091, POLICÍA AL HABLA (1960) –– José Mª Forqué – La policía del franquismo
No todos eran torturadores -los había, por supuesto, alguno,
incluso sádico- pero, en general, los policías de aquella época eran como todos
los españoles: querían salir adelante, tener una familia, ser felices y, oh
maravilla de maravillas, cumplir con su deber y limpiar las calles de
delincuencia, con la seguridad, además, de que las leyes contribuían a retirar
a los maleantes de las calles y convencerles de aquel axioma tantas veces repetido:
“El delito nunca paga”. Hoy, en contraste, el delito asegura una paguita…
FICHA
TITULO: 091, policía al habla
AÑO: 1960
DURACIÓN: 91 minutos
DIRECTOR: José María Forqué
GÉNERO: Policíaco
ARGUMENTO: La hija de un inspector
de policía resulta atropellada y muerta por un coche que se da a la fuga, a
partir de ese momento, el agente en cuestión queda muy afectado y se propone
localizar al asesino. Pero, mientras eso ocurre, se ve envuelto en otras
investigaciones que nos permiten conocer las distintas variedades de la
delincuencia de los años 50.
ACTORES: Adolfo Marsillach, Tony
Leblanc, Susana Campos, José Luis López Vázquez, Manolo Gómez Bur, María Luisa
Merlo, Francisco Cornet, Javier Fleta, Pilar Cano, Luis Peña, Manuel Alexandre,
Mara Laso, Ana Castor, Ángel de Andrés, Julia Gutiérrez Caba, Gracita Morales,
Antonio Casas, Asunción Balaguer, Irene Gutiérrez Caba, Agustín González,
Antonio Ferrandis
CLIPS
CLIP 1 – ÚLTIMA TECNOLOGÍA PARA LA POLICÍA ESPAÑOLA SESENTERA
CLIP 2 – CREDITOS, UN PASEO POR EL MADRID DE 1960
CLIP 3 – TONY LEBLANC Y GÓMEZ BUR, DOS DESCUIDEROS DE LA ÉPOCA
CLIP 4 – UNA HOSTIA A UN DEPREDADOR SEXUAL NUNCA VIENE MAL
CLIP 5 – AQUELLAS SANDÍAS TAN REDONDAS…
CLIP 6 – CUANDO NO EXISTÍA EL “MINISTERIO DE LA IGUALDAD” Y SU
CUCHIPANDI
CLIP 7 – EL DRAMA DE “LOS RODRIGUEZ”
CLIP 8 – ASÍ ERAN LAS JUERGAS DE “LOS RODRÍGUEZ”
CLIP 9 – CUANDO NO EXISTÍA EL DIVORCIO, PERO SI EL PERDÓN
CLIP 10 – LA POLICÍA TENÍA COMO MISIÓN AYUDAR A LA SOCIEDAD
CLIP 11 – QUEDABA CONCIENCIA SOCIAL EN CIERTA DELINCUENCIA
CLIP 12 – TIROTEO EN BARAJAS
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
En FlixOlé: 091,
POLICÍA AL HABLA
En AppleTV+: 091,
POLICÍA AL HABLA
En AMC (somos): 091, POLICÍA AL HABLA
Lo menos que puede
decirse sobre 091, POLICÍA AL HABLA
Ignoro a qué número había que llamar antes de que se estableciera
el “091”, como “el teléfono de la policía”. Fue a finales de los años 50,
cuando España todavía no había entrado en la senda del desarrollo. La
delincuencia existía, pero el número de presos en toda España era inferior a
los 9.000, incluidos “presos políticos”. La mayoría eran sirleros, carteristas,
algún atracador, estafadores y todo lo que se englobaba en la categoría de “chorizos”.
