EL SONIDO DE LA MUERTE (1965) – JOSÉ ANTONIO NIEVES CONDE – LA OBRA DE UN BUEN ARTESANO

La carrera del director falangista Nieves Conde, parecía haber caído en la atonía a principios de los años 60. Lejos quedaban sus exaltaciones sociales de la década anterior. Ahora, en los años 60, su producción aumentó, sin lograr alcanzar la tensión ideal de la primera fase de su cine. El sonido de la muerte es una película de aventureros. Estáticos, pero aventureros.

FICHA

TITULO: El sonido de la muerte

AÑO: 1965

DURACIÓN: 77 minutos

DIRECTOR: José Antonio Nieves Conde

GÉNERO: Terror

ARGUMENTO: Un grupo de aventureros busca un tesoro en una isla griega. Solamente tienen la mitad del mapa. Después de realizar unas voladuras, escuchan un sonido terrible: han despertado a un ente ancestral que les perseguirá y les obligará a huir, liquidando poco a poco a los miembros de la expedición

ACTORES: Arturo Fernández, Soledad Miranda, James Philbrook, José Bódalo, Antonio Casas, Ingrid Pitt, Lola Gaos, Francisco Piquer

CLIPS

CLIP 1 – CREDITOS EXPLOSIVOS


CLIP 2 – EN LA CUEVA MALDITA, LA PRESENCIA DE LA MOMIA


CLIP 3 – SOLEDAD MIRANDA BAILANDO EL SIRTAKI (MAS O MENOS)


CLIP 4 – UN GRITO SALVAJE LLEGADO DESDE LA PREHISTORIA


CLIP 5 – ATRINCHERADOS EN LA CASA Y PERSEGUIDOS POR LA FIERA INVISIBLE


CLIP 6 – EN LA NOCHE SIEMPRE OCURRE LO PEOR. ARTURO FERNANDEZ DE LIGOTEO CON SOLEDAD MIRANDA


CLIP 7 – LA DINAMITA LO RESUELVE TODO (¿O NO?)


CLIP 8 – EL TERROR LLEGA A SU PAROXISMO


CLIP 9 – UN TRUCO PARA UBICAR A LA BESTIA INVISIBLE


CLIP 10 – “MEJOR SALIMOS CORTANDO”


Carteles y programas

 

 




Cómo localizar la película

A través de eMule: EL SONIDO DE LA MUERTE (1ª OPCIÓN. Formato AVI)

A través de eMule: EL SONIDO DE LA MUERTE (2ª OPCIÓN. Formato AVI)

 

Lo menos que puede decirse sobre EL SONIDO DE LA MUERTE

Vaya por delante que no es una gran película, aunque el director y la mayoría de actores tengan un lugar destacado en la historia del cine español. Discreta, de bajo presupuesto, hábilmente pensada, con un aceptable ritmo narrativo, discreta en la fotografía y en las localizaciones, diestramente interpretada y dirigida por un artesano consciente de las limitaciones de la cinta y de la necesidad de recurrir a efectos especiales, casi ingenuos. El resultado es una película serie B de esas que se veían con agrado en los “extraordinarios programas dobles” de los cines de restreno. Hay algo ejemplar en esta película y en un cine de aventuras muy primitivo y sin apenas presupuesto, pero con el que, Nieves Conde, lograba extraer los mejores resultados. No necesariamente el presupuesto garantiza un resultado aceptable.

Se trata, sin duda, de una de las películas menos conocidos de éste director de origen falangista y autor de las primeras películas de “sensibilidad social” del cine español de postguerra: Surcos, dejó huella en nuestro cine y solo por esa película, su director merece un lugar destacado en nuestra historia cinematográfica. La película se filmó treinta años después de la inscripción de su director en Falange Española. Fue un director cuyo apogeo se dio en los años 50 y en la década posterior, siguió filmando, pero perdió tono e intensidad. En los setenta accedería a filmar algunas películas de cierto voltaje erótico. El sonido de la muerte pertenece a su segunda época, no tan brillante, pero sí, al menos, honesta y bien realizada.

A pesar de sus limitaciones, la película es de las que hoy pueden considerarse como “de culto”: Nieves Conde, asume el reto y las limitaciones del proyecto. Se sale por la tangente, realizando una película de terror basada en una idea que, en gran medida, es suya: para que el espectador experimente terror, no hará falta que vea al monstruo. Bastará con que lo intuya, que sienta su proximidad. Para ello harán falta unos actores convincentes, no vale cualquiera para transmitir esa sensación de cercaría a la muerte. El monstruo, durante toda la película será un sonido, apenas un aullido desgarrador, salvaje, atávico.

Cuando se filmó El sonido de la muerte, la obra de Henri Philipe Lovecraft todavía no era muy conocida en España. Fue, más o menos en esa época, cuando el libro de Louis Pauwels y Jacques Bergier, El retorno de los brujos, generó un interés por este autor norteamericano. Será en el último tercio de la década cuando Alianza Editorial inicie la traducción y edición de sus obras. Por tanto, las similitudes de partida entre los arqueólogos aventureros y buscatesoros que aparecen en la película y los que protagonizan el relato lovecrafiano de En las montañas de la locura, son casuales y merecen ser señalados. Para Nieves Conde y, por lo demás para Lovecraft, la arqueología es una ciencia que penetra en “lo atávico” y este es un mundo que enlaza directamente con lo mágico y con el terror. Criaturas olvidadas de mundos perdidos yacen en tumbas ocultas, leyendas que acompañan a estos lugares, hablan de fabulosos tesoros de civilización antiguas. Esto genera la ambición y el desafío a los riesgos que solo algunos intrépidos lograr superar. Tal es el telón de fondo de esta película y de buena parte de los textos lovecraftianos.

Una mina artificial creada en los estudios que el productor norteamericano Samuel Bronston tenía en Madrid, es el punto de partida del terror. La voladura de unas rocas no hace que los aventureros descubran el tesoro, pero sí una momia bien conservada, cuyo espíritu se rebelará contra quienes han osado perturbar su sueño. La “cosa” los atacará. Nunca veremos su aspecto, solo oiremos “el sonido de la muerte” que da título a la película. Dos de los aventureros caen víctimas de los zarpazos de la bestia. La sirvienta, Lola Gaos, ya les había advertido que en aquellas montañas latía el mal; pero los aventureros no le hicieron caso. A ellos, se suma, un joven inquieto y desenfadado al que todo parece darle igual; está allí por dinero, para cambiar de vehículo (Arturo Fernández). Ingrid Pitt y Soledad Miranda, se bailan un primitivo sirtaki, pues, no en vano, la película está ambientada en una isla griega. Janes Philbrook, actor norteamericano, parece estar allí para encarnar el papel de “duro”, mientras que José Bódalo (uno de los mejores actores del cine, del teatro y de la televisión del siglo XX), Francisco Piquer y Antonio Casas, son los impulsores de la aventura.

Una vez se despierta el monstruo ya no hay nada que pueda contenerlo. Es invisible -no había presupuesto para crear uno que resultase creíble-, apenas deja huellas y eso será su perdición: a Arturo Fernández se le ocurre la brillante idea de colocar harina en las inmediaciones de la casa donde él y sus compañeros están sitiados. Cuando el monstruo pasa sobre la harina, le atacan y creen haberlo matado, pero…

La película se exportó al mundo anglosajón y tuvo buena acogida, siempre como producto de Serie B.

 

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