ROJO Y NEGRO (1942) – La película falangista por excelencia

 

De entre todo el cine filmado durante el período franquista hay muy pocas cintas en las que aparezcan explícitamente falangistas y mucho menos cintas que puedan considerarse como inspiradas en el nacional sindicalismo. Habitualmente se cita a Rojo y Negro como la única película propiamente realizada por un seguidor de Falange Española. La película, además, encontró obstáculos para su difusión y fue pronto retirada de las carteleras. Puede discutirse que sea la “única” película de tono “azul”, sin embargo, es innegable que muestra a la perfección el clima de terror instalado en el Madrid republicano y la actividad de la “quinta columna”.

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La España que avanza con paso firme (reconstrucción del acto de fundación de Falange Española y del asesinato de Matías Montero) y la España que destruye (con el simbolismo expresionista del manómetro que registra cada vez más presión hasta que todo estalla y del vaso que finalmente se desborda) y se inicia la Revolución Nacional. Así lo vio Carlos Arévalo.
 

FICHA

TITULO: Royo y Negro

AÑO: 1942

DURACIÓN: 78 minutos

DIRECTOR: Carlos Arévalo

GÉNERO: Guerra Civil

ARGUMENTO:

ACTORES: Dos jóvenes, hombre y mujer, se conocen desde niños. Ya adultos, cada uno de ellos ha orientado su vida hacia una dirección diferente: él milita en la izquierda y ella está afiliada a Falange Española en los meses previos al estallido de la guerra civil. A pesar de estas diferencias de criterio, se quieren. El problema para ellos surge a partir del estallido de la guerra civil: él es uno de los jefes de las milicias populares, mientras que ella se integra en la “quinta columna” resultando, finalmente, detenida y fusilada. Su novio, desesperado, no puede hacer nada para impedirlo y termina, as su vez, muerto, en un tiroteo con milicianos.

 

CLIPS

CLIP 1 – ALGO MÁS QUE UNA DISCUSIÓN DE ENAMORADOS: EL DRAMA DE UN PAÍS Y DE UNA ÉPOCA


CLIP 2 – EL GALLINERO EN QUE SE HABÍA CONVERTIDO ESPAÑA Y EL CIRCO POLÍTICO ANTES DE QUE SE DESBORDARA EL VASO


CLIP 3 – LOS PRIMEROS DÍAS DE PERSECUCIÓN EN EL MADRID DE LA REPÚBLICA.


CLIP 4 – UN REGISTRO Y EL RECIBO DEL PAGO DE UNA CUOTA A FALANGE ESPAÑOLA. CONDENA A MUERTE EN EL MARDRI DEL VERANO DE 1936.


 

CLIP 5 – PANORÁMICA DE LAS CHECAS DE MADRID Y DEL "DEBATE" ENTRE "REVOLUCIONARIOS"


CLIP 6 – A MORIR EN LA PRADERA...



CLIP 7 - DESESPERACIÓN POR EL IDEAL FUSILADO



 

Carteles y programas

 


El único cartel que se dispuso de la película en el momento de su estreno

Portada de la edición en DVD realizada a principios del milenio.


Cómo localizar la película

A través de eMule, mediante el siguiente enlace: ROJO Y NEGRO.

O bien mediante el HTML: <a href="ed2k://|file|Rojo%20y%20negro%20(1942,%20C.%20Ar%C3%83%C2%A9valo).(Spain).(spanish).(C.Montenegro,%20Ismael%20Merlo).mkv|2321057722|C1EF322D3598D25061A417B18AD54316|h=YRUOPIFEGOQ3AIVQPKLX675BXHKJNWFC|/">Rojo y negro (1942, C. Arévalo).(Spain).(spanish).(C.Montenegro, Ismael Merlo).mkv</a>

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Lo menos que puede decirse sobre ROJO Y NEGRO

Una cinta sobre la guerra civil, ha dado que hablar en los últimos años a causa del olvido que había sufrido tras su estreno y de las extrañas circunstancias que concurrieron en esta desaparición. Se trata de Rojo y negro (1942) de Carlos Arévalo, que merece un parágrafo especial. Se ha dicho que Arévalo, era “vieja guardia” y que se había afiliado a Falange Española antes del estallido de la guerra civil e, incluso, antes de que el partido se viera rebasado por los 15.000 miembros de la Juventud de Acción Popular que se pasaron a sus filas en la primavera de 1936. No está confirmado y quizás se trate de una confusión con su hermano que sí lo estaba.

