NUEVA CARTAS A BERTA (1965) – BASILIO MARTIN PATINO – NO ERA LA PELÍCULA DE AQUELLA GENERACIÓN
No es una mala película. Es, más bien, una película con altibajos.
Los momentos-plasta se alternan con pinceladas de crítica social muy oportunas.
Pero, lo que, desde luego no era, era el retrato de una generación, solamente
de algunos jóvenes perdidos en su mundo interior. La película, que pasó por ser
“el retrato sincero y crítico del franquismo”, debe hoy ser redimensionada: merece
un “sí, pero…”, más una “adhesiones incondicionales”.
FICHA
TITULO: Nueve cartas a Berta
AÑO: 1966
DURACIÓN: 92 minutos
DIRECTOR: Basilio Martín Patino
GÉNERO: Drama
ARGUMENTO: Un estudiante pasa un
verano en Inglaterra, allí conoce a Berta, hija de un intelectual republicano
exiliado; la chica y el estilo que ve en Londres alteran profundamente su vida
y sus concepciones. Todo, su familia, lo parece sus estudios, su novia,
difícil, anómalo y retrógrado. Escribe sus impresiones en cartas a su amada.
Cartas que nunca tendrán respuesta
ACTORES: Emilio Gutiérrez Caba, Antonio
Casas, Mary Carrillo, Elsa Baeza, Iván Tubau, Rosa Fuster, Montserrat Blanch,
José María Resel, Cecilia Villarreal, Yelena Samarina, Josefina Serratosa,
Coral Pellicer, María Elena Flores, José María Casaux, Manuel Domínguez
CLIPS
CLIP 1 – CRÉDITOS CON MACHADO PRESENTE
CLIP 2 – EN UNA CIUDAD DE PROVINCIAS, EN UNA FAMILIA DE CLASE
MEDIA. PRIMERA CARTA
CLIP 3 – LA FAMILIA DE “LORENZO”. SEGUNDA CARTA
CLIP 4 – TERCERA CARTA A UNA CHICA DE SONRISA MALICIOSA Y CEREBRO
BRÍO
CLIP 5 – EL PROFESOR REPUBLICANO LLEGADO DEL EXILIO. OTRA ÉPOCA.
UNAMUNO Y LA CONTRARREFORMA EN EL TRASFONDO
CLIP 6 – TRADICIONES CHARRAS, ¿LO ARCAICO O LAS RAÍCES?
CLIP 7 –EL CRISTIANISMO BAJO LA SOMBRA DEL VATICANO II.
CLIP 8 – “ES COMO SI LO TUVIERA QUE APRENDER TODO DE NUEVO”
CLIP 9 – “TENDRÍA TANTAS COSAS QUE CONTARTE SI ME ESCRIBIERAS…”
CLIP 10 – REENCUENTRO CON EL PADRE. RETORNO AL REDIL.
CLIP 11 – REENCUENTGRO CON LA NOVIA. “TODOS FELICES, ¿NO?”
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A TRAVÉS DE EMULE: NUEVE
CARTAS A BERTA (en formato AVI)
A TRAVÉS DE EMULE: NUEVE
CARTAS A BERTA (en formato MKV)
EN INTERNET ARCHIVE: NUEVA
CARTAS A BERTA
EN FILMIN: NUEVE CARTAS A BERTA
Lo menos que puede
decirse sobre NUEVE CARTAS A BERTA
Recuerdo de esta película que, cuando se estrenó yo tenía trece
años, no vi la película, pero si me llamaron la atención las crónicas que le
dedicaron las revistas Destino y Triunfo habituales en el hogar
paterno. La presentaba como muestra del “nuevo cine español”. Era la traducción
española de la “nouvelle vague”. Apareció como resultado de tres elementos: una
nueva generación de directores surgidos al calor de la Escuela de Cine de
Madrid, una relajación de la censura, y la difusión de nuevas teorías
cinematográficas vehiculizadas a través de la revista Nuevo Cine Español.
Los nombres de Summers, Borau, Camus, Saura, Martín Patino fueron los que
dominaron el cine español entre 1962 y 1967. Sus miembros querían hacer un cine
diferente a todo lo que se había hecho hasta ese momento. Cualquier tema, y
cualquier género deberían de abordarse desde nuevas perspectivas. Era una
novedad y, ya se sabe, que las novedades siempre atraen la atención.
Aquel movimiento, dio películas tan notables como La
Caza o esta que comentamos hoy, Nueve Cartas a Berta.
