LA PATRULLA (1954) –– Pedro Lazaga – El destino de cinco soldados de Franco

¿Cómo encajar la División Azul con la firma de los acuerdos con los Estados Unidos doce años después? Lazaga y García Serrano lo resolvieron: un cautivo de la división Azul escapa de la URSS en un avión norteamericano. Asunto resuelto… Lo que, en el fondo, es una película romántica (dos hombres tras el amor de una mujer) se convierte en una película con tres rasgos: patriotismo, anticomunismo, y recuerdo de una guerra civil que empezaba a quedar lejos.

FICHA

TITULO: La patrulla

AÑO: 1954

DURACIÓN:  99 minutos

DIRECTOR: Pedro Lazaga

GÉNERO: Post-bélico

ARGUMENTO: Una patrulla de infantería se hace una foto en unas ruinas poco antes de terminar la guerra civil y cuando el ejército de Franco se dispone a entrar en Madrid. Quedan en reunirse allí mismo 10 años después, pero los destinos de cada uno de los cinco componentes de la unidad serán muy distintos.

ACTORES: Conrado San Martín, Marisa de Leza, José María Rodero, Julio Peña, Antonio Almorós, Francisco A. Miguel, Julio Riscal, Germán Cobos, Elvira Quintilla, Tomás Blanco, Vicente Parra, Adriano Domínguez, Mercedes Serrano, Fernando Delgado, Aníbal Vela, Carmen Sánchez, Beni Deus, Arturo Fernández, Pedro Fenollar, Rafael Cortés, Pilar Sirvent, Antonio Díaz del Castillo, Josefina Rivero, Mahnahén Velasco, Magda Peiró, Gerardo Rodríguez, Carmen Martín, José Campos

 

CLIPS

CLIP 1 – CARATULA: “YO TENÍA UN CAMARADA”


CLIP 2 – LA FOTO Y LA ENTRADA EN MADRID


CLIP 3 – NO TODOS ESTARÁN PRESENTES DIEZ AÑOS DESPUÉS


CLIP 4 – CUESTA DAR LAS MALAS NOTICIAS Y MÁS A ROSTROS HERMOSOS


CLIP 5 – “EN ESPAÑA EMPIEZA A AMANECER”, DE LOS CINCO QUEDAN CUATRO


CLIP 6 – OTRO QUE TAMPOCO ESTARÁ (O NO PODRÁ ASISTIR POR ESTAR EN CÁRCEL)


CLIP 7 – “RUSIA ES CULPABLE”…


CLIP 8 – “ADIOS ESPAÑA, ¿CUÁNDO TE VOLVERÉ A VER?


CLIP 9 – EN EL FRENTE DEL VOLCHOF: “PREPARAD BAYONETAS”


CLIP 10 – ROMA 1945: ¿QUÉ HABRÁ PASADO CON LOS OTROS?


CLIP 11 – “NO ESTÁ TODO ACABADO, AUN QUEDA ESPAÑA”


CLIP 12 – SOBREVIVIENDO EN EL GULAG Y PENSANDO EN ESCAPAR


CLIP 13 – LA FUGA EN UN DC-3 DE LOS EE.UU.


CLIP 14 – DEL “AMERICANO BUENO”, AL “¡ALTO! ¿QUIEN VIVE?”


CLIP 15 – EL RECUERDO DE LOS QUE NO PUDIERON REUNIRSE



Carteles y programas

 



 

Cómo localizar la película

En GLORIATV: LA PATRULLA

En eMule: LA PATRULLA

 

Lo menos que puede decirse sobre LA PATRULLA

En 1954, en el Festival de San Sebastián, Pedro Lazaga se llevó el premio al mejor director y Marisa de Leza a la mejor actriz, por su participación en esa película. El guion había sido compuesto por Rafael García Serrano sobre una historia de José María Sánchez Silva. Lo tenía todo para triunfar: en primer lugar, aludía a los cautivos de la División Azul que, ese mismo año, 1954, habían sido repatriados por la Cruz Roja en el Semiramis. Era, además, una historia de amor que siempre gusta al público. Y, además, contenía una multiplicidad de personajes y situaciones que podían “llegar” y seducir a un público muy diferente. Se hablaba de la guerra civil, pero esta temática no era la motivación central del film, sino solamente su desencadenante. El mensaje es, por un lado, el valor de la amistad, de otro, el amor difícil y, finalmente, un mensaje político explícito acorde con los tiempos que se vivían: la Guerra Fría. No puede extrañar que la película, en su tiempo, fuera un éxito de público y de crítica y que, en nuestra opinión, constituyera lo mejor del cine que filmaría Lazaga a lo largo de los treinta años en los que se extendió su vida profesional.

