A TIRO LIMPIO (1963) – Pérez-Dolz – LA OBRA CUMBRE DEL GÉNERO NEGRO ESPAÑOL
Estamos ante la mejor película de género negro filmada en España
durante el franquismo. Realismo extremo, paisajes de la Barcelona sesentera más
cerca del pasado que de nuestro presente. Atracadores inmisericordes. Robos con
profusión de armas automáticas. Caracteres psicológicos pintados hasta el más
mínimo detalle. Guion sin fisuras. Recio, fuerte, entero.
FICHA
TITULO: A tiro limpio
AÑO: 1963
DURACIÓN: 86 minutos
DIRECTOR: Francisco Pérez-Dolz
GÉNERO: Negro
ARGUMENTO: Un grupo de atracadores
se reúne para dar un golpe en la sede de las Apuestas Mutuas Deportivo
Benéficas (la “quiniela”). Unos convencen a otros, pero la policía, casi por
casualidad identifica a uno de los atracadores, organizándose un tiroteo en las
mejilloneras del puerto, en el curso del cual muere un policía y uno de los
atracadores. Los otros se pelean por el botín.
ACTORES: José Suárez, Luis Peña,
Carlos Otero, Joaquín Navales, Gustavo Re, Carolina Jiménez, María Julia Díaz,
Juan Velilla, Pedro Gil, María Francés, Victoriano Fuentes, Rafael Moya, Emilio
Sancho, Carlos Ibarzábal, María Asquerino
CLIPS
CLIP 1 – CREDITOS NEGROS
CLIP 2 – GOLPE EN EL GARAJE (CUANDO LOS PARKINGS ERAN GARAJES)
CLIP 3 – UN TIPO DURO EN EL LAVADERO URBANO (CUANDO NO HABÍA
LAVANDERÍAS)
CLIP 4 – EN EL MAS “CAN PICAS” (CUANDO LAS MASÍAS NO ERAN
RESTAURANTES)
CLIP 5 – UN FRANCÉS EN LA BANDA (CUANDO LOS FRANCESES HACÍAN ALGO
MÁS QUE TURISMO)
CLIP 6 – EL FRANCÉS ERA UN VOYEUR (CUANDO A LOS VOYEURS SE LES
LLAMABA MIRONES)
CLIP 7 – EL GRAN GOLPE EN FASE I DESPUÉS DE LAS SARDANAS, EN LAS
OFICINAS DE LAS QUINIELAS (CUANDO SE JUGABA A LAS QUINIELAS EN LUGAR DE APOSTAR
POR INTERNET)
CLIP 8 – EL GRAN GOLPE EN FASE II DURANTE EL RECUENTO DE LAS
QUINIELAS
CLIP 9 – LA HUIDA POR VIA LAYETANA HASTA LAS MEJILLONERAS DEL
PUERTO (CUANDO LAS MEJILLONERAS ESTABAN EN EL PUERTO)
CLIP 10 – TIROTEO ENTRE LAS MEJILLONERAS
CLIP 11 – DEL HOSPITAL CLÍNICO AL BAR DEL METRO DE PLAZA CATALUÑA
CLIP 12 – NO HAY HONOR ENTRE BANDIDOS. TIROTEO EN EL METRO DE LESSEPS
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A través de eMule: A
TIRO LIMPIO (formato AVI)
En TokyoVideo: A TIRO LIMPIO
En FlixOlé: A
TIRO LIMPIO
Lo menos que puede
decirse sobre A TIRO LIMPIO
En 1963 el fenómeno del maquis estaba completamente extinguido.
