EUGENIA DE MONTIJO (1944) – JOSÉ LÓPEZ RUBIO – LA VIRTUD DE UNA AFRANCESADA

En 1944, el régimen de Franco era consciente de lo que se le venía encima tras la victoria aliada, de ahí que tratara de cultivar las relaciones con Francia, recurriendo a exaltar la figura de Eugenia de Montijo, hija de una familia de afrancesados, futura esposa de Napoleón III, presentada, según el ritual nacional-católico de la época, como la mujer que no accedió a los deseos lúbricos de su futuro marido, hasta que no estuvieron unidos en matrimonio

FICHA

TITULO: Eugenia de Montijo

AÑO: 1944

DURACIÓN: 87 minutos

DIRECTOR: José López Rubio

GÉNERO: Histórico

ARGUMENTO: la bella Eugenia de Montijo sufre una decepción cuando su hermana es pedida en matrimonio por el Duque de Alba y decide viajar por Europa para olvidar. Conoce a Luis Napoleón que está preparando un golpe de Estado para restaurar la monarquía en su persona. Le ayuda y empieza a ser cortejada por él. Al ser nombrado emperador, finalmente, Napoleón III decide casarse con ella

ACTORES: Amparo Rivelles, Fernando Rey, Luis Peña, María Roy, Mariano Asquerino, Tony Leblanc, Jesús Tordesillas, Guillermo Marín, Carmen Oliver Cobena, Nicolás Navarro, Mercedes L. Collado, María Victorero, José Prada, María Cañete, Aníbal Vela, Manuel Soto, Francisco Rodrigo, Dionisia Lahera,


 

CLIPS

CLIP 1 – PRESENTACIÓN Y CRÉDITOS


CLIP 2 – PRÓSPERO MERIMÉ, AMIGO DE LA FAMILIA


CLIP 3 – EL DUQUE DE ALBA ELIGE (Y NO ES A EUGENIA A QUIEN ELIJE)


CLIP 4 – CONOCIENDO A LUIS NAPOLEÓN, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA


CLIP 5 – CUANDO LA REPÚBLICA SE TRANSFORMA EN MONARQUÍA: LA CONSPIRACIÓN


CLIP 6 – EUGENIA APOYA LA CONSPIRACIÓN CON LA FORTUNA FAMILIA


CLIP 7 – LA CONDESA DE MONTIJO, SU HIJA, FERNANDO DE LESSEPS Y MERIMÉE, ANTE EL REGALO DEL EMPERADOR


CLIP 8 – LA DECLARACION DE AMOR


CLIP 9 – EL HERMANO DE NAPOLEÓN BONAPARTE Y SU HIJO SE TOMAN A MAL LA RELACIÓN


CLIP 10 – “C’EST BIEN TOUT CE QUE FINIT BIEN…”


 

Carteles y programas

 

 



Cómo localizar la película

A través de eMule: EUGENIA DE MONTIJO (formato AVI)

 

Lo menos que puede decirse sobre EUGENIA DE MONTIJO

El llamado José Joaquín Francisco Cesáreo Caraciolo Isaac de Santa Lucía y de la Santísima Trinidad López Rubio (1903-1996) era un hombre de derechas, habitual de las tertulias del Café Pombo con Ramón Gómez de la Serna y del Café Platerías, frecuentada por Jardiel Poncela. Fue colaborador de La Nación, el diario de la dictadura y en la república de la derecha monárquica y recibió el premio de ABC para autores novelas por una obra de teatro escrita en 1928. Conoció a Edgar Neville y parece que fue éste quien le animó a interrumpir su trabajo periodístico y de autor teatral, para trasladarse a la Meca del cine en donde permaneció entre 1930 y 1935, trabajando con Neville para la Metro, adaptando guiones y diálogos para el público español. Ambos conocieron allí a todo el que era alguien en la industria del cine de la época: Buster Keaton, Chaplin, Laurel y Hardy. Realizaría solamente un corto viaje a Europa que le llevó por Francia e Italia para volver a EEUU, ahora contratado por la Fox, y esperando a que amainase el temporal en España. Solamente volvió a su patria en 1940.

