AL OTRO LADO DEL ESPEJO (1973) – JESÚS FRANCO – LAS TETAS DE LA GALLINA CAPONATA


Cuando se filmó Al otro lado del espejo, Jesús Franco, llevaba ya varios años realizando películas en donde si no aparecía una elucubración sado-masoquista, o veía a su compañera copular con otros, casi se sentía obligado a ofrecer a su público una o dos tetas y algún que otro pubis femenino. En este caso, una actriz que acababa de abandonar la “Escuela de Barcelona”, Emma Cohen, futura Gallina Caponata y esposa de Fernando Fernán Gómez, es la protagonista de otra de las mejores películas (freudiana, eso sí) de un director que se extravió.

FICHA

TITULO: Al otro lado del espejo

AÑO: 1973

DURACIÓN: 82 minutos

DIRECTOR: Jesús Franco

GÉNERO: Terror

ARGUMENTO: Una joven ve el cadáver de su padre. Se suicidó cuando su hija se negó a romper con su novio. La chica, a partir de entonces se aficionó a matar a todos los hombres que se enamoraban de ella, como respuesta freudiana al complejo de culpabilidad por la muerte de su padre.

ACTORES: Emma Cohen, Philippe Lemaire, Françoise Brion, Alice Arno, Howard Vernon, Robert Woods, Simón Andreu, Carmen Carbonell, Jesús Franco, Ramiro Oliveros, Lina Romay

 

CLIPS

CLIP 1 – CRÉDITOS: REVISTA A LOS RESPONSABLES


CLIP 2 – UN RUBIO TEÑIDO ENAMORA A LA NIÑA


CLIP 3 – PAPÁ SE SUICIDA POR CELOS


CLIP 4 – ELLA PIANISTA Y RAMIRO OLIVEROS TROMPETISTA EN LISBOA


CLIP 5 – RAMIRO OLIVEROS CON PANTALONES CAMPANA Y ELLA COMO LE GUSTABA A FRANCO


CLIP 6 – SUBLIMANDO EL COMPLEJO DE CULPABILIDAD


CLIP 7 – UN LIGÓN OTOÑAL


CLIP 8 – DEL AMOR Y DE LA MUERTE


CLIP 9 – AQUÍ NO SE SALVA NI DIOS


Carteles y programas

 


Cómo localizar la película

En FlixOlé: AL OTRO LADO DEL ESPEJO

En Movistar+: AL OTRO LADO DEL ESPEJO

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Lo menos que puede decirse sobre AL OTRO LADO DEL ESPEJO

Emma Cohen estaba en su mejor momento. Había roto con el cine seudointelectualista, pretendidamente elitista, absolutamente de minorías (tan aburridas como progres) de la Escuela de Cine de Barcelona. Y entonces se cruzó en su vida, Jesús Franco. Aprovechó la ocasión. Era el año 1973 y de esta colaboración salió Al otro lado del espejo. La mala noticia era que, en aquellos años, ambos, Franco (Jesús) y Emmanuel Beltrán Rahola (“Emma Cohen”), vivían, como el ambiente progre de todo Occidente, una borrachera de freudismo. El leit-motiv de esta cinta fue, precisamente, un freudismo de manual, sino de baratillo, prendido con alfileres y que lastra la película a partir de la temática inicial.

Porque, la película puede resumirse así: una hija consentida, vástago única de un multimillonario, se enamora de un rubio teñido, al parecer buen chico, pero sin más cualidades y aspira a casarse contra la opinión de su amado padre que siente unos celos enfermizos hacia el chaval. Tanto es así que, cuando comprueba que la boda es inevitable y que ninguna de las amenazas ha logrado disuadir a su hija de subir al altar, vestida de novia, mientras ella se prueba el traje, él, va… y se suicida. La chica, que quería mostrarle el traje a su padre, al entrar en su despacho, lo ve pendido de una soga, con los ojos saltones, la lengua entresaliendo por las comisuras de los labios y la expresión de muerto de aquellos que vuelven para incordiar a los vivos. A partir de aquí, la chica, prodigio de sutilezas, belleza y delicados modales, mira por dónde, se convierte en una psicópata asesina. Cada vez que se enamore, sentirá un arrebato de furia que le obligará a asesinar al novio, solamente para sublimar su complejo de culpabilidad por la muerte de su padre. Y se enamorará varias veces.