Los dos últimos rescoldos casi anacrónicos en pleno arranque del desarrollismo
hacían sido Paco Sabater, muerto en 1960 y Facerías (muerto en 1957). Discutir
sobre si fueron simples atracadores que utilizaban parte de los fondos
obtenidos en sus golpes para la “resistencia antifascista”, o si esto era una
mera excusa y el lugar en el que había degenerado el viejo maquis de postguerra,
es una discusión que no place mucho hoy a los defensores de la memoria
histórica hemipléjica, pero que está ahí. La aventura enloquecida de Sabater y
Facerías estaba todavía reciente cuando a Paco Pérez Dolz (que firmó siempre
como Dolz y no catalanizando el apellido en su forma Dolç como impone la gencat)
empezó a trabajar en esta película. Pérez-Dolz no es sospechoso de “franquismo”,
ni siquiera de adulación al régimen: lo que muestra en la película no es “política”,
sino “bandidismo” que, a fin de cuentas, era, prácticamente, la tarea
preferencial de los últimos residuos del maquís.
La trayectoria de Pérez-Dolz indica que España no es país para
genios. El que dirigió una de las mejores -en nuestra opinión, la mejor- cintas
de género negro del franquismo, solamente dirigió otras dos películas y, cada
uno de ellas, de géneros distintos: una película “de barbas”, Los jueces
de la Biblia (Gedeón y Sansón) en 1965, una película de humor, El
Mujeriego, protagonizada por Casto Sandra “Cassen” en 1963 y esta que
comentamos hoy, A tiro limpio. Esto es todo. Claro está que su
experiencia cinematográfica era amplísima y en todos los oficios vinculados a
la cinematografía: había sido ayudante de dirección en muchas películas
filmadas en Barcelona, escribió guiones (entre ellos el de la cinta
protagonizada por Joan Manuel Serrat y Joan Capri, El Baldiri de la costa
(1968), primera película rodada íntegramente en catalán. Llevaba el arte en las
venas: no en vano era hijo de un famoso catedrático de Bellas Artes y fue a
través de un amigo de su padre como tuvo su primer contacto con el cine. A
pesar de vivir en Barcelona toda su vida, había nacido en Madrid en 1922. Fue
un autodidacta que, antes de la guerra, en su juventud, devoraba libros sobre
cine, asistía a tertulias de la materia y observaba minuciosamente cada
película. En 1941 entró como meritorio en Atenea Films. Allí ejercería como
guionista, actor ocasional, productor y secretario de dirección. Tras las tres
películas que hemos mencionado -a pesar de ser éxitos de público, especialmente
A tiro limpio, considerada hoy como un clásico- optó por
dedicarse al cine publicitario y a producir películas industriales. Ahí terminó
la carrera de un gran director. Falleció en 2017 a la provecta edad de 95 años
y después de que sus entre 1988 y 1996 fuera profesor en la Escuela Superior de
Cinema y Audiovisuals de Catalunya (ESCAC) de la que fue uno de sus fundadores.
Si esta es, apresuradamente, la vida de su director, digamos algo
sobre la cinta en sí misma. Como ya hemos dicho, está influida por el fin del
maquis. Pérez-Dolz se hizo una correcta composición de lugar: sus últimos
residuos eran simples bandoleros; los viejos ideales democráticos y/o libertarios
quedaban ya muy lejos. En los años 50 ya solamente pensaban en sobrevivir y,
como máximo, ayudar a otros antiguos camaradas a sobrevivir. El régimen estaba
bien consolidado y unos cuantos atracadores no iban a desestabilizarlo, por
bien armados que estuvieran. Y Pérez-Dolz recuerda que, efectivamente, armas no
les faltaban.
El guion fue elaborado, entre otros por Pérez-Dolz sobre la base de
un relato de José María Recarte. No hay duda desde las primeras escenas que los
protagonistas pertenecen a la “escuela de Toulouse”, un centro de formación de
activistas anarquistas que permaneció abierto hasta que De Gaulle optó por
cerrarlo como “gancho” para que Franco limitara las acciones de los partidarios
de la “Argelia francesa” exiliados en España. Los críticos cinematográficos
suelen pasar de soslayo que una parte sustancial de la “resistencia
antifranquista” pasó a engrosar las filas de la delincuencia común a lo largo
de los años 50. Si el inicio del canto del cisne del maquis fue el fracaso de
la invasión del Valle de Arán (1944), su muerte definitiva tuvo lugar en los años
50 cuando sus últimos mohicanos, desesperados, sin apoyo popular, cercados por
los cuerpos de seguridad del Estado, acosados por las necesidades cotidianas,
optaron por seguir utilizando los instrumentos de trabajo que habían empleado
desde 1936 y, veinte años después, optar por sobrevivir.
