PÁNICO EN EL TRANSIBERIANO (1972) – Eugenio Martín – Digna muestra del “terror español”

Por el reparto, esta película bien podría haber sido producida por la Hamer. Pero tanto la matrícula, el director y algunos actores son carpetovetónicos y, por lo demás, se trató de una coproducción anglo-española que ganó el premio al mejor guion en la quinta edición del Festivas de Cine Fantástico y de Terror de Sitges. Todos los actores que aparecen como protagonistas tuvieron en la época relieve internacional y, en sí misma, la película demuestra que también en España se hizo buen cine de terror incluso en el tardofranquismo

FICHA

TITULO: Pánico en el Transiberiano

AÑO: 1972

DURACIÓN: 90 minutos

DIRECTOR: Eugenio Martín

GÉNERO: Terror

ARGUMENTO: Un científico encuentra un cuerpo extraño y monstruoso congelado en Manchuria y lo intenta trasladar a Londres para su estudio. Se embarca, junto con otros pasajeros, en el ferrocarril Transiberiano, pero el monstruo está vivo y consigue escapar a su encierro generando el pánico en el interior del ferrocarril.

ACTORES: Christopher Lee, Peter Cushing, Alberto de Mendoza, Telly Savalas, Silvia Tortosa, Julio Peña, George Rigaud, Ángel del Pozo, Víctor Israel, Helga Liné, Alice Reinheart, José Jaspe, Juan Olaguivel, Hiroshi Kitatawa, Allen Russell, Barta Barri, Faith Clift,

 

 

CLIPS

CLIP 1 – CRÉDITOS Y UN TREN NOCTURNO EN LA ESTEPA SIBERIANA



CLIP 2 – EL DESCUBRIMIENTO DEL PROFESOR SAXTON



CLIP 3 – LA PRIMERA VÍCTIMA DEL MONSTRUO: EL CHORIZO MANDARÍN



CLIP 4 – LA CAJA MISTERIOSA ORIGEN DE TODOS LOS PROBLEMAS



CLIP 5 – UNA CUESTION DE LITERAS Y UNA SEÑORA ESTUPENDA



CLIP 6 – EL EMPLEADO SOBORNADO QUE LIBERA AL MONSTRUO



CLIP 7 – EL CONDE, LA CONDESA Y EL POPE PUJARDOV



CLIP 8 – EL POLICÍA POSEIDO POR EL MONSTRUO Y LO QUE BUSCA EN LOS CEREBROS



CLIP 9 – LA IRRUPCIÓN DE LOS COSACOS DE TELLY SAVALAS



CLIP 10 – EL MONSTRUO HACIENDO DE LAS SUYAS



CLIP 11 – MOSCÚ ORDENA LA DESTRUCCIÓN DEL TREN



Carteles y programas

 


 




 


 

 

 

 

 


Cómo localizar la película

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Lo menos que puede decirse sobre PÁNICO EN EL TRANSIBERIANO

Las películas de Serie B son lo que son: puro ocio a bajo coste. Algunas son buenas, otras son malas, flojas la mayoría, malísimas muchas y, de tanto en tanto, nos cruzamos con productos que, más que películas de culto aptas solo para freakys titulados, son cintas que han pasado por derecho propio a la historia del cine. Como esta, española y en la que se han dado cita distintos actores de relieve internacional, habituales de la Serie B, pero no por ello, menos brillantes en sus interpretaciones. Filmada en 1972, cuando el franquismo se extinguía y el propio régimen trabajaba ya en su supervivencia para cuando el Caudillo abandonara este valle de lágrimas, contiene elementos muy positivos y, en su conjunto, es una digna muestra de este cine de consumo. Chicho Ibáñez Serrador ya dejó claro que se hacía muy buen cine de terror durante el franquismo. Lo había demostrado con La residencia, lo volvería a reiterar con sus Historias para no dormir y, repetiría con ¿Quién puede matar a un niño?, una de las primeras películas estrenadas poco después de la muerte de Franco.

Dos nombres nos habían situado en el género del terror: Jesús Franco y Paul Naschy. Pero las producciones de ambos eran irregulares, abundaban títulos chapuceros, mal desarrollados, peor montados y que, en ocasiones, trasladaban al espectador, las propias obsesiones de los directores, acabadas apresuradamente y, poco convincentes, en definitiva. Pero con Pánico en el Transiberiano, todo es diferente. Sin ser una película de Oscar, es, como hemos dicho, un producto digno de terror.

