SURCOS (1951) – Nieves Conde – La vertiente social del falangismo cinematográgfico
Se ha dicho de Surcos que es una película “neo-realista”. Y lo es.
Pero lo que no se ha dicho es que su contenido choca con la veta principal del
cine franquista (la idea de que los buenos vencen siempre y el mal termina por
ser desenmascarado). Aquí, ocurre, justo lo contrario. Tampoco se ha dicho que
el planteamiento que realiza la película tiene mucho que ver y es directamente
tributario con los ideales de la “revolución perdida”, los falangistas que en
1951 ya eran conscientes de que su proyecto de reforma social había embarrancado.
FICHA
TITULO: Surcos
AÑO: 1951
DURACIÓN: 99 minutos
DIRECTOR: José Antonio Nieves Conde
GÉNERO: Drama
ARGUMENTO: Una familia,
aparentemente castellana, abandona el campo para establecerse en la ciudad.
Pero, desde el momento en el que llegan con la ilusión y la esperanza en un futuro
mejor, todo se vuelve en contra de ellos. Todos los miembros de la familia,
salvo el hijo menor, sufrirán decepciones, desengaños y golpes trágicos del
destino.
ACTORES: uis Peña, María Asquerino, Francisco
Arenzana, Marisa de Leza, Félix Dafauce, Francisco Bernal, Félix Briones,
Rafael Calvo Revilla, José Prada, Chano Conde, Casimiro Hurtado, Montserrat
Carulla, Ramón Elías, Pilar Sirvent, Marujita Díaz
CLIPS
CLIP 1 – INTRODUCCIÓN: EL MENSAJE DE EUGENIO MONTES Y UNA FAMILIA
DE PALETOS EN LA GRAN CIUDAD
CLIP 2 – EL CHAMBERLAIN Y EL MELLAO, DOS BUENAS PIEZAS
CLIP 3 – EL FRACASO DEL PADRE COMO VENDEDOR AMBULANTE
CLIP 4 – EL FRACASO DE LA HIJA COMO CHACHA
CLIP 5 – EL FRACASO DEL PADRE COMO OBRERO METALURGICO
CLIP 6 – EL CHOQUE DEL HIJO MAYOR CON “EL CHAMBERLAIN”
CLIP 7 – EL HIJO MENOR ENCUENTRA LA COMIDA, EL AMOR Y EL TRABAJO
CLIP 8 – LA FULGURANTE ACTUACIÓN DE UNA IRRECONOCIBLE MARUJITA DÍAZ EN LA LATINA
CLIP 9 – EL PADRE DESESPERADO ANTE LA DERIVA DE LA HIJA
CLIP 10 – EL HIJO MAYOR SE LAS VE CON “EL MELLAO”
CLIP 11 – LA DECISIÓN TOMADA EN EL CEMENTERIO: “NOS VOLVEMOS AL PUEBLO”
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A través de eMule: SURCOS
Lo menos que puede
decirse sobre SURCOS
Surcos -que debería haberse
llamado inicialmente Surcos sobre el asfalto- es otra de esas
películas “poderosas”, injustamente olvidadas y que, por sí misma, demuestran
la calidad del cine que se realizaba en aquel momento. La película, dirigida
por José Antonio Nieves Conde, no tiene nada que envidiar al neo-realismo
italiano, con el que se suele vincular esta cinta. Es, sí, una película
neo-realista, pero “a la española”: lo que veremos no son los arrabales de
Nápoles, con sus gritos y sus mujeres en jarras, gritando de un balcón a otro,
no son los barrios obreros, todavía con signos de las destrucciones de la
Segunda Guerra Mundial, en donde se hacinaban obreros llevados del sur de
Italia a las fábricas de Milán, ni tampoco es la Roma, ciudad en la que, tras
cada monumento, existía un foco de miseria y tras cada ruina romana podía verse
una ruina social de nuestros días. El panorama que nos muestra el neo-realismo
de Surcos es el de una España triste, gris, en blanco y negro, en
crisis, en la que no se oculta, ni el estraperlo, ni la violencia doméstica, ni
el trabajo precario, ni la miseria, ni la prostitución, ni la maldad o el gran
movimiento del campo a la ciudad que se produjo en la postguerra española y se
prolongó hasta los años 70. Y este neo-realismo, es casi más duro que el de la
fórmula italiana, más descarnado, más desesperanzado. Y se entiende
perfectamente: en 1951 habían pasado 12 años desde el final de la Guerra Civil.
