EL OJO DEL HURACAN (1971) – José María Forqué – Cuando el género negro se fusionó con el "destape"
A principios de los 70, la época dorada del “negro español”
quedaba ya un lustro detrás. Forqué, espabilado como siempre y atento a los “signos
de los tiempos”, entendió que el público pedía tetas y culo, así que optó por
hacer una simbiosis que aprovechaba el buen recuerdo dejado por los tiempos
gloriosos de género negro, con una exhibición -sucinta pero contundente- de las
delanteras de Rosanna Yanni los cuartos traseros de Analía Gadé. El resultado
fue cuestionable…
FICHA
TITULO: El ojo del huracán
AÑO: 1971
DURACIÓN: 90 minutos
DIRECTOR: José María Forqué
GÉNERO: negro
ARGUMENTO: Una pareja se divorcia.
Ella ha encontrado un nuevo amor y con él van a disfrutar de un entorno
idílico. Lo que no sabe es que su ex marido y su amante están compinchados y, para
colmo, este último tiene a otra amante que observa todo desde una casa cercana.
ACTORES: Analía Gadé, Jean Sorel,
Rosanna Yanni, Yony Kendall, Maurizio Bonuglia, Julio Peña, Pilar Gómez Ferrer,
CLIPS
CLIP 1 – CRÉDITOS, PRESENTACIÓN Y MÚSICA (TAMBIÉN “SIGNO DE LOS
TIEMPOS”)
CLIP 2 – UNA PAREJA QUE SE DIVORCIA
CLIP 3 – EROTISMO SETENTERO EN EL ARRANQUE DEL DESTAPE
CLIP 4 – LA CUARTA PATA DEL “CUADRILÁTERO”
CLIP 5 – ¿QUÉ PUEDE EMPAÑAR TANTA FELICIDAD?
CLIP 6 – PRIMERA ALARMA (… CUANDO EL COMANDANTE COUTEAU ESTABA DE
MODA)
CLIP 7 – MARIDO, AMANTE, AMADA… JUNTOS, PERO NO REVUELTOS
CLIP 8 – SOSPECHAS CONVERTIDAS EN CERTIDUMBRES
CLIP 9 – TODOS SOSPECHAS DE TODOS (Y EL EXMARIDO QUE SE LA PEGA)
CLIP 10 – INSTALANDO A LA AMANTE EN CASA DE LA AMADA…
CLIP 11 – CUANDO EL TRÍO TODAVÍA NO ESTABA SOBREVALORADO…
CLIP 12 – LA QUE RÍE ÚLTIMA…
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A TRAVÉS DE EMULE: EL
OJO DEL HURACÁN (en formato AVI)
A TRAVÉS DE EMULE:
EL OJO DEL HURACÁN (en formato MKV)
En FlixOlé: EL
OJO DEL HURACÁN
Lo menos que puede
decirse sobre EL OJO DEL HURACÁN
La idea de la cinta no es mala. En lugar de un “triángulo”, un “cuadrilátero”
y, como todos ellos, el escenario de una pelea. No de boxeadores, sino de
pasiones desatadas y tetas despendoladas. Analía Gadé contra Rosanna Yanni, las
dos en su mejor momento y en la España de 1971, en donde, por algún motivo, la
sed de sexo parecía haber despertado. Fue a finales de los 60, cuando la
censura rebajó sus exigencias. Al llegar esta cinta en 1971, el desnudo
integral todavía estaba vedado, pero los españoles ansiaban por ver las
delanteras de sus actrices más deseadas. Las dos, en este caso, habían llegado
de la República Argentina y las dos lucían cuerpos excepcionales. Además, no
eran malas actrices.
El bueno de Forqué, que entre su filmografía figuraban películas
tan notables como 091,
policía al habla, Embajadores
en el infierno, La
legión del silencio, De
espaldas a la puerta, Usted
puede ser un asesino y demás, siempre había sido muy sensible a los
nuevos gustos del público. Y, ahora, soplaban vientos de sexo. Todavía tenía
pundonor y no estaba dispuesto -como Jesús Franco en la misma época- a
satisfacer sus fantasmas eróticos en forma de películas más próximas al porno
que a otro género. Le gustaba el género negro y sentía nostalgia de aquellos
tiempos en los que los gustos del público y los suyos eran los mismos. Pero
sabía lo que querían las productoras -rentabilidad- y si quería seguir en el
mundo del cine debía adaptarse a los nuevos tiempos. De ahí surgió la idea de
rodar una película que fuera a la vez un drama con intriga y sexo. Rafael
Azcona dio forma al proyecto y de ahí surgió otra co-producción
hispano-italiana, en la que Orfeo Producciones Cinematográficas y Arvo Film
pusieron a los mejores potros de sus cuadras.
