BRIGADA CRIMINAL (1950) – Ignacio F. Iquino – LA ÉPOCA DORADA DEL “NOIR” ESPAÑOL HABÍA COMENZADO
Apartado 1001 y Brigada Criminal, ambas exhibidas en diciembre de 1950, fueron
las dos sólidas columnas sobre la que se asentaría en los quince años
siguientes, incluso hasta finales de los 60, el período dorado del cine negro
español. Nuestra cinematografía no debía nada a Hollywood. La creatividad y la
temática eran específicamente nacionales. Ni Julio Salvador, ni Ignacio F.
Iquino, directores de ambas cintas, se inspiraron en nada que, en aquel
momento, no fueran lugares comunes de aquella sociedad española de postguerra.
FICHA
TITULO: Brigada Criminal
AÑO: 1950
DURACIÓN: 76 minutos
DIRECTOR: Ignacio F. Iquino
GÉNERO: Negro
ARGUMENTO: Un policía recién salido
de la Escuela Superior con el título de “agente”, en tanto que novato, es
encargado de tareas poco vistosas. Sueña con sumarse a la Brigada Criminal.
Involuntariamente asiste a un atraco y, a partir de ahí, identifica a la banda
de atracadores, consiguiendo infiltrarse en ella.
ACTORES: José Suárez, Soledad Lence,
Alfonso Estela, Manuel Gas, Barta Barri, Pedro de Córdoba, Fernando Vallejo,
Maruchi Fresno, Isabel de Castro, Carlos Otero, Mercedes Mozart
CLIPS
CLIP 1 – Créditos y agradecimientos
CLIP 2 – Madrid y la Escuela superior de Policía de Madrid.
CLIP 3 – El policía novato, el policía fogueado y el mangui.
CLIP 4 – La banda de criminales. Siempre un extranjero entre
ellos.
CLIP 5 – No hay piedad entre criminales
CLIP 6 – El modesto primer servicio de un novato: atrapar a un
robacoches.
CLIP 7 – Infiltrándose en la banda criminal
CLIP 8 – Barajas en 1950
CLIP 9 – Con el prota en la Academia General de la Policía Armada
y de Tráfico
CLIP 10 – Una detención y un interrogatorio clásico
CLIP 11 – El asesinato que no fue tal…
CLIP 12 – “Dile a Isabel que no me espere, que hoy tampoco podré ir a comer a casa”
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A través de eMule: BRIGADA
CRIMINAL (1ª OPCIÓN, FORMATO MKV)
A través de eMule: BRIGADA
CRIMINAL (2ª OPCIÓN, FORMATO AVI)
RTVE PLAY: BRIGADA
CRIMINAL
Lo menos que puede
decirse sobre BRIGADA CRIMINAL
Los dos rasgos que venían repitiéndose en el “cine negro”
norteamericano de postguerra, eran la corrupción policial y cierta
condescendencia hacia la figura del delincuente que aparecía como una “víctima
de la sociedad”. Al menos esas eran las tendencias mayoritarias de los
productos que venían de Hollywood en la postguerra española. No eran esas,
precisamente, las líneas que convenía destacar en nuestro suelo. No estaban los
tiempos como para que la población dudara del buen hacer y de la ejemplaridad
policial, ni para poner paños calientes al fenómeno de la delincuencia. Se
trataba, justamente, de todo lo contrario: reforzar la confianza de la
población hacia las fuerzas de seguridad del Estado y desincentivar la
delincuencia renunciando a explicaciones exculpatorias. Esa era, al menos, la
posición del régimen en los primeros años 50. Pero también la de la sociedad
que, sobre todo, quería salir adelante, sin sobresaltos, sin traumas, sin
delincuencia. Resulta difícil establecer si fueron Julio Salvador e Ignacio F.
Iquino (la “F” es de Farrés, su primer apellido) influenciados por emisarios
del régimen o bien si la idea de trenzar estas dos películas salió de ellos
mismos y de su percepción de lo que la sociedad española pedía en ese momento.
Nos inclinamos por la segunda opción. Ahora explicamos en motivo.
