LA CORONA NEGRA (1951) - Luis Slanvsky – La película más extraña del "primer franquismo"

 

España estaba oficialmente aislada internacionalmente en 1951. Significativamente, la canción más escuchada aquel año fue ¡Ay pena, penita, pena! Sin embargo, Suevia Films sacó adelante el que puede ser calificado como el más original, excéntrico y multinacional película de la época: actores italianos, españoles y mexicanos, al mando de un director argentino, sobre un guion elaborado por un francés de campanillas, Jean Cocteau y ambientada en Tánger, con un trasfondo simbióticamente dramático-romántico-negro-psicológico-ocultista. ¿Quién da más?

 

FICHA

TITULO: La corona negra

AÑO: 1951

DURACIÓN: 106 minutos

DIRECTOR: Luis Saslavsky

GÉNERO: Síntesis

ARGUMENTO: Una extraña mujer de luto aparece en un cafetín de Tetuán. Ha perdido la memoria y está completamente desorientada. Sin embargo, un arquitecto español, que ya se había fijado en ella, acude en su ayuda, la lleva a su casa y consigue que vaya recordando qué le ha ocurrido en los últimos días. Su marido ha sido asesinado y ella iba a divorciarse de él, después de que haber sido descubierta con su amante.

ACTORES: María Félix, Rossano Brazzi, Vittorio Gassman, José María Lado, Antonia Plana, Avelino Santana, Julia Caba Alba

 

CLIPS

CLIP 1 – PESADILLA EN EL DESIERTO


CLIP 2 – TODO LLEVA A LOS BUITRES NEGROS


 

CLIP 3 – EL MARIDO Y EL ENANO


CLIP 4 – LA MENSAJERA DE AZRAEL


 

CLIP 5 – ¿QUÉ ES UNA CINTA DE CINE NEGRO SIN UN GIMNASIO DE BOXEO?


CLIP 6 – EL DIAGNOSTICO DEL ESPECIALISTA


CLIP 7 – EN EL TETUAN CANALLA DE UN CABARET


CLIP 8 – EMPEZANDO A RECORDAR


CLIP 9 – ASI PELEABAN LOS HOMBRES EN LOS AÑOS 50


 

Carteles y programas

 



 

  

 

Cómo localizar la película

A través de FlixOlé: La corona negra

A través de eMule: La corona negra

Lo menos que puede decirse sobre La Corona Negra

Podríamos decir que es una película española, casi por los pelos. Solamente los actores secundarios son españoles. Por casi todo lo demás, la película podría ser considerada como francesa por su guionista, italiana y/o mexicana, por sus actores principales, argentina por su director. Afortunadamente, la idea partió de la productora y distribuidora española propiedad de Cesáreo González, Suevia Films. No es extraño que, en esta web, el nombre de Suevia Films aparezca repetidamente. Se trató de la productora española que tuvo más difusión en los años cincuenta y sesenta (sustituyendo y adelantando pronto a CIFESA). A pesar de que las circunstancias internacionales no eran las mejores para producir una película pensada para la exportación, los hermanos Cesáreo y Arturo González, propietarios de Suevia (ambos eran gallegos y llamaron a su productora “tierra de suevos”, esto es, Galicia), se arrojaron a la aventura y vencieron.

Era una aventura arriesgada: el guionista era el europeo que más se cotizaba en aquellos momentos, el francés Jean Cocteau, un polifacético poeta, escritor, crítico, diseñador e, incluso, guionista y director de cine. El año anterior, su novela, El águila de dos cabezas, había sido publicada por José Janés constituyendo un gran éxito y su película Orfeo causó un gran impacto internacional. Era un personaje que se disponía a entrar en la Academia Francesa, sus obras están marcadas por el misticismo esotérico, el absurdo, las pasiones, el intimismo y la estética. Los tres actores principales eran, también extranjeros, si bien María Félix, la protagonista, ya había filmado algunas películas en España: Mare Nostrum (1948), Una mujer cualquiera (1950), La noche del sábado (1950), pero no así sus otros dos compañeros de reparto, los italianos Rossano Brazzi y Vittorio Gassman. Sería la primera intervención de Brazzi en nuestro país (luego filmaría aquí Creemos en el amor, si bien la película es de factura norteamericana, dirigida por Juan Negulesco). En lo que se refiere a Gassman, en aquel momento ya era un actor con cierta fama (había rorado Rizzo Amaro -Arroz Amargo- en 1948) y todo inducía a pensar que tendría por delante una fulgurante carrera. Para colmo, el director al que se le encargó el proyecto era argentino, Luis Saslavsky, uno de los primeros argentinos que pisó Hollywood antes de la Segunda Guerra Mundial (si bien como crítico de cine). Su tránsito a la dirección se produjo gracias a su amigo, Antoine de Saint-Exupery, el famoso escritor con el que le unía una estrecha amistad y que lo propuso en 1933 para dirigir la película sobre su novela Vuelo nocturno. Miembros del gobierno peronista le habían prohibido filmar en Argentina (él mismo conoció a Perón en Madrid, y tuvo ocasión de aclarar la situación) y se estableció en París para reiniciar su carrera. La Corona negra fue la primera película que filmó en Europa.

