HAY UN CAMINO A LA DERECHA (FRANCISCO ROVIRA BELETA) – 1953 – MORALIDAD Y KARMA EN EL GENERO NEGRO DEL FRANQUISMO

La película de Rovira Beleta era, en sí misma, notable, pero el título resultaba antológico y ha reaparecido posteriormente en múltiples ocasiones como consigna política. La penúltima fue cuando en las elecciones europeas de 1987, Blas Piñar se presentó con este rótulo, sin excesivo éxito. Peor fue cuando se estrenó en 1997 una especie de remake reforzado con el título de Siempre hay un camino a la derecha, verdadero aborto cinematográfico. La película de Rovira Beleta es antológica en todos los sentidos y es arquetipo del buen cine que se filmó durante los años del franquismo. Y, por cierto, el hijo del protagonista es "Flecha Naval".

FICHA

TITULO: Hay un camino a la derecha

AÑO: 1953

DURACIÓN: 96 minutos

DIRECTOR: Francisco Rovira Beleta

GÉNERO: Negro

ARGUMENTO: Un marinero casado y con un hijo es despedido y se encuentra con problemas económicos. Encuentra trabajo como vigilante en los muelles del puerto de Barcelona y su cuñado le convence de participar en un robo. Este, aparentemente fácil, costará la vida a su hijo.

ACTORES: Francisco Rabal, Julia Martínez, Manolo García, Antonio Bofarull, Isabel de Castro, Carlos Otero

 

CLIPS

CLIP 1 – CRÉDITOS Y ESTAMPAS DE BARCELONA


CLIP 2 – UNA MIRADA A LA BARCELONA DE 1953 Y A LA ESPERANZA DE UN TRABAJADOR DE “LA MAQUINISTA”


CLIP 3 – LA VIDA DURA DEL MARINERO


CLIP 4 – UN TRABAJO EN LOS TINGLADOS DEL PUERTO


CLIP 5 – EL CALLEJON SIN SALIDA DE LA POBREZA Y LA FRUSTRACIÓN


CLIP 6 – APROXIMÁNDOSE A LA TENTACION POR EL PARALELO Y EL ARCO DEL TEATRO


CLIP 7 – DRAMA FAMILIAR ANTE EL “FLECHA NAVAL”


CLIP 8 – DEL PARALELO A LO QUE HOY ES “DIAGONAL MAR” Y ENTONCES ERA EL SOMORROSTRO


CLIP 9 – EL ROBO Y LA TRAGEDIA: DEL PUERTO AL HOSPITAL CLÍNICO


CLIP 10 – EN LOS PUESTOS DE VENTA DE LIBROS DE LANCE EN LA SANTA MADRONA


CLIP 11 – EN EL BARCO DONDE LOS FLECHAS NAVALES APRENDÍAN EL OFICIO DE SUS PADRES


CLIP 12 – TRAS LA TRAGEDIA, TRABAJO Y FAMILIA


Carteles y programas

 

 


Cómo localizar la película

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En RTVE.play: HAY UN CAMINO A LA DERECHA


Lo menos que puede decirse sobre HAY UN CAMINO A LA DERECHA

Si se acepta que el franquismo fue un período odioso en la historia de España, cuesta explicar cómo y porque apareció, cómo se pudo prolongar tanto, cómo durante aquellos cuarenta años, España pasó del subdesarrollo al pelotón de cabeza de países industrializados y cómo se hizo tanto y tan buen cine en aquellos años, si la censura era omnipresente tal como se insiste. El sentido común dice otra cosa: que, en aquel período hubo de todo, luces y sombras, que fue un régimen de facto obligado por el fracaso de una Repúblico, fracaso que podía preverse desde el primer día de su apresurada instauración, y que, no se pasa del subdesarrollo a la industrialización cambiando cada cuatro años de gobierno y sin un Plan Marshall detrás: hace falta planificación, unificación de esfuerzos, estabilidad y dejar la política para períodos de abundancia. ¿Y el cine? La censura, en sí misma, no es ni buena ni mala: siempre debe existir algún tipo de control sobre lo que se exhibe, o de lo contrario, se corre el riesgo de que se administre venenos ideológicos cada vez más letales a la población. No está mal eso de cuidar de la salud mental y moral de una población. Peor, si vamos a eso, es la “autocensura”, esto es la espada de Damocles que pesa sobre el creador pensando si agradará o no al poder y si se hará acreedor de las mieles ubérrimos del mismo repartidas en forma de subvenciones, o conseguirá desagradar y cavar él mismo la fosa del olvido.