El primero es un Ramiro Oliveros que destaca por su pelambrera desordenada, su trompeta (ella, muy femenina, toca el piano) de jazzista y sus pantalones campana blancos y ceñidos en los cuartos traseros al mal gusto de principios de los setenta. Y el chico, acaramelado y enamoradizo, tras forjarse ilusiones de vida en común, recibe una puñalada en el estómago que acaba con su vida. Luego aparece en escena un galán otoñal, con su esposa y su círculo de amistades: individuos frívolos, millonetis, pensando en sus negocios. También aquí, el sujeto, a pesar de su edad, y de la que Cohen podría ser su hija (incluso su nieta), sufre un arrebato amoroso y, en pleno coito recibe una estocada por todo lo alto. Entre estas vicisitudes, la Cohen aparece como Dios la trajo al mundo, felpudo incluido, demostrando que la transición empezó a principios de los años 80, de la mano de Carrero Blanco, como siempre hemos sostenido, y no tras la muerte de Franco con la llegada de Adolfo Suárez y del rey hoy emérito. Por entonces, la legislación vigente permitía el desnudo integral siempre y cuando fuera necesario. Y si bien lo era para hacer el amor, no lo era tanto para hablar por teléfono como se ve exhibe en la cinta.

La película tiene ambiciones “doctrinales”: Freud manda. Freud guía el guion. Freud establece el ritmo narrativo y todo lo demás es secundario. Freud, incluso está en la cabeza de Franco (Jesús) y, probablemente, de la Cohen (Emma). Para el primero, Freud explica los lastres y las fantasías sexuales que le acompañan y que encontraron la partener ideal en Lina Romay, con la que se había unido el año antes de filmar esta cinta y que aparece también en el reparto. Franco disfrutará en decenas de sus películas viendo como la torturan, la penetran, la persiguen, la violan o yace con cualquiera. Y para la Cohen es posible que esta cinta, que le valió el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos a la “mejor actriz”, pesara tanto en su subconsciente que, pasados los fervores del destape, la llevó por una senda cada vez más recatada, hasta lo puritano, en el período que abarca desde su participación en programas infantiles como “Gallina Caponata”, hasta sus años de viudadedad tras la muerte de Fernando Fernán Gómez.

Aparte de Emma Cohen, de Simón Andreu, Ramiro Oliveros, Lina Romay, merecen recordarse, la entonces ya en declive, pero aun rubia explosiva, Françoise Brion, Philipe Lemaire que aparece como su marido y futura víctima de la cohen, y, por qué no, el propio Jesús Franco que aparece, tal como era su costumbre, en sus propias cintas (y no está claro si en un guiño a Alfred Hichtcock o bien para ahorrar el salario de un actor de reparto; o, acaso, por ambas cosas). Y, claro, está, el “padre de la niña” no podía ser otro que Howard Vernon, un habitual de las cintas de Franco cuyo papel, corto, aparece una y otra vez, con el rostro descompuesto por el ahorcamiento y los ojos, más inquietantes que nunca, a punto de salirse de sus órbitas.

Ahora bien, si quitamos el freudismo inherente a la médula del guion, si lo amputamos de las escenas de desnudo de la Cohen y de su rostro y maneras de actriz muy buena (que lo era), lo que nos queda es un producto con un buen ritmo narrativo, pero que hubiera precisado un guion mucho más elaborado. Se pierde demasiado tiempo con números musicales. Excesivo metraje desperdiciado en escena que aportan poco. Falla el guion, elaborado por el propio Jesús Franco. Si lo hubiera encargado a un profesional, en lugar de ahorrarse unas pesetejas, sin duda el resultado hubiera sido más lustroso. Con todo, la producción tiene cierto empaque debido al buen hacer de José María Forqué.

La película tuvo dos versiones: una proyectada en Francia, verdadero engendro en el que todo se reduce a una película “S”, con escenas, incluso, desagradables que demuestran que al cruzar los Pirineos, algo se trastocaba en el cerebro de Jesús Franco. Se puede ser erotómano. Incluso vicioso. Pero no hacía falta que lo fuera pregonando. La versión española es más comedida (gracias a la censura, ya muy relajada en la época) y eso es lo que salva a la película (junto con la actuación de Emma Cohen).

En definitiva, una película regular de un director con tendencia al bodrio y a la búsqueda de lo alimentario a través de su propia autosatisfacción erótica. Se entiende que a Jesús Franco le atrajera el freudismo: el doctor Freud se hubiera frotado las manos de verlo en la antesala de su consulta.

 

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