Estamos en enero de 1963. Un veterano miembro del maquis, se reúne
con otro antiguo camarada. Ambos han llegado de Francia. Uno de ellos, “Martín”,
es un veterano casi sádico que resuelve todo con armas de repetición (Luis Peña),
el otro, “Antoine” (Joaquín Navales) es un joven inexperto, muy irresponsable,
voyeur, sin valores ni ideales, aventurero sin escrúpulos y francés. “Martín”
contactará con un antiguo camarada que se encuentra en apuros económicos, “Román”
(José Suárez) y no le costará mucho integrarlo en el grupo. Vive de manera muy
modesta regentando un lavadero público y quiere, por todos los medios, salir de
la pobreza. Pero faltan las armas. Así que “Roman” contactará con un antiguo
camarada, “El Picas” (Carlos Otero) que ha salido de prisión y que se ha
retirado a la masía familiar, el Mas “Can Picas”; allí guarda un verdadero
arsenal de armas. Él también se integrará en el grupo. El primer golpe no sale
bien, pero optan por planificar una operación más arriesgada que debería
reportarles dinero suficiente como para convertirlos en millonarios. El atraco
sale bien, pero cuando acuden al lugar de la cita para repartir el botín -en una
mejillonera del puerto de Barcelona que entonces estaban junto a la escollera-
dos policías reconocen a “El Picas”. A partir de ahí, todo se torcerá. En el
tiroteo resultará muerto “El Picas” y uno de los policías. Pero los otros tres
se pelean entre sí: “Martín” reprochará a “Román” que hubiera integrado a “El
Picas” cuando este ya era conocido por la policía. Cuando la policía localiza
su escondite, ya se han producido tiroteos entre ellos que han resuelto la
cuestión.
Lo primero que cabe decir es que, tanto el guion, como el casting,
como las actuaciones, los movimientos de cámara y las localizaciones de
exteriores, son magistrales. Se ha dicho que la censura planeó sobre la película,
pero, de ser así, bendita sea esa censura que hizo de esta película una obra
maestra. Por nuestra parte creemos que si existió “censura” esta debió ser mínima.
Estábamos en la España desarrollista, a nadie -o a ínfimas minorías- le
interesaba en 1963 el maquis o la “resistencia antifranquista”, bastante tenían
con salir a flote en el día a día y buscar un lugar bajo el sol. Por lo demás, de
haber existido cortes por la censura, esto hubiera repercutido en el montaje y
en el resultado final. La película está bien atada, no deja cabos sueltos, no
hay saltos y espacios varios. Y, por lo demás, en el historial de Pérez-Dolz
tampoco se nota interés alguno en alinearse con el antifranquismo.
Como en otras películas de la época, la película constituye un
tesoro para recordar cómo era la Barcelona de principios de los años 60: en
efecto, las oficinas del “Patronato de Apuestas Mutuas Deportivo-Benéficas”, la
tradicional “quiniela”, “el 1-X-2”, que, junto con el número de la ONCE y los
sorteos de Navidad de la Lotería Nacional constituían las esperanzas de los españoles
en obtener beneficios bruscos (sin olvidar las carreras de galgos…) estaban
situadas en la Vía Layetana. Parte de la trama, se desarrolla entre la Plaza de
Jaime I y las mejilloneras del puerto distantes en línea recta apenas kilómetro
y medio. También vemos algunas estaciones del metro, con sus bóvedas cubiertas
de cerámica blanca y sus anuncios (aparecen las estaciones de calle Fernando y
la de Lesseps) y el bar de la estación de Plaza de Cataluña que tenía vista sobre
las vías de metro y de la RENFE. Y, por supuesto, el lavadero público, quizás
fuera en el Torrent de l’Olla en el barrio de Gracia, un verdadero arcaísmo incomprensible
en nuestros días: con aquel olor a jabón, la humedad y el vapor, el cotorreo de
lavanderas departiendo y el chapoteo de las aguas. Vemos las mejilloneras del puerto, y el
populoso mercado del Borne. Y, sobre todo, si nos fijamos y detenemos la
proyección, podremos ver la publicidad de la época. Barcelona, una ciudad, una
comunidad -porque, entonces, Barcelona era una ciudad todavía habitable- protagoniza
también esta película. El realismo extremo de la película es lo que ha hecho
que esta cinta pueda ser considerada como testigo de una época y de una ciudad.
