LA PRIMA ANGELICA (1974) – Carlos Saura – UNA ORGIA DE RECUERDOS

En su estreno generó mucho ruido (incluso el algún petardo). Vista a casi medio siglo de distancia, la película es sosa hasta la extenuación. Los recursos utilizados por el director no eran nuevos y, para colmo, José Luis López Vázquez -lo mejor de la película- reproduce una actuación exacta a la que había realizado tres años ante en El Jardín de las Delicias. Las connotaciones políticas están colocadas con calzador y casi obligadas. Por lo demás, están presentes todas las obsesiones freudianas del director que empezó a manifestar desde 1967.

FICHA

TITULO: La primera Angélica

AÑO: 1974

DURACIÓN: 107 minutos

DIRECTOR: Carlos Saura

GÉNERO: Drama

ARGUMENTO: Un hombre maduro vuelve a su pueblo y se encuentra con familiares a los que no había visto desde la guerra civil cuando su familia lo dejó allí mientras ellos iban a Madrid. En el curso de esta estancia, treinta años después, se encuentra con su prima Angélica de la que había estado enamorado de niño.

ACTORES: José Luis López Vázquez, Lina Canalejas, Fernando Delgado, Julieta Serrano, Lola Cardona, Josefina Díaz, José Luis Heredia, Encarna Paso, Luis Peña, María de la Riva, Marisa Porcel, María Clara Fernández de Loaysa

 

CLIPS

CLIP 1 – EL PRIMER RECUERDO… PRIMERA ESCENA


CLIP 2 – EL SEGUNDO RECUERDO… PAPA Y MAMÁ


CLIP 3 – TERCER RECUERDO… INMOVILIDAD ABSOLUTA


CLIP 4 – CUARTO RECUERDO… CARTA DE MAMÁ Y LA ATRACCIÓN DE LA PRIMA


CLIP 5 – QUINTO RECUERDO… ANSIEDAD EN LA GUERRA CIVIL


CLIP 6 – SEXTO RECUERDO… CARIÑO QUE NACE, PAPÁ QUE MUERE



CLIP 7 – SÉPTIMO RECUERDO… DURMIENDO CON LA TÍA


CLIP 8 – OCTAVO RECUERDO… UN MIEDO ATÁVICO Y ANGUSTIOSO



CLIP 9 – NOVENO RECUERDO… SIGUE LA PESADILLA CON LA MONJA ESTIGMATIZADA


CLIP 10 – DECIMO RECUERDO… BESAR ES PECADO


CLIP 11 – UNDÉCIMO RECUERDO… EL FALANGISTA EN CABESTRILLO


CLIP 12 – DUOCÉCIMO RECUERDO… UN BOMBARDEO CUANDO SE ESTÁ EN PECADO


CLIP 13 – TRECEAVO RECUERDO… UNOS AZOTES Y UNA DESPEDIDA



  

Carteles y programas

 

 

 

Cómo localizar la película

En FlixOlé: LA PRIMA ANGÉLICA

En eMule: LA PRIMA ANGÉLICA

Lo menos que puede decirse sobre LA PRIMA ANGÉLICA

Lo que me pasó con esta película fue muy curioso. Cuando se estrenó, el cine me interesaba poco o nada. Y, mucho menos, el cine de Saura, a quien tenia por un progre inveterado. Así que su estreno pasó desapercibido para mí. Se había estrenado en el cine Balmes. Yo había estudiado todo el bachillerato justo en frente, pero desde hacía cinco años había dejado de ver a los escolapios -casi todos los cuales habían pasado de la sotana al PSUC-. Estalló un petardo en el cine y, por algún motivo, estuve unos días detenido. Hoy no tendría inconveniente en decir que el autor del petardo fui yo. Pero no fui. En realidad, si me detuvieron fue porque sospechaban -las intervenciones telefónicas eran el pan de cada día- que yo sabía quién podía haber sido. En realidad, lo sospechaba, efectivamente. Debía de ser falangista -yo no lo era-, debía de estar habituado a colocar otros petardos -yo no lo estaba- y, para colmo, debía tener algún tipo de “protección aérea” (como llamábamos en la época a los ultras que contaban con algún tipo de cobertura por parte de alguno de los servicios de seguridad del Estado). Así que, en Barcelona, solamente podía ser una persona. Que, por supuesto, no dije en unos interrogatorios que recuerdo grotescos, absurdos y surrealistas. Aunque todo eso se elevó un peldaño en el Juzgado de Guardia. Me tuvieron tres días detenido y a la calle. Una experiencia relativamente normal en la época. Algo así como un mes después fui a ver La prima Angélica. Me aburrió. Ahora, para escribir estas líneas, he vuelto a verla. Me ha vuelto a aburrir.

