HAY QUE MATAR A B (1975) – José Luis Borau – BORAU NO ERA KOSTA-GAVRAS

No traemos esta película a colación por su interés -de hecho es poco brillante- sino como muestra de la decadencia a la que había llegado el género negro español en los últimos años del franquismo. Se diría que, con el desarrollismo y la “apertura” todo empezaba a tener un aspecto falso, apresurado, mal terminado. Vaya por delante que José Luis Borau era un buen director. Su problema era que seguía las modas. Cuando quiso hacer un thriller negro como Hay que matar a B, Costa-Gavras era el cineasta de moda. Lo copió y la copia no salió bien.

FICHA

TITULO: Hay que matar a B

AÑO: 1975

DURACIÓN: 92 minutos

DIRECTOR: José Luis Borau

GÉNERO: Thriller negro

ARGUMENTO: Un emigrante húngaro ejerce como camionero en un país iberoamericano. Al tratar de romper una huelga su camión resulta destruido y él en la miseria. Conoce a una persona que le propone un negocio que le reportará dinero para volver a su país: se trata de hacerse querer por una mujer que es amante de un candidato presidencial. Se trata de una trampa de gravísimas consecuencias.

ACTORES: Darren McGavin, Stéphane Audran, Patricia Neal, Burgess Meredith, José Nieto, Luis Prendes, Walter Coy, Pedro Díez del Corral, Rina Ottolina, Perla Cristal, Vicente Roca, María Cristina Heredia, Jaime Segura, Ángel Menéndez, José María Resel

 

CLIPS

CLIP 1 – CREDITOS Y UN CAZADOR CAZANDO


CLIP 2 – UNA HUELGA DE CAMIONEROS. ESO NO VA CONMIGO…


CLIP 3 – EL FINAL DE UN CAMION Y DE UN SOCIO


CLIP 4 – PALIZA EN LA COLA DEL PARO


CLIP 5 – EN LA PENSIÓN CON LA AMIGA DEL ALMA, SU HIJA Y UNA OFERTA DE TRABAJO


CLIP 6 – “UNA RUBIA SENSACIONAL, ALTA, ELEGANTE…”


CLIP 7 – DONDE EL INMIGRANTE PARECE OTRO…


CLIP 8 – ESTABLECIENDO CONTACTO CON EL OBJETIVO


CLIP 9 – REMATANDO LA FAENA CON OVACIÓN Y VUELTA AL RUEDO


CLIP 10 – “SOLAMENTE SE EMPIEZA UNA VEZ CUANDO SE NACE”


CLIP 11 – EL PRIMER MARRONAZO


CLIP 12 – EL SEGUNDO Y DEFINITIVO MARRONAZO


 

Carteles y programas




 

Cómo localizar la película

En AppleTV+: HAY QUE MATAR A B.

En RTVE Play: HAY QUE MATAR A B.

En FlixOlé: HAY QUE MATAR A B.

En eMule: HAY QUE MATAR A B. (versión en formato AVI)

 

Lo menos que puede decirse sobre HAY QUE MATAR A B.

Se trata de una película relativamente “española”: se rodó, en efecto, en Madrid (en su mayor parte). Los actores secundarios son españoles, pero entre los protagonistas no hay ni uno que haya nacido aquí (Darren McGavin, Stéphane Audrán, Patricia Neal, Burgess Meredith, Walter Coy, Rina Ottonina). Parte del capital era español, pero no todo: es, oficialmente, una co-producción hisano-suiza. Lo “español” viene por el director, José Luis Borau, que ejerció, así mismo, como guionista y por el equipo técnico. La película, en cualquier caso, dista mucho de ser una “buena película” y, si la hemos elegido, es porque, se proyecta en los meses en los que Franco está enfermo, el régimen se encuentra, como él, en Estado terminal y aquel género en el que, a partir de finales de los años 40, había destacado la cinematografía española, está también en liquidación. El “género negro”, en efecto, había dejado de interesar a nuestros mejores directores, algunos de los cuales se deslizaban por la pendiente del cine comercial, la serie B de bajo presupuesto, el terror de guardarropía, el western espaguetini o competían por mostrar centímetros cuadrados de anatomía femenina en los bodrios del “destape”. Se acababa el franquismo y, con él, moría una etapa dorada de nuestro cine.

