CARTAS BOCA ARRIBA (1966) – JESÚS FRANCO – DEL OCASO DEL CINE NEGRO ESPAÑOL
Jesús Franco cogió una novedad de Jean-Claude Carriére, el
productor pagó los derechos y, el propio director elaboró un guion que quería
ser una síntesis de espionaje (entonces de moda con las primeras entregas de
James Bond), terror, anticipación robótica e incluso ciencia… A pesar de contar
con buenos actores nacionales y extranjeros, la película, aun perteneciendo al
pelotón de las “mejores películas” de Jesús Franco, resulta tan patética que
llama incluso la atención.
FICHA
TITULO: Cartas boca arriba
AÑO: 1966
DURACIÓN: 92 minutos
DIRECTOR: Jesús Franco
GÉNERO: Intriga
ARGUMENTO: Un científico secuestra a
personas con un grupo de sangre inusual para convertirlos en máquinas de matar.
Varios atentados suicidas tienen lugar demostrando la eficacia del proyecto. La
Interpol envía a un agente encubierto a Alicante con la intención de que sea
secuestrado y poder dar así con la guarida de los criminales.
ACTORES: Eddie Constantine,
Françoise Brion, Fernando Rey, Sophie Hardy, Alfredo Mayo, Ricardo Palacios,
Marcelo Arroita-Jáuregui, Vicente Roca, Gene Reyes, Manuel Vidal, Dina Loy,
Aida Power, Mara Laso, Lemmy Constantine, Ramón Centenero, Antonio Padilla
CLIPS
CLIP 1 – EMPEZANDO FUERTE. CRIMEN ANTES DE LOS CRÉDITOS.
CLIP 2 – ALFREDO MAYO, LORD INGLÉS Y LA FASCINACIÓN POR LOS ORDENADORES
CLIP 3 – “PEREINA, UN AGENTE DE GRAN CLASE…”, EL HOMBRE QUE
RESOLVERÁ EL PROBLEMA, LA FASCINACIÓN POR LO EXÓTICO
CLIP 4 – PERAIRA, EL RESUS CERO, CAMINO DEL PEÑÓN DE IFACH. EL
MUNDO LIBRE LE NECESITA.
CLIP 5 – EN ALICANTE, A BORDO DEL “CIUDAD DE PALMA”. EL ROCE HACE
EL CARIÑO
CLIP 6 – LA CUEVA DE LOS MALVADOS “MORENITOS”.
CLIP 7 – PEREIRA DISFRUTANDO Y TODOS LOS DEMÁS JUGADORES
DESESPERADOS
CLIP 8 – PEREIRA CON LA MUJER FATAL DE PASEO POR LAS INMEDIACIONES
DEL ALICANTE DE 1965
CLIP 9 – LAS ESCENAS EN LAS QUE JESUS FRANCO GUSTABA RECREARSE: LA
MUJER TORTURADA Y LA MUJER FATAL.
CLIP 10 – EL DESBARAJUSTE FINAL…
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A través de eMule (1ª opción): CARTAS
BOCA ARRIBA (formato mkv)
A través de eMule (2ª opción): CARTAS
BOCA ARRIBA (formato avi)
Lo menos que puede
decirse sobre CARTAS BOCA ARRIBA
Titulada en Francia Cartes sur la table, en el área
inglesa, Attack of the robots y en España, Cartas cosa arriba,
se trata de una película típica de la segunda etapa de Jesús Franco, cuando ya
había caído en la cuenta de que lo que le interesaba era hacer cine de Serie B
fue de España, en donde corrían francos, dólares y libras esterlinas en
abundancia, mucho más valoradas que las modestas pesetas que podían aportar los
productores españoles. El propio Jesús Franco contó en una entrevista que su
gran ventaja fue hablar idiomas: se iba a un país, realizaba unas cuantas películas
encandilando a algún productor: como español, les decía, sabía economizar
gastos y obtener el máximo beneficio de taquillar. Eso les seducía. Luego, tras
unas cuantas películas con resultados modestos, y el filón no podía explotarse
más, se iba a otro país, contaba la misma milonga y así podían pasar dos o tres
años. Además, en la Europa de aquellos años, no existía ningún tipo de censura
y podía explayarse en las temáticas y, sobre todo, en las escenas que, por algún
motivo, más le tentaban. A este respecto, Cartas boca arriba es una película
que sintetiza todos los rasgos del cine de Jesús Franco en sus devaneos
europeos: películas comerciales basadas en éxitos anteriores de otros
directores y en las corrientes del cine de la época, pero realizadas con
presupuestos infinitamente menores y luego, claro está, escenas de ese sadismo
sobre mujeres que tan le satisfacía y presentación de los dos tipos de hembras
que le atraían: la mujer fatal, cruel hasta las prolongaciones de las pestañas
y la mujer desvalida sometida a martirios y torturas que tanto repetirá.
