EL CONDE DRÁCULA (1970) – JESUS FRANCO – NO TAN FIEL AL RELATO ORIGINAL DE STOKER

Jesús Franco la vendió como la versión de Drácula que más se parece a la obra de Bram Stoker. Es discutible. De hecho, podría discutirse incluso si esta coproducción germano-italo-liechtensteiano-española, es la versión más libre de la conocida obra. Lo cierto es que, es una de las películas que abren el “ciclo de oro” del Cine Gótico español que se prolongará hasta 1976.

FICHA

TITULO: El Conde Drácula

AÑO: 1970

DURACIÓN: 98 minutos

DIRECTOR: Jesús Franco

GÉNERO: Terror

ARGUMENTO: Jonathan Harker llega a Transilvania y conoce al conde Drácula. Allí se verá retenido contra su voluntad y conseguirá escapar. Su novia y sus amigos acudirán a buscarlo a Budapest en donde el vampiro les perseguirá.

ACTORES: Christopher Lee, Herbert Lom, Klaus Kinski, Soledad Miranda, Jeannine Mestre, Maria Rohm, Fred Williams, Jack Taylor, Paul Muller, Jesús Puente, Emma Cohen, José Martínez Blanco, Jesús Franco

CLIPS

CLIP 1 – CRÉDITOS Y UN JONATHAN HARKER INSEGURO


CLIP 2 – TRANSILVANIA EN… “EL PUEBLO ESPAÑOL” DE BARCELONA


CLIP 3 – EN EL CASTILLO DE DRACULA


CLIP 4 – HUYENDO DE LAS TRES VAMPIRAS…


CLIP 5 – SALVADO EN BUDAPEST, CON EL DOCTOR SEWARD Y EL PROFESOR VAN HELSING


CLIP 6 – RENFIELD, EL PILLAO (Y KINSKY, SU MEJOR EXPRESIÓN)


CLIP 7 – MINA HARKER Y LUCY CERCA DE DRACULA


CLIP 8 – MEL CUELLO DE MINA AL ALCANCE DE DRACULA Y VAN HELSIG QUE SABE LO QUE HAY QUE HACER


CLIP 9 – MINA SECUESTRADA, RENFIELD MUERTO


CLIP 10 – ESTACA Y FUEGO, REMEDIOS INFALIBLES


Carteles y programas

 


  


 


Cómo localizar la película

En Filmin: EL CONDE DRÁCULA

A través de eMule: EL CONDE DRÁCULA (1ª opción: versión en AVI)

A través de eMule: EL CONDE DRÁCULA (1ª opción: versión en MKV)

 

Lo menos que puede decirse sobre EL CONDE DRÁCULA

Para Jesús Franco, ésta fue de sus mejores cintas. Para el “respetable”, para la “afición”, no hubo para tanto. Cinta mediocre en la que buenos actores actúan de manera poco profesional. Kinsky (Renfield”), da la sensación de alucinado y Christopher Lee (“conde Drácula”) parece pasmado. Se salva, Herbet Lom en el papel de “Van Helsing”. Las féminas, Soledad Miranda (“Lucy Westenra”) y María Rohm (“Mina Harker”), discretas. Fred Williams (“Jonathan Herker”) irrelevante y, de entre todos, los amigos de “Jonathan Herker”, destaca Jack Taylor (un habitual de las cintas de Jesús Franco en esa época que, incluso asumió alguna tarea como decorador de interiores, que aquí aparece como “Quincey”). A lo peor era que el problema de Franco era que no sabía dirigir a los actores, se interesaba por lo que se interesaba (la parte lúbrica) y todo lo demás le traía al fresco, especialmente a partir de mediados de los 60. El caso es que, una película que contaba con cierto presupuesto -superior a la mayoría de cintas que rodó este director-, con buenos y reconocidos actores y actrices, se sitúa, en el mejor de los casos, en la zona del aprobadillo raspado.

La película, eso sí, ha pasado a la historia del cine culto, especialmente porque Pedro Portabella, que debe haber cumplido los 96 ó 96 años, realizó el primer making-off del cine español, si bien con ambiciones mucho mayores. Portabella era uno de esos progres que se movían en el ambiente cinematográfico a partir de principios de los 50. Fundó Films 59 que produjo la primera película de Carlos Saura, Los golfos, la primera muestra de “cine quinqui” español, luego hizo otro tanto con El cochecito (1960) de Ferreri y con Viridiana (1961) de Buñuel. Pasó, como cualquier progre que se preciara, por el PSUC, luego por “Socialistas de Cataluña”, más tarde por Iniciative per Catalunya, todo lo cual le hizo merecedor de una “creu Sant Jordi” de las fabricadas en serie por la gencat. Así pues, entre sus ocupaciones, además de la de productor, progre de pro, político, fue también escritor, guionista y dirigió varias películas de producción propia. En Wikipedia (esa sarta de exageraciones, inexactitudes y fábrica de post-verdades) se dice de él que “sigue la cultura de vanguardia y usa lenguajes expresivos nuevos, muy claros y cuidados”. Se puede compartir o no esta opinión -sin duda colocado por algún acérrimo- pero lo que hay que reconocerle es que le gustaba el cine y le importaba poco el impacto popular de sus películas. Filmó más de veinticinco cintas, sobre todo documentales. Contribuyó a que un pintor mediocre, sino malo, estuviera en el candelero catalán unos años más (Joan Miró) y, sin duda, su película más relevante fue Puente de Varsovia (1989).