Las inquietudes artísticas de Arévalo se encaminarán, inicialmente, por las artes plásticas (era escultor de profesión), a partir de 1939 empezó rodando cortos de propaganda, arropado por Juan de Orduña (que fue quien le enseñó el oficio). En el curso de esos cortos, aprendió lo que era el lenguaje cinematográfico y su espíritu autocrítico hizo que fuera rectificando hasta convertirse en uno de los mejores directores del cine español.

Su cortometraje Ya viene el cortejo (1939) es una alegoría sobre la “España real” (en su primera parte) que termina con una declamación del poema de Rubén Darío que da título a la cinta. Será Orduña -recuérdese que fue actor antes que director- el que leerá las estrofas de Darío. La cinta -reproducida en varias ocasiones por Televisión Española en sus primeros años- será excesivamente grandilocuente y retórica, pero, en cualquier caso, sintonizaba con las necesidades de propaganda de la época.

Mucho más importante es su trabajo en Harka (1941). En apenas dos años, Arévalo se había hecho con los secretos de la cinematografía, hasta el punto de que figuró en la terna presentada a Franco para dirigir Raza. La familia contó que él mismo había renunciado a este cometido e incluso a los emolumentos que le ofrecieron por los servicios prestados hasta el momento en el que Sáenz de Heredia resultó elegido para dirigirla. También se ha dicho que, renunció porque prefería dirigir un proyecto propio que sería precisamente Rojo y Negro.

Hay algo de Arévalo en esta película: su padre (un pequeño empresario del mármol) y su hermano (militante de Falange Española como él) habían sido asesinados por los republicanos durante la guerra civil y él mismo perteneció a la resistencia clandestina contra el Frente Popular. Su domicilio familiar había sido registrado y saqueado por las “milicias populares” después de una “denuncia anónima” (probablemente de los porteros del inmueble). La película narra las peripecias de una mujer joven, afiliada a Falange Española que, finalmente, es asesinada tras su paso por una cheka de Madrid, y que no puede ser salvada por su novio, un militante de izquierdas. El hecho de que Arévalo narre situaciones que conoció a la perfección y que otros amigos y camaradas suyos vivieron, es lo que da más vigor, vitalidad y autenticidad a la narración.

En efecto, todos los personajes construidos -el novio comunista, la protagonista afiliada a la Sección Femenina de Falange, la vida en la checa, la clandestinidad, los “paseos” a la Pradera de San Isidro, al igual que la radicalización social anterior a las elecciones de febrero de 1936, etc, todo ello, tiene un aroma de autenticidad que hubieran sido imposibles de improvisar por un director que se hubiera mantenido ajeno a los hechos o que trabajara “de oídas”. A esto, Arévalo, sabe dotar a la película de un sentido plástico hasta ese momento ausente en el cine español y que solamente Edgar Neville, seguirá con La torre de los siete jorobados (1944), sin duda, la película más expresionista (y rodada con la contribución del escenógrafo Sigfrido Burman que había pertenecido directamente aquella escuela cinematográfica). La escena en la que describe la vida en la Checa con un plano-secuencia que muestra la vida del edificio desde los sótanos en donde están alojados los detenidos a la espera de su fusilamiento y de los interrogatorios, hasta los pisos altos en donde se reúnen las cúpulas de las milicias, es antológica y figura entre lo mejor y lo más innovador del cine español.

