TIERRA DE TODOS (1962) – ISASI-ISASMENDI – OTRO ESFUERZO PARA SUPERAR LAS DOS ESPAÑAS

Seguramente es una de las películas más desconocidas sobre la guerra civil. Tuvo más éxito en el extranjero que en España. Al parecer la Metro boicoteó su distribución en nuestro país. Muestra un pequeño, pero significativo episodio del conflicto con mucho realismo y, sobre todo, reiterando un notable afán de “reconciliación” (que es, justo lo contrario, de la “memoria histórica 3.0”.

FICHA

TITULO: Tierra de todos

AÑO: 1962

DURACIÓN: 92 minutos

DIRECTOR: Antonio Isasi-Isasmendi

GÉNERO: Bélica

ARGUMENTO: Una patrulla del ejército republicano queda aislada y sus hombres van cayendo, finalmente solamente queda uno que se refugia en un caserón donde viven varias mujeres, una de ellas embaraza. Poco después, llegará otro soldado del ejército nacional. Ambos desconfiarán uno del otro, pero finalmente, la necesidad de asistir a la parturienta hará que sus intereses confluyan

ACTORES: Manuel Gallardo, Fernando Cebrián, Montserrat Julió, Amparo Baró, Elena María Tejeiro, Marcos Martí, Rafael Moya, Lluís Torner, Víctor Israel

 

CLIPS

CLIP 1 – DOS EJÉRCITOS, UNA MISMA ORDEN


CLIP 2 – LA PATRULLAS REPUBLICANA POR UNA LADO, LA PATRULLA NACIONAL POR OTRO


CLIP 3 – AQUÍ NO SE SALVA NI DIOS…


CLIP 4 – LOS SUPERVIVIENTES Y SU REFUGIO


CLIP 5 – EL REPUBLICANO, EL PRISIONERO NACIONAL Y “LA CHICA”


CLIP 6 – UNA SITUACIÓN INCÓMODA QUE PROMETE PROLONGARSE


CLIP 7 – FUGA FRUSTRADA Y TRAMPA PARA TODOS


CLIP 8 – UN ESCONDIDO EN EL ALTILLO, EL QUE NO QUISO IR A LA GUERRA


CLIP 9 – LA MUERTE DEL CARTERO QUE SE VOLVIÓ LOCO (¿O ERA EL POETA?)


CLIP 10 – ¿Y AHORA QUÉ HACEMOS CON LA EMBARAZADA?


CLIP 11 – TODOS ESTÁN ARRIESGANDO ALGO POR SALVAR A LA FUTURA MADRE


CLIP 12 – ENTRE LOS CRÁTERES DE LAS BOMBAS, EL LLANTO DE UN BEBE


 

Carteles y programas

 

 


Cómo localizar la película

En YouTube: Tierra de Todos

A través de eMule: Tierra de Todos

Lo menos que puede decirse sobre TIERRA DE TODOS

Abordo esta crítica cuando se acaba de hacer público el anteproyecto de “Memoria Histórica 3.0.”, el penúltimo intento de Pedro Sánchez para evitar quedar arrasado electoralmente. Vergüenza y oprobio. Se tiene en consideración a nietos de represaliados y a los que lo fueron hasta 1983. Yo soy nieto de teniente-coronel del Ejército Repúblicano con dos condenas a muerte a las espaldas y fui detenido y torturado en 1983. Pero el hecho de ser “dos veces víctima”, aparte de hacerme sonreír, me confirma la estupidez de un seudo-gobierno que agoniza. Lo más triste, como ya hemos dicho en alguna ocasión, es que, desde el verano de 1939 había un sincero deseo de reconciliación que el cine de la “Zona Nacional” dejó patente en películas como Frente de Madrid. Y no fue la única. Antonio Isasi-Isasmendi, en 1962 -esto es, en el tramo medio de la estación franquista- nos obsequió con esta película en donde se reitera ese mensaje de reconciliación. De aguantar un año más el pedrosanchismo estamos seguros de que declarará “ilegal e ilegítima” esta cinta que no encaja en su perspectiva histórica.

Isasi-Isasmendi, en realidad, no fue un director “del régimen”. Su filmografía no fue particularmente prolífica. Filmó, sin embargo, una muy buena -y muy olvidada- película anticomunista, Rapsodia de Sangre y luego terminaría especializándose en cine negro y de acción. Había pasado la guerra civil en Barcelona con sus padres, así que estaba vacunado contra las euforias republicanas. El 2000 se le concedió el Goya de Honor. Había recorrido todos los grados de la profesión cinematográfica: fue montador, antes locutor, luego productor y no tuvo problemas en que algunas de sus cintas fueran distribuidas por los “grandes” de Hollywood. Las Vegas, 500 millones fue una de esas inusuales super-producciones que más fama le aportaron y que se vio en todo el mundo. Fue uno de los que más y mejor “internacionalizaron” el cine español. La parte negativa, es que esa, “internacionalización” tuvo como contrapartida una pérdida de originalidad, identidad y especificidad de los productos. Su esposa, Marisa Paredes, fue una de las “chicas Almodóvar” de la primera época, pero también pionera en televisión.