Nieves Conde, durante el conflicto, partidario de Miguel Hedilla, sentía que
las cosas no estaban yendo en la dirección por la que él y miles de jóvenes
falangistas como él, se habían alistado en las filas de la revolución social y
nacional.
España en 1951 estaba en una situación todavía de restricciones
eléctricas y cartilla de racionamiento, estraperlo y mercado negro. Se había
iniciado un formidable movimiento del campo a la ciudad, que da ocasión a
Nieves-Conde para elaborar esta cinta, cuya idea -vale la pena no olvidarlo-
fue de Eugenio Montes, uno de los miembros de la “corte literaria” de José
Antonio Primo de Rivera. La cinta nos muestra el “choque cultural” de aquellos
inmigrantes -los “paletos”- que trataban de integrarse en ciudades que chocaban
con todo lo que habían conocido hasta ese momento.
En los créditos iniciales de la película aparece, antes del inicio
de la misma, aparece la intención de la misma, firmado por el propio Eugenio
Montes: “Hasta las últimas aldeas llegan las sugestiones de la ciudad,
convidando a los labradores a desertar del terruño, con promesas de fáciles
riquezas. Recibiendo de la urbe tentaciones, sin preparación para resistirlas y
conducirlas, estos campesinos que han perdido el campo y no han ganado la muy
difícil civilización, son árboles sin raíces, astillas de suburbio que la vida
destroza y corrompe. Esto constituye el más doloroso problema de nuestro
tiempo. Esto no es símbolo, pero sí un caso, por desgracia, demasiado frecuente
en la vida actual”.
Los Pérez, una familia rural, llegan a Madrid. Su idea es que allí
se gana dinero a espuertas, sin necesidad de deslomarse destripando terrones. Llegan
a Atocha, con sus maletas de cartón, con sus cestas de mimbre con gallinas en
su interior. Con su ingenuidad y su desconocimiento del terreno. En toda la
película, Nieves Conde sitúa pinceladas sobre el drama al que se veía sometida
la inmigración. Y, en nuestra opinión, incluso, se queda corto. No menciona,
por ejemplo, que en la Estación de Francia de Barcelona, la policía esperaba a
los emigrantes que llegaban sin contrato de trabajo. Ni alude a los barrios de
barracas que rodeaban Barcelona hasta bien entrados los años 80. Nosotros
mismos, hemos corrido en el Estadio Olímpico de Barcelona en los años 60 y
visto cómo en su interior vivían cientos de inmigrantes (que, incluso, habían
quemado los bancos de madera para hacer leña con la que calentarse en invierno)
y como las faldas de Montjuich estaban salpicadas de más y mas barracas. La
familia, Pérez, sin embargo, tiene la suerte de que un hijo, se les ha
adelantado y conoce ya los secretos de cómo manejarse en la gran ciudad. Van a
parar a una corrala, en casa de unos amigos, apenas tres o cuatro habitaciones
en las que ni siquiera tienen intimidad. Salir a las calles, les agobia: es
todo lo contrario de lo que han conocido: espacios abiertos, libertad, sol,
naturaleza, aire puro… y trabajo duró. Pero ese trabajo duro también les
acompaña en la ciudad.
Solamente el menor de los Pérez, logrará salir adelante. Uno, el
hijo mayor, se verá implicado en ambientes de delincuencia y estraperlo. Se
ganará la enemistad “del Mellao”, un tipo siniestro, delincuente y agresor
sexual y trabajará en los trapicheos de “el Chamberlain”. Se ganará la vida
robando en camiones de transporte de alimentos del campo y, finalmente,
denunciado por “el Mellano”, terminará muriendo y arrojado a la vía por “el
Chamberlain”. Ambos saldrán indemnes y su crimen no será castigado. El padre,
fracasa tanto a la hora de vender caramelos en los parques, como en el trabajo
en una fundición, cuyo ritmo no está en condiciones de soportar. La hija,
empieza a trabajar como doméstica en casa de la amante de “el Chamberlain”, pero
éste le propone dedicarse al canto con la idea de poder beneficiarse de su
belleza. El hijo menor, por su parte, pasará hambre, no terminará de encontrar
trabajo, deberá ir a la puerta de los cuarteles para poder comer el rancho
sobrante, aunque, finalmente, tendrá la suerte de conocer a una chica cuyo
padre, titiritero, le enseña la profesión y consigue mantener trabajo y
relación con su novia.
