APARTADO DE CORREOS 1001 (1950) – JULIO SALVADOR – EL ARRANQUE DEL MEJOR CINE NEGRO ESPAÑOL
Con esta cinta se inicia el "período áureo" del cine negro español. Era 1950 y a través de los fotogramas filmados por Julio Salvador vemos cómo era la BarceLona 1950 y qué delitos eran los más frecuentes en nuestro país. El realismo extremo y la espectacularidad de la última escena de la película (que merece figurar entre las mejores de la historia del cine mundial) hicieron que, a partir de ese momento y en los quInce años siguientes, este género aportara las mejores y más taquilleras películas a la cinematografía española de la época. Si alguien quiere ver cómo era la Barcelona de 1950, este es el mejor reportaje jamás visto sobre la ciudad en aquella década.
FICHA
TITULO: Apartado de Correos 1001
AÑO: 1950
DURACIÓN: 90 minutos
DIRECTOR: Julio Salvador
GÉNERO: Negro
ARGUMENTO: Un joven es asesinado
misteriosamente ante la Jefatura Superior de Policía. La policía logra
establecer que había sido estafado por unos anuncios que prometían un trabajo a
cambio de una fianza. La empresa, inexistente, solamente tenía un apartado de
correos que abría regularmente una chica. A partir de estos elementos, dos
policías siguen la pista que les llevará, finalmente, a la detención de los
culpables.
ACTORES: Conrado San Martín, Tomás
Blanco, Modesto Cid, Manuel de Juan, Elena Espejo, Emilio Fábregas, Ricardo
Fuentes, José Goula, Marta Grau, Casimiro Hurtado
CLIPS
CLIP 1 – DE LA ESTACIÓN DE BELLATERRA A LA CASA DE LA VÍCTIMAS
CLIP 2 – EL CRIMEN Y EL “POLICÍA BUENO, NOVATO Y ENAMORADIZO”
CLIP 3 – EN CASA DE LA VÍCTIMA, EL ANUNCIO REVELADOR…
CLIP 4 – LA EMPRESA FANTASMA, EL VEHÍCULO DEL CRIMEN Y EL TAXISTA
CLIP 5 – DEL APARTADO DE CORREOS AL BUZÓN DE CORREOS PASANDO POR
LA CHICA
CLIP 6 – EL FUNCIONARIO DE CORREOS CORRUPTO LOCALIZADO
CLIP 7 – LA TECNOLOGÍA PUNTA DE LA ÉPOCA…
CLIP 8 – UN HABIL INTERROGATORIO EN LA JEFATURA DE POLICIA
CLIP 9 – COCAINA EN UNA CASA DE LA CALLE TEODORO BONAPLATA
CLIP 10 – LA CHICA ENCERRADA EN LOS CALABOZOS DE VIA LAYETANA NO
ACEPTA COLABORAR (PERO TERMINARÁ COLABORANDO)
CLIP 11 – EL ASESINO LOCALIZADO EN EL FRONTON
CLIP 12 – LA IMPERDIBLE ESCENA DEL TUBO DE LA RISA
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
En FlixOlé: APARTADO
DE CORREOS 1001
En YouTube: APARTADO
DE CORREOS 1001
En Internet Archive: APARTADO DE CORREOS
1001
A través de youTube (1ª opción): APARTADO
DE CORREOS 1001
A través de youTube (2ª opción): APARTADO
DE CORREOS 1001
Lo menos que puede
decirse sobre APARTADO DE CORREOS 1001
Ahora bien, Apartado de Correos 1001, merece un lugar en la historia del cine mundial. Habitualmente se considera que la mejor escena del cine negro es la incluida en La dama de Shanghay (1948), en la que Orson Welles, sitúa a su entonces esposa, Rita Hayworth, en un parte que atracciones abandonado en donde tiene lugar un tiroteo en una sala repleta de espejos. La escena fue copiada por Woody Allen en Misterioso Asesinato en Manhattan (1993), sin excesiva brillantez. La escena de Wells, en cualquier caso, inspiró visiblemente a Julio Salvador para concluir su película. La diferencia, estriba en que no tenía lugar en un parque de atracciones abandonado, sino en el “túnel de la risa” en la Sala Apolo de Barcelona, en pleno Paralelo y repleta de gente. Además, el efecto dramático quedaba centuplicado porque el público presente creía que iba a divertirse, mientras que uno de los protagonistas buscaba una vía de escape y los policías que lo perseguían desesperadamente querían cerrar un caso de doble asesinato y estafa continuada. La última escena (la bajada del cadáver por un tobogán irregular) es una de las mejores de toda la historia del cine negro.
