco, jura vengar a su marido y reaviva en Toledo la revuelta. Sin embargo, su iniciativa está condenada al fracaso y, poco a poco, se verá abandonada.

ACTORES: Amparo Rivelles, Virgilio Teixeira, Alfredo Mayo, Manuel Luna, Eduardo Fajardo, Jesús Tordesillas, Rafael Romero Marchent, Germán Cobos, Antonio Riquelme, Arturio Martín, Miguel Pastor, Francisco Pierrá, José Jaspe, Alberto Romea, Antonio Casas, Manuel Arbó,

 

CLIPS

CLIP 1 – CRÉDITOS CIFESA



CLIP 2 – EN EL TOLEDO COMUNERO



CLIP 3 – VILLALAR O EL DESTINO DE LA COMUNERÍA



CLIP 4 – CARTA PARA TOLEDO Y CARTA PARA MARÍA PACHECO



CLIP 5 – LA LUCHA NO HA CONCLUIDO



CLIP 6 – NO HABRA PAZ CON LOS IMPERIALES



CLIP 7 – CABEZA NO SE PAGA CON CABEZA



CLIP 8 – SEGUNDAS Y TERCERAS INTENCIONES



CLIP 9 – LOS COMERCIANTES TIENE PRISA POR LA PAZ



CLIP 10 – EL FINAL DE LA AVENTURA, CAMINO DE PORTUGAL.


 

Carteles y programas



 

 


Cómo localizar la película

A TRAVÉS DE EMULE: La leona de Castilla (en forma AVI)

En FlixOlé: LA LEONA DE CASTILLA

 

Lo menos que puede decirse sobre LA LEONA DE CASTILLA

La historiografía patria todavía no ha cerrado la interpretación sobre la llamada “Guerra de las Comunidades de Castilla”. A primera vista, existe una enorme similitud entre ese conflicto y el que enfrentó cuatrocientos años antes al Emperador Federico I Barbarroja a las comunidades del norte de Italia. Comunidades locales unidas en la Liga Lombarda, contra el Imperio. El mismo esquema se reproduce en España, en donde el Emperador Barbarroja, un Hohenstaufen, tiene su equivalente en el Emperador Carlos, un Habsburgo, casi dinástica sucesora de los Hohenstaufen, al frente del Sacro Imperio Romano Germánico. Pero a partir de aquí, casi todo difiere. En Villalar, los comuneros de castilla fueron apisonados. En Legnano, por el contrario, las ciudades del norte de la península itálica que apoyaban a Milán, vencieron (a pesar de que, poco después, se someterían al Imperio).

En la Liga Lombarda, las cosas están muy claras: la burguesía de la época, comerciantes y mercaderes, dominaba las ciudades del norte, concentrada en grandes burgos que aspiraban a ser ciudades independientes, sin tributos ni juramentos de lealtad a nada superior a ellas. Pero, cuando ocurre la guerra de las comunidades de Castilla las cosas no están tan claras: ciertamente, el conflicto parte de la insatisfacción de las ciudades castellanas por la fiscalidad, pero seguían estando presentes elementos medievalizantes y señoriales. Las distinciones entre los dos bandos no están tan claras como en el siglo XII. Por otra parte, así como el norte de Italia había pertenecido al Sacro Imperio desde el siglo X, en “las Españas” del siglo XVI que acababan de salir de ocho siglos de guerra de liberación contra el Islam, el Sacro Imperio quedaba muy lejos. En Castilla pocos se sentían vinculados, inicialmente, a una estructura que, a fin de cuentas, era centroeuropea. Los comuneros, se sublevaron especialmente por la “presión fiscal”, en primer lugar, y por sentirse muy alejados del Sacro Imperio. La Santa Junta Comunera, instalada primero en Ávila y luego en Tordesillas (por proximidad a la casona-palacio en la que estaba recluida Juana I de Castilla, “La loca”, madre del Emperador Carlos, que según los comuneros les había autorizado a constituirse en Cortes) reunió tropas eligiendo a Juan de Padilla como capitán. Después de varios choches, sin embargo, en el Puente del Fierro, cerca de Villalar, el ejército comunero formado por 6.000 combatientes, fueron atacados por la caballería de “los imperiales” sin que pudieran organizar sus filas.

Sea como fuere, lo que está claro es quién vence en Villalar y quién resulta derrotado. Al día siguiente Padilla y dos de sus comandantes, Juan Bravo y Francisco Maldonado resultaron ejecutados. Es en ese preciso momento cuando se inicia la película filmada por Juan de Orduña. En realidad, lo que pasó después, es, seguramente, lo menos importante de aquella guerra. Cuando llega la noticia de la derrota de Villalar a Toledo, la viuda de Padilla, María Pacheco, asume las riendas de la ciudad y llama a la resistencia desde el Alcázar y solicitó la mediación del Marqués de Villena para negociar el fin de las hostilidades. La derrota de Villalar fue en abril de 1521, el fin de la revuelta y la huida de María Pacheco a Portugal tuvo lugar el 3 de febrero de 1522. Su rebeldía había durado menos de 10 meses. En el lugar donde estaba el palacio de Juan de Padilla y de su mujer, fue arrasado, se sembró de sal, urbanizándose como Plaza que ha subsistido hasta nuestros días: la Plaza de Padilla.

