LA CUARTA VENTANA (1963) – Julio Coll – Mujeres de armas tomar durante el franquismo
Otra de esas películas olvidadas que cambian la visión que tenemos
del franquismo y del papel de la mujer. El aliciente de esta cinta es doble:
por una parte ver a las tres hermanas Penella (Enma Penella, Terele Pávez y
Elisa Montés) en acción y por otra parte, ver cómo la película contiene un feminismo
ante litteran, por cierto, bastante más enérgico que el de las ultra-feministras
atrincheradas hoy en el ministerio de igualdad…
FICHA
TITULO: La cuarta ventana
AÑO: 1963
DURACIÓN: 86 minutos
DIRECTOR: Julio Coll
GÉNERO: Intriga
ARGUMENTO: Tres mujeres jóvenes que
se ganan la vida como modistas, pero no desdeñan la vida nocturna, la diversión
y el ocio frívolo, conocidas por la policía por sus broncas, encuentran en su
apartamento a una mujer herida. Tratan de ayudarla y de conocer que la ha
llevado hasta allí.
ACTORES: Emma Penella, Elisa Montés,
Terele Pávez, Ángel del Pozo, Gloria Osuna, Luis Induni, Leo Anchóriz,
Francisco Aguilera, Rafael Anglada, Manuel Bronchud, Camino Delgado, Pedro Gil,
Gaspar 'Indio' González
CLIPS
CLIP 1 – CREDITOS CON SAXOFONISTA INCLUIDO
CLIP 2 – UNA TRIFULCA EN “LA PACHANGA”
CLIP 3 – EN COMISARÍA, UN PROBLEMA CON LA CREMA
CLIP 4 – DE LA MAZMORRA A LA CASA
CLIP 5 – LA VENTANA DE ENFRENTE Y LA CHICA EN EL LAVABO
CLIP 6 – CUIDANDO A LA DESCONOCIDA
CLIP 7 – LOCALIZANDO AL SAXOFONISTA
CLIP 8 – OPERACIÓN POLICIAL EN LA CASA DE ENFRENTE
CLIP 9 – INTERVINIENDO EN LA CUARTA VENTANA
CLIP 10 – DE JUSTICIA POÉTICA, NADA. PENA A GARROTAZO LIMPIO.
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A través de FlixOlé: LA
CUARTA VENTANA
A través de eMule: LA
CUARTA VENTANA
Lo menos que puede
decirse sobre LA CUARTA VENTANA
Julio Coll había saltado a la fama bruscamente con Distrito
Quinto y alcanzaría la cumbre de su carrera con Los
muertos no perdonan. Entre ambas, filmó esta divertida cinta en la
que el misterio, el humor y las buenas intenciones se unen de manera
indisoluble. La cinta nos muestra que la mujer durante el franquismo (estamos a
principios de los años 60, cuando se había desatado la carrera desarrollista y gobernaban
los tecnócratas opusdeistas) distaba mucho de ser un objeto decorativo sometido
al varón paterfamilias. Si se observa bien la película, desde el comienzo, se
verá que el arquetipo de mujer que nos han dicho que era el propio del
franquismo no se cumple en esta película. De ahí su primer aspecto interesante.
El segundo, por supuesto, es ver a las “hermanas Penella” en
acción. Habitualmente, las hemos visto trabajar por separado, hasta tiempos muy
recientes en los que Emma, la mayor, alcanzó una postrera fama figurando entre
el cuadro de actores de Aquí no hay quien viva, la popular serie
televisiva. La segunda hermana, Terele Pávez, también fallecida, aparece aquí en
una de sus primer interpretaciones, es casi irreconocible en relación a los
papeles que interpretó a partir de principios de los años 70. Y la última,
Elisa Montés, está en su mejor momento, luciendo unos ojos que cautivaron a
toda una generación. Elisa venía trabajando en el cine desde hacía nueve años y
ya había dejado un buen recuerdo con Faustina,
Eva 63 (1963) y La vida en un bloc (1956). Las tres
hermanas, a principios de los 60 eran ya actrices consagradas.
Resulta inevitable, al ver el título, pensar en la famosa película
de Alfred Hitchcock La ventana indiscreta (1954), una de las
mejores de este director. Hay algunas similitudes, ciertamente, pero no puede
decirse que la temática, ni el tratamiento, sean los mismos. Es posible que el
titulo de la película de Coll estuviera influido por la fama que arrastraba la película
de Hitchcock. Pero la intención con que las hermanas Penella miran a las
ventanas del edificio que hay frente a ellas, es muy diferente a la motivación de
James Stewart y Grace Kelly. En las primeras hay algo de ternura y envidio de
ver la felicidad reflejada en la ventana de enfrente; en la de Hitchcock, claro
está, Ramond Burr, el vecino de enfrente protagoniza un crimen siniestro. No
hay, por tanto, sombra de plagio, ni siquiera de imitación.
La película de Coll nos presenta en las primeras escenas a tres
mujeres jóvenes. Son tres modistillas que frecuentan un club nocturno. “Dora”, “Luisa”
y “Linda” (respectivamente, Emmna, Terele y Elisa), son habituales del lugar.
