LOS PÁJAROS DE BADEN-BADEN (1975) – Mario Camus – Ni pájaros, ni Baden Baden

En la primavera de 1975 Franco andaba mal de salud. No era un secreto. A declinar su salud, salían “opositores democráticos” hasta debajo de las piedras. Más aún en el mundo de la farándula. Si no eran “antifranquista” y habías fichado por alguna organización clandestina de oposición, mejor te dedicabas a otra cosa. En esto, como en todo, los había oportunistas con buenas ideas, oportunistas con malas ideas y oportunistas sin ideas, pero con mucho ego. Mario Camus. De todos los miembros del “nuevo cine español”, era de los que solían tener buenas ideas. A él se debe Los pájaros de Baden-Baden

 

FICHA

TITULO: Los pájaros de Baden-Baden

AÑO: 1975

DURACIÓN: 124 minutos

DIRECTOR: Mario Camus

GÉNERO: drama

ARGUMENTO: Una mujer perteneciente a la alta burguesía adinerada madrileña se queda en la capital durante el verano, mientras que su familia se va la costa. Está descontenta con su novio y con sus amistades y conoce a un fotógrafo que es lo contrario de lo que está habituado a frecuentar. Pasan el verano juntos, pero al acabar ambos valoran de manera distinta su relación.

ACTORES: Catherine Spaak, Frédéric de Pasquale, José Luis Alonso, Carlos Larrañaga, Andrés Mejuto, Carmen de la Maza, Ariane, Teresa del Río, Carlos Otero, Alejandro de Enciso, Antonio Iranzo, Concha Cuetos

 

CLIPS

CLIP 1 – UN MADRID QUE YA NO EXISTE: LA CIUDAD VACÍA EN AGOSTO


CLIP 2 – CON EL AMIGO DEL ALMA, DOS NAUFRAGOS EN EL BEDEN-BADEN MADRILEÑO


CLIP 3 – CUANDO LA BURGUESA PIJA CONOCE AL BOHEMIO FRACASADO


CLIP 4 – LA PIJA (CON EL “AMIGO DEL ALMA”) Y EL BOHEMIO (CON EL NENE) FRECUENTANDO LOS MISMOS AMBIENTES


CLIP 5 – UNA OPINIÓN “PONDERADA” DEL AMIGO SOBRE EL ASPIRANTE A AMANTE


CLIP 6 – EL BOHEMIO EJERCIENDO DE NEGRO CON UN TECNÓCRATA EDULCORADO


CLIP 7 – EL AMIGO DEL BOHEMIO, SU VERSIÓN 2.0., CULTO, POETA Y ALCOHÓLICO


CLIP 8 – CUANDO EL ALCOHOL ESTIMULA LA POESIA


CLIP 9 – EL TÍO BOHEMIO Y PIJO CONOCE AL “TÍO” FRACASADO Y BOHEMIO


CLIP 10 – INSOPORTABLES PIJAUTAS MADRILEÑAS DE LOS 70


CLIP 11 – TRAGEDIA ÚLTIMO ACTO


Carteles y programas

 

 



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Lo menos que puede decirse sobre LOS PÁJAROS DE BADEN-BADEN

En los 60 era frecuente oír que, en los veranos, Madrid se quedaba sola. La capital pasaba a ser una isla desierta. Los madrileños se iban a la costa mediterránea, o volvían a los pueblos que habían abandonado no hacía mucho. Los que se quedaban en la capital eran retenes burocráticos en los ministerios, y jóvenes que alegaban cualquier excusa para desconectar del control paterno. Había algunos turistas, pero pocos. El grueso se concentraba en la costa y mucho más cuando Ignacio Aldecoa escribió esta novela en 1965. En realidad, más que novela, era un cuento breve de apenas 30 páginas. Diez años después, Mario Camus lo llevó al cine.