En 1970, Saura había filmado El Jardín de las Delicias. José Luis López Vázquez había hecho un trabajo excepcional en su papel de individuo mentalmente tocado tras sufrir un accidente. Era la segunda colaboración de este actor con Saura, al que había encontrado en Peppermint frappé, la primera película en la que este director muestra toda la panoplia de obsesiones y recuerdos freudianos de los que seguirá haciendo gala hasta bien entrados los años 70. López Vázquez era consciente de que proliferarse en “españoladas” no iba a redundar positivamente en su carrera. Además, era un buen actor, y merecía hacer papeles más sólidos en un cine más ambicioso. Se entendió con Saura, pero no volvió a trabajar con él después de La prima Angélica. En las tres cintas, López Vázquez se ve obligado a hacer un papel casi de alucinado, ausente, al menos en las escenas cumbres. Es en el resto de las tres cintas donde comprobamos su calidad como actor. Saura quiere representar a través del actor, sus propios recuerdos, sus obsesiones, sus traumas, sus terrores. Y López Vázquez cumple. Pero, el problema es que, especialmente en las dos últimas colaboraciones, El Jardín de las Delicias y La prima Angélica, las actuaciones de López Vázquez se parecen como dos gotas de agua: las mismas expresiones faciales, los mismos rictus de asombro, la misma mirada ingenua. Solo que en la primera son las de un hombre afectado por un accidente que ha perdido memoria y recuerdos y en la segunda son las de un niño que se ha quedado en un pueblo con su familia durante la guerra civil. Para quienes han visto, El Jardín de las Delicias, La prima Angélica les sorprenderá porque el protagonista parece repetir personaje.

Hay otro elemento curioso en esta cinta. El papel que desempeña la Guerra Civil. Estamos en 1973, hace 35 años que los cañones han callado. El tiempo hace que cada año que pasa, sea un año en el que la guerra queda más y más atrás. Sin embargo, Saura, desde que rodó La Caza, comprobó el “efecto benéfico” de recordar la guerra. No importa si no estaba en su intención -como en La Caza-, se lo descubre la crítica que busca elogios y, sobre todo, la crítica progre, que aspira a llevar a su terreno cualquier producto cultural: así pues, una trama psicológica, como es La Caza, como por arte de magia es transformada en “una metáfora de la guerra civil”. Saura se apropia, a posteriori, de esta temática y, poco a poco, la va introduciendo en sus películas. Sabe que así satisfará a un sector de los espectadores y a la crítica. Y lo hace in crescendo. En El Jardín de las Delicias, reproducirá una escena del día de la proclamación de la República. Pero es 1970 y, en esa fecha, el franquismo todavía puede resistir. Así que, para evitar problemas, la escena en cuestión es caótica: quien la vea dirá “la República fue el caos”, pero también, otro sector, alegará “fue una explosión de entusiasmo popular”. Así pues, todos contentos. Y, por lo demás, lo que importa es lo que diga la crítica progre.