Para rodar esta película, contó con actores de primera fila,
nacionales (Fernando Rey, Alfredo Mayo y el mucho menos conocido Ricardo
Palacios, pero mucho más amigo de Jesús Franco que cualquier otro y que lo
acompañó habitualmente en muchas de sus películas, frecuentemente como actor de
reparto, con un papel casi siempre forzado y poco justificado (tal como ocurrió
en esta película), y extranjeros (Eddie Constantite, Sophie Hardy, Françoise
Brion, dando también un papel accesorio a Lemmy Constantine, hijo del
protagonista de apenas 8 años y contratado por presión paterna (fue su primera
película y luego se dedicaría a la canción).
Hay que explicar la presencia de Eddie Constantine. Discreto actor
y buen cantante norteamericano de lengua francófona, había nacido en Los
Angeles y recibió en la sinagoga el nombre de Edward Israël Constantinowsky;
sus padres eran judíos originarios de la Europa del Este. Huyendo del macarthysmo,
se instaló en Europa en los años 50 y allí desarrolló su carrera, inicialmente
musical y luego cinematográfica. Fue un rostro muy popular en el cine europeo
de los años 60, especialmente por su participación como protagonista en Alphaville,
la extraña película de Jean-Luc Godard, alabada por la crítica y que luego, ya
en el declive de su carrera, en los años 80 y 90 le servirá para ser contratado
por directores de vanguardia (Fassbinder, Kaurismäki, Klein y Lars von Trier para
el que rodará Europa, una película más que notable). A lo largo de su
carrera rodó algo más de un centenar de películas, la mayoría de Serie B. En
1965, Godard le dio el papel protagonista de Alphaville y eso relanzó
momentáneamente su carrera. Este fue el principal motivo por el que Jesús
Franco le contrató e, incluso adaptó el guion a las características del
personaje: cínico, duro, mujeriego, guasón, jugador, vividor, desenfadado y
efectivo, esto es, los rasgos que habían caracterizado al “perfecto agente secreto”
desde la irrupción del personaje de James Bond a partir de 1962 cuando 007
contra el doctor No, marcó la pauta del género.
En lo que se refiere a la parte española vemos a Alfredo Mayo casi
fugazmente, convertido en un lord inglés representante de su país en Interpol,
en pleno declive de su carrera (que solo remontará con su participación en La
Caza de Saura. Cuando se rodó Cartas boca arriba, la
carrera de Mayo estaba en un punto muerto y apenas era contratado en papeles
menores, pero tenía el recuerdo de lo que había sido capaz de atraer taquilla.
También encontramos a Mara Laso, entonces en su período de esplendor iniciado
con Las chicas de la Cruz Roja (1958) y reforzada con su
participación en 091,
policía al habla, en una fase ascendente que se prolongó durante
todo los años 60. Y, finalmente, encontramos al “científico loco” (otro recurso
habitualmente empleado por Jesús Franco), representado en esta ocasión por
Fernando Rey. Rey, hijo de un oficial republicano, y, a su vez, también
combatiente republicano en la Guerra Civil, no tuvo problemas a la hora de
incorporarse a la industria del cine española en 1940, como actor de doblaje,
para pasar luego a desempeñar funciones de actor dramático alcanzando su primer
éxito en 1948 asumiendo el papel de Felipe el Hermoso en Locura de amor,
la biografía idealizada de Juana la Loca realizada por Juan de Orduña. A partir
de ahí, su carrera fue una sucesión de éxitos. No sería hasta una época muy
tardía en la que cuidaría más los papales que asumía. Durante los 50, aceptaba
todo tipo de papeles alimentarios y en la segunda mitad de los 60, algo más
selectivo, ya era considerado como el “primer actor internacional español”, una
especie de Banderas de la época. Fue entonces cuando realizó sus grandes
películas junto a Buñuel (Tristana, 1970; Viridiana,
1961; El discreto encanto de la burguesía, 1972; y, finalmente, Ese
oscuro objeto del deseo, 1977). Su participación en el film de Jesús
Franco pertenece al género de películas alimentarias y, seguramente, debió
arrepentirse de haber participado en este proyecto involuntariamente
surrealista.
Para Jesús Franco, este fue otra película de serie B de su etapa
francesa. Se había familiarizado con la figura del “Doctor Orloff” (véase, Gritos
en la noche) y se limitó a realizar una síntesis entre distintos
arquetipos de moda en el cine de la época (los 007 con cuyos rasgos aureoló al
personaje, el cine de anticipación que ya había tocado Godard en Alphaville, el
erotismo de sal gruesa e incluso el thriller político y el cine de aventuras).
El resultado fue, como cabía esperar, una película comercial con pocos valores
cinematográficos, como no sea ver el Alicante de mediados de los años 60. En
esa época, Franco empezaba ya a manifestar sus obsesiones sado-masoquistas, a
descuidar aspectos artísticos y a realizar buenos remates de sus películas.
Para ahorrar, escribía él mismo los guiones y el resultado eran diálogos que
casi suscitan vergüenza ajena.