El making-off de Portabella, lleva el título de Cuadecuc, vampir (1970) que traducido al castellano equivaldría a “cola de gusano, vampiro”. Aprovechando los decorados y los personajes que aparecen en la película de Jesús Franco, Portabella arma un documental, como mínimo, interesante y, desde luego, más trabajado que la película de terror. Es en este documental en donde nos dimos cuenta de que Portabella es un amante del cine que intentaba decir algo nuevo. Lo hacía, claro está, con las gafas del progre. Atribuyó a la censura el que el making-off no se estrenara en España sino casi 40 años después de haberse filmado. Personalmente, creo, más bien, que era una película que no tenía público. Solo hubiera tenido cabida en salas de “arte y ensayo”, pocas, pequeñas, deficitarias y siempre buscando películas rompedoras filmadas en el extranjero. El making-off todavía no era un género reconocido.

En cualquier caso, a decir verdad, Cuadecuc, vampir, nos parece bastante más ambiciosa, interesante y barata que la cinta de Jesús Franco. Empecemos diciendo que el director siempre alardeó de que había filmado la cinta más fiel al relato de Stoker. Ni era necesario, ni nadie se lo pidió. Realmente, es quizás, una de las que más se apartan -sin duda por razones de presupuesto- del relato original. Claro está que Copolla, con su “Dracula de Stoker”, tampoco resulta particularmente fiel al relato, pero, comparando las dos versiones, en ésta hay toques de genialidad, presupuesto desmesurado y efectos especiales cuidados. Lo que le falta a la versión de Franco. De hecho, El Conde Drácula está más cerca de las producciones de terror de la Hammer que de la versión de Coppola. Y, si se nos apura, por debajo de algunos productor de esta productora inglesa.

La única novedad que aporta “tío Jess” (Jesús Franco, tal como gustaba llamarse a sí mismo) es que el personaje de Drácula, a medida que va sorbiendo sangre, rejuvenece. Era algo que Stoker ya había planteado y que luego recuperará Coppola. Todo lo demás son divergencias: las tres mujeres vampiro destruidas por “Van Helsing”, aquí resultan acarajotadas por “Quincey” y “Harker”. El final también difiere: en la versión de “tío Jess”, el ataúd de Drácula es incendiado, en la novela Harkey y Quincey le clavan el consabido estacazo en el corazón y le cortan la cabeza. No se entiende porqué “Mina” es atacada por el vampiro en la ópera, mientras que en la novela todo ocurre en la alcoba. Klaus Kinsky aparece aquí contenido. Se ignora el porqué no dice palabra, mientras que en la novela, “Renfield” aparece como un loco peligroso. Lo peor de todo, son las ubicaciones: “tío Jess” ha evitado las escenas en las que Drácula viaja en barco a Londres y hace una escabechina con la tripulación, así que todo ocurre en Budapest, no muy lejos de Transilvania. Tampoco se entiende el porqué, “Van Helsing” aparece en silla de ruedas, pero no en las escenas finales, contrariamente a lo que narra la novela. Y así podría seguir, párrafo tras párrafo, desmintiendo la versión de que se trata de la película “más fiel” al texto de Stoker. Es, justamente, todo lo contrario.

Tampoco hay muestras de gran pericia en el manejo del terror. La música, en ocasiones, no acompaña a las escenas. Los escenarios son fácilmente reconocibles: por un lado, el Budapest que nos muestra, es la Plaza de España del “Pueblo Español” de Barcelona y la mayoría de escenas e interior fueron filmadas en los Estudios Balcázar de Hospitalet de Llobregat. Otros, los del interior del psiquiátrico y del hospital, se rodaron en Italia. Y los exteriores del castillo de Drácula corresponden al Castillo de Santa Bárbara alicantino.

Da la sensación de que “tío Jess” no supo motivar suficientemente a los actores. Dio por sentado que algunos de ellos, con merecida fama de buenos intérpretes, se harían con los personajes. En realidad, tanto Lee como Kinsky, ignoraban que pretendía el director de ellos y a ambos se les nota desmotivados: no tenían que demostrar su valía, algo que si hacían las secundarias. Sobre estas, destaca Soledad Miranda (que, a veces aparece como “Sussan Korda” o “Susan Korday”). Había iniciado su carrera con Jesús Franco y en esta cinta volvió a aparecer. Hoy apenas se la recuerda a causa de un lamentable accidente de tráfico que acabó con su vida cuando se encontraba en la flor de la juventud (27 años). “Tío Jess” volvería a recurrir a partir de entonces muchas veces a ella, especialmente contó con ella para rodar Vampyros Lesbos (1970), película de dudoso gusto en la que el director afirmaba haber “profundizado en la vertiende lésbica de las vampiras”…

Y, a todo esto, ¿qué hacía un actor consagrado como Christopher Lee en una producción de Serie B como ésta? Trabajo alimentario, sin duda, aunque la publicidad se encargó de alardear que el actor había visto en el guion aspectos nuevos, no destacados en anteriores producciones sobre vampiros.

La historia que nos cuenta, es suficientemente conocida: el vampiro erotómano que necesita sangre para poder afirmar su naturaleza. Sin sangre, envejece, se diluye, muere “sin gloria en el Hades”. Con sangre, rejuvenece, se materializa. Y si es sangre de mujer, tanto mejor para él y para “tío Jess”.

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