Las leyes eran duras y, seguramente por eso, había muchísima menos
delincuencia. Además, la “Ley de Vagos y Maleantes”, ley republicana por más
señas, redactada por republicanos como Jiménez de Asua y Manuel Azaña, estaría
en vigor hasta 1970, disuadiendo a aspirantes a delincuentes a emprender esa
vía. Estar en la cárcel en aquella época no era ninguna ganga. La policía
conocía a los delincuentes, algunos eran verdaderos “padres” para ellos. Los
había claro está, en ambos lados de la ley, los sádicos, los violentos y los
que odiaban porque llevaban la mala leche en el interior, pero en general, los
delincuentes aspiraban a sobrevivir y los policías a cumplir con su deber. Era
una sociedad mucho más humana que la actual en todos los sentidos.
Esta película, algo deslavazada y absolutamente coral, nos muestra
cómo eran unos y otros. Está filmada en 1960. Algo había ocurrido en España el
año anterior que apenas había pasado desapercibido para el conjunto de la
población. Existía una nueva ley de inversiones extranjeras aprobada en 1959
que está en el origen del “despegue” de la economía española en los años 60,
los más gloriosos del “desarrollismo” y su paradigma con los “planes de
desarrollo”. A partir de ese momento, España se “modernizó”… incluida la policía.
Esta película da fe de la modernización: aparatos de “alta tecnología” que
permitían comunicar a una central con los distintos coches patrullas, una sala
de seguimiento, la técnica, en una palabra, puesta al servicio de la “seguridad”.
La película (y otras de género negro de la época) insisten mucho en este
aspecto.
Luego está el estudio de la delincuencia: Manolo Gómez Bur y Tony
Leblanc, son los pequeños delincuentes, habituales en la época, descuideros,
practicantes del encalomo, con “rostro” suficiente para ejercer pequeñas
estafas y, sobre todo, muy conocidos por la policía con los que no se llevaban
del todo mal y aceptaban jugar al juego del gato y del ratón. Estaban, claro
está, delincuentes sexuales -algún hijo de papá- que abusaban de adolescentes
ingenuas, y luego atracadores que, arma en mano, se abrían paso a tiros y a los
que se respondía con el sonido de los naranjeros y del armamento policial de la
época. A cada cual lo suyo.
Situada la cinta y sus protagonistas, habrá que situar también al
director y a su grupo de actores. Forqué había filmado hacía poco sus mejores
cintas (Embajadores
en el infierno, La
legión del silencio y Amanecer en puerta oscura. En
esta película se nota que está en un punto de inflexión: empieza a tentarle la
comedia y ha encontrado un actor que ni pintado para ejercer papeles cómicos,
José Luis López Vázquez (que aquí aparece como policía compañero del
protagonista, ya obsesionado por faldas y fiestas) y que en los años
inmediatamente siguientes protagonizará Usted
puede ser un asesino y la descacharrante Atraco a las tres.
En estas cintas, Forqué ha cruzado el Rubicón y su cine, a partir de ese
momento, se decantará, cada vez más, hacia la astracanada carpetovetónica que
le acompañará -con algunas honrosas excepciones -Ramón y Cajal: historia
de una voluntad (1982)- hasta su retirada de la claqueta.
En cuanto al cuerpo de actores, la película, desde el principio se
convierte en un lugar de encuentro para muchos de los rostros más conocidos de
la época y otros que lo serán en las siguientes décadas, incluso hasta nuestros
días. Entre los segundos figuran Julia e Irene Gutiérrez Caba, Agustín
González, Antonio Ferrandis, María Luisa Merlo) y, entre los primeros, un joven,
pero ya muy conocido, Adolfo Marsillach, acompañado por José Luis López Vázquez,
Manolo Gómez Bur, Manuel Alexandre, Luis Peña, Mara Laso, Angel de Andrés).
