CRIMEN (1964) – Miguel Lluch – La figura menguante del cacique y "el señorito"
No estamos ante una simple película de género negro, hábilmente
realizada por Miguel Lluch: es más bien una crítica al caciquismo, que
ensombreció el siglo XIX español y se hizo hegemónico en la España rural con la
Restauración. Hay un mensaje político muy claro detrás de esta cinta: España había
cambiado y el caciquismo estaba fuera de lugar. El franquismo lo había arrinconado.
FICHA
TITULO: Crimen
AÑO: 1964
DURACIÓN: 84 minutos
DIRECTOR: Miguel Lluch
GÉNERO: Negro
ARGUMENTO: El sobrino de un
terrateniente, encaprichado por una chica, es permanentemente rechazado por ésta,
enamorada del médico del pueblo con el que trabaja como enfermera. El sobrino y
su amigo, deciden violar a la chica pensando que el crimen quedará impune, pero
un juez severo y eficiente pone las cosas en su sitio
ACTORES: Julián Mateos, Víctor
Valverde, Fernando Sancho, Margarita Lozano, José Montez, Sonia Bruno, Mario
Bustos, Julia Caba Alba, María Martín
CLIPS
CLIP 1 – UN “DISPARO BAJO DEMANDA” POR UN PROBLEMA DE RIEGO
CLIP 2 – LA ENFERMERA INGENUA – EL SOBRINO ODIOSO – EL MEDICO
ABNEGADO
CLIP 3 – UN ACTO INNOBLE QUE TERMINA EN ASESINATO
CLIP 4 – LA DETENCIÓN DEL DOCTOR
CLIP 5 – UN JUEZ ESCRUPULOSO
CLIP 6 – TESTIGOS COMPRADOS AL PESO
CLIP 7 – EL JUEZ ATANDO CABOS Y EL CACIQUE ENTERÁNDOSE DE LA
VERDAD
CLIP 8 – OTRO ESLABON DÉBIL Y SU MADRE
CLIP 9 – EL JUEZ EMPIEZA A PERDER LA CALMA
CLIP 10 – ESTA BIEN LO QUE TERMINA BIEN: EL DOCTOR LIBERADO Y LOS
CACIQUES EN DERROTA
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A través de eMule: CRIMEN
Lo menos que puede
decirse sobre CRIMEN
El caciquismo fue un fenómeno típicamente español, relegado al
olvido (hoy tiene otras formas más sofisticadas, vinculadas siempre a políticos
de tercera fila que hacen de su provincia su coto privado de caza y a las “baronías”
autonómicas, como formas más parecidas en las que un “poderoso” tiene el voto
cautivo y el dominio sobre la mayoría en función de haber). Esta película
denuncia el caciquismo y, utilizando, las palabras de José Antonio Primo de
Rivera, “el señoritismo”.
Luis Induni interpreta al “cacique” y Julián Mateos, a su sobrino,
“el señorito”. Ambos son “los amos”. La diferencia entre uno y otro es que, el
primero tiene experiencia, sabe hasta donde puede llegar y qué le colocaría en
aprietos innecesarios; el segundo, en cambio, no conoce límites: todo para él es
permisible y aceptable. Miguel Lluch, director de esta cinta, sitúa a ambos
personaje dotándolos de estos atributos que, casi podríamos decir, que son “históricos”.
Frente a ellos están dos tipos de personajes: aquellos que, por
necesidad, se ven obligados a colaborar y tapar los excesos de “los amos” y,
particularmente, de “el señorito” y aquellos otros que sufren los excesos y las
maldades de “los amos”. Estos últimos, en la cinta, son el doctor del pueblo
(Víctor Valverde) y su enfermera y novia (Sonia Bruno) que resultará asesinada.
Los primeros, en cambio, pobres, básicamente buenos, pero oportunistas y
sometidos a la presión de “los amos”, se ven obligados a prestar falsos
testimonios, incluso a reconocer culpas sobre actos que no han cometido.
Y, en medio de todos ellos, aparece la figura del “juez justo”,
interpretado por Fernando Sancho. Desde el primer momento en el que se inician
las investigaciones, el juez no alberga dudas de la inocencia del doctor y
sospecha de la culpabilidad de alguien vinculado a “los amos”. Su deducción es
intuitiva, pero apoyada en la racionalidad: todos los testigos se han beneficiado
de prebendas concedidas por “el señorito”, que aliviarán su miseria económica.