El mérito hay que atribuirlo a Eugenio Martín, un director poco conocido y que apenas rodó un número limitado de películas. Eugenio Martín Márquez falleció el pasado 23 de enero de 2923 a la provecta edad de 97 años. Empezó a rodar en 1961 y su último trabajo para televisión, dará de 1985. Era un director todoterreno: había elaborado guiones, adaptado teatro clásico para televisión y, por supuesto, dirigido, películas. Estuvo sentado en la silla de director en una quincena producciones: hay, entre ellas, de todo, spagueti-westerns, españoladas, y, sobre todo, cine folklórico y musical. Era un buen artesano que sabía cómo organizar un plató y dirigir a actores. Dirigió en sus musicales a Julio Iglesias (La vida sigue igual, 1969), Rocío Durcal (Las Leandras, 1969) y Marisol (La chica del Molino Rojo, 1973). Las que, como esta, estuvieron enfocadas a la exportación, las firmó como “Gene Martin”. Estaba habituado a trabajar en lengua inglesa. Durante sus primeros años fue ayudante de dirección de Guy Hamilton, Michael Anderson, Nicholas Ray y varios más. Eso le proporcionó experiencia suficiente para lidiar con primeros espadas de la interpretación: James Mason, Lee van Cleef y Gina Lollobrigida, en El hombre de Río Malo (1971) y la constelación de estrellas internacionales que adornan los créditos de Pánico en el transiberiano.

La película fue producto de una cooperación entre la productora inglesa Benmar Productions y la española Granada Films. Costó unos 300.000 dólares y fue recibida fríamente por el público español, tardó en exhibirse en algunos países iberoamericanos y tuvo un clamoroso éxito en el mundo anglosajón donde se estrenó con el nombre de Horror Espress. Hoy, la película está considerada como una obra representativa del género de terror.

La película se desarrolla -al menos aparentemente- en el interior de un tren: el ferrocarril Transiberiano que recorre desde China hasta Moscú atravesando la inmensa estepa siberiana. En realidad, se filmó en un plató (si bien hay que reconocer que la productora puso especial cuidado en reflejar los movimientos y sonidos propios de un tren (véase las cortinillas de las ventanas como se cimbrean, por ejemplo). Cuando se ve al ferrocarril recorriendo la estepa, lo que estamos viendo en una maqueta realizada con maña y precisión. Casi parece real y mucho más si ignoramos cómo se filmó. El guion había sido elaborado en el extranjero (por Arnaud d’Usseau y Julian Halevy).

El principal atractivo de la cinta es la presencia de tres ases del cine setentero: Telly Salavas, una estrella ascendente de la televisión americana que ya había llamado la atención por su presencia en El fugitivo y Los intocables. Y que solamente un año después protagonizaría Kojak en sus cinco temporadas, luciendo calva, sombrero y chupetín. Savalas interpreta aquí el papel de un capitán de cosacos, un papel exótico que le venía como anillo al dedo y que cumplió a la perfección. Sus otros dos compañeros de reparto fueron Christopher Lee (“profesor Sir Alexander Saxton”) y Peter Cushing (Doctor Wells). Lee se había especializado en papeles de terror, siendo el “Drácula oficial” de la Hammer a partir de 1958. Cuando “Gene Martin” le llama para rodar esta película acaba de filmar Dracula AD 1972 y al año siguiente volverá a encarnar al conde sanguinario en Los ritos satánicos de Drácula. Pasaron los años y cuando su carrera parecía periclitada por razones de edad, reapareció como el malvado “Saruman” en la saga de El Señor de los Anillos (2001-2003) y luego como “Darth Tyranus” en El ataque de los clones de la serie Star Wars (2002, repitiendo en los episodios sucesivos estrenados en 2005, 2008 y 2014). Todavía en 2012, repitió como “Copnde Drácula” en Frankenweenie, película animada de Tim Burton, aunque solamente como voz del narrador. Peter Cushing había desarrollado una carrera relativamente similar. Cine de terror, con particular insistencia en la figura de Drácula (películas en 1858, 1960 y 1970), películas de “terror chistoso” (participó en la serie del “Dr. Phibes”, más monstruos por cuenta de la Hamer (Frankenstein, más vampiros, Sherlock Holmes, y aparición en varios episodios de Star Wars como uno de los generales del “imperio”.  Ambos actores eran inseparables del cine de terror de serie B británico y ambos fueron nombrados oficiales de la Orden del Imperio Británico (por mucho que ese imperio hacía tiempo que había dejado de existir).

Finalmente encontramos entre el reparto de esta película a otro actor nacido en el extranejro: Alberto de Mendoza. Actor argentino, rodó en España y en su país, casi un centenar de películas. Aquí fue extremadamente popular en las décadas de los 50 y 60. En los 70 su estrella declinaba, pero en esta cinta realizó un papel que volvió a elevar su “caché”. Es “Pujardov”, el pope ortodoxo, alucinado y casi satánico, iluminado y loco que algunos confunden con Paul Naschy, pues tal es el parecido entre ambos cuando lucen bigote barba y larga melena.

También había actores españoles. Silvia Tortosa, por ejemplo, que entonces empezaba a ser muy conocida, Julio Peña que ya lo era y Víctor Israel, un secundario que siempre encarnaba papeles siniestros en películas de terror o de humor y, por supuesto, habitual de los spagueti-westerns. También está presente el actor francés Georges Rigaud, aquí encarnando a un noble ruso.

Y con estos mimbres “Gene” Martin, armó su película.