Si hemos dado todos estos datos es porque en la cinta de Orduña son difícilmente perceptibles. Ni siquiera está claro el mensaje que se pretende dar. La única que queda favorecida es María Pacheco, pero, prudentemente, se evita un juicio favorable o contrario, al movimiento comunero. Se describe, eso sí, como la viuda de Padilla es, progresivamente, abandonado por los nobles, pero no se realiza un juicio de conjunto sobre el movimiento comunero, ni sobre “los imperiales”. Este es quizás el aspecto más problemático de la cinta.

La película fue muy denostada por la crítica que formuló objeciones, especialmente, al contexto histórico y al guion. Éste, ciertamente, se salía con demasiada frecuencia de los datos históricos, para transformarse en una novela de capa y espada de pocos vuelos. Para colmo, algunos de los diálogos estaban mal formulados, especialmente para la protagonista que, años después, declaró estar harta de tanto grito y gesticulación que le había obligado a realizar el guion.

La película, en su contenido objetivo, desdice esa mala fama que se atribuye con frecuencia al cine franquista de relegar a la mujer a segundo plano. Tanto en esta cinta, como en Agustina de Aragón, también de Orduña, las protagonistas son mujeres de carácter. Y, si se nos apura, incluso en Alba de América, además de Colón, la protagonista es Isabel de Castilla.

Excesivamente retórica, lo que el director ha querido subrayar es el carácter castellano del siglo XVI, encarnado en hombres y en mujeres. No es cierto que los castillos sean de “cartón piedra”. En realidad, la película se rodó en escenarios naturales e, incluso, podemos ver una vista general de Toledo en el que, incluso, puede observarse la silueta del Alcázar todavía en ruinas tras los dos meses de asedio en las primeras semanas de guerra civil. Se diría que Toledo apenas había cambiado en cuatro siglos.

Amparo Rivelles, la protagonista, era una actriz experimentada en 1951. Había protagonizado en torno a una veintena de películas a partir de 1940 y todavía tenía por delante una brillante carrera que se prolongaría hasta el final del milenio, en 1999. Permaneció sobre las tablas de teatros hasta 2006, falleciendo en 2013 con 88 años. Junto a ella merece mencionarse el papel de Manuel Luna como “Acuña” o la aparición de Manuel Fajardo (que termina siempre traicionando al final) y Alfredo Mayo (fidelísimo de la causa comunera que muere por ella). Como curiosidad cabe decir que fue la primera aparición en el cine de un casi infantil Germán Cobos en un papel irrelevante.

El guion fue escrito por Vicente Escribá y por el propio Orduña. Ambos tenían experiencia suficiente para haber evitado convertirla en un melodrama histórico, más melodrama y menos histórico, pero optaron por seguir los gustos del público que exigía sentimentalismo, pasión y lágrimas. Era 1951: los últimos tiempos de las restricciones eléctricas y de las cartillas de racionamiento. La película daba la espalda a la polémica que se había suscitado en 1949 con la aparición del libro de Pedro Laín Entralgo España como problema y que los sectores nacional-católicos contestarían con la obra de Rafael Calvo Serer España sin problema y, por supuesto, a los choques entre falangistas partidarios de la “revolución pendiente” y nacional-católicos preocupados por la moral y la identificación del régimen con los valores vaticanos. Por todo ello, no puede extrañar que la crítica especializada y la intelectualidad sensible a la polémica entre Laín y Calvo (que acabaría al frente de la Junta Democrática, flanqueado por Santiago Carrillo en un doble salto mortal sin red) no viera con buenos ojos esta película que se situaba de espaldas al problema de la interpretación histórica de España y que incidía solo en aspectos anecdóticos (y no siempre auténticos). Pero el público hizo que la película se mantuviera durante casi un año en cartel y recaudara la increíble cifra de lo que hoy no sería nada más que un sueldo ligeramente por encima de la media: 1.670,47 euracos (en torno a 270.000 pesetas de las de 1951…)

La película, tiene un interés histórico relativo. Puede servir como incentivo para leer alguna obra consagrada a la Guerra de las Comunidades o a los primeros años de gobierno del Emperador Carlos; pero no hay que fiarse de todo lo que nos cuenta. Entretiene a ratos, en otros no tanto. El guion hubiera sido manifiestamente mejorable. Con ambientación y atrezzo aceptables. Algo acartonada por el tiempo, nos confirma en la idea de que el “género histórico” filmado en el franquismo, es seguramente el que peor ha soportado el paso de los años.

 

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