¿Qué es, pues, “lo español” en esta cinta? Todo lo demás: la productora, los estudios de grabación, el personal técnico, los exteriores (en el Marruecos español), la música (de Juan Quintero) y los secundarios (el malvado esposo de la protagonista, interpretado por José María Lado; la portera echadora de cartas, Antonia Plana; su mentora Julia Caba Alba). Hay algo en los diálogos que resulta extremadamente ingenioso y carpetovetónico; no es de extrañar si tenemos en cuenta que la adaptación de la obra de Cocteau fue realizada por Miguel Mihura. El enano que aparece, por cierto, fue seguramente el actor más importante y de menor talla del cine francés, Piéral. Para colmo hay algo de Alfred Hitchcock en esta cinta, especialmente en su vertiente psicológica, y haría falta, incluso, saber quién se inspiró en quién.

La cinta fue, en todos los sentidos, atípica y sorprendente. La historia que contaba no lo era menos. El título procedía de una leyenda -real o inventada por Cocteau- según la cual “la corona negra es aquella que está formada por buitres que acompañan a los muertos en su último viaje”. Para Cocteau -como para muchos escritores atraídos por lo oculto- Marruecos era el reducto en donde se conservaban a mediados del siglo XX, todavía rastros y recuerdos de la brujería y la magia popular, una temática que les seducía.

La película nos cuenta la historia de un arquitecto (Brazzi) que trabaja entre Tánger y Tetuán. Es un profesional que frecuenta unas canteras, propiedad de un individuo turbulento y odioso, Russell. Allí ve por primera vez a Mara (María Félix) cuya personalidad le impresiona. La volverá a ver poco después, sola, enlutada, en un tugurio de Tánger, tras una copa vacía de alcohol. No tiene dinero para pagar. Él abona la cuenta y se la lleva a su estudio. A ella le resulta imposible recordar su propio nombre y qué le ha ocurrido en los últimos días. Tiene sueños siniestros (la primera escena en la que ella pasea entre las dunas del desierto y de la profundidad de las arenas aparecen brazos que gesticulan signos de sufrimiento, o sus visiones de buitres rondando en su entorno), pero, poco a poco logra ir recordando, primero retazos de su vida anterior. Sabe que se llama “Mara”, que ha enviudado, que su marido ha sido asesinado, que ella asistió al entierro acompañada por dos monjas y tiene la sensación de que ella misma ha estado presente en el asesinato. Un enano que la conoce, la ha visto en el cementerio. Ella, presa del pánico, consigue despistarlo. Luego sabrá que era el brazo derecho de su amante, Mauricio (Gassman) e, inicialmente, pensará que es él quien ha asesinado a su marido. Éste ha descubierto que su esposa le engañaba con Mauricio. Ahora, Mauricio ha vuelto para buscar lo que cree suyo: había sido seducido por Mara, pero también le mueve la ambición, el marido de ella, había vendido la cantera y todas sus propiedades y comprado con el dinero un alijo de diamantes. ¿Dónde se encuentran? El arquitecto ignora la historia de los diamantes, Mauricio que la conoce, sabe que esa es la única posibilidad de poder huir para siempre con Mara, pero ésta, ya no lo ama: ahora, el arquitecto, es su verdadero amor y quién más generoso se ha portado con ella. Éste, por su parte, se encuentra desorientado y perdido: ignora lo que ha asado y la responsabilidad de ella.

Pero, hay alguien para la que nada de lo que está ocurriendo tiene misterios: la portera del inmueble en el que vive el arquitecto está instruido en la magia de las cartas: gracias a ellas, puede ver que Mara es un personaje al que rodea un misterio. La primera lectura de las cartas le indica que ella es un libro en blanco, sin renglones escritos. No es vano es amnésica. Sin embargo, cuando pide ayuda a su mentora, una practicante de la hechicería, ésta le revela que la mujer constituye un peligro para el arquitecto: un peligro de muerte. Los buitres merodean en torno suyo y significan muerte.

Mara logra recordar lo sucedido: es ella -y no su amante- quien ha matado al marido. La policía, por su parte, cree que ha sido Mauricio que se ve obligado a huir sin renunciar a encontrar los diamantes. Mara recuerda que éstos han sido ocultados bajo el cadáver del marido dentro del ataúd. El arquitecto le conmina a que los entregue a la familia, a lo que ella accede. Pero los dos hombres terminan enfrentándose por el amor de Mara y Mauricio logra matar al arquitecto. Los buitres acompañan su cadáver ante el horror de Mara.

Si la composición técnica y artística que llevó a la filmación de la cinta es, ya de por sí, extraña, el contenido de la misma es todavía más extraño. María Félix realiza un extraordinario papel como mujer seductora pero también sumida en una profunda confusión interior. Gassman todavía no se había convertido en el genial actor que fue con posterioridad, pero apuntaba maneras. Y Brazzi se muestra sobrio, convincente y sereno. El entorno remite en parte al Orfeo de Cocteau (pesadillas y onirismo, símbolos y premoniciones), pero también al exotismo del protectorado español de Marruecos, en donde encontramos magia rural, supersticiones ancestrales y, finalmente, la temática que da lugar al título de la cinta: la corona negra de buitres.

Al acabar de ver la película, estaremos durante mucho tiempo preguntándonos si Mara -María Félix- es esa mujer frágil y que precisa auxilio, tal como la ve el arquitecto, o bien la mujer asesina, calculadora, interesada y manipuladora como la considera Mauricio. O bien ese objeto decorativo extraído de algún burdel de campanillas, como la consideraba su marido. ¿Quién diablos es Mara? Respuesta: es el eterno femenino. Ese que han perdido de vista las feministas radicales.

Una buena película en la que cada detalle cuenta, cada frase muestra un guion cuidadoso y estudiado y cada escena es un programa psicológico que nos habla del amor y de la muerte.

 

 

Otros enlaces:

¿Quién es Mara? – Elena Medina de la Viña




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