Salvador no se prodigó mucho. Filmó poco más de once películas ente 1943 y 1973 y su gran período fueron los primeros años 50. Luego, como ocurrió con otros directores brillantes de la primera etapa del franquismo, se orientó hacia el cine comercial y de consumo, comedias ligeras, cine alimentario y concluyo su carrera con una muestra de cine de terror, zombis incluidos, poco edificante (La tumba de la isla maldita, 1973). Salvador, escribió el guion al alimón junto con Julio Coll y Antonio Isasi-Isasmendi y fue una pena que esta colaboración no se prolongara en el tiempo. Es importante destacar que el montaje de la película lo realizó el propio Isasi-Isasmendi y que participó como ayudante de dirección, Francisco Pérez-Dolz que luego alternaría sus clases en la Escuela de Cinematografía, con tareas de dirección en algunas cintas brillantes del mismísimo género negro. El estilo de filmación de esta película remite, al ya mencionado Wells, pero también a Hichtcock y demuestra que Salvador tenía una sólida formación cinematográfica (alegaba que, a veces le faltaban medios para expresar lo que quería, como en esta cinta en donde hubiera utilizado grúas que no tenía en escenas de calle).
La película fue producida por Emisora Films SA, la productora de Ignacio F. Iquino (y de su cuñado que terminaron peleándose en 1948, abandonando Iquino la empresa). Al advertir el éxito de la cinta, éste optó por realizar una réplica, Brigada Criminal (1950), ya con su propia productora, IFI, cinta de buena calidad, pero algo inferior a la de Salvador, pero ambas cintas supusieron el pistoletazo de salida para el período álgido del “cine negro” español. Vale la pena recordar que, con oscilaciones y baches, el “género negro” es el que mejor cintas a dado, tanto ayer como hoy a la producción española. Emisora Films cerraría sus puertas al año siguiente.
¿Qué nos cuenta la historia? Un joven que vive en la periferia barcelonesa junto a su padre, criando pollos, recibe una carta del banco en la que se instan a pagar una hipoteca. El joven se desplaza a Barcelona, según dice a su padre, para buscar el dinero, pero, bruscamente es tiroteado delante de la Jefatura de Policía en Vía Layetana. El caso va a parar a un policía veterano y a su ayudante que inician las pesquisas interrogando a los testigos del asesinato. Uno de ellos, el vendedor de periódicos, ha tomado la matrícula del coche que disparó. La otra pista es el anuncio al que respondió el joven asesinado que ofrecía un puesto de trabajo a cambio de una fianza. Al personarse los dos policías en la empresa, resulta ser un descampado, en el que encuentran el taxi desde el que se cometió el atentado y al taxista con un golpe en la cabeza. Así pues, la pista que les queda por seguir es el Apartado de Correos al que se dirigían las cartas de la empresa inexistente. Una hermosa joven abre el apartado y luego, a su vez, desde un buzón de las Ramblas coloca la carta dentro de otro sobre y lo envía a una dirección. Los dos policías la detienen a interrogan. Se trata de un raquetista profesional que exhibe sus habilidades en un frontón del Paralelo y que parece inofensiva. In embargo es retenida en los calabozos de vía Layetana, mientras la policía sigue el destino de esa segunda carta. Personados en el edificio de Correos ven que un funcionario encargado de clasificación, se la queda. Así pues, se trata de seguir, detener e interrogar a dicho funcionario que les pone en la pista de un domicilio en el que encontrarán, precisamente, al taxista en cuyo vehículo se cometió el crimen: así pues, él también está implicado en la trama. En el momento en el que va a confesar el nombre del responsable de la red, resulta asesinado. Pronto, la policía descubre que la única persona que conoce el rostro del asesino, es la tenista y, por tanto, será la próxima en ser eliminada. Vigilada y protegida por la policía, efectivamente, el asesino aparece por el frontón. Al sentirse descubierto, huye y penetra en las Atracciones Apolo, situadas justo al lado del frontón. Allí tiene lugar la persecución en el Túnel de la Risa y el final de la cinta.
La película constituye un verdadero puzzle en el que cada pieza va encontrando su acomodo. Tiene distintas pistas para desviar la atención del espectador sobre quién es el asesino. Y, a medida que avanza la cinta, todo va encajando a la perfección. A esto se une el realismo extremo y la verosimilitud de todas las escenas. A pesar de que la trama sea el producto de la imaginación de los guionistas (a partir del hecho real de que en aquellos momentos se utilizaran reclamos en La Vanguardia publicados por empresas fantasmas para estafar a incautos), todo en esta cinta, conduce al realismo y a pensar que, efectivamente, lo narrado pudo producirse. La estafa era uno de los delitos más comunes en la España de aquellos años. Se penaba con cierta dureza y la proximidad de la Guerra Civil y de la masacre que había tenido lugar en Europa cinco años antes, contribuía a desvalorizar la vida humana: un estafador, para evitar la cárcel, podía ser, al mismo tiempo, un asesino. De la misma manera, gentes que no se conformaban con sueldos bajos, inestabilidad y mucho esfuerzo, podían acceder al mundo de la delincuencia con solo dar un paso. Un grupo de delincuentes, por lo demás, podía dedicarse al robo, pero también a la estafa o al tráfico de drogas: todo consistía en salir airoso en el duro período de la postguerra, fuera como fuera.
