¡A MI LA LEGIÓN! (1942) – Aventuras tintinescas al calor del Credo Legionario

El éxito de ¡A mi la legión! se puede explicar por muchos factores. El primero de todos, es la calidad de los actores y del trabajo de dirección, pero también por la época en la que se estrenó, cuando todavía estaba muy próximo el recuerdo de la Guerra Civil y el país necesitaba héroes que compensaran una situación particularmente difícil. Además, eran los momentos en los que otra guerra ensombrecía a Europa. La película es una síntesis de aventura, patriotismo, amor y drama y hoy puede ser considerada como un arquetipo del cine que hizo fortuna en los años inmediatamente posteriores al final de la guerra civil.

FICHA

TITULO: ¡A mí la legión!

AÑO: 1942

DURACIÓN: 82 minutos

DIRECTOR: Juan de Orduña

GÉNERO: Bélica

ARGUMENTO: Un nuevo legionario, Mauro, se incorpora a una unidad de la Legión en los años 20, mientras se desarrolla la guerra del Rif. Pronto se integra con un grupo de legionarios muy distintos a él, pero con los que empatiza. En un local marroquí se produce una pelea que costará la vida a un hombre, siendo acusado Mauro del crimen. Sus compañeros pelearán para que se establezca la verdad de lo ocurrido. Diez años después, los caminos de ambos se han separado y conoceremos quién era en realidad, Mauro.

ACTORES: Alfredo Mayo, Luis Peña, Manuel Luna, Miguel Pozanco, Pilar Soler, Manuel Arbó, Rufino Inglés, Fortunato Bernal, Arturo Marín, Fernando Galiana

 

CLIPS

CLIP 1 – EL GRAJO CANTANDO CANCIONES LEGIONARIAS



CLIP 2 – EN EL BANDERÍN DE ENGANCHE



CLIP 3 – UNIDAD DE LA LEGION CERCADA



CLIP 4 – MAURO LIBERADO DE SU COMPROMISO CON EL TERCIO



CLIP 5 – DESENMASCARANDO AL USURERO



CLIP 6 – A MI LA LEGION



 CLIP 7 – LA LEGION EN LOS COMIENZOS DE LA GUERRA CIVIL


CLIP 8 – ENCUENTRO ENTRE VIEJOS CAMARADAS



 

Carteles y programas

 

 

 


Cómo localizar la película

A través de eMule en el siguiente enlace: ¡A MI LA LEGION!

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Lo menos que puede decirse sobre ¡A MI LA LEGION!

En 1942, España vivía un momento de contrastes y contradicciones: por una parte, el recuerdo de la reciente victoria de las nacionales sobre las republicanas, agravada por el hecho de que, tras la toma de Barcelona y de Madrid, se había conocido la existencia de checas, cárceles privadas, al margen de la legislación, en la que fueron detenidos y torturados, adversarios políticos. En algunos lugares, como Cataluña y Paracuellos se puso de manifiesto que, especialmente en los primeros meses de la guerra civil se habían producido fusilamientos en masa. El nuevo régimen hizo circular informaciones incesantes en esos años, sobre todos estos sucesos y la mayor parte de la población quedó traumatizada al conocer lo que había pasado. Pero también existía una contracción entre lo que pasaba en España (paz recobrada) y los sucesos que se estaban sucediendo en todo el mundo (la segunda guerra mundial). Así mismo, en el interior del gobierno español, el conflicto entre “germanófilos” (Serrano Suñer y el equipo de falangistas revolucionarios) y “neutralistas” (militares sobornados por la embajada inglesa a través de Juan March, y monárquicos juanistas), se disputaban el favor de Franco. Y, finalmente, la última contracción no era menos lacerante: había paz, pero no había prosperidad, seguía el racionamiento, las restricciones de energía, el desabastecimiento de mercados, para una población que quería tener sus necesidades cubiertas. De la misma forma que en Hollywood, cuando mayor es una crisis, más se insiste en lanzar películas de “super-héroes”, en España, mucho más realista, se optó por lanzar en esas mismas circunstancias cine de héroes más próximos, provistos de los ideales de la España nacional. Una de las películas que más fortuna tuvo en aquellos años fue ¡A mi la legión! de Juan de Orduña.