En 1973, han cambiado varias cosas: la oposición democrática ha avanzado y el franquismo ha retrocedido. El Almirante Carrero Blanco es asesinado y Franco da muestras de debilidad. Así que el final del régimen está próximo. Saura sube de nivel su crítica al régimen. Y lo hace por la vía humorística: se burla de un sector del régimen, ya muy debilitado, los falangistas, a los que escarnece con la presencia del actor Fernando Delgado (“Anselmo”) en camisa azul y con el brazo en alto y en cabestrillo. Pero aún hace algo mucho más claro: presenta a este personaje como “heroico” (sobre su herida dice: “no es nada, un poco de metralla. Dentro de unos días otra vez al frente”), donjuanesco y engañador (en su versión 30 años después de la guerra civil) y sádica (azotando a “Luis”, López Vázquez niño, en la escena final). Aquí ya no hay “metáforas”: aquí lo que hay es pura subjetividad tendenciosa. Y manipulación: porque la misma historia podía haberse contado desde “el otro lado”: un niño madrileño cuyos padres son fusilados y él es enviado a Barcelona en donde ve las masacres y el miedo generado por la FAI con permiso del “molt honorable president” Lluis Companys. Y la prima, en lugar de llamarse “Angélica”, podía haberse llamado “Meritxell” (por ejemplo). En 1973-74, había transcurrido tiempo suficiente como para superar la guerra civil. La persistencia del recuerdo es lo que nos ha llevado, hoy, a aguantar una nueva “ley de memoria histórica” para hechos que ocurrieron hace ¡86 años! ¡Como si en 1952, el franquismo hubiera habilitado una “ley de la memoria” sobre la tercera guerra carlista!

Saura en esta película despliega sus obsesiones ya comprobadas en cintas anteriores: la obsesión antirreligiosa con la “metáfora” del corazón podrido y agusanado de “monja escarnecida”; la enseñanza del sacerdote (el pobre Luis Peña que había pasado de protagonizar ¡Harka! y de ¡A mi la legion!, a ejercer de cura caricaturesco; fue, por cierto, su última película); los sueños y pesadillas, los recuerdos de infancia con el despertar de la sexualidad, etc. Es una característica de su cine de aquella época: el descubrimiento tardío de Freud malogró las búsquedas interiores de algunos directores y escritores y las encarriló por los caminos trazados por las obsesiones y los fantasmas interiores del psiquiatra vienés.

Lo que más se alabó en la época fue que López Vázquez asumiera el papel de “Luis” en dos épocas, en su infancia (el actor había superado los cuarenta años) y en su madurez. Doble error freudiano: en primer lugar, porque si el director quería subrayar que se trataba del mismo personaje, lo cierto es que todos cambiamos y, aquí vale la pena utilizar la palabra bíblica “mis yos son legión”. Por otra parte, el personaje no revive recuerdos, sino que “recuerda recuerdos”, es decir, revive lo que recordó por última vez. Pero es que este planteamiento no es una originalidad de Saura, sino que previamente, Bergman lo había utilizado ya en Fresas Salvajes (1957). Allí aparece un personaje, el “doctor Borg”, en diferentes etapas de su vida, representado por el actor Viktor Sjöström. Así que el recurso no es nuevo, sino un plagio de una obra que había despertado cierto interés en España quince años antes.

La pregunta, a la vista de todo esto es: si quitamos el recurso de López Vázquez interpretando distintas edades de su personaje, si quitamos las obsesiones propias del cine de Saura en ese época, si quitamos la referencia facciosa a la guerra civil, si quitamos los recursos interpretativos de López Vázquez, exactamente los mismos que utilizó en las dos anteriores colaboraciones con Saura… ¿qué queda de esta película? Muy poco.

Para nosotros, es solamente una anécdota personal de tres días perdidos por culpa de unos policías que no supieron hacer su trabajo. Luego, como cinéfilo, reconozco que esta película tiene un reparto excepcional con algunos actores hoy prácticamente olvidados: Lola Cardona, Fernando Delgado, Lina Canalejas, Pedro Sempson…

Es la historia de un hombre que vuelve para enterrar a su madre, al pueblo en donde estuvo durante la guerra civil, manteniendo una relación de proximidad con su prima. Treinta años son suficientes para cambiarlo todo. Sin embargo, los personajes de Saura siguen como en su infancia. Para ellos, casi nada ha cambiado. No, definitivamente, no es una de las mejores películas de Saura, por mucho que sea, por razones extracinematográficas, una de las que más ha dado que hablar en su producción.

 

Otros enlaces:

La prima Angélica – Albert Turro.

“Angélicos” y “Furtivos”: en torno a La Prima Angélica y a Furtivos – Bernardo Sánchez Salas

Imaginarios del Franquismo: La prima Angélica y El espíritu de la colmena – M. Miguel Borrás, I. Arquero

Los inicios de Carlos Saura – Dos conversaciones – Miguel Santesmases








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