Paro el juez sabe que se trata de los eslabones más débiles de la cadena y que,
presionando un poco, se romperán, permitiendo conocer la verdadera identidad de
los culpables, como así ocurre, en efecto.
Hace falta contextualizar la cinta en el momento en el que fue
rodada y exhibida. Estamos en 1864, por entonces ya se han manifestado los
primeros efectos miríficos del “desarrollismo”: España está cambiando. El
primer Plan de Desarrollo trasnformará el país, el turismo empezará a llegar a
raudales, hay fiebre constructora, pero también las empresas desde el Instituto
Nacional de Industria empiezan a trabajar a destajo. Está llegando capital
extranjero y créditos que permiten poner en marcha amplios sectores de la
economía. El país va viento en popa. Asistimos a una nueva migración del campo a
la ciudad. Quedan restos de caciquismo en zonas rurales atrasadas, pero están
en vías de extinción: incluso, los hijos de los caciques, “los señoritos”,
piensan en trasladarse a la ciudad, convertir sus propiedades rurales en
urbanizaciones y dedicarse a la fiebre constructiva, alternándola con noches
locas en barras americanas y puticlubs de carretera. Esta película refleja ese
instante terminal. Por eso es una cinta de interés sociológico y no solamente
una buena película, perfectamente interpretada de género negro.
Miguel Lluch apenas dirigió una docena de películas. Tenía cierta
tendencia al género negro (véase su genial La
chica del autostop, o la igualmente meritoria Sitiados en la
ciudad (1957) en la que ya manifestó su interés por esta temática),
aunque practicó todos los géneros y estilos: desde el documental (con el que
cerró su carrera, con el documental guionizado por Vintila Horia, Palacio
con Rey y pueblo) hasta La montaña sin ley (1953), una
película de aventuras, la primera que dirigió para la productora de Ignacio F.
Iquino. También tocó temáticas ingenuas que hicieron las delicias del público
en su estreno pero que hoy se muestran ya desfasadas, Botón de Ancla,
y filmó dos películas de aventuras en Italia (El halcón del desierto
en 1965 y Fra Diavolo en 1962). Ahora bien, el cine no era su
principal actividad. Tenía otros talentos naturales y aficiones que explican el
por qué, a pesar de haber muerto a la provecta edad de 93 años, su filmografía
es relativamente corta: en la UGT de antes de la guerra había aprendido dibujo
y pintura. Durante la guerra trabajó en las Ediciones Antifascistas y realizó
sus primeros pasos en el cine. Fue contratado por la productora de Iquino,
IFISA, para realizar decorados y trabajó en armando y diseñando decorados para
casi una veintena de películas filmadas por esta productora. Colaboró también
con la revista Indice como ilustrados y realizó alguna exposición antológica
de sus obras.
Su buen hacer hizo que -a pesar de sus antecedentes como militante
antifascista de la UGT- la naciente TVE contara con él desde finales de los
sesenta y a partir de los 70 se convirtió en personal fijo de la cadena. Sus
trabajos en este medio fueron innumerables y recibieron varios premios
internacionales.
En cuanto a los intérpretes de Crimen, destacan grandes
rostros de la pantalla española de aquellos años. Tanto Valverde, como Fernando
Sancho y Luis Induni bordan sus papeles y, en cuanto a Julián Mateos, con
algunos elementos de sobreactuación, habituales en él, hace también un papel
excelente. Pero, junto a ellos, vemos a dos intérpretes que siguieron en el
mundo de la farándula pero que desaparecieron de la gran pantalla: por una
parte Margarita Lozano, en su papel de madre de uno de los testigos falsos,
sumisa con “los amos”, hasta el punto de negarse a reconocer que fueron ellos
los que mataron a su hijo y José Montés, como “Tomás”, otro “señorito”, amigo
de “los amos” y ejecutor material de algunos de sus crímenes, que desapareció
de la escena, pero siguió dedicándose al doblaje.
La película es una de esas cintas “redondas”: nada falla, todo
esta atado y bien atado, resulta verosímil, casi neo-realista en el tratamiento
de algunas escenas y, muy entretenida. También se hizo “cine social” durante el
franquismo. Esta es la muestra.
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