LOS MUERTOS NO PERDONAN (1963) – JULIO COLL – CUANDO LA PARAPSICOLOGÍA EMPEZABA A INTERESAR

Debió ser hacia principios de los 60 cuando en España empezó a hablarse de “parapsicología”. A la Iglesia no le hizo mucha gracia, porque suponía que alguien quería disputarle el territorio de lo “espiritual”. Sin embargo, programas de televisión, películas como ésta y, finalmente, la aparición de El Retorno de los Brujos y de la revista Karma-7 terminaron convirtiendo la parapsicología en un “fenómeno de masas” hacia el final del franquismo (con las “caras de Bélmez”). Esta película va en esa dirección.

FICHA

TITULO: Los muertos no perdonan

AÑO: 1963

DURACIÓN: 84 minutos

DIRECTOR: Julio Coll

GÉNERO: Intriga

ARGUMENTO: Uno de los miembros de un grupo que está explorando territorio en tierras lejanas es asesinado. El hijo, que se encuentra en España, percibe de forma paranormal que algo ha ocurrido y decide investigar por su cuenta con la ayuda de un enigmático profesor de parapsicología y un policía.

ACTORES: Luis Prendes, May Heatherly, Javier Escrivá, Irán Eory, Antonio Casas, Paco Morán, Alberto Dalbés, Antonio Molino Rojo, María Vico, Conchita Goyanes

 

CLIPS

CLIP 1 – LO QUE SE HACE EN UN LUGAR REMOTO ES SENTIDO POR ALGÚN ALLEGADO


CLIP 2 – UNA “MASTER CLASS” DE PARAPSICOLOGÍA


CLIP 3 – TRAGEDIA EN IQUITOS, PERÚ


CLIP 4 – UNA FORMIDABLE CAPACIDAD PARAPSICOLÓGICA


CLIP 5 – UNA REHABILITACIÓN INMOBILIARIA EN LOS AÑOS 60: “DE LA PIEL DEL DIABLO”


CLIP 6 – LLEGA EL HIJO DEL ASESINADO: “LOS MUERTOS NO PERDONAN”


CLIP 7 – “NO LLAMES AMISTAD AL MIEDO”… UNOS VAN Y OTROS (UN CADÁVER) VIENEN


CLIP 8 – CUANDO YA NO HAY CARETAS


CLIP 9 – UNA MONTERÍA Y UNA SORPRESA: “JAVIER VENDRÁ ESTA NOCHE A VERNOS”


CLIP 10 – LOS MUERTOS QUE VOS MATASTEIS, GOZAN DE BUENA SALUD


CLIP 11 – “NO ME IMPORTA CONFESARLO. MATÉ A TU PADRE Y A TI…"

 

Carteles y programas

 

 

Cómo localizar la película

A través de youTube: LOS MUERTOS NO PERDONAN

 

Lo menos que puede decirse sobre LOS MUERTOS NO PERDONAN

Entre 1955 y 1971, Julio Coll dirigió una veintena de películas y guionizó otras 40. Y, sin embargo, no era alguien que, en principio, pareciera orientado hacia el Séptimo Arte. Fundó uno de los primeros gabinetes de psicoterapia de España. Era perito mercantil de profesión, pero también le encantaba la mecánica de automóviles y el periodismo. A partir de 1942 fue encargado de la crítica teatral en la revista Destino, publicada, inicialmente, por los falangistas catalanes. Era catalán y no tardó en conocer a un barcelonés dedicado al cine, Ignacio F. Iquino, que le enseñó las cuatro reglas de la profesión. Mientras afianzaba su relación con Iquino y le escribía guiones para su productora, estrenó -con éxito- varias obras teatrales y, para colmo, le dio por la ciencia ficción. Solo a partir de 1958 decidió dedicarse exclusivamente al cine. Pasó de Barcelona a Madrid y entró a trabajar para TVE. Más tarde, asumiría la subdirección de la Escuela Oficial de Cinematografía.

Practicó especialmente películas de género negro, como ésta que comentamos. Sin embargo, y como puede verse en el guion por él elaborado, le atraían otros temas: la parapsicología, por ejemplo. Y, vale la pena detenerse un momento en este territorio.

Hasta los años 60 esta temática estuvo prácticamente ausente en nuestro país. Existían grupos, casi clandestinos, interesados en todos estos temas, pero ni los medios de comunicación les hacían mucho caso, ni disponían de medios suficientes para hacerse oir. Como máximo, existían algunos “mentalistas”, como el “profesor Fassman”, que, además de cursos de parapsicología, actuaba en salas de espectáculos. Fue con la aparición de El Retorno de los Brujos (1960) cuando aumentó el interés por todo lo paranormal. A pesar de que a la Iglesia Católica esta temática no le hacía particular gracia, el gobierno debió considerar que, a fin de cuentas, era inofensiva e, incluso, le dio cabida en TVE (en algunos episodios del programa del profesor Jaume Miravitlles, en la serie Los invensibles de Némesis, en un programa especial presentado por el actor Arturo López, etc.). En 1963, toda esta cuestión empezaba a gozar de cierta popularidad y fue entonces cuando Julio Coll elaboró un guion en el que pudo introducir la cuestión y unirlo a la localización excepcional del Castillo de la Mota.

