JUVENTUD A LA INTEMPERIE (1961) – Un comienzo joseantoniano


En 1961, en el arranque del “desarrollismo”, Iquino dirigió esta película con un guion escrito por Federico de Urrutia que, significativamente, comienza con una frase de José Antonio Primo de Rivera. Lo que veremos luego desdice el que se trata de una película “falangista” y el mensaje de fondo es conservador: el “mal nunca paga” y todo lo que no sea trabajo, familia y estudio, puede encerrar peligros para la juventud

 

FICHA

TITULO: Juventud a la intemperie

AÑO: 1961

DURACIÓN: 97 minutos

DIRECTOR: Ignacio F. Iquino

GÉNERO: Negro

ARGUMENTO: El hijo de un comisario de policía enamorado de una chica, es acusado falsamente de matarla. Su propio padre debe detenerlo, si bien cree en su inocencia y se dedica a buscar al responsable. El lugar donde se ha producido el crimen está frecuentado por jóvenes descarriados y el local es una especie de pantalla para actividades ilegales

ACTORES: Rita Cadillac, Manuel Gil, Julián Mateos, Adriano Rimoldi, Joan Capri, María del Sol Arce, Colette Descombes, Fernando León, Luis Induni, Jose Lifante

 

CLIPS

CLIP 1 – PRESENTACION JOSEANTONIANA


 

Carteles y programas

 

 

 

 


 

Cómo localizar la película

La forma más directa y sin complicaciones es a través de eMule utilizando el siguiente link: JUVENTUD A LA INTEMPERIE

O EN html:

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Lo menos que puede decirse sobre JUVENTUD A LA INTEMPERIE

Todo falangista sabe que “Juventud a la intemperie” es el título de un artículo publicado por José Antonio Primo de Rivera en el semanario Arriba el 7 de noviembre de 1935. Esa artículo, fue recordado a lo largo de las décadas del franquismo y la idea de una juventud sola y abandonada, se repitió en las clases de Formación del Espíritu Nacional. Es probable que el artículo de José Antonio estuviera inspirado en la lectura del Discurso a las Juventudes de España, lanzado poco antes por Ramiro Ledesma, que desde principios de ese mismo año se había separado de Falange Española. José Antonio alude al vacío que se abre ante la juventud de ”derechas” y de “izquierdas”, por el fracaso de todas las formas de conservadurismo y por la ineficiencia de la república y enuncia una “misión para las juventudes”. El artículo termina así: “Queremos ganar a España para servirla. Arrojados a la intemperie por las tribus acampadas bajo los sombrajos de los partidos, queremos levantar el nuevo refugio fuerte, claro y alegre en cuyas estancias se identifiquen servicio y honor”.

Pues bien, este artículo es el que, un cuarto de siglo después de haber sido escrito, prestó el título a una película de Ignacio F. Iquino. Es más, acaso para rendir tributo al autor, Iquino no dudó en comenzar su cinta con una voz en off que denunciaba el riesgo de que la juventud de esa época (estamos en 1961) vacía de ideales, emprendiera el camino de la perdición. Y, por si esto no fuera poco, tras el párrafo introductorio, aparece una de las más famosas frases del fundador de la Falange: “A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar frente a la poesía que destruye la poesía que promete!”. Todo se entiende mejor, si tenemos en cuenta que el autor del guion fue Federico de Urrutia, poeta e intelectual falangista, afiliado al partido desde 1933, poco después de su fundación.

Urrutia, antes de la guerra, compartía su militancia falangista con la redacción del diario Informaciones (dirigido, entonces, por Juan Pujol), adquirido por Juan March durante la dictadura de Primo de Rivera y luego pasó a recibir subvenciones del Tercer Reich en plena república, siendo considerado un diario “filonazi y antisemita”, en el que colaboraron intelectuales vinculados al falangismo, además de Urrutia: César González Ruano, Alfredo Marqueríe, Luis Astrana Marín, Vicente Gay,12​ Carlos Fernández Cuenca, Francisco Ferrari Billoch, Ernesto Giménez Caballero y Adelardo Fernández Arias.

Todo esto nos sitúa en la película: una cinta aparecida en un momento en el que empezaban a llegar a España noticias de la “juventud rebelde” que había ido apareciendo en los años 50, en el mundo anglosajón y que se estaba contagiando a Europa. Eran los “teddy boys”, los “Angry Young Men”, “jóvenes airados”, decepcionados por todo, desmotivados y todavía bajo el impacto de lo que había sido la Segunda Guerra Mundial. Eran otro paso más hacia el nihilismo que había previsto a principios de siglo Nietzsche.

Iquino, era un lince para encontrar buenos temas que pudieran atraer al público. Al tener constancia de la aparición de este tipo de jóvenes, encargó a Federico de Urrutia una trama que fuera policial, pero que demostrara el riesgo de que el fenómeno se contagiara en España. Sabía que el género negro, había conseguido llegar las salas de proyección y, por tanto, la cinta debía de tener un trasfondo policial. A Urrutia se le ocurrió situar en el centro de la trama, a un padre policía y a su hijo, enamorado de una chica que frecuentaba ambientes conflictivos. Eso le permitió sacar a colación la idea del amor paterno-filial por un lado que, ante la censura, tapaba el elemento central en la película, aspectos de prostitución, alcoholismo, proxenetismo, homosexualidad y, como escenario emisor de todo esto, un local estilo existencialista de los años 50 en Barcelona y un garito instalado en una casa señorial fuera de la ciudad. La propuesta era innovadora para la época.

