MI CALLE (1960) – Edgar Neville – Medio siglo de historia amable de España

Ahora que el Ministerio de Adoctrinamiento (antes “Educación”) redobla sus esfuerzos por borrar las raíces de las nuevas generaciones, o cuando, con la excusa de la “memoria histórica” se excita el odio y la revancha, esta película de Edgar Neville es importante en tres aspectos: fue su testamento cinematográfico, renueva su idea de “reconciliación” entre españoles ya presente en Frente de Madrid (1939) y, finalmente, resume 50 años de historia amable de España y de sus gentes.

 

FICHA

TITULO: Mi calle

AÑO: 1960

DURACIÓN: 91 minutos

DIRECTOR: Edgar Nevilla

GÉNERO: Costumbrismo

ARGUMENTO: En una calle del Madrid antiguo y arrabalero, una serie de vecinos se conocen y se saludas diariamente entre los últimos años del siglo XIX y los años 40: vamos a conocer a distintos tipos humanos de Madrid (presentes en cualquier otra ciudad) en relación a los hitos históricos de medio siglo de vida española.

ACTORES: Tota Alba, Rafael Alonso, Ángel Álvarez, Mariano Azaña, Rafael Bardem, Susana Campos, Lina Canalejas, Antonio Casal, Carlos Casaravilla, Ana María Custodio, Julia Delgado Caro, Ángel del Pozo, María del Puy, Agustín González, María Isbert, Adolfo Marsillach, Nati Mistral, Conchita Montes, Gracita Morales, Pedro Porcel

 


CLIPS

CLIP 1 – EL AMBIENTE, LOS CRÉDITOS Y EL TEMA MUSICAL, LAS PINCELADAS INICIALES DE UN MADRID QUE FUE Y YA NO ES


CLIP 2 – ASÍ SON LOS HABITANTES DE MI CALLE. PRESENTACIÓN CORDIAL



CLIP 3 – LAS PROPUESTAS SOCIALES DEL MARQUÉS EN SU DEBATE CON EL REPUBLICANO

 

CLIP 4 – EL VIDENTE RACIONALISTA


CLIP 5 – ASI SE CASÓ ALFONSO XIII


CLIP 6 – EL BOMBAZO DE LA BODA REAL


CLIP 7 – PRIMEROS PASOS DE LA CHACHA CUPLETISTA


CLIP 8 – EL NIETO DE LOS MARQUESES Y LA CHACHA CUPLETISTA


CLIP 9 – ARDE EL NOVEDADES Y SE ACABA LA MONARQUIA Y EL LORO QUE SALUDA A LA REPUBLICA.



CLIP 10 – ¡HA ESTALLADO LA PAZ! (GRACITA MORALES HA ENTENDIDO LO QUE ES LA VIDA)


CLIP 11 – LA LEY DEL KARMA: A LA GENTE BUENA, LE PASAN COSAS BUENAS.


 

 

Carteles y programas

 

 






Cómo localizar la película

Puede verse en la plataforma FlixOlé: MI CALLE

A través de eMule: MI CALLE


Lo menos que puede decirse sobre

Si el cine de Saura destila introspección, tristeza (y, a veces, espanto), freudismo onírico, progresismo al uso y psicologías tortuosas, el cine de Neville es su antítesis y puede definirse cualquier de sus películas como amistosas, entrañables y confiadas. Incluso una película como Frente de Madrid (1939), rodada a poco de callar los cañones de la Guerra Civil, es la primera película en la cual se propone la “reconciliación” en la escena final en la que el protagonista, oficial del ejército de Franco y un miliciano, heridos de muerte en tierra de nadie, reconocen haber luchado por “una España mejor”. Y Frente de Madrid es una excepción en el cine de Neville, poco predispuesto a revivir los recuerdos de la Guerra Civil. En sus películas posteriores esa veta “amable”, “simpática”, “popular” estará siempre presente. Si Frente de Madrid es su primera película de postguerra (en la que se nos muestra a un Neville ya maduro y capaz de elaborar un lenguaje cinematográfico que todavía resulta actual), Mi calle puede ser considerada como su testamento cinematográfico. No en vano fue la última película rodada por este director. Tras su filmación (1960) y hasta su muerte (1967), Neville no volvió a filmar nada, si bien aprovechó ese período para escribir cinco novelas.

Mi Calle, no es la calle en la que nació Neville, pero está cerca. Neville es hijo de la madrileña calle de Trujillos en el distrito de Sol. Antes, mira por donde, se llamana Calle del Clavel y de los Muertos. Las leyendas madrileñas en torno a esta calle son muchas y quizás estén en el origen de la portentosa imaginación de Neville. La calle que nos muestra la película no tiene nombre y por eso mismo es cualquier calle de cualquier ciudad española. ¿Castiza? Por supuesto, pero cambiando el acento, esa misma calle podría haber sido de La Coruña, de Almería o de Gerona. Los interiores fueron rodados en estudio y los exteriores en escenarios reales, como las plazas de la Paja y del Alamillo, la plaza de la Cruz Verde, la calle Granado y la calle del Nuncio. El Madrid de los Austrias.