El resultado fue una película atípica, un verdadero conjunto disjunto en el que aparecen trazas de realismo mágico, otros de género negro, bastante de thriller psicológico e, incluso, trazas de costumbrismo. Coll filma esta cinta en el ecuador de su carrera cinematográfica. Antes ha rodado varias de género negro (Distrito Quinto, 1957, Los cuervos, 1960, etc.). La experiencia rezuma por los poros de esta cinta, no exenta de fallos, tanto en la concepción del guion como en el casting de algunos actores que, visiblemente, no dan la talla. En cualquier caso, los protagonistas principales figuraron entre la élite artística de los años 60: Luis Prendes en su papel de malo-malísimo, Javier Escribá (hijo del muerto con dotes parapsicológicas), Paco Morán (en los primeros pasos de su carrera que en esos momentos se confirmarían en las novelas y espacios teatrales de TVE), Alberto Dalbes (el enigmático e inquietante parapsicológo)… Entre los secundarios figuran Crisanto Huerta (para los amigos “Cris Huerta”) y uno de los rostros más bellos de la naciente TVE: Irán Eory.

La película se inicia en un lugar de los Andes peruanos. Una expedición compuesta por tres personas “Gálvez” (Paco Morán), “Pablo Laínez” (Luis Prendes) y “Luis Alcaraz” (Antonio Casas), suben montañas, atraviesan arroyos y todo induce a pensar que se están viendo en dificultades. Mientras, el hijo de “Alcaraz”, “Javier” (Javier Escribá) tiene la sensación de que algo ha ocurrido y que su padre a muerto asesinado. Se trata de un joven dotado de cualidades parapsicológicas que ha sabido reconocer y apreciar su mentor, “el profesor Antonio León” (Alberto Dalbes), catedrático que imparte lecciones de parapsicología y cuenta a sus alumnos el famoso experimento realizado con las llamadas “cartas Zenner” durante la travesía del submarino nuclear Nautilus bajo el casquete polar (ver clip 2), episodio muy famoso en aquellos años y que fue ampliamente comentado por la prensa española.

“Dalbes” contacta con un policía amigo suyo, “el inspector Solandes” (Antonio Molino Rojo) que, en principio es escéptico, pero que luego, tras una exhibición, se convence de las cualidades paranormales de “Javier”. Está claro que, si se ha producido un asesinato, este solamente ha podido ser cometido por “Gálvez” o por “Laínez”, pero no existen pruebas tangibles en esa dirección. Aprovechando que ambos retornan a España, “Javier”, de común acuerdo con el policía y con su mentor, deciden poner una trampa a “Laínez”. Trampa que, finalmente, dará resultado y que, a fin de cuentas, es el estímulo para que el lector de estas líneas se anime a ver esta película.

El resultado global es muy aceptable. Está bien filmada, incluso podemos creer que los paisajes montañosos, recuerdan a los Antes peruanos; la cámara se mueve bien, el blanco y negro y la escala de grises, muestran tomas muy estudiadas tanto a plena luz como en lugares sombríos. Si a esto unimos el buen hacer de la mayoría de los actores -con algunos fallos en papeles secundarios- y a un guion que conjuga, como hemos dicho, influencias de distintos géneros, habrá que reconocer que Julio Coll realizó un trabajo excelente.

Coll es otro de esos directores a reivindicar y a revisar, especialmente en estos momentos de plúmbeas producciones de nula calidad. Es evidente que la película se realizó con medios limitados: pero también es cierto que se aprovecharon al máximo. El interés por la cinta no ha decaído con el paso del tiempo: su contenido sigue tan fresco como hace sesenta años cuando se rodó.

No es una cinta excepcional: es, simplemente, una película correcta en la que el trabajo de los actores supera al guion en algunos momentos. Éste hubiera debido de eliminar algunas incoherencias o aspectos poco explicados que pasan desapercibidos mientras que ve la película, pero subyacen en el momento en el que se reflexiona sobre lo que se acaba de ver.

Lo que más llama la atención es la originalidad del guion. Toca temas que no habían sido explorados por la filmografía patria, con un lenguaje cinematográfico poco usual. Si la tuviéramos que calificar del 1 al 10, le atribuiríamos un notable al guion, pero si se tratase solamente de evaluar a los actores principales y a la mayor parte de secundarios, superaría con creces el notable alto, situándose en el terreno del sobresaliente.

Esperamos que el lector sienta la tentación de verla.

Otros enlaces:

Ladrones y galanes. Variaciones del cine negro en la trilogía barcelonesa de Arturo Fernández y Julio Coll – Ignacio Gaztaka y Victor Iturregui-Motiloa

Directores de Cine en Cataluña de la A a la Z – Magí Crusells

 








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