Camus era uno de los representantes del “nuevo cine español”, junto a Saura, Borau, Summers, Martín Patino, los más conocidos y Julio Diamante y Miguel Picazo entre los más olvidados. De todos estos, solo sobrevive Saura. Casi todos ellos se habían conocido en la Escuela Oficial de Cine y compartían el interés por los nuevos vientos que soplaban por Europa. Para ellos, el neo-realismo italiano empezaba a quedar lejos. Les interesaba mucho más la “nouvel vague” y el “free cinema”. De todos ellos, Camus fue el que se preocupó más por adaptar novelas clásicas (y no tan clásicas) a la gran pantalla y al tubo catódico: La leyenda del alcalde de Zalamea de Lope de Vega (1972), Young Sánchez (1964), Con el viento solano (1967) y Los pájaros de Baden-Baden (1975) de Ignacio Aldecoa, Fortunata y Jacinta de Pérez Galdós, La colmena (1982) de Camilo José Cela, Los santos inocentes (1984) de Miguel Delibes y La casa de Bernarda Alba (1987) de García Lorca. A él se debe también, la popular serie Curro Jiménez (1976). Su trayectoria fílmica se prolongó desde 1963 (Los farsantes), hasta 2007 (El prado de las estrellas). Falleció en 2021.

Los pájaros de Baden-Baden si sitúan en el tramo central de su producción artística y en uno meses clave en la historia de la España moderna. Todavía debería filmar sus dos obras maestras Los Santos inocentes (1984) y La Colmena (1982), pero en 1975 ya era un director consumado con doce largometrajes a sus espaldas. Le había interesado la obra literaria de Ignacio Aldecoa, del que había filmado dos adaptaciones, Con el viento solano (1965) y Young Sánchez (1963). Los pájaros de Baden-Baden sería la tercera y última de sus adaptaciones de este autor.

Que el lector (y esperamos que futuro espectador de la película) no busque pájaros, ni vacaciones en Baden-Baden. Los pájaros son los pijautas madrileños que aparecen en la cinta, el pobre escritor, frustrado, fracasado y alcoholizado con un niño a cuestas, y Baden-Baden es la alusión simbólica a aquella estación estival alemana que hizo furor tras la unificación bismarckiana y a la que iban a parar la primera generación de afortunados de la siderurgia y del acero.

¿Qué es lo que puede esperar el espectador de esta película? Respuesta: una crítica a la burguesía, algo que era muy frecuente en el cine de los 60 y, especialmente, en los 70. Que se trataba de una crítica superficial y marcada por las modas de la época, lo da el hecho de que todos los que la criticaban, luego, vivieron como burgueses y se instalaron como tales, de la misma forma que el ideal de la clase obrera, aparcar el mono y la conciencia de clase y vivir con el “sueño español” realizado (piso de propiedad, 600, y parcelita en urbanización). De hecho, en la película (y en la novela), lo más flojo es esa crítica, tantas veces manida, paramarxista en el sentido de situar a los fracasados, los cultos, los menesterosos, los alcoholizados, a un lado, y los hijos de papá, catetos o poco menos, con descapotable y chalet de dos plantas y no-se-cuantos retretes, a otro.

Aquí, los protagonistas son Catherine Spaak (“Elisa”), la niña pija casadera que se queda en Madrid, mientas sus padres se van a la costa, se distancia de su novio y de “Ricardo”, su amigo del alma (Carlos Larrañaga) y, casualmente, conoce a un fotógrafo y escritor, “Pablo” (Frédèric de Pasquale) al que la vida no le ha lucido y que se gana la vida a salto de mata con un adolescente a cuestas. Dos mundos distintos. Antagónicos. La niña pija y el bohemio autodestructivo. Buena combinación para un drama. Y, luego, está “Vicente” (Antonio Iranzo), tal para cual, amigo de “Pablo” y una réplica aun más extrema de él mismo: se emborrachan juntos, declaman juntos poemas, no importa si de Góngora o de Alberti, se compadecen juntos y lamentan juntos que el mundo haya sido duro con ellos. “Vicente” es la réplica, en el otro lado del espectro”, del “tío David” (Andrés Mejuto), tío de “Elisa”, tan bohemio como “Pablo”, pero podrido de dinero, cínico, prepotente y encariñado con su sobrina. Sin olvidar las amigas de ”Elisa” (unas jovencísimas Concha Cuetos, Carmen de la Maza, etc.), especímenes frívolos de un Madrid que ya no existe.