La cinta nos cuenta el descubrimiento de un antropólogo británico, el “doctor Saxton” (Christopher Lee) en la remota Manchuria. Es el cuerpo de un ser monstruoso congelado desde tiempo inmemorial. Lo embala y, en el mayor de los secretos, lo embarca en el Transiberiano para analizarlo con calma en su tierra. Ya en el momento de ser embarcado ocurren extraños fenómenos en torno al monstruo congelado. Un ladrón aparece muerto y con los ojos en blanco, sin iris, ni pupilas. Todos creen que se trataba de un ladrón ciego.

En el tren viajan una serie de nobles y de personajes relevantes: un conde polaco (Jorge Rigaud), su esposa (Silvia Tortosa) y un consejero espiritual (Alberto Mendoza). Es precisamente el consejero espiritual, “el padre Pujardov” el que empieza a sospechar que en aquella caja hay algo anormal. Viaja también el “doctor Wells” (Peter Cushing) un reputado científico rival de “Saxton”.

Precisamente “Wells” paga a un empleado del ferrocarril (Victor Israel) para que abra la caja que tan reservadamente “Saxton” ha hecho subir al tren y que se niega a dar explicaciones sobre su contenido. El empleado, por supuesto, aparece muerto poco después, también con las órbitas de los ojos en blanco. Le seguirá un inspector de policía. Y, más tarde, el ayudante de Wells, otro científico como él. Más adelante, se interesará por los conocimientos metalúrgicos del conde polaco que también morirá.

“Saxton” sospecha que el monstruo que estaba congelado, tiene vida y ha escapado. Mas adelante, examinando los restos del fallecido, se dan cuenta de que en su sangre pueden ver los momentos de la vida del monstruo y logran deducir que ha llegado del espacio y es una forma de vida extraterrestre. A través de su mirada, captura los recuerdos y la sabiduría de las personas que asesina, las incorpora a su naturaleza y puede adoptar incluso ocupar sus cuerpos. “Pujardov”, pronto se da cuenta de que el monstruo está dentro del inspector, que puede cambiar de anfitrión y de forma y se rinde a su poder, convirtiéndose en su vallo. El monstruo le ha dejado vivir porque no detecta en su cerebro nada que pueda interesarse: el monstruo parece ser “positivista” y “cientifista”, todo lo que es espiritualidad, religión, fanatismo propio del creyente, no le aporta nada y, por tanto, lo pone aparte. Tal es el mensaje de fondo de la película.

Dado que el eco de los crímenes ha llegado a Moscú, el Ministerio del Interior, ordena a una partida de cosacos que suban al tren y acaben con el monstruo. Pero, en lugar de restablecer el orden, aumenta el caos. Al creer que matan al monstruo, disparando sobre el cuerpo de alguno de los que ha matado antes, esa forma de vida ocupa otro cuerpo. Es inmortal. Es la voz de los siglos de historia y probablemente el ente que transmitió la vida al planeta Tierra en la más remota antigüedad. Los cosacos van siendo muertos uno a uno y los pasajeros se ven obligados a retirarse hasta el último vagón. Mientras, en Moscú, enterados de que la misión encargada a los cosacos ha fracasado, ordenan destruir el tren, desviándolo hacia una vía muerta que termina en un precipicio. Pero, el monstruo ya ha tomado el control de la locomotora, pero no logra evitar que la locomotora se desvíe. Los pasajeros supervivientes han logrado desenganchar el último vagón que se para a escasos metros del abismo por el que ha caído el tren con el monstruo. Ahora, en las profundidades heladas del a, no podría penetrar en nadie, quedará nuevamente congelado durante generaciones. Fin de la historia.

El fondo de la cuestión es la llegada de vida extraterrestre a la tierra, la posibilidad de transferir el “espíritu” de un cuerpo a otro cuerpo y el desprecio por el fanatismo religioso. Todo en uno. Hay mucha acción, desmesura en algunas escenas. Cutrez en otras. Un híbrido, en definitiva, de ciencia ficción y terror, con un nivel medio aceptable y al que se le pueden perdonar fallos, y carencias de un guion que hubiera exigido ser refinado, porque la idea de partida era buena y la prueba es que la película sobrevive hoy a sus muchos defectos. Es una película que podría dar lugar a un remake: sustituyendo al monstruo extraterrestre que “chupa” conocimientos de los humanos, por “la nube” digital, que tiende a absorber todos los conocimientos de la humanidad, se tendría una buena versión actualizada de este clásico del terror.

Con todo, la crítica más dura que puede hacerse es que el guion no es completamente original. En 1951 se había estrenado El enigma de otro mundo de Howard Hawks que luego sería “actualizada” con La Cosa (1982) de John Carpenter, realizada cuando la “era de la informática” todavía estaba en pañales. Así que el leit-motiv no es completamente original. Sin embargo, consideramos que un remake de esta cinta, realizado con más medios, con un guion más elaborado y unos efectos especiales digitales y con actores icónicos, podría ser un buen tema en estos momentos de falta de ideas nuevas.

De momento quedémonos con dos ideas: Pánico en el transiberiano es también un ejemplo de que en la España del tardofranquismo podían realizarse buenas películas de terror y que se trata de una película digna y que se entiende que todavía hoy suscite polémicas, pero siempre, con sus fallos y sus carencias, se salve de la quema.

 

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