LA SEMANA DEL ASESINO (1972) – ELOY DE LA IGLESIA – EL CANTO DEL CISNE DEL CINE NEGRO ESPAÑOL

 

No diremos que Eloy de la Iglesia sea uno de nuestros directores favoritos, pero tiene un lugar en esta web a la vista de que buena parte de su producción tuvo lugar durante los años del franquismo. Tocó todos los géneros y se detuvo en el género negro cosechando unos cuantos títulos que alcanzaron cierto éxito. Seguramente el más significativo de todos ellos es La semana del asesino. Un buen thriller, pero inferior a los que la cinematografía española había generado en la década anterior.

FICHA

TITULO: La semana del asesino

AÑO: 1972

DURACIÓN: 102 minutos

DIRECTOR: Eloy de la Iglesia

GÉNERO: Negro

ARGUMENTO: Un joven acompañado por su novia, tiene una pelea con un taxismo. Éste resulta muerto en el forcejeo. A partir de este asesinato fortuito, se inicia una retahíla de asesinatos que parece no tener fin. Para colmo, el joven, que trabaja en un matadero trata de hacer desaparecer los cuerpos en una maquina de la empresa.

ACTORES: Vicente Parra, Eusebio Poncela, Emma Cohen, Vicky Lagos, Lola Herrera, Charly Bravo, Rafael Hernández, Ismael Merlo, Ángel Blanco, José Franco, Manuel Clavo, Fernando Sánchez Polack, Antonio Corencia

CLIPS

CLIP 1 – CRÉDITOS INICIALES


CLIP 2 – UN INCIDENTE CON RESULTADO DE MUERTE


CLIP 3 – UN EMPRESARIO DEL RÉGIMEN


CLIP 4 – “LO HE MATADO…” (Y NO SERÁ EL ÚLTIMO)


CLIP 5 – EL HERMANO QUE SE QUIERE CASAR…


CLIP 6 – EN LA MÁQUINA DE LA FABRICA DESHACIÉNDOSE DE CADAVERES


CLIP 7 – EL TOQUE GAY


CLIP 8 – DESPERTANDO SOSPECHAS


CLIP 9 – EN CASA DEL VECINO MIRÓN


CLIP 10 – MATAR O ENTREGARSE, ESA ES LA CUESTIÓN


Carteles y programas

 

 


 

 

 




Cómo localizar la película

A través de eMule (1ª opción): LA SEMANA DEL ASESINO (versión mkv)

A través de eMule (2ª opción): LA SEMANA DEL ASESINO (versión mp4)

 

Lo menos que puede decirse sobre LA SEMANA DEL ASESINO

Para Eloy de la Iglesia hay un antes y un después de la muerte de Franco. Antes, sus películas estaban centradas en el género negro (El techo de cristal, 1971; Cuadrilátero, 1970, Nadie oyó gritar, 1973; Una gota de sangre para morir amando, 1973, y la película que comentamos, La semana del asesino). Todas tenían “algo” especial. Eran diferentes a las del “período de oro” del cine negro español (1950-1965); había en ellas un lastre omnipresente que las encaminaba, inevitablemente, hacía la sexualidad, resaltando incompatibilidades hombre-mujer y con una tendencia homosexual que proyectaba su sombra sobre el conjunto.

La homosexualidad le interesaba, porque él mismo se declaraba como tal, y lo demostró en 22 de sus películas que tocaron esta temática desde muchos puntos de vista. No era un asunto que gustara al franquismo, así pues, hasta 1975, sus películas, para evitar la censura, fueron comedidas en esta materia. La atracción gay está presente (como en esta película donde es manifiesta en la relación que mantienen Eusebio Poncela y Vicente Parra), pero contenida por la sombra de la censura. Será luego, tras la muerte de Franco cuando se convertirá en prácticamente una constante en su obra. Poco a poco, se irá adentrando en un terreno cada vez más sórdido: cine quinqui, mundo de la droga y de la delincuencia… Él mismo cayó en la droga, según confesión propia, durante 4 años, y debió someterse a un proceso de desintoxicación a mediados de los 90. Era consumidos habitual de heroína desde 1993. Algunos de sus actores-fetiche también lo eran (José Luis Manzano, a quien conoció en 1978 y que protagonizó algunas de sus películas y al que se unió sentimentalmente, falleció de sobredosis en 1992, generando un proceso depresivo en el director). Superó su adicción y después de una interrupción de 16 años (desde La estanquera de Vallecas, firmada en 1987) volvió a ponerse en la silla del director en Calígula, una producción para TVE rodada en 2001. Solamente filmó otra película antes de morir, Los novios búlgaros, de temática igualmente gay.

Filmó ocho películas antes de la muerte de Franco y quince después. Obviamente, aquí no nos interesan los elogios que se han realizado de su obra como “muy personal, disidente, transgresora y provocadora”; sino su calidad. Y esta es variable. No es, desde luego, ni el “Pasolini español” (a pesar de que tenga tendencia como él a dar papeles a actores no profesionales), ni mucho menos el equivalente a Fassbinder en suelo peninsular: sus películas de género negro filmadas antes de la muerte de Franco, no igualan a las realizadas durante la “edad de oro” del género. Habrá que esperar a 1987 para que La estanquera de Vallecas, para encontrarnos con su mejor película (y la menos gay), paradójicamente su última cinta antes de caer en los 16 años de silencio, depresiones y problemas con la droga.

