LOS OJOS DEJAN HUELLA (1952) – Sáenz de Heredia - El mejor cine negro español, por el mejor director español de la época
Hoy puede verse Los ojos dejan huella, sin que nos remita al
cine de otra época. Su temática (el amor arrebatado, el resentimiento, la
venganza, la envidia) son tan actuales hoy como hace setenta años. Se reconoce
la película como “antigua” por el blanco y negro en el que fue rodada y por los
actores que participaron, todos ellos, ya desaparecidos. Sin embargo, la cinta
sigue conservando su vigencia y ha sido clasificada como una gran película del
género negro y una película española de calidad. El ostracismo al que ha sido
arrojado su director, Sáenz de Heredia es lo que ha impedido que esta cinta sea
recordada como una obra maestra del cine español.
FICHA
TITULO: Los ojos dejan huella
AÑO: 1952
DURACIÓN: 100 minutos
DIRECTOR: José Luis Sáenz de Heredia
GÉNERO: Negro
ARGUMENTO: Un abogado frustrado que
se gana la vida vendiendo perfumes baratos, se encuentra con un antiguo
compañero de clase, un triunfador. Éste le presenta a su esposa, de la que el
otro queda arrebatado por su belleza. A partir de ese momento, anidará en él,
el deseo de venganza e iniciar una relación con la esposa. Cumplirá sus
propósitos mediante un ingenioso plan que lleva a su amigo a suicidarse involuntariamente
ante trece personas
ACTORES: Raf Vallone, Elena Varzi,
Julio Peña, Fernando Fernán Gómez, Emma Penella, Félix Dafauce, Gaspar Campos,
Aníbal Vela, Fernando Sancho, Carlos Díaz de Mendoza, Antonio Riquelme
CLIPS
CLIP 1 – UN ENCUENTRO ENTRE VIEJOS COMPAÑEROS DE CLASE.
CLIP 2 – PARA LA ESPOSA FASCINANTE: DE PROFESIÓN "VÍCTIMA
CLIP 3 – "VOY A AYUDARTE..."
CLIP 4 – UNA JUGADA MAESTRA...
CLIP 5 – "¿ES USTED DE LA BOFIA?... HOMBRE, BOFIA, BOFIA...
CLIP 6 – FERNANDO FERNÁN GÓMEZ, EL POLICÑIA INQUISITIVO
CLIP 7 – DECLARACIÓN DE AMOR EN EL ESCORIAL
CLIP 8 – EL PARDO Y LA GUARDIA MORA DE FRANCO, OTRO ESCENARIO ROMÁNTICO
CLIP 10 – LAS CARTAS BOCA ARRIBA ANTES DEL ESTRAMBOTE FINAL
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
Puede encontrarse con facilidad en eMule: LOS
OJOS DEJAN HUELLAS
Lo menos que puede
decirse sobre LOS OJOS DEJAN HUELLAS
Siempre hemos dicho que el mejor cine español durante el
franquismo estuvo relacionado con el género negro. Hoy podríamos decir lo
mismo. Sin embargo, son las cintas norteamericanas las que pasan por ser las más
famosas, incluso en nuestro país. Casi todos los directores de la época
franquista, en algún momento, tocaron películas de género negro y José Luis Sáenz
de Heredia no fue una excepción.
En Los ojos dejan huellas, se unen cuatro factores:
una dirección que sabe dar a la cinta, agilidad, rigor y dinamismo. Es una
historia, en definitiva, “bien contada”. En segundo lugar, las interpretaciones
son sorprendentemente buenas: vemos a un Rafa Vallone ejerciendo sus mejores
cualidades de cínico resentido, a un juvenil Fernando Fernán Gómez, policía,
que encarna la parte más cómica de la cinta, siendo un policía novato, pero
eficiente; a Fernando Sancho, cuyo papel se limita a recibir un puñetazo bien
dado por parte del protagonista y a dos mujeres, Elena Varzi y Emma Penella, de
distintas extracciones sociales, uno de ellas que quiere vengar a su marido y
la otra que no quiere perder a su amante. Sin olvidar, claro está, a Félix
Dafauce, en su enésima interpretación de comisario de policía. Todas estas
interpretaciones están al servicio del tercer elemento notable: un guion
imaginativo, que no deja cabos sueltos, bien estructurado, coherente y que
mantiene la atención del espectador, incluso momentos de angustia. Finalmente,
en el montaje, todo el material adquiere la forma de cinta de intriga y
suspense: sabemos quién ha muerto y cómo ha muerto, sabemos quién ha inducido
el asesinato, pero lo que ignoramos es cómo se descubrirá la trama y el
culpable -según el canon del género negro español de la época- recibirá su
justo castigo. Por que era de buen tono, algo inexcusable, el que, durante el
franquismo, los malos -incluso los que tenían malas inclinaciones morales-
resultarán castigados y la verdad resplandeciera.
