CULPABLES (1960) – Ruiz Castillo – Cuando Agatha Christie queda atrás, rebasada y superada

 

De Ruiz Castillo sabíamos que había participado en La Barraca, el grupo de teatro ambulante creado por García Lorca. Conocíamos algunas de sus películas (en especial La Laguna Negra o El santuario no se rinde), pero ignorábamos que había hecho incursiones en el género negro. Cuando vimos Culpables nos dimos cuenta de que teníamos un director que, a la vez era guionista, que consiguió realizar, junto a seis actores de categoría y un decorado, realizar una película que todavía puede verse y disfrutarse como si hubiera sido filmada anteayer.

FICHA

TITULO: Culpables

AÑO: 1960

DURACIÓN: 83 minutos

DIRECTOR: Arturo Ruiz Castillo

GÉNERO: Intriga

ARGUMENTO: Cuatro actores quedan citados con un empresario para el que habían trabajado, en el interior de un teatro ya cerrado. Pero quien los ha convocado no llega: luego resultará que encontrarán su cadáver. Entre ellos se apodera la idea de que uno de los cuatro lo ha matado. Cada uno de ellos, en efecto, tenía motivos para ello. Pronto empiezan a sospechar que en el interior del teatro hay alguien más.

ACTORES: Anna-Maria Ferrero, Fernando Rey, Lina Rosales, Pastor Serrador, Jacques Sernas, Roberto Camardiel

 

CLIPS

CLIP 1 – ENTRANDO EN UN TEATRO VACÍO


CLIP 2 – LLEGA EL CUARTO, EL INSOPORTABLE


CLIP 3 – ¿IGNACIO HA CUMPLIDO SU PALABRA?


CLIP 4 – AMORES Y CHISMORREOS


CLIP 5 – TODOS PODEMOS SER LOS ASESINOS


CLIP 6 – EL ASESINO TRAS LA CORTINA


CLIP 7 – LA TENSIÓN HA TERMINADO


Carteles y programas

 


 

Cómo localizar la película

Puede verse en la plataforma FlixOle: CULPABLES

O bien a través de eMule: CULPABLES

Lo menos que puede decirse sobre CULPABLES

No es una película que se recuerde. La filmografía de Ruiz Castillo pasa hoy desapercibida para las historias del cine. Y, para colmo, el haber rorado El santuario no se rinde (1949) sobre los 10 meses de resistencia en el Santuario de la Virgen de la Cabeza, durante la Guerra Civil, lo conviertes, como por arte de magia, en “director franquista”, que hizo un “cine franquista” y que “exaltó los valores franquistas”. Así que, a la hoguera con él. Y, sin embargo, Arturo Ruiz Castillo filmó la muy notable Las inquietudes de Shanti Andía (1947) o Laguna Negra (1952) un drama social que, con Culpables, conforman lo mejor de su producción.

Es una película poco conocida. Acaso porque es demasiado buena. Y, lo que es todavía más interesante: realizada con un presupuesto mínimo, unos actores máximos y un guion en el nivel de la excelencia. ¿Qué más se puede pedir? Hoy nos recuerda a Agatha Christie, de la que hemos vistos remakes y más remakes (tras el Poirot de Suchet, cualquier otra “actualización” quedará por debajo), pero en 1960, cuando solamente habían llegado a España unas pocas cintas inspiradas en la autora británica, la película Ruiz Castillo se muestra superior en intensidad e intriga, a pesar de que la temática remita en algunos momentos puntuales a Los Diez Negritos (personajes encerrados que van sospechando unos de otros), o a Muerte en el Niño (¿cómo diablos se cometió el crimen?). Pero Culpables, no es una copia, ni siquiera está inspirado en Agatha Christie. Es una película brillante y original que, además, sitúa la trama en algo tan tétrico como un teatro vacío. No, tampoco hay ninguna inspiración procedente de El fantasma de la ópera: es, repetimos, un planteamiento original.

Un empresario teatral, seductor y mujeriego, caradura y sinvergüenza (Ignacio) Pastor Serrador (primo hermano de Chicho Ibáñez Serrador), debe dinero a cuatro de sus antiguos actores. El teatro en el que trabajaban ha cerrado. Ellos han insistido en cobrar lo adeudado y, finalmente, el empresario los ha citado en el mismo local en el que tantas veces habían actuado y cosechado éxitos: una es Anna-María Ferrero (“Margarita”), joven y agraciada, que había sido pretendida por el empresario, la otra es Lina Rosales (“Mercedes”), que también estuvo ligada al empresario antes de convertirse en la compañera del tercer actor, Fernando Rey (“Mario”), mientras que el último, considerado como el mejor actor de la compañía, Jacques Sernas (“Emilio”), y, al mismo tiempo el más impulsivo, es el que más ha presionado al empresario para que les pague lo adeudado.

Sin embargo, los cuatro actores, tras penetrar en el teatro vacío, esperan vanamente. El que las ha citado no aparece. Cuando llevan más de una hora de plantón empiezan a preocuparse y casualmente encuentran el cadáver del empresario con la cabeza desfigurada por un disparo. Nadie ha salido ni entrado del edificio. Sin embargo, un mendigo violinista que actúa en las inmediaciones, sabe que están dentro. Empiezan a sospechar unos de otros y esas sospechas se convierten en cada vez más fundadas, cuando una de las actrices desaparece y la otra es agredida y casi estrangulada. Se dan cuenta de que están aislados del exterior, no pueden abandonar el teatro y también alguien ha cortado el teléfono. No pueden salir y empiezan a valorar que están en peligro de muerte. ¿Quién es el asesino? ¿por qué quiere matarlos?

Las escenas discurren entre sombras por las distintas dependencias del teatro: una platea vacía cubierta con lonas, con los palcos desolados; un almacén siniestro con uniformes, maniquíes, decorados, en donde encuentran un par de pistolas, un cuatro de luces que permite iluminar zonas del escenario y de la platea, claustrofobia, camerinos vacíos y polvorientos, despachos desiertos, huellas de sangre…

Es solamente en el último cuarto de hora cuando todo queda claro (revelar el final de una película de intriga puede hacer desistir de verla directamente, así que evitaremos realizar un spoiler del final). Cuando, aparece el rótulo de “Fin”, lo que hemos visto nos ha dejado satisfechos. Los cuatro actores, alejándose del teatro situado en un barrio popular madrileño y dejando atrás al vigilante encargado de llamar a la policía, nos impiden pensar que algunos cabos de la trama han quedado sueltos y que, acaso, no todas las respuestas son satisfactorias. Pero el cine de intriga es así. De lo que se trata es de que, mientras se ha visto la película, el espectador “sufra”, sienta angustia, intriga, no sepa lo que va a pasar en la escena siguiente y, aunque, intuya cuál va a ser el final, quiera verlo con sus propios ojos. Ruiz Castillo demostró, en esta película, ser un gran director de cine de intriga.

De hecho, ésta fue la última gran película de este director que pasaría a ser realizador de televisión y el nuevo medio absorbió todos sus esfuerzos e iniciativas: Llovidos del cielo (1962) fue una comedia divertida pero intrascendente y su última película El secreto del capitán O’Hora (1968), no pasaba de ser un spagheti-western sin excesivas pretensiones. Había optado por la televisión. Falleció en 1994.

Otros enlaces:

Una proyección cultural del franquismo: el auge del cine negro español (1950-1965) – Francesc Sánchez Barba.




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