El año anterior, Orduña ya se había hecho cotar con un melodrama -Porque te vi llorar (1941)- que sintonizaba también muy bien con episodios que corrían de boca en boca en la postguerra (mujer violada por milicianos, que se casa con un hombre honesto, pero del que no está enamorada, para evitar la “maldición” de ser madre soltera). Con esta credencial, Orduña pudo filmar un año después, su quinta película, que constituiría su gran éxito, antes de abordar el cine historicista en el que destacó con luz propia.

Orduña contó como guionista a Raúl Cancio, Luis Lucia y Jaime García-Herranz. El primero, a pesar de morir tempranamente, rodó en la postguerra un número increíble de películas en los años 40 y 50, pero pocas veces en papeles principales. Su verdadera pasión era el teatro, en el que trabajó con compañía propia en los años de postguerra. A Luis Lucia le esperaba una dilatada carrera como director de cine que, en 1939 nadie, ni él mismo, esperaba, cuando fue contratado por CIFESA, para ejercer como abogado de la empresa. Lucia pasó a realizar guiones y luego a dirigir películas que serían muy famosas en los 50 y 60, siendo uno de los que impulsaron el cine musical español con actrices como Marisol o Rocío Durcal. En cuanto a García-Herranz, fue otro guionista de CIFESA y luego fundador de la Cooperativa de Cinema de Madrid, con un número increíblemente alto de guiones llevados a la pantalla hasta su muerte en agosto de 1966.

En encargo que había recibido Orduña de CIFESA era rodar una película que exaltara la vida y los valores patrióticos de la Legión Española, bajo el formato de una película de aventuras. Orduña y sus guionistas, lo lograron. Hasta ahora no se ha reseñado que la película tiene influencias del cómic elaborado por Hérgé, El cetro de Ottokar (1939). “Mauro”, el misterioso legionario del que nadie sabe su origen, es el príncipe de un país balcánico. Incluso la famosa escena, calificada como antisemita, en la que un judío usurero es el causante de la muerte de un hombre por la que es acusado injustamente “Mauro”, puede haber estado inspirada en los mismos cómics de Tintín (en el que, antes de la guerra, el personaje del “odiado Rastapapoulos”, desde la posguerra “griego”, era antes de la Segunda Guerra Mundial,. Judío). El resto de la inspiración, obviamente, procedía del “Credo de la Legión” instituido por Millán Astray y, concretamente, al “Cuarto Espíritu de la Legión”: “El espíritu de unión y socorro: a la voz de ¡A mi La Legión!, sea donde sea, acudirán todos y, con razón o sin ella, defenderán al legionario que pida auxilio”.

La película nos muestra el acuartelamiento de la 4ª Bandera la Legión (las mismas instalaciones que habían aparecido en la película de Jean Duvivier La Bandera (1935), sobre la novela de Pierre Mas Orlan. A la sala de inscripciones llega un contingente de nuevos voluntarios. Todos ocultan algo, su edad, su nombre, su pasado. Unos, visiblemente, son menores -pero han llegado allí “a morir por la legión”-, otros son delincuentes en fuga –“Rodrigo Ruiz Díaz de Vivar”- y otros son personajes misteriosos de los que no se sabe nada, ni quieren revelar nada –“Mauro, solo Mauro”- pero todos ellos asumen el “espíritu de la legión” expresado en los doce puntos de su “credo”.