Además, se sumaban otros elementos, igualmente innovadoras. De un lado la presencia de la explosiva “Rita Cadillac”, de verdadero nombre Nicole Yasterbelsky, una pin-up que había empezado trabajando en el Crazy Horse y en el Folies Bergère, locales parisinos, en los 50 y saltó al cine en la década siguiente (su última aparición, precisamente, fue en la película Das Boot (1981, El Submarino) como cantante de cabaret. La parte musical es importante en la cinta (y consume, en total, un cuarto de hora de la misma) y cuenta con las actuaciones de Tony Ronald y de José Luis Bolivar, que formaban entonces el “Kroners Duo”, algo así como el “Dúo Dinámico” clonado. Tampoco falta -Iquino sabía que era otra garantía de atraer público- algún número de flamenco, con “La Chunguita”. En sí misma, y quizás involuntariamente, la película es una muestra de lo que oía la juventud española de todas las clases sociales en aquellos momentos.

La historia es complicada y no puede descartarse que las limitaciones de tiempo, hicieran que el montador desechase determinadas escenas escritas por Urrutia que contribuía a dar mayor claridad a la trama. Un joven, hijo de un comisario de policía, acude a un garito de fiestas en busca de su novia, con la que ha tenido una pelea. La chica ha rechazado a un mafiosillo, parásito y que vive del dinero que le pasa su hermana, prostituta y, para colmo, es alcohólico. Éste jura vengarse y puede oír una conversación de la chica indicando sus siguientes movimientos y la pelea con su novio. En la calle, la chica es apuñalada e, inmediatamente, las sospechas recaen sobre el novio. El policía que se ha desplazado hasta el local resulta ser el padre de este muchacho, que le recrimina el haberse juntado con indeseables, algunos de los cuales resultan igualmente detenidos al estar en posesión de “caramelos de grita”. El muchacho le dice a su padre que, a pesar de las pruebas, no ha tenido nada que ver con el asesinato de la chica (ingresada en estado grave en el hospital) y que estaba enamorado de ella. El padre le cree e inicia, por su cuenta, la búsqueda de otros implicados. Después de interrogar a alguna de las chicas que se encontraban en el local, confirma que, efectivamente, hay un par de individuos que pueden tener algo que ver, se trata de localizarlos.

Al ir de un lado para otro, el padre comisario se encuentra a un amigo suyo. Gracias a él sabemos que ambos han sido antiguos oficiales de la Legión Española, uno como teniente y el otro como capitán. Éste se une a la búsqueda en tanto que hombre fuerte y corpulento que protagonizará algunas escenas de violencia, mientras el comisario utiliza métodos policiales expeditivos en la época para obtener datos. A todo esto, el hijo, detenido en la comisaría ha conseguido eludir la vigilancia y emprende su particular búsqueda de los asesinos. Ambos, padre e hijo, llegan por vías diversas a un garito situado en una casa señorial de Barcelona en la que se ofrecen satisfacción a todo tipo de vicios: prostitución, homosexualidad, drogas, juego… El propietario del local (el actor Juan Capri) aparece como un líder de la mafia barcelonesa de la época. Allí será detenido el autor del crimen, tras varias escenas de acción.

Una vez más, el “género negro” español filmado durante el franquismo, vuelve a tener un sentido moralizador y ejemplificador: el “crimen nunca paga”, los asesinos en este caso, o los atracadores en otros, siempre resultan detenidos y el falso culpable recupera su honor.

La película tuvo un recorrido internacional. Se estrenó en el Reino Unido con el título de Unsatisfied (que correspondía bastante a su contenido, en la medida en el que los protagonistas negativos son jóvenes insatisfechos) y en Italia con el mucho más escandaloso de La regina dello strip-tease, lo que confirma que Iquino realizó varias versiones de la misma cinta, porque en la española solamente se sugiere que Rita Cadillac posaba como modelo para un fotógrafo erótico, no que realizaba un número del strip-tease que constituye el título-gancho de la versión italiana.

Llama la atención a este respecto, que la Cadillac aparece siempre en cabeza del reparto, a pesar de que su rol en la cinta fuera secundario. Los papeles centrales son interpretados por Adriano Rimoldi (el comisario de policía) y Manuel Gil (su hijo). Como “descarriado” aparece Julián Mateos en una de sus primeras interpretaciones. Se le nota falta de experiencia: sobreactúa y se esfuerza por parecer más malvado de lo que su físico le permitía. Incluso su interpretación de un alcohólico deja mucho que desear. Más acertado está Luis Induni, habitual en esa época del género negro español, corpulento y especializado en escenas de acción (en la segunda mitad de los 60 y hasta el final de su carrera, intervendrá en numerosísimos spaghetti-westers casi siempre como sherif. Induni, por cierto, fue ex.combatiente de la República Social Italiana en la Segunda Guerra Mundial y eludió el encarcelamiento refugiándose en España en donde vivió unos años en Barcelona en la pobreza más extrema, hasta que empezo a trabajar con Iquino, primero limpiando el estudio, luego como figurante y, finalmente, como actor de reparto y co-protagonista.

La película se filmó en parte en los estudios que poseía Iquino en el Paralelo de Barcelona. Apenas hay tomas de la ciudad, con lo que Iquino pretendía que pudiera verse en cualquier localidad como si se desarrollara allí mismo. Vista a 61 años de distancia de su filmación, la película, más que su calidad estética, nos puede interesar como testimonio de una época: veremos cómo vestía, lo que oía, la forma de ocio, al menos de un modelo de juventud “problemática”. No hay nada de política, más allá de la voz en off de los primeros minutos y de la frase de José Antonio. A alguien le sorprenderá ver que, incluso los “jóvenes descarriados” vestían camisa y corbata, bien afeitados y las mujeres con faldas hasta la rodilla. Pero así era la época y así era la juventud de entonces.

 

Otros enlaces:

Una proyección cultural del franquismo: el auge del cine negro español (1950-1965), Francisc Sánchez Barba



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