Desde el punto de vista estético, Pérez-Dolz se cuidó de que todas
las tomas y los movimientos de cámara, los tiempos de duración de los planos,
los picados, contrapicados y especialmente la selección de emplazamientos de la
cámara, nada, absolutamente nada, quedara al azar. A tiro limpio es el
arquetipo de la “obra bien hecha”, propia del artesano que conoce su oficio y
que no está dispuesto a ofrecer al público cine de consumo, realizado
apresuradamente. En cierto sentido, Pérez-Dolz es la antítesis de Jesús Franco
y de su cine de serie B hecho a prisa y corriendo, improvisado, chapucero y
oportunista. Incluso la música que acompaña a las escenas está estudiada al
milímetro. No falta ni sobra un centímetro de celuloide.
Es curioso, pero hay sexo en A tiro limpio: no, por
supuesto, sexo explícito, que hubiera rebajado el nivel de la producción. Todos
los personajes son arquetipos de distintas formas de entender la sexualidad
fuera del marco familiar: “Martín” es sádico, cruel, con ciertos rasgos
homosexuales; se le nota atraído por el joven “Antoine” y no resiste que este
sea un inmaduro voyeur que mira con prismáticos a las alumnas del colegio
vecino a su piso franco. “El Picas” quiere sacar a su familia de la pobreza, al
igual que “Román”, pero, así como éste se encuentra comprometido entre su anciana
madre viuda y su esposa, el otro, convive con una mujer con la que alterna
disputas y amoríos; una pareja disfuncional, en definitiva.
¿Había “política” en la película? Sí, claro, todo es política. Se
nos muestra a dos tipos de delincuentes: al “derrotado” (que todavía conserva
un poco de humanidad y sentido del honor) y al “resentido” (que ha degenerado
en sadismo y que solamente logra reclutar a irresponsables), “Roman” y “El
Picas” a un lado, “Martin” y “Antoine”, al otro. Los primeros han dejado de
creer en ideales políticos, quieren dejar atrás su pasado militante, pero les
faltan medios económicos; los segundos ponen la política como excusa para
ejercer sus bajos instintos con una coarta moral. No todos los “perdedores” son
iguales.
Todo lo que se ve en esta película podría ser considerado “patrimonio
histórico” de los inicios del desarrollismo: Barcelona, seguía estando más
cerca de su propio pasado que de su futuro. Diez años después, ese panorama
había cambiado por completo.
La película se filmó en la primera mitad de 1963 y se estrenó a principios de septiembre del mismo año (esos días se intensificaba la guerra del Vietnam con Kennedy como presidente y estallaban en Alabama disturbios por la integración de negros en escuelas. Franco, en la Coruña había visitado un nuevo buque pesquero). El cine español seguía viviendo limitaciones presupuestarias. Treinta y cinco años después, alguien pensó que un remake de esta cinta, con actores de moda, sin la presión de la censura y con las subvenciones generosas hasta el despilfarro, sería posible superar al original. En 1998 se estrenó A tiro limpio, versión 2.0. El cero, es por el resultado. A pesar de repetir María Asquerino en el reparto, como un guiño al original, la película fue un verdadero bodrio irrelevante. Saquen ustedes sus propias conclusiones.
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