Es así como llegamos a Hay un camino a la derecha, no en su acepción política, sino en la película, primera de la “trilogía negra” lanzada por Rovira Beleta, a la que seguirían El expreso de Andalucía (1956) y Los atracadores (1961). Es uno de los directores más interesantes de aquella época. Experimentaba, sin ser el suyo “cine experimental”. Su ciclo fílmico empieza en 1948 con Doce horas de vida (género negro-negrísimo) y termina en 1986 con Crónica sentimental en rojo (intriga dramática) Abarca, pues, el franquismo y poco más (a partir de 1975, solamente filmó esta película de género negro y La espada negra [1976], inesperado revival del cine histórico, basado en el personaje de Juana “la Beltraneja”. Si decíamos que “experimentó” es porque a él se debe el primer ensayo de cine español en 3D y de los primeros que utilizaron el color tempranamente en nuestro país, ya en los años 40, gracias al Fotocolor, un sistema inventado por un español, Daniel Aragonés. Entre 1948 y 1954 se filmaron 35 películas con este sistema (más barato que el Technicolor norteamericano) la mayoría rodadas por Suevia Films.

Era un hombre de gran cultura, alumno de los escolapios, estudió arquitectura y derecho. Era, como se suele decir, “hijo de buena familia”; “de posibles”, en una palabra. Su tio era un famoso industrial barcelonés del textil que dirigió la patronal catalana en varias ocasiones y era, además, miembro de la Lliga Regionalista de Cambó. Fue al acabar derecho cuando decidió dedicarse al cine. Le cabe el honor de que dos de sus películas fueran nominadas para los Oscars: Los Tarantos (1963) y El amor brujo (1967). Al llegar la transición impulso el Colegio de Directores de Cine de Cataluña y, a partir de ahí, la Generalitat lo cubrió de honores, condecoraciones y méritos, quizás por el hecho de que buena parte de su filmografía mostraba una Barcelona que empezaba a desaparecer y de la que hoy ya no queda ni rastro. En realidad, sus películas muestran mucho interés por la cultura y la historia española, el género negro y la música clásica española.

Después de encuadrar al director, pasemos a Hay un camino a la derecha. Etimológicamente, la derecha es la “vía justa”, “el camino recto” (en inglés, francés y alemán, las palabras “derecha” y “recto” son las mismas), mientras que la izquierda es el “camino siniestro” (muy evidente en italiano: izquierda = sinistra), “vía equivocada”, la “senda torcida”. Se entiende, pues, porqué la derecha política haya destacado estos significados semánticos. El título debió ser grato a los censores de la época que no pusieron ningún obstáculo a la cinta.

Nos cuenta la historia de un marinero, “Miguel” (papel interpretado por Francisco Rabal), resabiado por sus escasos recursos y su situación de pobreza material. Apenas puede mantener a su familia y a su hijo. Vive en el Raval de Barcelona, muy cerca del puerto, en la postguerra una zona populosa y abigarrada. En la película podremos ver cómo eran aquellas calles antes de que se abriera la Avenida García Morato (hoy “Rambla del Raval”) y se esponjara el barrio. Allí las viviendas eran antiguas, húmedas, pródigas en desconchados, sórdidas y para gentes con escasos recursos. “Inés” (Julita Martínez que recibiría varios premios nacionales por su interpretación) es la esposa de “Miguel”. Es una familia de escasos recursos. Para colmo, él acaba de tener una pelea con el contramaestre del barco y ha sido despedido. No podrá volver a trabajar como marino, oficio que tampoco le gustaba excesivamente. Su mujer realiza trabajos con una máquina de coser comprada a plazos a un prestamista del barrio. La hermana de “Inés”, está casada con un bribón, “Goyo” (interpretado por el actor portugués Carlos Otero) que le insiste en que colabore con su grupo de delincuentes para conseguir salir adelante. “Miguel” obtiene un puesto de trabajo como vigilante de uno de los tinglados del puerto. Dado que la familia debe dos plazos de la máquina de coser, el prestamista presiona a “Miguel” para que acceda a colaborar en un robo que deberá realizar el grupo de “Goyo”. A todo esto, un policía del barrio, que aprecia a “Miguel”, el ”inspector Tormo” (interpretado por el actor y locutor Juan Manuel Soriano) trata de que no se descarríe y de ayudarlo en sus problemas, pero no puede evitar que, finalmente, caída en la tentación y abandone el “camino a la derecha”. El hijo de la pareja, es un Flecha Naval, esto e miembro de la organización juvenil franquista que enseña a los jóvenes hijos de marineros las artes de la navegación y les prepara para el oficio de sus padres. Lo que induce al padre a colaborar con los delincuentes son las necesidades de educación y vestido del hijo. Sin embargo, el día del robo, el hijo presenciará una pelea entre sus padres y huirá desde el Paralelo hasta el Somorrostro. Al volver, se detiene en los tinglados del puerto con tan mala fortuna que el camión que sale de allí con los neumáticos robados y conducido por “Goyo”, lo atropella. El crío morirá unos días después. La lección esta: cuando uno se separa del “camino recto”, el “camino a la derecha”, la ley kármica de las compensaciones le acarreará las peores desgracias. El “inspector Tormo”, conocedor de las circunstancias de “Miguel” hace lo posible por ayudarle y en las últimas escenas, lo vemos un año después de todo este lamentable asunto, como probo empleado de la Maquinista Terrestre y Marítima (una de las fabricas señeras de la Barcelona de postguerra), con un buen sueldo y con un hijo recién nacido. La moraleja es clara: haz el bien y recibirás el bien, desvíate hacia el lado oscura y tu vida será un infierno.  Era la mentalidad que imperaba en la sociedad en aquel momento.