El Madrid de Neville - La plaza del Alamillo

 
El Madrid de Neville
La calle del Granado                     La calle del Nuncio

Neville ya tenia los emplazamientos. Le faltaba el guion y la productora. Para lo primero contó con sus propias fuerzas y emprendió su escritora en base a apuntes que había acumulado en los años 40 y 50. Para la producción llamó a la puerta de Chamartin y de Carabela Films SA que ya habían trabajado con él en El Baile (1959). Como actores fueron contratados veteranos de indudable prestigio (Tota Alba, Rafael Alonso, Rafael Bardem – cuyos hijos Pilar Bardem y Juan Antonio Bardem, son suficientemente conocidos- Antonio Casal, Carlos Casaravilla, Jorge Rigaud), otros que empezaban a gozar de fama creciente (Adolfo Marsillach), otros que la obtendrían dentro de esa década (María del Puy, Nati Mistral, Gracita Morales, Agustín González) y, pro supuesto, la eterna musa de Neville, su “Beatriz” particular, Conchita Montes. El resultado fue una película de hora y media, muy bien recibida por la crítica y por el público y que hoy debería de ser considerada como una de las grandes películas del cine español. Si no lo es, se debe a que, por sí misma, demuestra que en aquellos años -estamos en 1960, el año en el que arrancó el “desarrollismo”- los cineastas que se situaban en el lado del régimen, hacían un cine en absoluto sectario, faccioso, resentido y revanchista con los derrotados.

La película tiene mucho que ver con el pavimento. Arranca cuando “mi calle” está cubierta de guijarros y recorrida por caballos y tartanas. Estamos a finales del siglo XIX, antes del “desastre de Cuba y Filipinas”. La vida allí es simple. Solamente, “el marqués” (Jorge Rigaud) está socialmente por encima del resto de vecinos. Es, por supuesto, monárquico, incluso suelen invitarlo al Palacio Real, pero no tiene ningún inconveniente en saludar y cambiar impresiones diariamente con el republicano y radical-lerrouxista del barrio. Quien más sufre, es su hijo, que va vestido de escocés -era, al parecer, mora en la época- con falda y todo. Sin embargo, a pesar de su atuendo, no dudará en romper la hucha para rescatar al perro (“Reverter”) con el que se han encariñado dos chicos –hoy se les llamaría “menores no acompañados”- del barrio. Y luego está la peluquera -cotilla por excelencia-, Conchita Montes, que cada día departe con unos y con otros. Y el acordeonista, cuya mujer está embarazada. Y el vendedor de paraguas. Y los vecinos de clase media que no quieren tratos con mujeres de “mala nota”. Y las “chachas”, una de las cuales se enamora del organillero (Antonio Casal) el cual terminará casándose con otra. La desesperación será tal que caerá del balcón rompiéndose la columna. Los vecinos no la abandonarán, desde entonces, todos se preocuparán por llevarla en silla de ruedas de aquí para allá. Será sustituida en casa de los marqueses por otras chachas. Un prestamista y su familia un echador de cartas y lector del tarot (Carlos Casaravilla) y alguno que, sin duda, olvido, forman un vecindario en el que todos se conocen, todos conviven, no hay tensiones, sino la sensación de pertenecer a una comunidad con identidad propia.

El pavimento cambia los tiempos de la película: primero, embarrado y con cantos rodados, cuando se produce la boda de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg y el atentado anarquista cometido por Mateo Morral. Luego, aparecen los adoquines, cuando en Europa truenan los cañones de la Primera Guerra Mundial. Más tarde el asfalto, después de la Guerra Civil que ha costado la vida a algún vecino. Todas las comunidades tienen su “oveja negra” y en este caso, el joven hijo del acordeonista, por odio social, asesinará al hijo de los marqueses. Éste, por otra parte, había hecho buenas migan con la nueva chacha que apuntaba maneras de cupletista (Lina Canalejas). Acabado el conflicto, los vecinos quieren olvidarlo y superarlo. La noche siempre queda atrás para los que saben vivir y han aprendido a vivir plenamente. La calle es asfaltada. La antigua chacha minusválida ha terminado vendiendo cupones de lotería. La aparición de un autobús de dos pisos por el barrio es objeto de inmensa alegría: los tiempos van cambiando, aunque el bache sigue estando en el mismo lugar que hace 50 años. Hay alegría en el barrio en aquella España que todavía estaba en la frontera del desarrollo. Cuando el “premio gordo” de la lotería cae en el barrio la alegría se dispara. España, en esa época, se adentraba en la senda de los Planes de Desarrollo. Los vecinos que han sobrevivido, están canosos, achacosos o han fallecido. Pero todos siguen conociéndose: “mi calle” es una “calle humanamente sostenible”…

Parece lógico que los madrileños se “apropien” de esta película (15 años después, los barceloneses intentarán hacer otro tanto con La Ciudad Cremada [1976], sin conseguirlo del todo, cuenta una historia que, en el fondo, es triste y en su forma dramática y sesgada; Marsillach, por cierto, repite en ambas), los críticos, al unísono suelen mencionar el “casticismo” de la cinta. Hay algo de eso, pero, fundamentalmente, es una película de costumbrismo urbano trasladable a cualquier calle de cualquier ciudad de la misma época.

Nos equivocaríamos si viéramos en esta cinta, una “fuga de la realidad”: la realidad de la España urbanita de esa época, era la que pinta Neville en cada escena.

Y, por cierto, es una gran película. Definir el género, es más difícil de lo que parece. No es, desde luego, un documental -aunque integre fragmentos de documentales-, es, más bien una “película coral”, como ha dicho, pero, sobre todo, es el testimonio de 50 años de vida española. Gracias, Edgar Neville, por haberlo legado a esa posteridad que algunos merluzos quieren hurtarnos.

 

Otros enlaces:

Aproximación a Edgar Neville y su cine – Mª de los Ángeles Rodríguez Sánchez

Cine – Teatro – Cine: Los vasos comunicantes en Edgar Neville - Mª de los Ángeles Rodríguez Sánchez

Edgar Neville y la comedia de la felicidad – Juan A. Ríos Carratalá




  

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