A este realismo extremo se une aquello que entonces no se valoró completamente: la película está filmada en gran medida en escenarios urbanos que permiten ver cómo era la Barcelona de 1950. Sorprende que buena parte de los vehículos que vemos rodando por las calles fueran de los años 30. La SEAT, precisamente, se crearía el mismo año en el que se rodó la película. Y, sin embargo, ya por entonces, la ciudad aparecía repleta de vehículos, sin apenas semáforos, con autobuses de dos pisos. Los Ferrocarriles Catalanes aparecen con los mismos vagones que se mantuvieron en el cuarto de siglo siguiente y la estación de Bellaterra, se muestra recoleta y encantadora.
Y luego están las “nuevas tecnologías policiales”. Si en 091, policía al habla, filmada diez años después, se mostraba la innovación de una primitiva central que comunicase a la policía con los coches patrulla, en esta sonreímos igualmente al ver como un policía graba una conversación entre los delincuentes: el tamaño del magnetofón correspondía al de una maleta amplia que no sería admitida en loa cabina de pasajeros de un avión, mientras que el micrófono espía, era, literalmente, una alcachofa radiofónica que evidenciaba el nivel de los recursos técnicos policiales.
Queda hablar de los protagonistas. Conrado San Martín, no había cumplido los 30 años cuando apareció en esta cinta como “policía bueno” y enamoradizo. Llevaba en activo en el cine y en el teatro desde 1941. Será a partir de esta película cuando se especialice en papeles de “género negro”. Se convertirá en miembro de la División Azul capturado en Rusia en La patrulla. A lo largo de su dilatada carrera (que se prolongará hasta 2015, cuatro años antes de su muerte) filmará un total de 200 películas (solamente en 1950, filmará seis películas además de la que comentamos) y trabajará con actores e fama internacional (Henry Fonda, Claudia Cardinale) y para directores como Sergio Leone o Nicholas Ray. Se dedicó también a “sus negocios” (fue uno de los impulsores de Puerto Banús en el período de arranque del turismo). Con su propia productora, Laurus Films, filmó peplums y spagheti western alimentarios y de poco lustre. Avalado por su físico, aquí ejerce de “joven policía bueno”, enérgico, al fin y al cabo, también resulta enamoradizo (se “queda con la chica”). La “chica” -la que va a abrir el Apartado 1001- es Elena Espejo, una actriz en activo durante los años 50 y 60, pero de la que han quedado pocas huellas (hoy cuenta con 92 años). A pesar de haber nacido en Tánger realizó su carrera cinematográfica en Barcelona. Apartado de Correos 1001, fue, sin duda, su mejor película. Manuel de Juan fue el policía veterano, enérgico, intuitivo, zorro viejo y actor de carácter. Era un “secundario” habitual, casi imprescindible en los 40-65, polivalente se adaptaba a cualquier papel y situación. La víctima es Carlos Muñoz especializado en el papel de ”víctima” desde 1939, cuando participó en Frente de Madrid como soldado republicano herido y agonizante o en Sin novedad en el Alcázar, como hijo fusilable del coronel Moscardó, un largo camino hasta llegar a las pantallas de televisión La Casa de los Martínez entre 1967 y 1971, original y distendido programa del mediodía que mostraba a una familia española típica: matrimonio, hijos y chacha. Entre los secundarios figura Casimiro Hurtado como “el miradas”, el taxista que también resulta asesinado. Tomás Blanco, como el funcionario de correos cómplice, gran actor de teatro y rostro extremadamente conocido en los Estudio 1 de TVE. Y el malvado más malvado, Eugenio Testa, actor italiano nacido a finales del XIX y que protagonizó películas de cine mudo.
Además de las escenas en las calles de Barcelona, Salvador filmó en el interior de la Jefatura Superior de Policía y del viejo edificio de Correos. También utilizó algunas tomas de los talleres de La Vanguardia. El descampado que aparece (hoy un edificio de la derecha del Ensanche) remite al famoso crimen de Carmen Broto que estremeció a la Barcelona de los 40.
Una gran película, de esas que es necesario ver si uno quiere “saber de cine” y dárselas de cinéfilo. O si es mucho más modesto, y solamente quiere pasar un buen rato. O, incluso, conocer los lugares emblemáticos de la Barcelona de los 50.
Otros enlaces:
BRUMAS
DEL FRANQUISMO – El auge del cine negro español (1950-1965) – Francesc Sánchez
Barba (libro)
UNA
PROYECCIÓN CULTURAL DEL FRANQUISMO: EL AUGE DEL CIN NEGRO ESPAÑOL 1950-1965)
– Francesc Sánchez Barba
Comentarios
Publicar un comentario