El problema de este cine es que, visto a sesenta años de distancia, necesita
ser redimensionado y no puede tomarse como el reflejo de una época. De la misma
forma que La Caza no es -contra lo que se ha sugerido- un reflejo de la
sociedad surgida como consecuencia de la guerra civil, Nueve Cartas a
Berta tampoco es la radiografía de “la juventud” sesentera. Es, más bien,
el caso de algunos jóvenes de provincias (y de grandes ciudades) que no
terminaban de encontrar su lugar en la sociedad. Hoy sabemos que eso ocurre con
todas las generaciones: se sienten incómodas conviviendo con la anterior. No hay
nada nuevo en este planteamiento.
Siempre que un turista español, con una mínima conciencia cultural,
va al extranjero, ve cosas que ejercen sobre él una poderosa influencia: yo
mismo he experimento esta sensación cada vez que viajo a países de Europa del
Este o a Canadá. En viajes largos en el tiempo, al llegar al ecuador de mi
estancia, me empieza a asaltar la duda de que tendré que volver: volveré a ver
niños histéricos gritando, sobredosis de rap, suciedad en las calles, toda una
población pegada a terminales digitales y en las casas el sonido de un
videojuego permanentemente en funcionamiento, retrasos en todo, precios
elevados y espectáculos alienantes, noticias sesgadas, mujeres desaliñadas, ambiente
de la taberna galáctica de Star Wars con gentes llegadas de no se sabe
qué planetas… Lo mismo que sentía el protagonista de esta película que, al
volver de un par de meses en Londres ha visto lo que no existía en aquel
momento en España: minifaldas, gente joven a la desbandada, haz lo que quieras,
incluso tres canales de televisión y, si lo que interesaba era la cultura, mas
librerías, mas edición y mas e, incluso, más cultura de moda. Y luego está
Berta.
No queda claro en la película de Patino quién es Berta, si
realmente existe o es una alegoría a “la libertad”. “Lorenzo” (Gutiérrez Caba)
se ha enamorado de “Berta” y, al volver a España, le escribe una serie de
cartas que constituyen, en realidad, el andamio en torno al que Patino
construye su película. Cada carta trata de un tema que se sorprende
particularmente y le provoca alguna reacción emocional. Ninguna de las cartas
tiene respuesta, por lo que puede pensarse que “Berta” sea una simple alegoría,
la mujer ideal.
En la segunda carta, por ejemplo, describe a sus padres. El padre escribe
sobre deportes y trabaja en un banco, estudiaba medicina y fue Alférez
Provisional durante la guerra; atribuye sus limitaciones económicas a que no
pudo acabar la carrera a causa de la guerra. La madre es, como todas las madres
en España en aquellos tiempos: esclava del hogar, a cargo del cuidado de toda
la familia. “Lorenzo”, que estudia letras, cuenta algunos encontronazos con su
padre: éste desconfía de los poetas que lee su hijo. De hecho, la película ha
comenzado con un fragmento del Españolito de Machado: “Esta es la
historia de un español que quiere vivir, y a vivir empieza”. Se sabe como
sigue: a un lado la España “que muere”, al otro la “que bosteza”. “Lorenzo”
está en la que bosteza. Todos los demás en la “que muere”: sus padres, su
novia. “Berta” no está en España, o, más bien, reside en la España ideal… que para
Patino-“Lorenzo” sería la sociedad londinense de mediados de los 60: con los
Beatles, con la revolución sexual, con Mary Quant y la minifalda, con los
colores de Carnaby Street…
Ver esta película, implica necesariamente reflexionar sobre ella. Es
una de esas películas que, necesariamente, incitan al debate y al contraste de
pareceres. No es una película que deje indiferente. Los que vivimos aquella
época, la podemos comprender. El rosario en familia era algo que no entendíamos
y nos fastidiaba. La misa de los domingos con nuestros padres terminó convirtiéndose
en una farragosa experiencia rutinaria. Encender el televisor y ver un único canal
en blanco y negro con películas, la mayoría anteriores a los años 40 y unas
pocas series que nos parecían poco. El que el último disco de los Beatles
llegara a España meses después de haberse compuesto. Películas extranjeras
censuradas. Kioscos con periódicos y diarios en los que no terminábamos de
encontrar lo que buscábamos. Chicas a las que no sabíamos cómo acercarnos y,
una vez cerca, tampoco tenía muy claro qué hacer con ellas. Tener que comprar
los libros que nos interesaban en el extranjero… Ver hoy Nueve cartas a Berta
implica, necesariamente, recordar nuestra juventud. Un ejercicio de nostalgia.
Pero también de comparación. Esa comparación era imposible en los años 60, pero
hoy resulta obligada.