La historia escrita por Sánchez Silva y guionizada por García Serrano, contiene estos tres elementos de manera desigual. No puede extrañar que los falangistas se sintieran algo decepcionados. A fin de cuentas, García Serrano, lo era, pero en las escenas relativas a la aventura divisionaria en Rusia, no aparece ninguna referencia, ni a José Antonio Primo de Rivera, ni a los ideales del partido que, fueron los que convencieron a muchos jóvenes de partir hacia el Frente Ruso. Tan solo, la camisa azul del hermano de la protagonista, aparece como guiño, casi desapercibido en una película en blanco y negro, de la militancia “azul” de buena parte de los voluntarios de la División Azul.

La línea oficial del régimen franquista para interpretar la Segunda Guerra Mundial, fue muy ingeniosa y no exenta de cierta lógica. Para Franco, aquel conflicto no fue “una” guerra, sino dos. La primera era la que emprendieron las democracias contra Alemania, en la que España se había declarado neutral. Pero a partir del desencadenamiento de la Operación Barbarroja, se inició otro conflicto que fue el del “mundo libre” contra el “comunismo” y en ese si que España había tomado partido enviando a la División Española de Voluntarios y sentenciando que “Rusia era culpable”. Claro está que este planteamiento se construyó cuando la derrota alemana era inevitable y estaba claro que el mundo entraba en la era de los bloques y que España debería -¿debería?- alinearse con el que seguía a los EEUU. Esto explica las escenas de la fuga del divisionario cautivo en el Gulag a borde un DC-3 de la United States Air Force y la ayuda que recibe del piloto hasta su llegada a París. Las escenas son tan explícitas que no dan lugar a discusión alguna.

Claro está que esta escena ha venido precedida de otra no menos importante. El “camarada plumilla” (perífrasis simbólica del propio García Serrano), ha terminado de corresponsal en Roma en 1945. En la escena que tiene lugar en un bar, se produce una escena antológica: un comunista, pelmazo y más o menos borracho, al enterarse de que “el camarada plumilla” es español, le dice que la guerra todavía no ha terminado: falta por derrotar a España, intención que evidencia lanzando el vaso que estaba bebiendo sobre el mapa de la piel de toro. La respuesta es inmediata, pero el comunista es más fuerte (y salvaje), por lo que entra en acción otro periodista, norteamericano, que resuelve la situación con un crochet bien dado. Por cierto, el actor en cuestión no es otro que un casi irreconocible Arturo Fernández al que le han prestado acento yankee…).

El mensaje está clarísimo: la guerra civil empieza a quedar atrás. El país requiere no pensar en aquellos tres años de muerte, hambre y destrucción (pero también de idealismo, patriotismo y exaltación) y hace falta aproximarse al “primo de Zumosol”. Todo lo demás, pasa a segundo plano: las ruinas en las que los miembros de la patrulla han jurado volver a encontrarse en las inmediaciones de la Casa de Campo, siguen estando allí en 1949, diez años después, algo más ruinosas. Diez años parecen pocos, pero son muchos para que la situación de todos los miembros de la patrulla que juraron encontrarse diez años después, haga posible el reencuentro. Uno murió al día siguiente de hacerse la foto, el otro se perdió en la geografía carcelaria del país, del otro no se sabe nada y los dos restantes se disputan -con camaradería, estilo y honor- el amor de una mujer. Uno de ellos -el “plumilla”- cede y opta dejar la vía al otro, el repatriado de Rusia, que ha quedado manco por más señas.