Iquino había trabajado durante los primeros años de su carrera
para Emisora Films. Cuando tuvo suficientes efectivos, abandonó la productora
que había fundado con Francisco Arisa y fundó IRI Producciones
Cinematográficas. Las dos productoras, en 1950, marchaban en paralelo, pero
mirándose discretamente. Cuando Iquino se enteró de que Emisora Films estaba
rodando un thriller policíaco (Apartado
de Correos 1001), optó por competir directamente, iniciando la
carrera que terminaría con el lanzamiento de Brigada Criminal pocas
semanas después. El libre mercado es así y en aquella época, el Estado no era
omnipresente: la iniciativa privada, cuando existía, ponía sobre el tapete
creatividad, sentido de la oportunidad e intuición sobre por dónde circulaban
los gustos del público.
Todo esto, que excluía la intervención del Estado lo explicó en
varias ocasiones el propio Iquino y de la rivalidad entre ambas productoras han
quedado rastros en Internet. Donde ya mostró cierto oportunismo es cuando
explicó, años después, en plena transición, que la presencia de Arturo Rosselló,
“miembro de la Dirección General de Seguridad”, fue incluido como “asesor técnico”
para “evitar posibles problemas con la censura”. Tales problemas no existieron
jamás en esta cinta y la presencia de Rosselló, se explica más bien por el
hecho de que buena parte de las escenas fueron rodadas en la calle, y el “asesor”
fue el que se encargó de tramitar los permisos y facilitar las escenarios. No
se ve, exactamente cómo la censura pudo intervenir en esta cinta. En el libro
de Augusto Torres, El cine español en 119 películas, se dice, por ejemplo, que
la censura no vio con “buenos ojos la existencia de malvados como los que
aparecen en estas producciones en la victoriosa España del general Franco”. En
realidad, una banda compuesta por un extranjero, por el débil, por un sádico,
era justo lo que más podía placer al régimen en aquel momento. Y, por lo demás,
el tipo de delitos que cometía la banda eran los que, cada día, daban cuenta
los medios de comunicación.
Ahora bien, sí es rigurosamente cierto que la policía resulta
alabada y ensalzada por su tarea. ¿Había que esperar otra cosa? ¿Se podía
pensar que, allí y entonces, como aquí y ahora, la policía fuera presentada de
otra manera? Aquello era lo “normal” y hoy seguiría siéndolo si el Ministerio
del Interior cumpliera su función de perseguir a la delincuencia hasta debajo
de las piedras. Lo de hoy, es precisamente, lo que no parece tan normal: “no
mires el delito y exculpa al delincuente”, “no te pongas de parte de los
derechos de la víctima, sino preocúpate de que el delincuente tiene salvaguardados
todos sus derechos”. Lo lamento, pero una sociedad que antepone los derechos de
los delincuentes a los derechos de las víctimas, es una sociedad que ha
invertido sus valores. Así de sencillo, así de simple como todo lo que vale la
pena en la vida.
La película se inicia con una sesión formal de entrega de títulos
en la Academia General de Policía de Madrid. El “agente Olmos” tiene el sueño
de integrarse en la Brigada Criminal, para ello cuenta con el apoyo de un
policía veterano que es, más o menos, su mentor y amigo de la familia, “el
inspector Lérida”. Éste, consciente de que a “Olmos” le faltan tablas y es
todavía un novato, lo destina a unos servicios que le aportarán rodaje, pero
poco lustre. Su primera misión será atrapar a un ladrón de coches. Enmascarado
como trabajador del garaje, esperará durante varios días, vanamente, la
presencia del chorizo. Durante esos días, el realizar una gestión en un banco
(así eran los establecimientos bancarios en la época, alejados de los “stores”
actuales como el día de la noche) presencia involuntariamente un atraco: ve los
rostros de los delincuentes. Serán los mismos que en una noche sucesiva dejen
el coche en el garaje donde ejerce como trabajador camuflado. Comunidad la
novedad al “inspector Lérida”, le desaconseja que vaya más allá. Un grupo de
veteranos especializados se hará cargo de la operación, pero “Olmos” opta por
infiltrarse en el grupo de atracadores y así consigue ganarse su confianza.
Sabe que, en su interior, hay rivalidades y que no todos son de la misma pasta.
Para estar seguros de su decisión y fidelidad, los atracadores le encomiendan
asesinar a la novia de uno de ellos que puede traicionarles. En la prensa aparece
la noticia del asesinato, sin embargo, “Olmos” se las ha arreglado con “Lérida”
para esconder a la chica y que los medios publiquen su falsa muerte. Es
entonces cuando están en condiciones de desarticular a la banda y se produce el
tiroteo final.