Vale la pena explicar cómo se gestó este final. Para el guion original, la película empezaba con el despido de “Miguel” del barco y terminaba con el entierro del hijo. Sin embargo, Antonio Borafull (un tipo muy popular en la Barcelona de los 50 y 60, propietario del restaurante Los Caracoles y que aparece en la película como “Vicente, el prestamista”) era el propietario de la productora Titán que realizó la cinta. Fue Bofarull, por iniciativa propia, por sus principios y por su visión comercial, el que impuso este final. El propio Rovira-Beleta reconoció que lo edificante de la película no había sido una imposición de la censura, sino del productor. No era la censura quien exigía moralidad, era el público de la época que le apetecía “odiar el delito y ayudar al delincuente”. A diferencia de la Constitución de 1978, en donde la “reinserción” se situaba por delante y por encima del “castigo ejemplarizante”, la sociedad española durante el franquismo pedía situaba el mensaje moral y constructivo por encima de las posibilidades de reinserción: no se trataba de mirar con condescendencia al delincuente, sino de lograr que se avergonzara de sus actividades delictivas y renunciara a ellas.

La película fue presentada en la Primera Semana Internacional de Cine de San Sebastián. Paco Rabal y Julita Martínez recibieron los premios de interpretación. Rovira Beleta obtuvo unos meses después el Premio Ciudad de Barcelona. Se estrenó en Barcelona en el cine Pelayo estando dos meses en cartel y tres meses después en Madrid con el mismo éxito.

Tanto los movimientos de cámara, como la fotografía, los encuadres y los escenarios naturales, refuerzan e intensifican la trama y su dramatismo. Es de destacar que Perez Dolç ejerció en esta ocasión como ayudante de dirección. A él se debería otra de las obras maestras del género negro español de esa época, A tiro limpio (1963). Rovira Beleta recorrió a pie el Raval para encontrar los emplazamientos de los exteriores. La escena de lucha libre fue rodada en el Gran Price de la Ronda de Sant Antoni, ya desaparecido. Es reconocible el Hospital Clínico en el estado en el que se encontraba a principios de los 50, la calle Anglí en Sant Gervasi y el Somorrostro (donde luego se instalaría la central térmica), además, por supuesto, de los docks del puerto, la escollera y las instalaciones desaparecidas (junto con la goleta-escuela de los Flechas Navales). Es una de las películas que, además de valores artísticos y éticos aporta imágenes urbanas de una época lejana y de una sociedad de la que no queda ni sombras.

La película puede ser considerada como una de las mejores muestras del cine negro español, tanto por su guion, como por su fotografía, como por los valores que transmite, como por las interpretaciones incluso de los secundarios. Además, como ya hemos apuntado, nos muestra una Barcelona y un barrio del Raval que ya no existe, pero que hemos conocido los que tenemos más de 70 años.

 

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