LAS AGUAS BAJAN NEGRAS (1948) – José Luis Sáenz de Heredia – Carlismo y progreso en las Asturias del XIX
No son muchas las películas que se desarrollan con el trasfondo de
las Guerras Carlistas. Ni siquiera son habituales las cintas en las que vemos a
Asturias en el XIX. Podríamos considerar esta película como la versión española
de Qué verde era mi valle, filmada en 1941 y dirigida por John Ford, de
no ser porque el texto en el que se inspiró en la novela de Armando Palacio
Valdés, La aldea perdida, publicada en 1903. Una de las grandes películas
de Sáenz de Heredia.
FICHA
TITULO: Las aguas bajan negras
AÑO: 1948
DURACIÓN: 99 minutos
DIRECTOR: José Luis Sáenz de Heredia
GÉNERO: Drama
ARGUMENTO: Durante la primera guerra
carlista, la hija de un coronel isabelino se casa en secreto con un capitán
carlista que muere poco después de la boda. La hija es entregada a la familia
del alcalde del pueblo. Veinte años después se establecerá una mina de carbón
en las inmediaciones que alterará la vida de la aldea.
ACTORES: Rosario Granados, Adriano
Rimoldi, Mary Delgado, José María Lado, Luis Pérez de León, Mario Berriatúa,
Tomás Blanco, Julia Caba Alba, Raúl Cancio, Carlos Casaravilla, Félix
Fernández, José Jaspe, Antonio Riquelme
CLIPS
CLIP 1 – CRÉDITOS E INTRODUCCION DEL NARRADOR
CLIP 2 – EL CAPITAN CARLISTA PERSEGUIDO Y MUERTO
CLIP 3 – ESCENAS DE LA VIDA EN LA ALDEA
CLIP 4 – RECHAZANDO LA PRIMERA OFERTA DE VENTA DE TIERRAS
CLIP 5 – LA CURIOSIDAD DEL VAQUEIRO METIDO A MINERO
CLIP 6 – PRIMERAS DISENSIONES ENTRE EL ALCALDE Y EL CURA
CLIP 7 – LOS PRIMEROS TIROS
CLIP 8 – LA CONSPIRACION DE LOS MALVADOS
CLIP 9 – ACOSO Y MUERTE EN LA MINA
CLIP 10 – LA VIUDA DEL CAPITAL CARLISTA QUE VUELVE
CLIP 11 – CUANDO LA SANGRE ESTÁ A PUNTO DE LLEGAR AL RÍO
CLIP 12 – LA ÚLTIMA BODA EN LA ALDEA
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A TRAVÉS DE EMULE: LAS
AGUAS BAJAN NEGRAS (formato MKV)
En RTVEplay: LAS
AGUAS BAJAN NEGRAS
Lo menos que puede
decirse sobre LAS AGUAS BAJAN NEGRAS
Diez años antes de filmar Diez
fusiles esperan, Sáenz de Heredia ya había mostrado interés por las
boinas rojas y por las guerras carlistas. Aquí, en Las aguas bajan negras, la
película se inicia con los amores dramáticos e imposibles entre la hija de un
coronel isabelino (Rosario Granados) y un capitán carlista (Raúl Cancio).
Casados en secreto y de espaldas a su familia, la historia terminará mal:
localizado el capitán carlista será perseguido y muerto por los isabelinos.
Pero el fruto de aquel amor imposible permanecerá en la figura de una hija que
la madre viuda entregará al cuidado del alcalde de la aldea, mientras ella
marcha a Cuba a olvidar su tragedia. A partir de este arranque trágico, Sáenz
de Heredia, adaptando la pluma de Palacio Valdés, nos describirá los sucesos
que tendrán lugar veinte años después en La aldea perdida.
La recién nacida tiene ya veinte años, es la joven más hermosa del
pueblo. Tiene novio. Un vaqueiro. Piensan en casarse en cuanto tengan ocasión.
La vida en la aldea es plácida y los fotogramas de la película nos muestran
escenas de un valor antropológico innegable. Tanto los trajes, como los bailes
regionales, como las costumbres de la época, están reflejados con tanto rigor y
precisión que se diría que han sido obra de un erudito y estudioso del folklore
regional asturiano. Porque esta película tiene matrícula de Asturias. Debería
ser de obligatorio visionado en aquella comunidad y, desde luego, nos dice
mucho de la España de la segunda mitad del XIX. Buen cine es aquel que, además
de entretener, nos forma y nos informa. Y esta película es una lección de
historia social asturiana.