Ninguna de ellas tiene novio, pero su esperanza es casarse pronto y disfrutar
de la felicidad que ven en el edificio de enfrente. En una de estas veladas en
el “Club La Pachanga” (una especie de baile de moda de finales del os años 50)
un cliente se propasa con ellas y “Dora” no duda en iniciar una pelea que se
generaliza. La policía aparece por el local y en el tumulto sale rodando del
bolso de “Dora” un pequeño francos que luego, ya en comisaría, comprueban que
contenía cocaína (no hacía mucho José María Jarabo, más conocido como “el
Jarabo”, había sido ejecutado a garrote vil, después de haber matado a varias
personas como resultado de una intoxicación cocaínica, lo que hacía que se
hablara mucho de esta droga). Inicialmente, las tres chicas son encerradas en
la celda con prostitutas y alcohólicas. Sin embargo, el comisario cree en la
inocencia de las tres y pronto resultan liberadas. La sorpresa viene cuando
llegan a su apartamento y encuentran a una chica desmayada y herida encerrada
en el lavabo. Llaman a un amigo, estudiante de medicina, para que asista a la
herida. A partir de ese momento, se interesarán por la historia de la chica, le
ayudarán a reconstruirla y eso les llevará a otro club nocturno en el que actúa
un saxofonista que forma parte de una compañía de jazz. El músico termina
siendo un fraude, una especie de donjuán embaucados y la película termina con
una fenomenal paliza que le propinan las tres chicas: prefieren pasar una
temporada en la cárcel antes de dejar que el pervertido siga seduciendo a
mujeres inocentes.
¿Y el tema de la ventana? Es fácil de explicar. Lo que parecía ser
una pareja feliz de una de las ventanas, termina siendo un traficante de drogas
que es, finalmente, detenido por la policía. El comisario observará la operación
desde el apartamento de las tres modistillas. El amigo estudiante de medicina,
por cierto, termina uniéndose sentimentalmente a la chica. Happy end.
No es una gran película, entre otras cosas, porque Coll no era el
género en el que se movía mejor. Ahora bien, es una película entretenida,
animada, curiosa y llevadera en todos los sentidos, muestra de que se realizaba
en la época un cine honesto, pensado para distraer a un público que estaba
saliendo de las estrecheces de la postguerra y penetrando en el desarrollismo.
La película, en ningún momento, se hace pesada o reiterativa. Los planos, las
escenas van cambiando con fluidez y, eso sí, existen algunos fallos en el
desarrollo de escenas cumbres: por ejemplo, la pelea inicial en “La Pachanga”
deja mucho que desear. Y, sobre todo, la película tiene una moraleja: las
chicas quieren estabilizar sus vidas y su “proyecto existencial” pasa por la
formación de una familia (de ahí que sigan con vehemencia los sucesos del
edificio de enfrente e, incluso, llamen a uno de los domicilios para evitar una
ruptura sentimental), pero esas mismas chicas provistas de un ideal que hoy
sería considerado como “convencional” y poco “feminista”, luego son capaces de
tomarse la justicia por su mano y castigar por sí mismas, a alguien -el
saxofonista- que ha jugado con una chica como ellas.
Así mismo, la figura del policía (interpretado por Luis Induni) no
es, claro está, la del “policía torturador” o del funcionario inflexible que desconfía
de todo lo que pueda provenir de un club nocturno o bien deseoso de extirpar
malos hábitos de manera inmisericorde y rígida, sino que, más bien, es un
comisario que trata de hacer la vista gorda ante los problemas a los que se
enfrentan chicas no vinculadas a la delincuencia y que trata de contribuir a llevarlas
por el camino recto. Recuerda mucho a aquellos Guardias Civiles de tráfico más
interesados por corregir comportamientos automovilísticos y educar en el cumplimiento
de las normas, que por multar a destajo.
No queda muy claro, por lo demás, si las chicas se dedican a la
prostitución o son, como dicen, modistas. Hay interpretaciones para todos los
gustos. En cualquier caso, si se tratara de prostitutas, cabe decir que salen
bien libradas. Por nuestra parte, opinamos que hay cierta ambigüedad en el
guion y que no queda claro la ocupación de las tres chicas. Ahora bien,
cualquiera que fuera, el guion las presenta como poseedoras de un “buen fondo”,
chicas, fundamentalmente, buenas, sinceras, honestas y trabajadoras, con buen
corazón y valor para enfrentarse solas a la vida.
Lo curioso de esta película es que podría ser difundida en las
clases de “educación para la ciudadanía”: en efecto, las mujeres defienden su
condición y el Estado (identificado con el policía), les ayuda y les entiende.
El “ministerio de igualdad” no parece haber inventado nada, a decir verdad.
Coll no volverá a filmar comedias. Insistirá en el cine negro. No
es, desde luego, su mejor película, pero lo sorprendente es que, cuando la
vemos a sesenta años de distancia, nos resulta extraordinariamente simpática. Y
esa es la cuestión del cine franquista: que, incluso en películas en las que la
genialidad estaba ausente, siguen entreteniendo en nuestros días.
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