NECRONOMICON (1968) – JESÚS FRANCO – En donde el Necronomicon no aparece por ningún sitio

Rodada entre Alemania y Lisboa en el “año mítico” de 1968, Jesús Franco se ha visto beneficiado por aquellos que han hecho de una película mediocre, de puro “erotismo” barato, una “película de culto”, “transgresora”, cuando no es nada más que una cinta alimentaria realizada con un guion poco o nada elaborado. Al menos nos cabe la satisfacción de que es considerada como “película alemana”, pues, efectivamente, de ahí vino la financiación.


FICHA

TITULO: Necronomicon (Geträumte Sünden)

AÑO: 1968

DURACIÓN: 76 minutos

DIRECTOR: Jesús Franco

GÉNERO: Erótica

ARGUMENTO: Una mujer del mundo del espectáculo experimenta extrañas sensaciones personales, mientras representa una performance sado-masoquista que termina con el asesinato ficticio de uno de los personajes. El mánager de la actriz intenta ayudarla, pero su situación mental se irá agravando..

ACTORES: Janine Reynaud, Howard Vernon, Jack Taylor, Adrian Hoven, Michel Lemoine, Nathalie Nort, Lina De Wolf, Américo Coimbra, Jesús Franco

 

CLIPS

CLIP 1 – CRÉDITOS CON CIERTO BARROQUISMO


CLIP 2 – EL LEIT-MOTIV DE LA PELÍCULA: EL NÚMERITO SADO-MASOQUISTA


CLIP 3 – EL ESPECTÁCULO SIGUE EN CASA…


CLIP 4 – …Y TAMBIÉN EN LOS SUEÑOS ERÓTICOS EN LISBOA


CLIP 5 – ¿QUÉ SERÍA UNA FIESTA DE LOS 60 SIN UN ENANO Y LSD INCLUIDOS?


CLIP 6 – MAS SUEÑOS EN LA TORRE DE BELÉN


CLIP 7 – EL TOQUE PSICOLÓGICO EN BERLÍN


CLIP 8 – DE NUEVO EL NUMERO SADO-MASOQUISTA EN EL ESTRAMBOTE FINAL


CLIP 9 – ÚLTIMAS ESCENAS CON DESNUDO INTEGRAL DE PROPINA


Carteles y programas


 

 

 

 

Cómo localizar la película

A través de eMule: EL NECRONOMICON (versión en formato mkv)

A través de eMule: EL NECRONOMICON (versión en formato avi, versión italiana)

 

Lo menos que puede decirse sobre NECRONOMICON

“Lorna Green” es la protagonista (la actriz Janine Reynaud). Vale la pena iniciar con este nombre. Estamos en 1968. El espectador español espera los sábados para ver la serie Bonanza, protagonizada por “Lorne Green”, verdadero nombre del actor que encarnaba al padre de los Cartwright. Es fácil prever que si Necronomicon se hubiera filmado diez años antes, la protagonista se habría llamado “Raymonda Burr”, cuando la serie Perry Mason encandilaba a los espectadores de la única cadena de TV. Y es que Jesús Franco, en esa época ya estaba al cabo de la calle y procuraba que hasta los nombres de los protagonistas tuvieran algún eco en el espectador y remitieran a productos de gran consumo televisivo. Esto, siendo banal, es, en cualquier caso, significativo de la mediocridad de esta película que es “película de culto” solamente para aquellos lo suficientemente incultos como para ver en ella una “obra de arte transgresora”. Es, por el contrario, una muestra del mal cine que no podía hacerse en España en aquellos momentos -porque no aportaba nada salvo la exhibición de más y más centímetros de anatomía femenina- que, eso sí, tiene como única virtud el mostrarnos por donde circulaban los morbos del director: exhibicionismo, sado-masoquismo, en una palabra, parafilias varias.

Vaya, pues, por delante, que es una película mediocre de la que se salvan solamente algunos encuadres y el papel realizado por el Jack Taylor, ese actor nacido en EEUU y que desarrolló su carrera en Europa. Claro está que la fotografía no fue cosa de Jesús Franco, sino de Jorge Herrero. De esta película se cuenta que los actores trabajaban sin guion. En realidad, no era necesario: la época justificaba cualquier “transgresión”. El desnudo era algo relativamente reciente en el cine europeo, lo había puesto de moda el cine italiano: ahí estaba Fellini, otro erotómano parafílico atraído sobre todo por lo que fuera freaky (y, por tanto, por los desnudos freakes: negras sudorosas, enanos, mujeres gordas, personajes andróginos…). El cine francés (incluido Buñuel en su etapa gala), tiraba por la “transgresión”, el “freudismo” y el “culteranismo” pretencioso, con Resnais y Godard. Jesús Franco, realizó un pastiche con todas las tendencias y cintas “in” de la época y el resultado fue esta película.

