AMADOR (1964) – FRANCISCO REGUEIRO – EL PRIMER SERIAL KILLER ESPAÑOL
De Francisco Regueiro se ha dicho que era un “cineasta maldito” y
sus películas están prácticamente olvidadas. No fue, en realidad, “maldito”,
pero desde sus primeras películas ya se había orientado hacia el progresismo que
alcanzó su más alta cota antifranquista en su última película filmada en 1993, Madre Gilda.
Fue, eso sí, uno de los exponentes del movimiento denominado “nuevo cine
español” que 60 años después podemos decir que estaba por debajo del cine que
le precedió y que, en realidad debió llamarse “nouvel vague francesa cispireneica”.
Amador es, en nuestra opinión, su mejor película
FICHA
TITULO: Amador
AÑO: 1964
DURACIÓN: 105 minutos
DIRECTOR: Francisco Regueiro
GÉNERO: Drama
ARGUMENTO: Un abogado de pocas luces
y psicópata va a casarse con una chica, pero poco antes de hacer,
inopinadamente, la asesina. No será el único crimen que realice. De hecho, su
huida hacia Torremolinos estará plagada de asesinatos. Una vez en aquella
población se verá implicado en la muerte de una norteamericana. Durante el
viaje en avión conocerá a una chica madrileña con la que establecerá una
relación.
ACTORES: Maurice Ronet, Amparo Soler
Leal, Elsa Zabala, Margarita Lozano, María Luisa Ponte,
CLIPS
CLIP 1 – “NO ME CASARÉ CON ELLA…”
CLIP 2 – “¿SABES QUE TU HERMANA ESTÁ EMBARAZADA?”
CLIP 3 – “¿POR QUÉ NO ME DEJAN EN PAZ…?”
CLIP 4 – “NUNCA PODRÉ CASARME CON ELLA, ME DA ASCO”
CLIP 5 – “TODAVIA NO TENEMOS QUE PEDIR LIMOSNA”
CLIP 6 – “YO MATÉ A KENNEDY…”
CLIP 7 – “LA BOTELLA… ¡ES MIA!” (Y SE FUE)
CLIP 8 – “¡NOMBRE Y APELLIDOS… PROFESIÓN!”
CLIP 9 – “¿OS OTORGAIS POR VUESTRA ESPOSA Y MUER? ME OTORGO”
CLIP 10 – “TÍA, YA PUEDES ENTRAR”
CLIP 11 – LA OPINION DE UN ESPAÑOL MEDIO SOBRE EL TURISMO
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
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En eMule (2ª opción): AMADOR
Lo menos que puede
decirse sobre AMADOR
Francisco Regueiro dejó de filmar en 1993. Su última película Madre
Gilda, casi puede considerarse la síntesis de su obra: una cinta antifranquista
(en la que Franco -Juan Echanove para la ocasión- juega al mus con otros tres
personales). En sus 29 años de carrera filmó apenas 10 películas y un corto (Sor
Angélica Virgen, 1962) su trabajo en la Escuela Oficial de
Cinematografía. En la última entrevista que leímos de él, decía que había
elaborado guiones para tres veces más películas de las que había filmado. Tenía
cierta tendencia hacia la comedia negra que es, a fin de cuentas, el género en
el que cabe inscribir Amador, la película que comentamos.
No fue una película que tuviera una acogida unánime, ni por parte
del público ni de la crítica. Recibió, eso sí, más elogios que palos. Y hoy se
la tiene por una película emblemática de su época. En 1964, todavía el “cine
negro” español vivía un momento álgido. Pérez Dolz acababa de filmar A
tiro limpio (1963) uno de los momentos culminantes del género que, poco
después, iniciaría su pendiente decadente. En general, ese cine era “serio”,
apenas tenia gotas de humor y sus personajes empezaban a parecer demasiado
formalistas. Regueiro intentó introducir correcciones al género. La primera de
todas fue la temática.
La figura del asesino en serie todavía no recibía este nombre en
1964. Los había, pero no estaban bautizados con ese nombre. No fue sino hasta 1966
cuando un tal Richard Speck torturó y asesinó a ocho estudiantes de enfermería
en Chicago. Moriría en prisión en 1991. Con Speck, por primera ver apareció la
figura del “serial killer” y, también se dijo que tenia un cromosoma de más, el
XYY, que predisponía a personalidades criminales y a la psicopatía. Por tanto,
cuando Regueiro rueda Amador, el “serial killer” aún no existía:
existía el “hijoputa que mata a destajo”. Y el personaje creado por Regueiro
fue la quintaesencia española. Cuando en enero de 1971 detuvieron a Manuel
Delgado Villegas (a) “El Arropiero”, auténtico asesino en serie español
(también con un cromosoma XYY, por cierto), tras haber asesinado a 49 personas,
se vio que no tenía nada que ver con el perfil, casi cómico, del personaje
creado por Regueiro. Le cabe, eso sí, el haber filmado la primera película sobre
un asesino en serie español.
La película, está protagonizada por un actor francés que ese año
deambulaba por Barcelona, Maurice Ronet. Era ya muy popular en el cine francés
y ese año pasó unos meses en la cuidad condal rodando su primera película como
director, La vida es magnífica (1964) que en francés se proyectó como Le
Voleur du Tibidabo (El ladrón del Tibidabo, aludiendo a la colina
que domina el llano de Barcelona. Ronet, en aquel momento, estaba muy influido
por Truffaut, Godard, Malle, esto es, por los exponentes de la “nouvelle vague”.
Esto debió ser lo que le hizo contactar con Regueiro y de ahí su presencia
protagonista en Amador.