La carrera de Arévalo fue irregular. Tras los cortos del período 1939-1940, rueda Harka (1941), cinta que lo define como un “cineasta del franquismo” al glosar el modelo de militar “africanista” del que, en el fondo, había partido la sublevación militar de julio del 36. A los pocos meses rodará Rojo y Negro (1942) y, ese mismo año, Siempre mujeres (1942), una comedia protagonizada por Ana Mariscal, a la que seguirán otras dos películas, Arribada forzosa (1943) y Su última noche (1944), dramas protagonizados por Alfredo Mayo. Pero, entonces se produce una ruptura en su producción que no se reanudará hasta doce años después, cuando rodará en la segunda mitad de los 50, sus últimas cinco películas, ninguna de las cuales tendrá connotaciones políticas, si bien en Ángeles sin cielo (1957) demostrará interés por las temáticas sociales, muy en la línea del espíritu falangista y en Misión en Marruecos (1959) una película de espionaje se situará en el mismo país en el que había situado la trama de su primera película, Harka. Es cierto que estas últimas cinco películas no constituyeron éxitos económicos y que esto fue diluyendo su papel en la historia del cine español de la postguerra.

En realidad, se trató de cinco películas “alimentarias” que no le interesaron excesivamente. Los datos reunidos por historiadores del cine, sugieren que la experiencia por el “séptimo arte” le terminó desagradando. Su medio de expresión era la escultura: ni siquiera solía comentar a su familia nada sobre su tránsito por los platós y las tareas de dirección, y apenas guardó recuerdos de esa época en su casa. Es posible, incluso, que se llevara malos recuerdos de aquella experiencia. Se cuenta que Orduña le intentó arrebatar la paternidad del corto Ya viene el cortejo, en la que el futuro director de cine histórico solamente había aportado su voz. Lo que declaró su familia con posterioridad a su muerte, sugiere que no era un carácter predispuesto para adaptarse a un medio en el que el vedetismo, los celos profesionales, las rivalidades y los dimes y diretes están a la orden del día.

Sobre esta película, Rojo y Negro, han abundado los malentendidos. Se ha dicho que solamente estuvo en cartel durante tres semanas y luego desapareció; que no fue una película que gustase a Franco y que por eso se prohibió. También que es la muestra de un non nato “cine falangista”, o incluso se ha afirmado que, tras rodarla, Arévalo no volvió a dirigir “hasta mucho tiempo después”. Ya hemos visto que esta última apreciación es falsa. Si no volvió a rodar a partir de 1944 fue porque fue nombrado catedrático de la Escuela de Artes y Oficios y se dedicó a la escultura, no porque fuera “proscrito” por el régimen. Antes de la guerra, ya había ganado la cátedra en la Escuela de Bellas Artes de Oviedo, pero no pudo tomar posesión por el inicio de la guerra civil. En 1946, volvió a empuñar martillo y cincel desde su estudio de la calle María de Molina, viviendo de esta actividad hasta su jubilación.

De hecho, Rojo y negro ni siquiera fue censurada, ni consta tampoco que fuera “mal vista” por Franco (que, en realidad, debía apreciar la obra del director de Harka, película que retrataba el entusiasmo de los militares africanistas, hasta el punto de figurar en la terna para dirigir Raza). Todo induce a pensar que la película tuvo problemas de distribución y que, tras su estreno, resultó -como otras muchas cintas de la época-, olvidada hasta que se encontraron los rollos olvidados en los años 90 en la antigua sede de la distribuidora CEPICSA y restaurada. Por entonces, Arévalo ya había muerto (falleció en 1989) y llevaba años retirado de la industria del cine, olvidado y sufriendo un proceso de párkinson que amargó sus últimos años e impidió que algún historiador del cine pundonoroso se acercara a recabar datos sobre esta cinta o sobre su obra cinematográfica en general.