Borau había sido alumno de la Escuela Oficial de Cinematografía. Era también, licenciado en derecho. A diferencia de sus compañeros, no practicó un cine inspirado en la “nouvelle vague” francesa, sino que buscó modelos en Hollywood, thrillers de acción y westerns. No le fue mal, así que, como otros directores, creó su propia productora (El Imán). En esos años No filmaría nada de gran interés. Hacía anuncios, alguna producción para TVE, producía películas de poco calado que dirigían terceros, hasta que en 1975 filmó Furtivos (su gran película y por la que ha entrado en la historia del cine español), a la que seguiría Hay que matar a B.

Desde el principio, Borau tuvo muy claro que esto del cine servía, en primer lugar y sobre todo, para comer. Así que la “parte comercial-alimentaria” estuvo siempre presente y eso hizo que el nivel medio de su producción no fuera excesivamente alto. Alternó películas facilonas y oportunistas (Camada Negra, 1976) casi impuestas por el desarrollo del a transición, con cintas que pasaron como “transgresoras” (Mi querida señorita, 1972). Hollywood le llamaba poderosamente la atención y seguía con interés todo lo que se hacía allí.

En esa época, estaba de moda la serie de televisión Kolchack, un detective que resolvía casos inverosímiles que tenían que ver con lo paranormal y el terror. El protagonista era Darren McGavin, un tipo que, en ciertos aspectos prefiguraba a Tommy Lee Jones. Se trataba de un rostro que se hizo enormemente popular gracias a esta serie. Estaba formado en el Actor’s Studio y había aparecido desde los años 50 junto a grandes actores. Rodó series como Doctor Kildare, otras ambientadas en el far-west y su carrera se encontraba en la cima cuando fue llamado por Borau para interpretar a “Kovac”, el húngaro perdido en un país iberoamericano y atrapado en una aventura en la que él ejerce como víctima.

Otros tres actores extranjeros arroparían a McGavin. Burgewss Meredith había aparecido en varios episodios de La Zona muerta, Caravana, 77 Sunset Strip, Rawhide, El Virginiano, Jim West, Bonanza y Daniel Boone, cuando fue llamado para encarnar a El Pingüino de la serie Batman (1988-68). Su caché creó como la espuma y, a partir de ese momento, aparecería en grandes películas (fue el entrenador de “Rocky Balboa” en las tres primeras entregas de la serie). Cuando Borau le llamó para su película era uno de los rostros más conocidos de la televisión.

Y luego estaba un rostro femenino, Patricia Neal, una “dama del Sur”, con varias nominaciones a los Oscar, una actriz a la que la desgracia parecía perseguir y que, finalmente, recibió la preciada estatuilla a la “mejor actriz” en 1964. Cuando apareció en Desayuno con diamantes (1961) todavía era una mujer feliz, pero a partir de entonces su vida se vio trastornada por una serie de desgracias personales y profesionales que le otorgaron ese rostro particularmente atormentado que convenció a Borau de que era la actriz que necesitaba para el papel de amiga del protagonista que le suele dar baños de realismo. Finalmente, la actriz francesa Stéphane Audran, casado con Jean Louis Trintignant (y abandonada cuando éste se fue con la Bardot), se casó luego con Claude Chabrol apareciendo regularmente en las películas de su marido. Trabajó también para Buñuel (en El discreto encanto de la burguesía, 1972) y también se encontraba en la cresta de la ola, lo que para Borau era suficiente para ejercer como “mujer fatal”. La presencia de Rita Ottolina, hija del famoso presentador de televisión venezolano, resulta también significativo: en ese momento, su padre había pasado también por la televisión española.

De la parte española, poco hay que decir. Luis Prendes, que ejerce como comisario de policía encargado de detener e interrogar a “Kovac”. Mucho menos conocido es Pedro Díez del Corral, hoy casi olvidado, pero que había protagonizado y participado en algunas de las mejores películas filmadas entre 1963 (Del rosa al amarillo), hasta Beltnebros (1991). Su papel en la cinta de Borau es corto (es “Jani”, el joven que compaña al protagonista en el camión y resulta muerto en las primeras escenas de la película).

La inspiración procedía del cine político de Kosta-Gavras. Había también algo de las muchas cintas que aparecieron en aquellos sobre el asesinato de Kennedy, en los que se quería demostrar que se trató de una conspiración. De Gavras sacó la idea de un “cine político” inspirado en un país iberoamericano. El cine de este director estaba de moda en aquellos momentos: Z (1969), Estado de sitio (1973)… La influencia es tan evidente que no resiste alegato en contra. Tambien integró algunos elementos que estuvieron presentes en los noticiarios políticos: el golpe de estado de Chile en septiembre de 1973, las huelgas de camioneros que le precedieron, el regreso del General Perón a Argentina ese mismo año.