Estamos en la época en la que el carbón es sinónimo de progreso. La
aldea perdida, vive al margen del progreso, les cae muy lejos. Sus pocos
habitantes no aspiran a otra cosa que a vivir como han vivido siempre. Sus
vacas, sus campos, sus bueyes… ¿para qué más? Son fieles a la tierra. Pero esa
tierra asturiana encierra una riqueza que solo empieza a considerarse como tal
a partir de la Primera Revolución Industrial: hay carbón bajo los pies de los
asturianos. Y el carbón es fuente de progreso. Una empresa minera ha venido a
instalarse en una altea vecina, pero la veta negra prosigue hasta la “aldea
perdida”. Sus habitantes se niegan a vender sus tierras a la minería. Con los
reales obtenidos podrían vivir tranquilamente hasta el fin de sus días: pero
¿dónde ir? ¿dónde sentirse bien fuera de su aldea natal? Están arraigados en
aquella tierra. Viven con aquella tierra. Tienen raíces. Ninguno venderá. Pero
hay uno, entre ellos, el novio de la hija del capitán carlista, que quiere ver
de cerca lo que es la mina y qué se hace allí. Empieza a trabajar como picador
cobrando buenos dineros. Pero el futuro suegro, alcalde de la vida, lo echa de
su casa. No quiere un minero como yerno, nadie que traicione a su comunidad.
Incluso el propio cura del pueblo, uno de aquellos clérigos que se dejó ganar
por la idea del progreso, hombre liberal, recio, bueno y predicador próximo a
sus feligreses, pide un poco de moderación: a fin de cuentas, el progreso no es
malo; es, incluso -dice- bueno que la Patria progrese. Pero en el pueblo no
quieren oír ideas semejantes. La tensión entre mineros y aldeano va en aumento.
El problema se agrava cuando el pagador de la mina siente una irresistible
atracción hacia la hija del Capitán carlista. Trata de abusar de ella, una
primera vez y le tiende una trampa con posterioridad en el curso de la cual, en
el pozo de la mina, al que ha logrado atraer a la chica, resulta muerto por un
disparo que no se sabe de donde ha partido. Eso termina de encender los ánimos
y los fusiles salen a relucir. La sangre no llegará al río, pero poco faltará.
La llegada de la esposa del Capitán carlista, tras veinte años de ausencia,
coincidirá con la pacificación de los espíritus. Pero, el final no es feliz: el
narrador, en la introducción de la película ya recuerda que la “aldea perdida”
ha dejado de existir fue abandonado. El progreso se lo come todo.
Cuando Sáenz de Heredia rueda esta cinta ya ha acumulado una gran
experiencia como director. Es su décima película y ya ha demostrado lo que
valía en Raza
o en Mariona
Rebull, filmada el año anterior. A pesar de que la gusta la
comedia, todavía no se ha deslizado por la pendiente que le llevará, en la
última etapa de su filmografía, a comedias intrascendentes. Es uno de los
grandes directores de aquel momento y lo reitera de nuevo en esta cinta.
El título de la película viene a cuento de que la minería
asturiana utilizaba los ríos para limpiar el carbón. El resultado era
catastrófico para el medio ambiente, la agricultura y la ganadería locales: el
progreso parece reñido con el medio ambiente.
Ninguno de los dos protagonistas principales era español: Adriano
Rimoldi, italiano, que ya conocíamos por su papel central en Frente
de Madrid de Edgar Neville y Rosario Granados, actriz mexicana
nacida en Argentina que filmó alguna otra película en España en el inicio de su
larga carrera profesional (que terminó en 1989). El malvado pagador es Tomás
Blanco, uno de los mejores actores de la época. Mary Delgado y José María Lado son
el matrimonio al que la viuda del Capitán Carlista ha entregado a su hija para
que la cuiden. Y Raúl Cancio es el desafortunado padre.
Además de ser un drama rural típico, la película nos muestra una
Asturias de la que ya no queda ni rastro. El valor de esta cinta es, por tanto,
además de histórico, antropológico. Se le ha calificado como “un western a la
española”, pero no es, ni remotamente nada parecido: es, mas bien, una película
en la que el fondo es la reflexión sobre el “progreso”, sus ventajas y sus
inconvenientes. En el fondo era el dilema del franquismo: o recuperar el tiempo
perdido en el siglo XIX y modernizar España, esto es, “hacerla progresar”, o
mantener las raíces y la tradición, dando la espalda al progreso. Las figuras
del director de la mina y del cura del pueblo encarnan las posiciones “centristas”
que el propio franquismo adoptó: “progreso”, pero con “raíces”. Tarea
imposible, antes o después uno se come a lo otro, tal como demostró la “reconversión
industrial”: tras haber triunfado la idea de “progreso”, los gestores de la
época -Felipe González, en concreto- liquidaron la minería asturiana. Ni
raíces, ni progreso. Turismo y bares en cada esquina. Mal negocio. Esta
película nos pone en el arranque de la polémica y de las malas decisiones.
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