En esta película, Isasi-Isasmendi quiere hacer un producto que supere las visiones estrechas y unilaterales de la Guerra Civil. Era el año 1962, hacía casi un cuarto de siglo que el conflicto había terminado. Era hora de superarlo definitivamente. Además, desde 1959, España vivía un auge económico, había llegado el “turista 1 millón” y “la política” parecía haber quedado atrás. Se diría que el consenso español de aquellos años en los que se habían abierto rendijas a la inversión extranjera, había mejorado las perspectivas económicas del país. La “oposición democrática” o no existía, o estaba debajo de las piedras, o se contentaba con alguna algarada universitaria. El país quería recuperar el tiempo perdido y subirse al tren del desarrollismo. En ese contexto, Isasi-Isasmendi dirige su película sobre un guion de Jorge Feliu y José María Font.

La película se abre con escenas extremadamente realistas. El lugar es desconocido. Da la sensación de que se está en el entorno pirenaico, quizás en el pirineo de Lérida en un momento en el que las tropas nacionales avanzan y los republicanos están a la defensiva. En ese contexto, y ante el empeoramiento del tiempo, ambos bandos deciden enviar dos patrullas para reconocer el terreno y situar a las unidades enemigas. Una lluvia torrencial pondrá el escenario para el choque entre ambas unidades. Poco a poco, vemos como van cayendo casi todos los hombres. Solo queda, finalmente, un herido de la patrulla nacional y un oficial republicano que toma al primero como prisionero.

Ambos terminan refugiándose en una masía poblada únicamente por cuatro mujeres. Una de ellas está embaraza, la otra es joven, no llega a los 20 años (Amparo Baró), y la otra es la anciana madre de ambas. La idea del oficial republicano es esperar hasta que cese la tormenta y decrezca el río, pero en ese momento, el problema puede ser que las tropas nacionales reinicien su ofensiva y quede aislado. Y la tormenta persiste. Durante los días que están juntos, aquella masía se convierte en el escenario de vivas discusiones entre ambos soldados. Aparecen también personajes productos de aquel conflicto: el hombre escondido que no ha querido incorporarse a filas, “objetor de conciencia”, como se diría hoy; el cartero que ha enloquecido como efecto de asistir a las destrucciones de la guerra, un hombre que tiene algo de poeta y que, como todo poeta, siempre resulta incomprendido.

Pero el gran problema sobrevendrá cuando la mujer embarazada se ponga de parto y se trate de un parto difícil. ¿Qué harán los dos soldados? Y corto aquí el resumen de la película para no hurtar el derecho a que ustedes mismos la vean manteniendo la incógnita sobre su final.

La película puede ser calificada de extremadamente realista. Las escenas de combate de los primeros minutos son antológicas, mejores que las de cualquier película hollywoodiense. La guerra queda calificada como devoradora de seres humanos. Pero en la última escena siempre queda un lugar para la esperanza. Y esa esperanza ha surgido de la voluntad de reconciliación.

Queda hablar del reparto. Brillante. Salvo Amparo Baró, el resto de actores pueden parecer desconocidos para las actuales generaciones. El oficial republicano está encarnado por Manuel Gallardo, uno de los grandes de la escena teatral española de los 60. Aparece, por cierto, también, en Verano Azul, aquella popular serie de Antonio Mercero filmada en 1981. Su rostro era extremadamente conocido gracias a sus intervenciones en Estudio 1, las novelas teatralizadas. Lo suyo y lo que más le gustaba -y lo que dice más sobre su altura artística- era la declamación del teatro clásico español. El rol de soldado nacional, “Andrés”, es asumido  por Fernando Cebrián, paradójicamente hijo de exiliados republicanos. Empezó a ser habitual en el mundo del teatro en los años 50 y en el 56 apareció por primera vez en una película. Trabajo con Forqué, Lazaga o Buñuel. Al igual que Gallardo, debió su fama a sus reiteradas apariciones televisivas, también junto a Antonio Mercero. Era el “alcalde” de Crónicas de un Pueblo. Y, luego, claro está, aparecen dos mujeres, Montserrat Julió como “Teresa” (la mujer embarazada) y Amparo Baró como “María” (la chica joven que amortigua los choques iniciales entre ambos soldados). La primera fue también hija de exiliados republicanos y parte de su carrera se desarrolló en Chile, hasta que en 1956 volvió a Cataluña, ejerciendo, sobre todo, como directora de teatro. Esta fue su tercera intervención en el cine. En cuanto a Amparo Baró, nacida en la caótica Barcelona de 1937, debutó en el teatro en 1957, sus intervenciones cinematográficas fueron pocas y, puede decirse que se trató de una actriz desaprovechada por este medio. Sin embargo, su rostro era suficientemente conocido en la televisión de los años 50 y 60 y prolongó su presencia en series hasta poco antes de su muerte en 2017. Había aparecido en el reparto de Rapsodia de Sangre. En este enlace pueden verse algunas de las series que protagonizó para televisión.

No fue la primera película que expresó la necesidad y la voluntad de “reconciliación”, pero sí una de las mejores y que con más habilidad lo hicieron. Ese es su principal valor. Verla hoy supone reconocer que esta idea estaba más presente en 1962 que en nuestros días. Y lo dice una “víctima”…

Antes de que lo diga alguien, recordaré que el arma que utiliza el oficial republicano es un MP28, más conocido como “Naranjero”. Era el desarrollo de un subfusil anterior desarrollado en 1920. Una versión, el MP28/II fue una de las armas utilizadas por las Waffen-SS durante la Segunda Guerra Mundial. Y sí, estuvo presente en la Guerra Civil Española. Unos comprados y otros piratas fabricados sin licencia en Levante y Cataluña. Osea, que no se trata de un error de ambientación.

 

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