Los estudios recientes más serios sobre esta película y sobre este director desmienten la mayor parte de lo dicho con anterioridad. Hoy se sabe que el guion, al menos en su arranque, fue escrito por Arévalo dos años antes del estallido de la guerra civil. Inicialmente, el guion llevaba el título de Dos, aludiendo al amor imposible entre una derechista y un republicano (el texto está depositado en la Biblioteca Nacional con la signatura T/37300 y figura como escrito por Arévalo e impreso en los Talleres Ferga de Madrid en 1934). Lo escribió para participar en un concurso de guiones. No ganó, pero lo guardó en cartera y, tras el éxito de ¡Harka!, producida por CIFESA, se puso en contacto con CEPICSA para que dirigiera la primera película producida por esta empresa. Arévalo, rescató aquel antiguo guion y, junto con José Mª Alfaro le dieron la forma que vemos en la cinta, añadiendo sus experiencias como quintacolumnista y cambiando el título por otro más acorde con la doctrina dominante en aquel momento.

Arévalo, como Ramiro Ledesma, había acogido con cierta esperanza la llegada de la República, pero pronto se convenció de su inviabilidad al concurrir en ella cuatro vicios: corrupción, división, partidismo y violencia. No se afilió a Falange Española, pero era simpatizante y, desde luego, colaboró en las actividades de la resistencia clandestina “nacional” durante la guerra.

Se ha dicho que la película costó 1.500.000 de pesetas, algo imposible, si tenemos en cuenta que la película Raza, rodada en la misma época, pero con unos escenarios, atrezo, metraje y vestuarios, mucho mayores costó 1.775.119. El problema con esta película es que todas las investigaciones que se han realizado, han sido tardías y, por tanto, a la desaparición de sus promotores, a la pérdida de documentos, se unió los testimonios de empleados de CEPICSA que, entonces eran muy jóvenes y que cincuenta años después posiblemente tuvieran sus recuerdos deformados. Esto explica por qué encajan tan mal todas las explicaciones sobre la cinta.

¿Fue una cinta “falangista”? Sí, pero con matices: en realidad, fue una película sobre un amor imposible y sobre el quintacolumnismo en Madrid. Los ideales de Falange Española no aparecen explícitamente mencionados, aunque si aparece el nombre, incluso el símbolo y la excusa para que los milicianos detengan a la protagonista es un recibo que muestra su filiación al partido (que aparece como afiliada número 234 a la Falange madrileña). En otra escena se muestra la actuación de dos payasos, el habitual “listo” y el “tonto”, para luego, acto seguido pasar la imagen a mostrar una discusión parlamentaria (recurso inspirado en la película francesa realizada durante la ocupación alemana, Fuerzas Ocultas [1942] dirigida por Jean Mamy en donde aparece una escena análoga). En el minuto 20:43, una platea con el brazo el alto, en toma cenital, muestra luego los pasos decididos de unos jóvenes que caminan hacia el escenario: es evidente que el autor está sugiriendo el acto fundacional de la Falange en el Teatro de la Comedia, al que sigue, unos segundos después, la recreación del asesinato del estudiante Matías Montero. En otra escena, se ve a un especulador hablar del “dinerito, de mi dinerito”, frente a un explotado en lo que podría entenderse, sin forzar mucho la interpretación, como una alusión a los ideales sociales del nacional-sindicalismo

¿Fue prohibida la cinta? No. Al menos, no formalmente. Ni, por supuesto, Arévalo se convirtió en un “director maldito” que no volviera a rodar (como se ha dicho y ya hemos desmentido). Algún testimonio único (y, por tanto, nulo), indica que, en el momento del estreno, los militares que estaban presentes criticaron el que no había aparecido ninguno en la cinta. Pero, si esos comentarios, se produjeron, parece evidente que debieron estar limitados a unos pocos militares. No aparecen militares porque se trata de una cinta bélica cuya trama se desarrolla en la retaguardia republicana y, por lo demás, sí aparecen militares en fragmentos de documentales y en el minuto 20, en lo que quizás es la imagen más retórica de la escena (un militar abanderado, armado con sable y con camisa legionaria envuelto en brumas de la batalla). Por tanto, no hay que tomar el dato como bueno.