Tras la muerte del hijo mayor, tras el fracaso de la hija como cantante,
después de que el padre se convenza de que no tiene cabida en un mercado
laboral exigente y mal remunerado, el padre sugiere volver al pueblo. La madre
le responde: “¿para que todos se rían de nosotros?”. Inmediatamente, aparecen
unos surcos abandonados en el campo, con el rótulo de “Fin”. En realidad,
Nieves Conde había planteado una escena final suplementaria: la hija, que ha
subido con el resto de la familia al tren para retornar al pueblo, baja con la
máquina en marcha: prefiere ser prostituta en la gran ciudad, antes que mujer
honesta en el campo.
Se trata, como puede verde, de una película, extremadamente dura,
desesperada incluso. No es un culebrón: es la crónica de la España de los años
50. Acaparó los premios en la 7ª edición de las Medallas del Círculo de
Escritores Cinematográficos, a la “mejor película”, al “mejor director”, al “mejor
actor secundario” (Félix Dafauce, aquí como “el Chamberlain”) y Marisa de Leza
como mejor actriz secundaria. Recibió también un premio del Sindicato Nacional
del Espectáculo y estuvo nominada a la Palma de Oro en el Festival de Cannes de
1952.
El éxito de la película no puede extrañar: Nieves Conde había
elegido como miembros de la “familia Pérez” a actores poco o nada conocidos,
todos ellos, con aspecto de acabar de llegar del pueblo. Algunos encuadres, los
juegos de luces y sombres, la luminosidad de algunos momentos y lo tétrico de
otros, y la reconstrucción fidedigna del Madrid de su época, en todos sus
detalles, incluso en su espíritu, garantizaron el éxito de esta película que,
en rigor, puede ser considerada como una de las mejores películas en la
historia del Cine Español de todos los tiempos. Y, es que, en España, en
aquella época de penuria, se hizo un cine que, por sí mismo, desmiente la frase
de Bardem sobre su “ineficacia política, su endeblez económica” y demás
insultos que, aun hoy, se repiten una y otra vez como “opiniones de autoridad”.
La película pasó sin grandes problemas la censura (solo se impuso la
amputación de la escena final). Fue calificada como “para mayores” (lo que
parece razonable) y tuvo un éxito extraordinario entre el público, a pesar de
que su presupuesto era de apenas 700.000 pesetas.
Vale la pena situar su género: no es, desde luego, solamente una
película “sociológica”, es también una muestra de “cine negro”, también hay en
ella algo de romanticismo y mucho de psicología. Es, una gran película en la
que, además, hay un mensaje, sin duda impuesto por Montes y compartido por
Nieves Conde: la vida en la ciudad es dura, hay que salvaguardar la
autenticidad de la vida rural (no en vano, cuenta la tradición que la primera ciudad,
la construyó Caín).
Vamos a ver una España brutal, negra, inconcebible hoy. De ahí el
valor de la película como testimonio de una época y de que, en 1951, todos los
que habían tratado de luchar y morir por “una España mejor”, empezaban a estar
desesperados y decepcionados por la marcha de la sociedad: ni la habían
conseguido cambiar, ni parecía que pudieran hacerlo. Lo mejor era, por tanto,
volver a los “cuarteles de invierno”, incitar a que cesara aquel flujo
demoníaco del campo a la ciudad, y mostrar, honestamente y sin ningún tipo de
edulcoración, cómo estaban las cosas. En 1970, entrevistado por la revista En
Pie, órgano de la Guardia de Franco de Madrid, Raimundo Fernández Cuesta, justificaba
aquella situación: “hacer la revolución nacional en 1939 hubiera supuesto el
reparto de la miseria”. Doce años después, las cosas seguían igual. Había falangistas
que no podían permanecer callados ante la tragedia de su tiempo: su ideario
social les obligaba a dejar testimonio de una época.
La película es fácilmente accesible a través de eMule y puede verse con facilidad.
Otros enlaces:
Debate
sobre Surcos en el programa de José Luis Garci, en TVE
La
ville maudite de Surcos de J.A. Nieves Conde – Agustín Gómez
La
representación en el cine de la integración de los inmigrantes rurales en las
ciudades: el pesimismo de Surcos (1951) – J. Silvestre y E. Serrano
Éxodo
rural y emigración al Madrid de los cincuenca. El Caso de Surcos (1951) –
Kepa Sojo Gil
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