Martín (Rafa Vallone) es un abogado que ha sido expulsado del colegio
de Madrid por haberse liado con la esposa de uno de sus clientes. Es un perdedor
por méritos propios, aunque él se considere una víctima (obsérvese que hoy,
según los cánones de nuestra época: el protagonista sería esa víctima que cree
ser, en lugar de un individuo de escasas cualidades éticas y de “moralidad
dudosa” como se decía en los años cincuenta). Se ha tenido que espabilar para
salir adelante y no ha encontrado más empleo que el de representante de una
casa de perfumes baratos. Está amargado con su suerte. Un buen día, comiendo en
el bar habitual, se encuentra con Roberto (Julio Peña) un antiguo compañero de
clase: es un tipo infantil, frívolo, abogado como él, pero un triunfador,
además está casado con una hermosa mujer (Eleva Varzi) y tiene una amante. Roberto
aspira a renovar la amistad con Martín, a cambio de que éste le ayude a
esquivar a su esposa y lograr excusas para poder reunirse con su amante. Martín
acepta, en principio, se siente atraído arrebatadoramente por Berta, la esposa
de Martin. Una noche, Roberto va a casa de Martín, está excitado, acaba de
tener una pelea y ha arrojado a un vigilante por el hueco de la escalera. Le
pide a Martín que le ayude. Éste se desplaza a donde ha tenido lugar la
trifulca y, en lugar de decir a Roberto que el vigilante está fuera de peligro,
le dice que ha muerto y que le espera ser ajusticiado a garrote vil. Pero,
luego, le plantea una salida: le dice que simule un suicidio; él conseguirá al
médico que certificará el fallecimiento, le conseguirá nueva documentación y
podrá huir al extranjero. Él se presta a entregarle un arma de fogueo. Roberto,
en el Café Gijón, ante doce clientes, se pega un tiro en el corazón. Es un
suicidio. Todos le creen, salvo la viuda que, a partir de ese momento, se ve
asediada por Martin.
La policía ha encontrado algunas incoherencias en el caso, pero resulta
innegable que Roberto se ha suicidado, así que el caso no puede por menos que cerrarse.
Sin embargo, el comisario encargado de la investigación, sigue investigando y
encarga a uno de sus hombres, el “agente Díaz” (Fernando Fernán Gómez) que siga
a Martín. La viuda, bruscamente, cambia de actitud y acepta los requerimientos
de Martín, hasta el punto de que este cree que su amor hacia la mujer se va a
ver correspondido. Sin embargo, esto una artimaña de la viuda para poder investigar
mejor lo qué ha ocurrido y por qué su marido se ha suicidado. Todo queda
aclarado en la escena final.
El título de la película deriva de una de las frases del guion
pronunciadas por la viuda. Los ojos dejan huellas y en ellos puede percibirse,
si detrás de una confesión de inocencia, se encuentra a un psicópata asesino,
como es el caso. Se ha reprochado a la película, cierto convencionalismo moral.
En realidad, es cierto que los “malos” y las conductas morales condenables (el
engaño de la propia esposa con una amante) resultan estigmatizadas; pero ¿acaso
no sería eso lo normal? ¿o es que, en nuestra época lo “normal” es que los
malvados de vayan de rositas y la desaparición de cualquier moral social
implique el “todo está permitido”? Se nos dice que la película representaba la “norma”
moral de la época franquista y, por nuestra parte, no tenemos nada más que
rectificar y decir: “no, en realidad, la película representa la norma moral que
debería ser habitual en una sociedad ordenada y con referentes éticos”. Otra
cosa es que todo esto haya desaparecido en nuestros días.
Los ojos dejan huellas muestra
que el “género negro” norteamericano podía adaptarse a España y no desmerecer
el patrón original. Quizás las salas de jazz sean sustituidas por los colmaos
de flamenco, quizás en lugar de lujosos restaurantes y bailes de grandes
hoteles, se vean comilonas de marisco y locales de tertulias y saraos
madrileños (el Gijón, el Pasapoga), quizás las gabardinas de Vallone sean de la
misma marca que las utilizadas por Bogart, pero lo cierto es que el “negro
español” tiene una personalidad acusada, tanto en la fotografía, como en la
elaboración del guion y en el mensaje a transmitir.
La película, como todo el cine de Sáenz de Heredia figura en el
índice de las obras prohibidas por la progresía: descubrir que en los años 50,
en pleno franquismo, se hacía un cine negro competitivo, subvencionado por el Sindicato
del Espectáculo, en lugar de por su bolsillo y el mío, es algo que debe
mantenerse en secreto: si Sáenz de Heredia había rodado Raza y Franco,
ese hombre, es que se trataba de un director fascista y si lo era, hay
que proteger a las nuevas generaciones de su pernicioso influjo. Así de simple
y así de tonto. Y eso nos hará creer que el “cine español” empezó con
Bienvenido Mister Marshall y que sin las “tres B” (Buñuel, Berlanga, Bardem) no
habría cine español. Y alguno se lo cree.
Otros enlaces:
Cine
negro, “thriller” y policíaco español. Una perspectiva histórica – Ruben Higueras y José Luis López.
El
cine negro español – Daniel Maldonado
Una
proyección cultural del franquismo: el auge del cine negro español (1950-1965), Francisco Sánchez
Comentarios
Publicar un comentario