Entonces ¿qué ocurrió con Rojo y Negro para que fuera olvidada durante casi medio siglo? En nuestra opinión se debió a una serie de infelices circunstancias. Es posible que “los militares” no vieran con buenos ojos la cinta, pero no por estar ausentes en ella, sino porque en las primeras escenas, ambientadas en los años 20, se muestra el desfile y el embarque de las tropas para la guerra del Rif: los comentarios del gentío que lo ve, no son edificantes: “pobres, son carne de cañón” y está claro que van a defender unos intereses oligárquicos y en ningún caso a la patria.

Lo cierto es que el rodaje de la película terminó el 10 de mayo de 1942 y quince días después se estrenaba en el Cine Capitol de Madrid, declarándose aprobada por la Comisión de Censura Cinematográfica de la Vicesecretaría de Educación Popular de FET-JONS, únicamente para mayores de 14 años. Décadas después, Augusto García Viñolas, que había sido sustituido unos días antes del estreno en su cargo de Director General de Cinematografía y Propaganda, a pesar de reconocer que no había tenido nada que ver con la desaparición de la película (se encontraba en Brasil en ese momento), comentó que el guion había causado malestar en las “alturas”: fundamentalmente en algunos detalles en los que algún miliciano se mostraba amable con la protagonista. El “enemigo” seguía siendo enemigo. Pero, como veremos más adelante, películas como Frente de Madrid (1939) de Edgar Neville, iban mucho más lejos en la idea de “reconciliación” y reconocer humanidad a algunos de los enemigos, por lo que esta explicación tampoco es de recibo.

Mucho más sentido tiene, explicar la desaparición de la cinta tres semanas después de su estreno por presiones de Valentín Galarza Morante, entonces ministro de gobernación (había desplazado de los resortes del ministerio a los simpatizantes falangistas), monárquico y antifalangista declarado, era también uno de los militares “tocados” por los millones distribuidos por el embajador británico Samuel Hoare a través de Juan March, para evitar que España entrara en guerra al lado del Eje. Los indicios apuntan a presiones del coronel Galarza, desde su puesto de responsable de gobernación, para que se retirara la película: no solamente entraba en juego su odio personal hacia Falange, sino también la lucha que se daba entre el sector monárquico y nacional-católico del nuevo régimen y el sector falangista “revolucionario” orbitado en torno a la figura de Serrano Suñer. 

Sin embargo, la película se estrenó en Berlín el 18 de julio de 1942, dentro de las celebraciones organizadas por la embajada de España y el ministerio de propaganda del Reich para conmemorar el sexto aniversario del inicio de la guerra civil. También se sabe que fue proyectada con posterioridad a los voluntarios de la División Azul y que se propuso su exhibición en la bienal de Venecia (que no se llegó a proyectar). El último dato es un pase realizado en el cine Lusarreta de Madrid el 18 de noviembre de 1942, ante 1.300 miembros del Frente de Juventudes.

La película fue redescubierta en los años 90, restaurada y exhibida por la Filmoteca Española, gustando a los espectadores y recibiendo solo las críticas adversas de izquierdistas primarios.

¿Qué nos cuenta Rojo y Negro?