La película tiene todos los elementos propios de aquella escuela
de cine: realismo, intención transgresora, diálogos muy influidos por el
existencialismo sartriano de moda en la época, escenografías inusuales,
temáticas absurdas, personajes y situaciones tortuosas. Casi podríamos que Amador
es una traslación perfecta, sin alteraciones, del patrón francés.
La película nos muestra a un tipo pulido, abogado, domiciliado en
una pequeña capital de provincia castellana, que va a casarse. No está muy
convencido. De hecho, nada convencido, incluso ha aprendido a odiar a su novia.
En un momento dado, la única salida que ve para evitar el matrimonio es,
simplemente, matar a la novia. Y así lo hace, inopinadamente. Sin otro motivo
que su propia felicidad. Es un psicópata. Desconoce lo que es la empatía,
egocéntrico y egomaníaco, solamente piensa en sí mismo. El sufrimiento ajeno le
resulta completamente indiferente.
Regueiro ha cogido los elementos clave de la personalidad psicópata
y los ha insertado en su personaje. Y Ronet, ha puesto de su parte: en primer
lugar, su físico. Es un hombre alto, fuerte, guapo, pagado de sí mismo, con
éxito en el género femenino. Tiene una portentosa vida interior. Siempre
mantiene un diálogo consigo mismo que el público puede atender mediante la voz
en off. Tiene ese encanto particular propio de los psicópatas que pronto se
diluye ante la realidad de su indiferencia a lo ajeno. Ronet realiza una creación
excelente del personaje y, sin él, hay que reconocer que la película hubiera
sido completamente irrelevante.
No es la única actuación notable, dos actrices españolas, Maria Luisa Ponte, con su voz determinante, imperiosa y enérgica, es digna de mención y una juvenil Amparo Soler Leal, realizan actuaciones que están al mismo nivel que la de Ronet.
Tras el primer asesinato, el espectador es consciente de que va a
asistir a otros muchos. Pero no sabe ni cuándo ni cómo van a ocurrir. Solo sabe
que, inevitablemente, se producirán. Cuando Amparo Soler Leal entra en escena,
es evidente que, antes o después, pagará caro su error. Pero no sabemos cuándo,
ni cómo ocurrirá. Así mismo, cuando acompaña a una norteamericana borracha a la
playa de Torremolinos, podemos prever que alguien va a morir. Será precisamente
esa muerte, la que servirá como excusa para mostrarnos a la Guardia Civil de la
época, levantando el atestado.
La película nos sitúa perfectamente en la España de 1964: el
camarero de un bar, perora sobre la importancia del turismo, con una lucidez
propia del Ministerio de Información y Turismo entonces dirigido por Fraga.
Buena parte de la industria turística y hostelera vive de la improvisación, las
infraestructuras todavía no son buenas. Vienen más turistas de los que se puede
acoger. Es la fiebre del oro de los años 60. No importan ni los altos hornos,
ni los astilleros, ni la minería, ni la industria estratégica, ni todo lo que
se llevó el viento de la adhesión a la Unión Europea veinte años después, en lo
que eufemísticamente, se llamó “reconversión industrial”. A nivel popular, en
las conversaciones de tasca, lo que se hablaba era del turismo y de las
turistas (“la sueca” era la quintaesencia de la belleza y “la francesa” del
descoque enbikinado).
Lo que supo introducir en el género policiaco español es la
comicidad. Hasta entonces, se había limitado en este género a algún comentario
más o menos gracioso de algún policía en el ejercicio de sus funciones, poco
más. Con Regueiro la comicidad va al paso con el dramatismo. No es que en la
película se digan chistes o se escenifiquen gags ingeniosos, son las situaciones,
lo que contienen ironía, los pensamientos íntimos del protagonista los que contrastan
con las imágenes que vemos, cómo juzga todo aquello que le incomoda.
Hay algunos saltos narrativos en la cinta que quizás fueran
debidos a amputaciones debidas a la censura. Al igual que en el caso de Saura,
una cosa es lo que el director ha pretendido decir y otra muy distinta lo que
la crítica progresista ha entendido o ha querido entender. Por ejemplo, el protagonista
tiene dificultades en relacionarse con mujeres. Es un tipo guapo, pero tímido y
retraído. Desde este punto de vista, la película tiene algo de “drama
psicológico”. Ahora bien, es mucho más discutible que, Regueiro quisiera trasladar
esta característica a toda la España de la época. Es cierto que en aquel
momento se practicaba menos la sexualidad que en nuestros días. Pero también es
cierto que, aquello que los “progres” llaman “represión” en la estela de Freud,
no era nada más que una forma de educación de la sexualidad. Hoy la sexualidad
está mucho más presente que entonces, y, por tanto, sin represiones, la sexualidad
debería ser mucho más sana: observad el número de agresiones sexuales, de
violaciones, de pornografía, de pederastia y cualquier otra constante, y se os materializará
la idea de que ninguna sociedad precedente ha vivido una “tragedia sexual” como
la de nuestro tiempo. En nuestra opinión, la translación de los rasgos
enfermizos de Amador a toda la sociedad española del franquismo, es falaz y una
simple invención de la “cultura progre”.
La película es completamente diferente a las otras películas españolas
rodadas en aquellos años. Ha perdido intensidad con el paso de los años.
Incluso hoy puede hacerse algo pesada, deshilvanada y algo desaprovechada. Pero
es algo común a este tipo de cine. Varias de las películas de Hichtcock,
consideradas en su tiempo como “obras maestras” (Frenesí, por ejemplo,
ocho años posterior a Amador) hoy resultan decepcionantes y
cuesta entender las motivaciones de los personajes, incluso el sentido de la
trama.
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