De la cinta se han hecho distintas versiones adaptadas a cada país. La española, en la época, podada de buena parte de los desnudos integrales es, sin duda, la más “podada”. Jesús Franco aprovechó este elemento para denunciar que “la censura” era la responsable de los mediocres resultados de su película. Pero, lo cierto es que en aquellos países en los que se emitió sin ningún tipo de censura, el resultado no fue muy diferente. Hoy, en los portales especializados, la película obtiene un suspenso en la versión española y un aprobadillo raspado en la “internacional”. No fue, pues, la censura, la responsable, por supuesto, sino las obsesiones del director, su particular ecuación mental, lo condujeron a un nuevo fracaso.

¿De qué va Necronomicon? Habrá que explicar, en primer lugar, el título, como era de esperar, tampoco es original, sino que deriva de un falso grimorio con ese nombre surgido de la prodigiosa imaginación de un genio del terror, Henri Philipe Lovecraft, el cual lo menciona por primera vez en un relato publicado en 1921 (La ciudad sin nombre). Lovecraft decía de él que era “el libro que vuelve loco” y loco había sido su presunto autor, el “árabe Abdul Alhazred”. Entre 1965 y 1975, Lovecraft pasó de ser un desconocido al autor más leído del género de terror, gracias a las traducciones que hizo de él Alianza Editorial, pero también -y muy especialmente- al bestseller de la década El retorno de los brujos (Plaza & Janés) que popularizó el nombre de este autor. Por supuesto, en la película de Jesús Franco, ni aparece Lovecraft, ni hay nada que pueda ser considerado como “terrorífico”, ni se menciona siquiera el libro ni su presunto autor, ni al novelista que lo ideó. Jesús Franco, trabajaba así: si algo estaba de moda, lo incorporaba con vaselina y fórceps.

Dado que era un tiempo en el que las doctrinas de Sigmund Freud gozaban de especial consideración y eran consideradas tan “científicas” como las de Marx, la película recurre habitualmente a “lo onírico” para explicar comportamientos parafílicos que, finalmente, terminan en un doble asesinato. De esto va la película: de una mujer, bailarina de cabaret, que ejecuta una performance sado-masoquista, con muertes simuladas, se obsesiona con el asunto y termina convirtiendo el numerito en realidad sangrienta. El único personaje coherente que aparece en escena es el mánager de la bailarina (“William Francis Mulligan”, interpretado brillantemente por Jack Taylor) que intenta llevarla por el buen camino y es, en parte, su amante.

Creemos -y recalcamos el “creemos”- que la película va de esto. Esto es lo más evidente, porque lo que, al parecer, cuenta aquí, son los desnudos tan integrales como gratuitos, las pinceladas de hippysmo de los sesenta con LSD incluido, los detalles, entre buñuelistas y fellinianos esparcidos en casi todas las escenas. Las situaciones están poco o nada explicadas, todo es gratuito, aleatorio, inorgánico, deslavazado, casi tortuoso de seguir. Lo que salva la película es la actuación de Taylor y la fotografía. El director explicó que mostraba a una mujer “vampirizada” por su propio personaje. Si esto era así, cabe decir, que lo que mostró visualmente cuesta entenderlo. Por lo demás, esta serie una de esas cintas, que habría que proyectar obligatoriamente en las escuelas de cinematografía para enseñar como no hacer cine.

Jesús Franco, consideró que en Alemania primero y luego en Francia, podría hacer un “cine más libre”: en realidad, lo que hizo fue un cine más facilón y, sobre todo, más porno. De ser un director interesado en el cine, pasó a ser en Europa un director que dio rienda suelta a sus bajos fondos íntimos. Él mismo explica que su ventaja fue que hablaba idiomas y eso le sirvió para convencer a productores alemanes de que le apoyaran en sus proyectos. Luego -y lo cuenta él mismo- cuando la veta se acababa, se iba a otro país a seguir con lo mismo: cada vez más facilón, cada vez más bajo, cada vez más pretendidamente erótico, cada vez más aburrido.

Esta película se sitúa en ese punto de inflexión en la carrera de este director: fue la primera cinta de Jesús Franco rodada en Alemania. El presupuesto fue escaso. Pero es significativo lo que se cuenta en Wikipedia sobre esta cinta: el actor/productor/director, Adrian Hoven, vienés, pero les faltaba dinero para el proyecto, así que convencen a Pier A. Caminnecci, accionista de Siemens, para financiar el rodaje. Añade Wikipedia: “Caminnecci, empresario desvinculado de la actividad cinematográfica, obtuvo por su aportación los derechos internacionales de la película”. No le debió ir del todo mal, porque Caminnecci financió otras películas del mismo director. Véanse los títulos: Chinos y minifaldas de Ramon Comas en 1967 y El caso de las dos bellezas, rodada el mismo año que Necronomicon y con Jesús Franco al frente del reparto y también con el sado-masoquismo como trasfondo. No volvió a repetir. Había financiado antes la primera película de Adrian Hoven, Der Mörder mit dem Seidenschal (El asesino del pañuelo de seda, nunca estrenada en España), el cual, entre 1966 y 1974 dirigió cinco películas, incluidas Las torturas de la inquisición (1970) y Mi erótico Sigfrido (1971). Se entiende cómo Hoven y Jesús Franco hicieron buenas migas…

 

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