La película tiene tres tiempos perfectamente diferenciados. En el primero, ambientada en los años 20, un niño y una niña (el que actúa como niño seguirá interviniendo hasta su muerte en el cine, derivando como actor cómico, Quique Camoiras, entonces de apenas 10 años) asisten al desfile de las tropas que van a la guerra del Rif. Esta parte sitúa el origen de la relación entre ambos personajes que luego reaparecerán, en la segunda parte, como adultos y militantes políticos; pero también se realiza una crítica (poco velada, por cierto), a aquel conflicto. En la segunda parte, estamos ya en 1936, poco antes de las elecciones de febrero: aquel niño se ha convertido en un militante de izquierdas (sin quedar clara la formación, pero, algunas pistas posteriores indicarán que se trata de un miembro del Partido Comunista de España), mientras que la niña, ya hecha una mujer, se ha afiliado a Falange Española. Él ignora la militancia de su novia hasta que, tras un diálogo entre ambos en el que se alude a la radicalización política de aquellos momentos y él se muestra como un decidido “antifascista” y, como tal arranca el cartel de la candidatura con los nombres de Falange Española (antes han pasado ante los carteles del Frente Popular y de la CEDA con el rostro de Gil Robles), después de que a la muchacha se le haya caído la insignia del yugo y de las flechas que llevaba en su bolso: “Te han engañado. ¿Pero no sabes lo que es el fascismo?”, le dice él, a lo que ella responde: “No tienes derecho a dudar de mi sinceridad como yo no dudo de la tuya. Eres tú el engañado”. En el cartel electoral falangista pueden leerse los nombres de José Antonio Primo de Rivera, Julio Ruiz de Alda, Raimundo Fernández Cuesta y Rafael Sánchez Mazas.

Tras esta escena se sucede una trepidante sucesión de noticias realizada con títulos de los diarios de la época y escenas de violencias extraídas de documentales, alocuciones de líderes del Frente Popular incitando a la violencia y, todo ello, figurando en segundo plano la imagen de una copa que se va llenando de agua, lentamente, hasta que, al final, se desborda. Curiosamente, entre otras escenas de disturbios, aparecen unos fotogramas fácilmente reconocibles de la película de Einsenstein, El acorazado Potenkim. Y, entonces, llegamos a la tercera parte, central en la cinta, que abarca desde el minuto 22:28 hasta el final, titulada “La noche”.

La guerra ha estallado. La protagonista y su madre permanecen en Madrid a la espera de la llegada de las columnas nacionales que suben desde Extremadura y están llegando a Toledo. Aparece un joven falangista que ha huido de su casa y pide un refugio y que la protagonista, se desplace a su casa para tranquilizar a su madre y sacar una pistola del inmueble. El hermano de este falangista ha sido detenido y ella se introduce en la checa en donde le han dicho que está y se hace pasar por la novia de un militante del “radio norte” (esto es, de una célula comunista). No está claro quién gestiona la checa, aunque todo induce a pensar que se trata de miembros del Partido Comunista, en cualquier caso, los datos son suficientemente ambiguos como para pensar que pueden ser, también, anarcosindicalistas. Su presencia allí, suscita las sospechas del jefe de la checa que ordena que la sigan. Será detenida poco después y trasladada a la misma checa.

A partir de aquí tiene lugar lo más innovador de la película: por una parte, Arévalo pinta, con unos rasgos expresionistas, la situación que se vive en cada una de las celdas, en donde están presos gentes de derechas, pero también falangistas y mujeres. La propia protagonista, vivirá ese terror en una memorable escena que sugiere violación, resuelta con unas pocas pinceladas. Mediante un escenario construido en los estudios de CESIPSA, la cámara nos mostrará en un angustioso plano-secuencia, lo que ocurre en todas las oficinas, celdas y sótanos del inmueble.

La madre de la protagonista acudirá al novio de su hija para que trate de rescatarla. Este papel está interpretado por el que luego será uno de los mejores actores del teatro español en la postguerra, Ismael Merlo. Antes, sus camaradas ya le han cuestionado cuando defiende moderación los castigos a los “facistas”, mientras otro comunista le dice que, no solamente hay que acabar con los “facistas, sino con toda la ralea de derechas”. “Al pueblo, hay que darle satisfacción”, mientras el novio duda y se pregunta “¿sin más ni más?”. El razonamiento que expone otro es “¿El fascismo debe morir?”. “Sí”, responde el novio. “Entonces, ¿todo fascista debe morir?”. El novio duda, pero el ambiente de sus camaradas que observan recelosos su respuesta le induce a dar un tímido “pues claro”, poco convencido.