La película parte del accidente en el curso del cual la hija del
protagonista resulta muerta a la puerta del colegio. Su padre, se entera por la
radio de la policía del hecho y, a partir de ese momento, tanto él como sus
compañeros de patrulla móvil alertan sus cinco sentidos para encontrar el coche
que parece haberse tragado la tierra (y que reaparecerá al final de la cinta,
poniendo el broche final a la misma). El accidente genera una ruptura en el
matrimonio que se distancia (aunque luego vuelva a recuperar su unidad en la
escena final tras el tiroteo en el aeropuerto con la banda de delincuentes de
mayor calado). Entre principio y fin, la película nos cuenta una serie de
esqueches policiales: los dos ladronzuelos que se encuentran con un botín sin
comerlo ni beberlo y deciden devolverlo, después de mostrarnos sus habilidades
en el arte del descuido, el hijo de papá convertido en lo que hoy se llamaría “depredador
sexual”, los tres casados que deciden regalarse una fiesta con chicas “de la
vida”… Y, finalmente, la policía que logra salvar la vida moviendo lo divino y
lo humano para hacer llegar una bombona de oxígeno a un niño enfermo en una
zona casi inaccesible del extrarradio madrileño… Incluso la banda sonora, compuesta
por Augusto Algueró, es antológica y los ritmos siguen perfectamente a las
secuencias.
Vaya por delante que no es una película excepcional. Ya hemos
dicho que resulta algo deslavazada, pero, en cualquier caso, todas las
actuaciones son irreprochables, el guion es llevadero y entretenido, la
fotografía y el ritmo es bueno y en ningún momento se hace pesada, lenta. Pero,
sobre todo, es una película que nos permite conocer una época: cómo era “la
secreta” (humanos, demasiado humanos), lo que era “ejercer de Rodríguez” en los
cálidos veranos madrileños, vemos también problemas de violencia doméstica (no,
no son un hallazgo del mini-ministerio creado para uso y disfrute de la Monteru
y de su cuchipandi), vemos lo que era la marginación y el extrarradio en una
España que solo en 1960 empezó a salir decididamente del subdesarrollo, vemos
también como el policía más grotesco y bromista, no duda en coger una
metralleta para hacer frente a los que usan la misma arma. Vemos a “los grises”
y vemos al Madrid nocturno, en blanco y negro, oscuro, sórdido, con esa “noche”
que confunde y en la que subyace desde lo más infame hasta lo más jacarandoso.
Hoy los críticos dicen que esta cinta encierra “moralina”.
Faltaría más. Como si no fuera obligación de los guionistas y directores
denunciar la presencia de “malos hábitos” en la sociedad y exaltar las “buenas
costumbres”. Acaso esto sea lo que falte hoy. El policía se ha transformado en
nuestro cine en la figura del anti-héroe y el verdadero héroe ha pasado a ser
el delincuente que siempre tiene un motivo justificado para ejercer el delito.
Hay delitos y grupos de delincuentes que resultan tabú mencionar. No hay “moralina”
porque, desde el Estado se ha renunciado a ejercer una moral. Todo vale, con
tal de que no te cojan en falta. Ese es el mensaje que el Estado lanza a la
modernidad y a las nuevas generaciones. Películas como ésta en donde se odia el
delito y se persigue al delincuente, parecen quedan muy atrás en el tiempo. Y,
sin embargo, cuando se ven -y, por so deben verse- la reacción del público es,
inicialmente de confusión, especialmente entre las nuevas generaciones; luego
de iluminación: por que el instinto dice que los malvados deben ser acosados y
destruidos y que esa tarea corresponde a la policía y ésta no debe tener otra
meta que el cumplimiento del deber. Y, por cierto “al legislador” le compete
establecer leyes capaces de arrinconar, desincentivar y atenuar la delincuencia
(y el “legislador”, dicen, son esos trescientos y pido diputados elegidos cada
cuatro años por sufragio universal, que no se sabe bien a qué se dedican, ni cómo
se ganan el sueldo, pero que, a tenor de la situación del país, resulta
evidente que podíamos prescindir de todos ellos).
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