El fondo de la cuestión, en la novela y en la película, es si los “pájaros” que se aproximan en el verano madrileño, seguirán juntos cuando en septiembre. La respuesta es, no. Ella, sentimentalmente, es una veleta, no sabe lo que quiera, sabe lo que le desagrada (su novio y los convencionalismos de su clase), pero no sabe si desearía unirse a un fracasado autocompasivo. Él, claro está, si se enamora; locamente. Cree que, gracias a la presencia de ella, podrá reconstruir su vida. No se vuelven a ver en septiembre, pero, tras una conversación con sus amigas, en las que la música de fondo es la vacuidad de la burguesía pija, decide ir a verlo de nuevo: “Pablo” se ha suicidado. Llanto y crujir de dientes. El hijo, incluso, le cierra la puerta y no quiere saber nada de ella. Y “Elisa” llora, reconociendo que en esa muerte ella ha sido instigadora y detonante. Aparecen los créditos de “Fin”. De haber seguido la cinta, hubiéramos visto, a “Elisa” recuperar la amistad con “Ricardo”, frecuentas los lugares de los que había estado ausente en aquel verano y, septiembre es bueno para ello, buscar novio casadero como quien busca setas. Digamos que, Camus y Aldecoa, salvan al personaje.

Ni esa burguesía existe, ni del Madrid que nos pintan queda rastro alguno. La frivolidad ya no está solamente en la burguesía: las chicas poligoneras, las “chonis”, las jays y los julais, los quillos, están en todas las clases sociales. La película puede servir para abrir debates sobre si, también en este terreno, hemos avanzado en el progreso o hundido en la decadencia (suponiendo que progreso y decadencia no sean sinónimos). Aquella crítica a la burguesía, aquel “realismo” del que hacía gala Aldecoa y que tanto gustó a Camus, ya no existe. De la misma forma que Marx dijo que el “problema judío” había dejado de existir desde el momento en que la burguesía había asumido los valores del judaísmo, podría decirse que la “crítica a la burguesía” ya es completamente inútil porque, los valores burgueses son hoy compartidos por todas las clases sociales.

La historia, además, resulta excesivamente desgarrada: que un amor veraniego lleve al suicidio, hoy y entonces parece una enormidad. El tránsito del verano del amor al septiembre negro, suponía un cambio de ritmo, de estudios, el inicio de un ciclo nuevo. No un suicidio por muy alcoholizado y frustrado que estuviera el protagonista. Aldecoa no fue en esto particularmente “realista”. Olvidó, por lo demás, que el romanticismo es un invento burgués y que la “revolución romántica” (el que las gentes se casaran por amor y no por intereses familiares), fue una moda impuesta por la burguesía. Así que, si se trataba de “criticar a la burguesía”, lo normal hubiera sido que se suicidara la protagonista, mientras que para el “proletario”, la llegada del septiembre era una oportunidad para mostrar su rebeldía, buscar en tabernas de moda, tugurios y cafetines, a “jóvenas” con las que ejercer de “burlador”. Pero los roles están cambiados: “Pablo”, el alcoholizado bohemio, es el enamoradizo y romántico, y “Elisa”, la burguesita pijarona, la amante cuyo amor se diluye al llegar las lluvias de septiembre. Cualquier cosa, menos realismo.

Hay algunos arcaísmos que restan “realismo” a la trama: eso de que la pija y su amiguete del alma frecuenten los mismos restaurantes que el bohemio fracasado y su hijo, no es de recibo. Además, todos los personajes y sus caracterizaciones son excesivamente maniqueos: los pijos lo son en grado sumo, los fracasados y cultos parecen catedráticos de literatura.

Se trataba de una coproducción hispano-suiza, lo que explica porqué los dos protagonistas son extranjeros. Por cierto, leo que Catherine Spaak ha muerto en abril de 2022 y Frédèric de Pasquale hace 20 años. Que la tierra les sea leve.

Es una de las últimas películas que se filmaron con Franco vivo. Hay que situarla en su época. En 1965, cuando Aldecoa escribió el relato breve, Madrid y su ambientillo ya se parecían poco al Madrid de 1975. Y no digamos hoy. La “crítica a la burguesía” que vemos, está -ya lo hemos dicho- demodé. El final es incoherente con los personajes y con sus orígenes. Están invertidos. Si la película se salva es por el buen hacer de Camus. Para algunos es la mejor película de este director. Y, desde luego, marca las cumbres del “nuevo cine español” que floreció en el tardofranquismo.

 

Otros enlaces:

La apropiación fílmica de un universo literario: Aldecoa leído por Mario Camus – José Luis Sánchez Noriega

Contemporaneidad en los cuantos de Ignacio Aldecoa – Manuel Cifo








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