“Mauro” se integra bien en un grupo formado por El Grajo y otros legionarios campechanos. Por supuesto, les gusta divertirse fuera del servicio y en uno de los locales que frecuentan se produce una discusión en el curso de la cual, sin saber cómo, un hombre aparece muerte. La policía culpa a “Mauro”, pero sus compañeros tienen la seguridad de que es inocente y se dedican a demostrarlo. Es aquí donde tiene lugar la que a pasado a la posteridad, como “escena antisemita” y le ha costado a Juan de Orduña aparecer en todas las antologías de cine antisemita elaboradas en España y en el extranjero. El responsable de la muerte del individuo resulta ser un usurero judío y el honor y la integridad de “Mauro” quedan salvaguardadas. Han pasado 10 años, la guerra de África hace tiempo que ha terminado y el grupo de legionarios ha reemprendido sus vidas fuera de la milicia. El Grajo se alquila como mercenario y es llamado a un Estado Balcánico para cometer el atentado contra un príncipe, heredero del trono, que resulta extremadamente popular. Los revolucionarios no consiguen que El Grajo les ayuda, así que siguen con sus planes, y éste aprovecha su estancia para darse una vuelta por la capital. Ve un cortejo real y comprueba que la personalidad a la que tenía que haber matado es “Mauro”, cuya verdadera personalidad es la de príncipe heredero. Es entonces cuando grita “¡A mi la legión!” que hace que el espíritu legionario reverdezca en el cerebro de “Mauro” y le haga reaccionar inmediatamente. Los dos amigos se reencuentran y pasarán unos meses juntos. Tras la coronación, El Grajo decide volver a España: ha estallado la guerra civil y hace falta arrimar el hombre junto a los legionarios que se están batiendo en el frente sur. En la escena siguiente, El Grajo se encuentra con sus antiguos camaradas. Pero está melancólico: ha dejado a su amigo, tras renunciar a una cómoda posición en su corte. Pero esa situación durará poco, los nuevos relevos están llegando y, con ellos, un nuevo voluntario, que no es otro que “Mauro”, quien ha renunciado a la corona para combatir codo a codo con sus antiguos camaradas de la legión.

El guion, como puede verse es excepcionalmente simple, una típica película de aventuras, en la que lo que cuenta, es el “espíritu” de la narración, mucho más que la verosimilitud de los hechos. Y, si la película gozó en su momento de una fama que todavía hoy dista mucho de haberse extinguido, se debió a que supone sintetizar y exaltar valores patrióticos, temática de aventura y temática militar, en una catarsis que no deja espacio a la racionalidad.

El hecho de que se trate de un cine “de aventuras” hace que la película pueda verse hoy y emocionar al espectador. El lenguaje cinematográfico ha cambiado, pero el ADN del espectador sigue siendo el mismo que el de hace ochenta años y, por mucha corrección política, pensamiento único, mundialismo y globalización, el espectador sigue reaccionando a los mismos estímulos emocionales.

Por otra parte, ahora que, vivimos tiempos “igualitarios”, en esta cinta se exalta ese valor, implícito en el mismo Credo de la Legión. El uniforme y la disciplina militar generan una situación de “igualdad” entre los hombres: todos ellos están sometidos a los mismos riesgos, a las mismas normas, a idéntico tratamiento. Y, para demostrar esta “igualdad”, los guionistas tomaron las imágenes de legionarios procedentes e estratos humildes de la población, que reciben el mismo tratamiento que un príncipe integrado entre ellos que ha aceptado libremente el “espíritu de igualdad” con sus camaradas de armas.

Y, es que, a pesar de que, la crítica actual quiera presentarla como una “película antisemita” (por una escena de no más de 15 minutos), ¡A mí la legión! es mucho más que eso, es la síntesis de los valores militares de todos los tiempos. Por eso no ha perdido actualidad, y por eso, siempre que un país requiera de una defensa, esta cinta será susceptible de inspirarla.

 

Otros enlaces:

¡A mi la legión! La visión franquista del África española en la gran pantalla durante la postguerra civil – David Bravo Díaz

Las músicas en la legión – Francisco J. Gonzñalez del Piñal Jurado

El mito errante: la figura del judío en el cine franquista – C.R. Fernández




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