La película nos muestra a un camionero que lleva 15 años en un país iberoamericano no identificado. Es un tipo rústico, simplón, bienintencionado, individualista y con ganas de salir adelante. Pero no lo ha conseguido y ahora solamente piensa en abandonar el país. No volverá a su Hungría natal, pero sí a Europa. Una amiga íntima le ha prestado el dinero para comprar a crédito el camión con el que piensa reunir el dinero suficiente para irse. Pero las cosas, como siempre, le salen mal: compra fruta cuando ha estallado una huelga de camioneros. En la carretera recoge a alguien que dice ser viajante de comercio y que luego, pistola en mano, le obligará a detener el camión. Luego resultará que se trata de un funcionario de policía. En el incidente el camión resulta destruido y su socio, el joven “Jani”, muere. Vuelve a su lugar de residencia, propiedad de la amiga que le ha prestado el dinero. Ésta no se sorprende por la mala fortuna que acompaña a “Kovac”. Tras haber recibido una paliza al aparecer en una foto de la prensa como “esquirol”, conoce a un personaje en la pensión que se le define como “detective privado” (Burgess Meredith) el cual se ofrece un trabajo bien remunerado: está investigando a una mujer, amante de un magnate local, fabricante de cerveza, a la que no logra “pillar en falta”, así que “Kovac” deberá seducirla para obtener pruebas de su infidelidad. “Kovac” acepta y logra que ella se enamore de él (y él, poco menos, algo que no queda muy claro en la cinta). Compran un billete para abandonar juntos el país, pero ella, al volver, encuentra muerto a su querido. La policía detiene a “Kovac” y un alto funcionario le plantea olvidarse del asunto a cambio de que dispare contra el candidato presidencial, luego le facilitarán la huida. Así lo hace y, obviamente, se trata de una trampa: “Kovac” muere ametrallado por la policía… El letrero de “fin” aparece cuando nadie se lo espera.

Película algo atropellada, basada en apriorismos no suficientemente justificados y en un final abrupto que deja todos los cabos previos sueltos. La película sabe a poco, deja demasiadas temáticas pendientes de resolución. Los actores -muy buenos, incluso brillantes- están altamente desaprovechados. Para un guion manco no hacía falta contratar actores extranjeros. La película termina siendo un “quiero y no puedo”, emulación de Gavras con limitaciones propias de un guion sin refinar, apresurado y con un montaje del que se, presumiblemente, se han eliminado escenas y más escenas por exceso de metraje.

Los narrados en 1975 encontraban eco en los noticiarios: la huelga de transportistas previas al derrocamiento de Salvador Allende, las manifestaciones por el regreso de Perón a la Argentina, las dictaduras militares, la acción de servicios de inteligencia para provocar golpes de Estado, los atentados a políticos protagonizados por “tiradores solitarios”… todos estos elementos, metidos en un túrmix y combina, y multiplicados con el cine de Gavras (en boga en la época), dan como resultado una cinta oportunista que, a pesar de todo, tiene elementos interesantes especialmente en su primera parte.

Las tomas en las que se ve un archivo setentero repleto de fichas policiales en donde una mano misteriosa, realiza un “casting” de presuntos “pringados” a los que adjudicar un crimen; la enumeración de “las verdades del barquero” que realiza Patricia Neal a “Kovac” tratando de despertarle y levarle por el camino del realismo, y la frase “Solo se empieza de cero cuando se nace”, constituyen lo mejor de la cinta.

La película entretiene mientras se ve. Uno espera más. Por ejemplo, la situación en la que quedan la amante del magnate cervecero o la amiga de “Kovac” y su hija, así que, después de 92 minutos entretenidos, lamentamos que el rótulo de fin, haya concluido una película en cierta manera frustrada y que podía haber dado mucho más de sí. En las primeras escenas, por lo demás, “Kovac” aparece como un tipo rudo, putero, sin educación, casi salvaje con las mujeres, mientras que en su relación con la amante del cervecero se muestra educado, casi remilgado, timorato y tímido. El estudio del personaje es demasiado primitivo y simplón como para podamos aceptarlo. Patricia Neal es, con mucho, el personaje más cuidado de la trama.

La película fue un fracaso de crítica y de público en su época. Hoy, sin embargo, algunos la han recuperado como una muestra del cine del último franquismo, pesimista e incomprendido. Pero, no nos engañemos: es una película floja como la mayoría del cine que se hizo en aquellos últimos años del “ancien Regime” y como el 95% del cine que se haría en la transición.

  

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