La película, oficialmente, es de matrícula francesa. Sin embargo,
la hemos incluido en este catálogo de películas españolas rodadas durante el
franquismo, es porque tanto el director, como buena parte del reparto, parte de
la producción y del reparto, son carpetovetónicos. Oficialmente, además, la
película era una coproducción hispano-francesa en la que participaba Hesperia
Films.
El guion es completamente absurdo, deslavazado y con momento
absolutamente bufos. Un científico loco convierte a los propietarios de un
grupo sanguíneo muy minoritario, el Resus 6, en autómatas dispuestos a realizar
cualquier acción suicida. La película se inicia con atentados contra políticos.
Un grupo de responsables de Interpol se reúnen para atajar esta nueva oleada de
crímenes; convienen en que la única forma de penetrar en el círculo de los
criminales es conseguir que algún agente con el Resus 6, se desplace a España,
concretamente a Alicante y al peñón de Ifach para ser capturados por la banda
criminal. El agente en cuestión, deberá aprovechar la ocasión para zafarse de
sus captores y alertar a la policía sobre su ubicación y propósitos. Pero el único
agente capaz de realizar esta misión, “Pereira”, ha recibido una herencia y se
ha retirado a practicar una vida de play-boy.
“Pereira” está jugando en un casino del sudeste asiático y
demostrando sus cualidades en la ruleta y en el cama, cuando es secuestrado por
una banda de vietnamitas. Estos le ponen en antecedentes sobre la existencia de
un grupo criminal que planea atentados con los poseedores del Resus 6. No se
entiende particularmente qué pintan estos vietnamitas que parecen
endiabladamente enemigos del “científico loco” radicado en el Peñón de Ifach.
El caso es que, cuando las autoridades de Interpol comunican la misión a “Pereira”,
éste ya está al cabo de la calle y preparando las maletas para España.
Obviamente, desde la llegada a nuestro país llamará la atención -¿cómo?
Otro agujero negro del guion- de su presencia y de su condición de sangre Resus
6. Una mujer fatal, segunda de a bordo del científico loco, se aproxima a él. La
intención es secuestrarlo y hacerlo pasar, como a otros hombres y mujeres, por
un proceso de conversión de su sangre en la de un autómata que obedecerá
ciegamente todo lo que se le ordene. Por algún motivo -¿el sol de Alicante?-
tras pasar por este proceso de conversión (la volcánica Mara Lasso pasa por
él), los nuevos robots han adquirido un moreno extremado y lucen unas gafas de
pasta gruesa. Actúan como robots, son absolutamente inexpresivos y sus
movimientos mecánicos parecen son siempre implacables, además, de invulnerables.
La mujer fatal facilitará el secuestro de “Pereira” que, por
supuesto, escapa antes de ser sometido al tratamiento, justo antes de que los
vietnamitas, enemigos del científico loco, asalten el cubil. “Pereira”, claro
está, se va con la chica más explosiva. Colorín-colorado.
Inútil tratar de explicar los matices del guion. Es tan solo un
esbozo, acaso ni siquiera corregido, los diálogos son pedestres sin la más
mínima muestra de originalidad. El papel de “Pereira” es desempeñado por
Constantine, mucho más por gestos que por frases. No siempre los gestos
coinciden con las situaciones, pero eso es algo que al director parece no
importarle mucho. No es, desde luego, su mejor papel y está muy lejos de Alphaville
(quizás era que Jesús Franco, como ya intuíamos en otras cintas suyas, no sabía
dirigir ni motivar a sus actores).
El espectador logra llegar al final por puta curiosidad: ¿cuál
será el absurdo que seguirá? ¿cómo terminará esta sucesión de disparates? Con
mucha frecuencia, películas absolutamente absurdas inducen a verla hasta el
final, aunque solamente sea para comprobar si en las últimas escenas el
director se ha superado a sí mismo, alcanzando nuevas y más bajas cotas de
calidad. Ese tipo de películas, también con frecuencia, se convierten en “cine
de culto”, o bien en “cine freaky”. Ésta se encuentra mucho más cerca de esto
último que de lo primero.
Hay que verla para creer como buenos actores se embarcaron en un
disparate como éste. Hay que verla para comprender un poco porque, productor del
“séptimo arte”, son cualquier cosa menos arte. Y no basta con echar la culpa a
la “censura” de las limitaciones de aquel cine que comenzó a mediados de los 60
y que anticipaba ulteriores procesos de decadencia del cine español. Si esta
película es “histórica” es porque en buena medida anticipa destape, anticipa
productos de ínfima calidad y anticipa la decadencia: el público parecía
conformarse cada vez con menos. Y en eso estamos. La sabiduría de Jesús Franco
y su gran aportación al cine, consistió en intuir que el público era cada vez
menos exigente y se conformaba con llenar su odio con cualquier estupidez. Hoy
hubiera sido un “influencer” de campanillas.
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