Del período anterior a la muerte de Franco, La semana del asesino es, con mucho, su mejor película, aunque también en ella se reflejan sus carencias. Cuesta incluirla únicamente en el “género negro”. De hecho, no hay investigación policial, ni sospechas, ni persecuciones, y en el extranjero se vendió como una película “gore” (algo hay de ello) con el nombre de The cannibal man. Tampoco puede considerarse como un estudio psicológico sobre el asesino, ni mucho menos sociológico, a pesar de que De la Iglesia intente aportar pinceladas de lo uno (los momentos en los que el protagonista cae en el silencio depresivo) y de lo otro (situando la trama en una chavala de un suburbio madrileño). No es una película de temática gay, aunque lo gay planee en la figura de “Nestor” (Eugenio Poncela). Hay muchas contradicciones (el hecho de que “Nestor”, un miembro de la alta burguesía, viva a pocos metros de la chabola de “Marcos” (el protagonista, Vicente Parra), en una zona inhóspita y desolada), excesivas “licencias creativas” (cualquiera de los asesinatos, salvo el primero, no están suficientemente justificados por el guion, en especial el segundo, donde el protagonista, asesina a su novia, “Paula”, Emma Cohen. Y, en cuanto al final, es la negación de todo lo que hemos visto en la hora anterior: el protagonista llama a la policía y se entrega. Igualmente, el discurso que larga el director de la fábrica (Ismael Merlo) al protagonista que quiere reflejar una crítica al régimen, figura como una de las partes más caricaturescas y débiles de la cinta, casi como un mensaje político colocado con calzador.

Otro aspecto negativo reside en las escenas de violencia: algunas parecen propias de producciones de serie B de la Hammer: el hachazo que recibe una de las víctimas en la frente está mal planteada desde todos los puntos de vista. La parte “gore”, demuestra que De la Iglesia no era un especialista en el género. La elección del matadero y de la nueva máquina para tratar la carne, como lugar para deshacerse de los restos de los cadáveres, obedece igualmente a las orientaciones “gore” de la película. En la versión para la exportación, el director enfatizó el planteamiento gay y lo hizo más explícito, en la versión para consumo nacional, en cambio, las escenas de violencia y el recreo en los asesinatos constituyen los elementos prioritarios.

Donde De la Iglesia pone más énfasis es, como no podía ser de otra forma, en las relaciones con “Néstor” y en el poder regenerativo de la comprensión que recibe de éste: el protagonista cree que “Néstor” conoce sus asesinos, los ha visto con sus prismáticos desde la lejanía de su lujosa mansión, pero, a diferencia del resto de asesinatos para ocultar los anteriores, todas de personas heterosexuales, en este caso, no se siente con ánimo de asesinarlo, antes bien, es entonces cuando telefonea a la policía para entregarse.

La historia, escrita por el propio De la Iglesia, tiene demasiados puntos débiles como para que pueda considerarse un “buen guion”. De hecho, es una reiteración del mismo tema: el asesino que mata a alguien por pura fatalidad, sin pretenderlo y que, para cubrir este asesinato se ve obligado a matar una y otra vez, a sus seres queridos, a su novia, a su hermano, al “señor ambrio” (Fernando Sánchez Polack) padre de la novia de su hermano, a ésta, a dos amigas que descubren los cadáveres amontonados en el dormitorio… a todos, menos a su admirador gay.

La película se salva por lo que tiene de suspense: sabemos lo que va a ocurrir cuando alguien llama a la puerta de la chabola en donde vive el asesino. No sabemos cómo, pero tenemos la certidumbre de que acabará muerto. Se mantiene hasta el final el enigma de qué ocurrirá con “Néstor”, ¿lo matará? ¿expresará de alguna manera su atracción? Y también por las buenas actuaciones de los actores: Vicente Parra (él mismo gay), Emma Cohen, su novia, Poncela, etc. La mejor actuación, desde luego, corresponde a Vicente Parra que, a partir de aquella película, intuyendo el cambio del ciclo político, intentó reconducir su carrera hacia papeles dramáticos.

La película pasó sin pena ni gloria por cartelera. La actuación de Parra fue mas elogiada que la película en sí misma. Aparecieron los habituales problemas con la censura (se cifran en 64 los cortes realizados) que, según, el director, desnaturalizaron la cinta. Sin embargo, la versión que ofreció TVE hace unos años y que hemos visionado, realizada a partir del DVD parece estar muy próxima al espíritu que le quería dar el director.

En definitiva, no puede hablarse de un “renacimiento del género negro español en el tardofranquismo”, sino más bien, a pesar de los cortes de la censura, de cine del período de la transición. Cine lastrado por una serie de temáticas de moda en la época, pero insuficientemente desarrolladas: la temática social, la temática política, la temática sexual, la temática gore. Es cierto que la censura podía impedir que tal o cual aspecto quedara desvirtuado, pero, por ejemplo, en la ya mencionada alocución del directivo de la empresa con el protagonista, se está más próximo al cine cómico que a la crítica socio-política. La diferencia de este cine con el del período anterior es el giro hacia lo truculento, lo marginal, lo forzado, lo quinqui (de la que es precursora). Si De la Iglesia pretendió dar profundidad al personaje, hay que reconocer que no lo consiguió. La valoración global es, con todo, positiva: el espectador se entretiene con la orgía de asesinatos que va a ver (si es que está dispuesto a ello). Los tiempos muertos entre uno y otro están bastante desaprovechados. Es una de las mejores películas de este director (al que todavía le faltaban tablas cuando la rodó) y al que la censura contuvo en sus preferencias).

 

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