Bien, hoy, ya hemos superado todo aquello. Nada de lo que denuncia
Patino como resultado de la guerra civil y del franquismo -en realidad, el
ambiente de provincias que describe, era el resultado de la historia de España
y hundía sus raíces mucho más allá del franquismo- existe hoy, todo aquel mundo
se ha derrumbado, incluso “en provincias”. Y ahora, lo que experimentamos es
nostalgia por lo que hemos perdido: hemos perdido tradición, hemos perdido
familia, hemos perdido valores, hemos perdido cohesión social, hemos perdido,
seguridades y refugios. España es hoy lo más parecido a cualquier otro país de
Europa Occidental. Ya no existen rasgos diferenciales. ¿Están nuestros jóvenes
de hoy, nosotros mismos, más “centrados”, más satisfechos, más felices? Más
aún: ¿y nuestra sociedad? ¿es más coherente? ¿es, incluso viable siguiendo las
derivas adoptadas en las últimas décadas? Tal es la cuestión y tales son los
puntos del debate. Perderíamos el tiempo si, al comentar esta película,
volviéramos una y otra vez a la “guerra civil” y al “franquismo”. Parafraseando
a Machado podríamos decir que el protagonista se mueve “entre una España que
muere y otra que morirá”. Las “cartas a Berta” se redimensionan si se considera
la línea temporal en la que apareció y la que ha seguido nuestra sociedad.
Ahora bien, la película puede tener otra lectura: el protagonista,
“Lorenzo”, no representa ni a un país, ni a una época, es el retrato de “la
juventud” que ha sido y no solo en España, sino en todo el mundo. El
adolescente de Costa de Marfil que ha visto una peli porno, un documental sobre
la vida en París o en Madrid, y al que le han dicho que la estancia en países
de Europa Occidental está subvencionada y sólo hay que llegar, es normal que se
sienta a disgusto en la sociedad marfileña. Y no digamos si es mujer y sabe que
en breve le tocará pasar por la ominosa ablación del clítoris.
Cuando se pierde la tradición y empiezan a realizarse “equilibrios
más avanzados”, por algún motivo, estos nunca terminan de funcionar. El
malestar por la presencia y persistencia de la tradición, genera un estado de
rebelión permanente que termina generando el vacío: sin tradición, sin valores,
las sociedades pierden coherencia e, incluso, posibilidad de seguir existiendo.
Volviendo a Machado: “la España que muere” es la España “natural”, a fin de
cuentas, la muerte es una muestra del conservadurismo humano que se resiste al
cambio. Morir es, pues -con permiso de las alucinaciones transhumanistas- lo
más natural del mundo. El problema es si lo que sustituirá a lo que muere es “mejor”
o “peor” a lo que hemos derrumbado. Mirar a vuestro alrededor y juzgad vosotros
mismos.
La película termina de manera algo contradictoria. Después de las
nueve cartas, el joven “Lorenzo”, por así decirlo, “vuelve al redil”. Reemprende
la relación con su novia. Mejora las relaciones con su padre. Se prepara para
terminar sus estudios. Es, como si, en las últimas escenas de la película, el
director negara todo lo que ha afirmado en las nueve cartas precedentes. Como
si Patino, en un raptus visionario, hubiera percibido todo lo que podía ocurrir
si se rompía con todo.
Aparte de estas consideraciones cabe decir que la película tiene
algunas innovaciones estéticas interesantes: algunas escenas terminan con una
breve foto fija que sugiere detención del tiempo, inmovilidad, refuerza el
carácter estático de la “España que bosteza”. Por otra parte, el reparto en los
papeles principales demuestra una particular habilidad en el casting: Antonio
Casas, con su voz potente, da el perfil de antiguo alférez provisional, Mary
Carrillo casi puede considerarse como la madre típica de aquellos años, Elsa
Baeza, por su parte, es la buena chica casadera. Y luego está la ambientación:
los libros de las Ediciones Austral, pulmón cultural de aquellos años, años en
las que todavía había estudiantes en la Tuna. Están presentes todos los
elementos que se veían en la casa de cualquier hogar de clase media. No falta
ni uno. De ahí que, la película pueda ser considerada como el retrato de una
época.
Verla hoy supone un encuentro con el pasado. No ha perdido. Es el
pasado el que nos habla. Un pasado, que a poco que nos esforcemos, es también
presente. El eterno retorno del que hablara Nietzsche. Ganó la Concha de Plata
del Festival de Cine de San Sebastián y dos metallas del Círculo de Escritores
Cinematográficos: uno para Patino, al “mejor guion” y otro para el
protagonista.
La película es otra demostración de que durante el franquismo se
hizo muy buen cine. Y, por cierto, no era obligado jurar las Leyes
Fundamentales del Reino para que la taquilla sonriera. Bastaba, simplemente,
mire usted que sencillo, con tener un buen guion.
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