El resultado fue vistoso, pero discreto. El guion era tan
retorcido como secuestrar a alguien, vender sus órganos y comprar Frigopies
en el super. El público, obviamente, no acudió a las salas para ver una
película de intriga (y de terror, como se apuntaba en la publicidad, a pesar de
que no hay ni un solo elemento que puede encuadrarse en ese género). Lo que
atrajo la atención del españolito medio fue la promesa de que vería una dosis
aceptable de destape. Y así fue. Y, en efecto, el público pudo ver las
confundentes formas de la Yanni y las más discretas curvas de la Gadé. Verla
hoy es, ante todo, un ejercicio de nostalgia para adquirir la certidumbre de
que la firme del ayer, tiende a caer en el mañana.
No estamos ante una película “erótica”, es, más bien un producto
morboso. La historia de un crimen tan retorcido que resulta increíble. Una
pareja: disponen de medios suficientes para llevar una vida de millonarios,
pero ella está harta de infidelidades y pide el divorcio. Su marido,
económicamente más débil, no puede aceptarlo: de hacerlo, debería trabajar. Por
otra parte, la esposa, mujer serie y responsable, en la flor de la vida, ha
conocido a un amante que tiene todo aquello que no ha encontrado en su marido. El
divorcio todavía no está firmado, pero los nuevos amantes conviven y deciden
irse de vacaciones. Ella se plantea unas felices vacaciones, kilómetro cero de
una nueva vida. Él, sin embargo, ve las cosas de otra manera.
Hasta aquí, tenemos tres de las cuatro patas de la película. Pero
lo que podía ser un triángulo imperfecto, se complica por la transformación de
esta figura geométrica en otra aun más inestable: la cuarta pata es una extraña
mujer que parece observar a la pareja en su retiro vacacional a distancia. No
se sabrá quién es durante los dos primeros tercios de la cinta, pero,
bruscamente, él espectador y la protagonista, se enteran de que la mujer es la
amante del hombre con el que ahora ella se está acostando y que, para colmo,
ambos tortolitos están compinchados con el exmarido para matarla…
Hasta aquí el retorcimiento se ha convertido en algo completamente
increíble, pero el público, mas atento a las generosas formas de las
protagonistas no ha advertido aún los puntos débiles del guion. Así que Forqué
y Azcona dan un nuevo paso al frente: antes de llamar a la policía, la
protagonista decide que nadie la creerá. Carece de pruebas, solamente sabe que
esa noche la van a matar. Así que decide adelantarse: matará a su ex marido y a
su actual amante y culpará de ello a la amante verdadera de éste. ¿Retorcido,
verdad? Pues eso no es nada.
La siguiente vuelta de tuerca consiste en que pide al amante que
le busque una serie de productos químicos para sus trabajos artísticos, algo
que el pipiolo realiza pensando que es el último servicio que le va a hacer
antes de matarla. Y entonces ocurre lo inesperado e inexplicable: ella consigue
envenenar al exmarido, pero el amante, por algún motivo no explicado y menos
aun justificado, decide arrojar los cubitos de hielo al perro intuyendo que la
copa está envenenada.
Queda aún otra vuelta de tuerca: al ver al perro muerto, el amante
se da cuenta de que la mujer ha descubierto el plan, pero le consta que ella es
la que ha envenenado al marido y ha tratado de envenenarlo a él, así que opta
por una política realista: no la denunciará a la policía, pero ella aceptará
que entre en la casa y viva con ellos su amante (Rosanna Yanni)… El “cuadrilátero”
vuelve a ser un “triángulo” imperfecto. Y es entonces cuando la película llega
a su fin, no sin antes resultar detenidos, los dos okupas que, además, son
acusados de envenenar al exesposo…
Probablemente, las escenas con algo de erotismo ocupan, como
máximo, un 5% del total del metraje, pero esto ya era mucho comparado con la
política cinematográfica de unos años antes. El problema era que, como el cine
de Jesús Franco había demostrado suficientemente, un 5% de erotismo implicaba
necesariamente un 20% de descenso de la calidad. En el cine de Franco (Jesús o
Chess, como le gustaba llamarse), ese porcentaje había pasado a ser del 20%,
por tanto, la calidad había descendido un 80%. Era proporción inversa de 1 a 4,
erotismo-calidad se mantendría hasta que el público quedó también saturado
cuando conoció todas las formas y oquedades de buena parte del cuadro de
actrices de la época. Forqué siguió en la línea iniciada con El ojo del
huracán, hasta 1980, cuando filmó ¡Que verde era mi duque! Luego, volvió
a un cine más digno biografiando a Ramón y Cajal y al tenor Julián Gayarre.
El ojo del huracán no es mala,
es rancia. Al retorcimiento excesivo se unen cabos sueltos y la sobredosis de
morbo desluce una película que, de otra manera, sería de intriga. A pesar de
que casi todos los protagonistas son argentinos o franceses, y la película es
considerada como un “giallo” (relato de los que el semanario El Caso
daba cuenta cada semana), pero en el que la intriga queda cojea.
La parte central de la cinta es, seguramente, la que más conserva
cierto encanto. La primera es aburrida y la última adornada con un desenlace
inasumible. Es, Forqué lo entendió el primero, un signo de los tiempos. Eso que
vemos, era lo que empezaba a soplar.
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