No es raro que buena parte de los espectadores viera en esta película solamente una historia de amor. Conozco varias que se dieron entre los que combatieron en Rusia y entre sus familias (una de mis primas, permaneció voluntariamente soltera toda la vida, después de que su novio, muriera heroicamente en el frente del Volchoj; fue su forma de demostrar lealtad al amor de su vida). La historia de amor de esta cinta constituye un verdadero drama: dos camaradas se enamoran de la misma chica, hermana de un tercer camarada muerto; ella elige a uno, pero todos creerán que ha muerto en el Volchoj. Y, sin embargo, no solo está vivo, sino que logra fugarse del gulag…

La historia del “camarada chorizo” es también notable. ¿Quién no ha conocido alguien así que haya abandonado la militancia para iniciar un largo recorrido carcelario, periplo forzado para cualquier delincuente común? He conocido a varios e, incluso, en prisión, me he encontrado con alguno. Yo también terminé ahí, sí, pero no por ser delincuente, sino por haber cometido el error de creer en un ideal y pensar que podía cambiarse el destino de un pueblo. El elemento que aporta esta parte de la trama es el realismo extremo: España, en aquellos momentos, no era el reino de la abundancia: el contrabando, la delincuencia, el fraude, estaban a la orden del día. Ciertamente, aquello parecía un juego de niños comparado con la actualidad, pero la introducción de esta temática en la película, nos recuerda que no existen los mundos ideales.

Personalmente creo que Lazaga, abordó esta cinta con singular cariño. Hay algo de él, de lo que él amaba en los distintos planos y no digamos en las tres o cuatro canciones esparcidas a lo largo del metraje. Me dicen que estuvo en la División Azul y que optó por esta experiencia para purgarse de su pase en el ejército republicano. Los comentarios que se han hecho sobre él en el centésimo aniversario de su nacimiento, sugieren que no tenía ideología política. Error: esta cinta muestra el color de su pensamiento y, si se nos apura, las mejores que filmó (En Frente infinito, 1959; La fiel infantería, 1960, y Posición Avanzada, 1966 o Torrepartida, 1956,  en la que los maquís son presentados como bandidos de la peor especie) demuestran una notoria simpatía por el “bando nacional” y una clara identificación anticomunista. Como anécdota puedo añadir que el hijo de Lazaga, Álvaro, consta como uno de los que mas veces han recorrido el camino de Santiago (más de cuarenta veces ha seguido el “camino de las estrellas”). Ningún hijo sale así sin tener un padre de casta.

Claro está que las necesidades alimentarias llevaron a este director por otros derroteros. ¿Qué director no busca éxitos comerciales? Para Lazaga, el estreno en 1959 de Los tramposos resultó un descomunal y magnífico éxito que le orientó hacia el cine comercial. Viaje sin retorno, porque después de comedias y comedietas, llegó el “destape” y Lazaga se zambulló en los nuevos géneros que no le reportaron lo que se dice gloria cinematográfica.

En cuanto a los intérpretes. En la parte femenina destaca especialmente Marisa de Leza, actriz que orientó su carrera hacia el teatro, abandonando el cine en 1962. Su intervención en esta cinta le valió un premio en el Festival de San Sebastián. También merece mencionarse una jovencísima Elvira Quintillá en las escenas romanas, otra actriz notable en la escena española de la segunda mitad del franquismo. De los cinco miembros de la patrulla, Conrado San Martin y José María Rodero ocupan el papel central: no solamente no defraudan sino que demuestran su fuste. San Martín, cuando filma La Patrulla ya es un actor consagrado que tiene a su espalda cada cuarenta películas de todos los géneros: histórico, negro (es el eterno policía), traslaciones de obras clásicas, bélicas y, todavía tenía por delante una prolija carrera que se prolongaría hasta poco antes de su muerte en 2021, a la provecta edad de 98 años. Una parte de su carrera -especialmente su último tramo- pasó por televisión. Por su parte, Rodero, prematuramente fallecido a los 61 años, era uno de esos actores sobrios, vibrantes, que una y otra vez aparecieron por los Estudios 1 de TVE encarnando los papeles más recordados del teatro clásico y moderno. Todavía se recuerda su participación en Doce hombres sin piedad, de Reginald Rose, en Estudio 1. Los secundarios son igualmente notables: Julio Riscal como soldado divisionario, Vicente Parra, Fernando Delgado, Arturo Fernández…

La película salió redonda. Relativamente desigual porque son muchas las historias que cuenta. Se trata de una película “coral” y es normal que el espectador empatice más con unas situaciones y personajes que con otras.

 

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