Algunas tomas son dignas de figurar en las antologías del cine
negro (las escenas finales, del tiroteo, por ejemplo). Otras son clásicas (el
interrogatorio de un detenido por seis funcionarios con un foco apuntándole al
rostro). Hay persecuciones, velocidad, tiroteos. Lo propio del cine negro, pero
todo ello, acompañado por un buen guion y excelentes actuaciones. El peso de la
película recae sobre los hombros de José Suárez -que se convertirá en uno de los
rostros más conocidos del género-. La contrapartida, el malvado, esta
interpretado por un actor que destacó más en el teatro que en el cine y cuya
carrera transcurrió en buena medida en Argentina (donde permaneció desde
mediados de los 50 hasta 1963), hasta el punto de que -a pesar de haberse
casado con María Asquerino- su rostro es poco recordado. Cínico, desvergonzado,
sádico y psicópata de manual, Estela borda el papel y encarna al malvado por
antonomasia.
Mención aparte merece el “asesino extranjero” que aparece como “Mario”,
uno de los jefes de la banda de atracadores. Se trata del húngaro Barta Barri.
Se sabe poco de lo que hizo antes de recalar en España como trapecista de
circo. Iquino lo conoció en Barcelona y le dio un papel en La familia
Vila (1950), un dramón rodado inmediatamente antes que Brigada Criminal
y en el que podemos ver el barcelonés Parque de la Ciudadela en el que se
encontraba en 1949. El acento de Barri y su rostro surcado por arrugas, bigote
y mirada crispada y contenida, le hicieron merecedor de un premio por su
interpretación concedido por el Sindicato Nacional del Espectáculo. Barri, siempre
a las órdenes de Iquino, filmó otras muchas películas y, hacia el final de su
carrera, se adaptó, paradójicamente, a papeles de anciano bondadoso. Cuando
falleció a los 92 años, había filmado 132 películas. Fue “uno de nuestros
villanos favoritos”.
La película nos muestra escenarios de Madrid y Barcelona en
aquella época. En las escenas finales, por ejemplo, el tiroteo está ubicado en
las obras del Hospital del Valle de Hebrón, en la parte más alta de la ciudad,
allí donde casi cambia de nombre (como decía Paco Carandell en su novela).
Aquel hospital, sigue en pie prestando servicios con más de 70 años. Igualmente
curiosas son las escenas filmadas en el aeropuerto de Barajas. Pueden verse a
los viejos DC-3, el medio más habitual de transporte aéreo en España en
aquellos años (había muy pocos DC-4 cuatrimotores y ningún avión a reacción). El
actual “aeropuerto internacional Adolfo Suárez” (¿hay alguien que lo llame
así?) era entonces casi un aeroclub.
No podemos dejar de citar el marketing de la película. Llamó la
atención. Hoy, hubiera llevado al director, al ayudante de dirección y al
cámara ante los tribunales, pero en aquella España simple y sencilla que se
obstinaba en tener esperanzas e ilusiones en el arranque de los años 50, ser
filmado por azar en la calle y aparecer en una película, no era considerado
como una intromisión en la vida privada y en la intimidad, sino como una
casualidad graciosa. Iquino, siempre ingenioso a la hora de promover temáticas
y promociones publicó una nota en la sección de Espectáculos de la prensa barcelonesa
y madrileña: “¡USTED HA SIDO FILMADO! ¡Y PUEDE OBTENER UN PREMIO! Brigada
criminal ha sido rodada en plena calle, con la cámara escondida en los lugares
más inverosímiles. Por lo tanto es posible que usted, sin saberlo, intervenga
como "extra" en alguna de sus escenas. Y si puede demostrar que usted
ha sido filmado, contra la entrega de una butaca utilizada, será obsequiado con
otras dos entradas para que sus familiares puedan admirarle en el primer film
policíaco español.” Cada frase tiene su explicación y su interés. No se le
escapaba una al director que, en esa ocasión, demostró ser un avispado
publicista.
La película se estrenó el 4 de diciembre de 1950 en Barcelona en
el Cine Cristina y un mes después en Madrid. Se adelantó por dos días a
Apartado de correos 1001 en el Kursaal. Ninguna de las dos sales existe ya.
Otros enlaces:
Comentarios
Publicar un comentario