Cuando el novio conoce la detención de su compañera, consigue encontrar su nombre en la lista de detenidos: pero ya ha sido sacada de la checa y llevada a “la pradera”. Él sabe lo que eso supone, coje su coche en la noche y se dirige hacia el lugar. Allí la encuentra recién fusilada. En su desesperación, ya todo le importa poco. Dispara con su pistola contra un coche de milicianos que responden al fuego, matándolo. Cae sobre el empedrado de la calle y la película termina con una imagen cenital del cadáver, con los brazos relativamente extendidos (lo que permitirá a algunos críticos que pretenden explicar la “maldición” de la cinta, explicando que se trata de una imagen sacrílega al rememorar la pasión de Cristo).

Lo cierto es que el final no es el más afortunado. Arévalo comentó en una entrevista en los años 50 que la película se estrenó sin haber concluido completamente el montaje. Los últimos minutos, efectivamente, se notan algo improvisados y desmerecen el verismo y el realismo anterior del que ha hecho gala la cinta.

Se ha dicho que en la película hay elementos que preludian el neo-realismo, algo que cuestionamos. En realidad, existe una evidente tendencia al “realismo” en la mayor parte de la cinta (sin el pleonasmo “neo”) y, en algunos momentos, especialmente en el tránsito de la segunda a la tercera parte, los elementos procedentes del expresionismo alemán resultan evidentes, desde el manómetro que indica el aumento de la “presión” en la política española (y que remite directamente a la Metrópolis de Fritz Lang y de Thea von Harbou, hasta la ya citada imagen del vaso que se desborda. Incluso los juegos de claroscuros y grises presentes en las escenas en el interior de la checa, sugieren la misma influencia.

Desde el punto de vista estrictamente cinematográfico, la pareja formada por Conchita Montenegro e Ismael Merlo, “funciona”. La primera fue la primera actriz que triunfó en Hollywood. Filmó varias películas antes de la guerra civil en la meca del cine y se cuenta la anécdota de que, en una prueba, no solamente se negó a besar a Clark Gable, sino que, además, lo hizo con un gesto de repulsión que gustó mucho. Lionel Barrymore afirmó entonces: “Esta chica dará mucho que hablar”. Fue contratada por la Metro y luego por la Fox, dominaba perfectamente inglés y francés, filmando películas en ambas lenguas. Trece años después de su partida de España, en 1942, regresó a patria filmando Rojo y Negro. Dos años después, se casaría con el diplomático falangista y jefe del Servicio Exterior de FET-JONS, Ricardo Giménez Arnau, retirándose de los escenarios y desapareciendo del mundo del cine. Su muerte en 2007, a los 95 años de edad, pasó desapercibida.

El argumento responde en grandísima medida a los “arquetipos” femeninos creados en el imaginario de la “derecha autoritaria” de la época: mujeres de porte distinguido, casi aristocrático, patriotas, frente a mujeres desagradables, próximas a la imagen de la bruja, desgreñadas e instigadoras de odio, que en la cinta aparece en la imagen de la portera del inmueble en el que vive la protagonista. Estos arquetipos, tal como demostramos en José Antonio a contraluz (Ernesto Milá, José Antonio a contraluz, EMInves, Barcelona, 2016.), datan del asesinato de Juan Cuellar y de la represalia que acabó con la vida de una destacada militante socialista.

Todo lo que cuenta la película podía ser compartido sin excesivo esfuerzo por buena parte de la población española que había vivido directamente la guerra civil, las “sacas”, los fusilamientos sin juicios, los abusos, incluso las delaciones de las porteras y los saqueos de las viviendas de los detenidos. También era cierta que, buena parte del país, había visto, como en toda guerra civil, rupturas entre familiares, entre amigos y entre novios, tal como se muestra en la cinta.

 

Otros enlaces:

Rojo y Negro (Carlos Arévalo, 1942)

Rojo y Negro – Aula de Cine de la ULPGC

Rojo y Negro. LA obra de un falangista - Dialnet




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