Su historial cinematográfico, a partir de esa época, es breve: apenas cinco películas rodadas entre 1940 y 1948. Luego volvió al teatro y se centró en el teatro, realizando solamente algunos guiones y adaptaciones para películas que filmarían otros directores. En los 70 realizaría, incluso guiones para televisión (Al filo de lo imposible en 1970 y Mujeres insólitas ya en plena transición). Sus cinco películas tienen distintas orientaciones: humor (El crimen de Pepe Conde, 1946 y Pepe Conde, 1940), patriotismo (Alhucemas, 1946), adaptación literaria (La malquerida, 1940) y historia (Eugenia de Montijo, 1944).

Fue mejor autor teatral que director y mucho mejor traductor que guionista. De todas formas, fue una de los escasos conocedores de los entresijos de la cinematografía que colaboraron con el régimen en los primeros tiempos. No es raro que se prestara a realizar esta película, que debió ser “sugerida” desde las instancias del gobierno. No en vano, 1944 fue un año difícil. La guerra parecía definitivamente perdida para el Tercer Reich, el fascismo del Ventennio había caído el año antes y Franco, un perfecto estratega, era consciente de que una nación no podía combatir en dos frentes y salir airosa. Así que había que prepararse para lo que viniera después. Una película en la que se recordara la proximidad, no sólo geográfica, sino también política, entre Francia y España, podía ser un buen asunto. Y ahí era donde emergía la figura de Eugenia de Montijo (que ya había sido glosada por plumas afectas al régimen como Giménez Caballero).


Como se sabe, la aristócrata andaluza se casó con Napoleón III y, por tanto, podía ser considerada como símbolo de la amistad franco-española. Ese era uno de los objetivos de la cinta. Luego, estaba el mensaje que difundía el gobierno nacional-católico de la época: la contención en las relaciones sexuales y su estricta realización con fines de paternidad dentro del matrimonio. Y, finalmente, se ocultaba algo: que la familia de Eugenia de Montijo mantenía tan buenas relaciones con Francia, especialmente porque era una de las familias “afrancesadas” que tomaron partido por José I, hermano de Napoleón, cuando fue impuesto como rey de España. El guion, desde luego, no mencionaba este “pequeño detalle”, sino que se presentaba la relación con Próspero Merimée y con Fernando de Lesseps, sin explicar su procedencia.

En general, todas las películas del género histórico filmadas durante el franquismo son las que menos han soportado el paso del tiempo. En ésta, no solamente la versión que ha sobrevivido es de mala calidad y no ha sido restaurada, sino que todo en ella desprende olor a naftalina. Con todo, la película fue muy apreciada y promocionada en su tiempo y recibió el premio del Sindicato Nacional del Espectáculo en 1945: 250.000 pesetas, que cubrían con mucho los gastos de producción y constituían un acicate para la obra de López Rubio (que podría empezar a trabajar en la guionización de Alhucemas, cinta patriótica que se estrenaría dos años después).

El guion abarca desde los años de juventud de Eugenia de Montijo hasta su boda con Napoleón III, ya emperador de los franceses. Hija de una familia de la alta nobleza, su madre aspiraba a que sus dos hijas se casaran, como mínimo, con reyes europeos o, en su defecto, con nobles de su mismo nivel. El autor francés Próspero Merimée parece actuar, sino como consejo, si al menos como confidente de la familia y depara sus mejores oficios hacia la joven Eugenia (algo constatado históricamente por las cartas que se conservan entre ambos). La ingenua Eugenia cree que el Duque de Alba la pretende, sin embargo, después de un baile en el palacio de los Montijo, éste opta por pedir la mano de su hermana. Para superar la decepción, Eugenia opta por realizar un viaje por Europa. Recalará en París en donde, por supuesto, se encontrará con Merimée quien la introducirá en los salones de la nobleza.

Gobernaba entonces en Francia, Luis Napoleón con el cargo de presidente de la república, pero se sentía atado por su pasado y por las glorias familiares que lo acompañaban. Cerca de él tenía a su tío Jerónimo Bonaparte (el último hermano vivo de Napoleón) y a su sobrino e hijo de éste, Jerónimo príncipe de Montfort. Éste, pronto quedará prendado por la belleza de Eugenia y la pretenderá. Sin embargo, Luis Napoleón quedará también atraído por ella. Corrían rumores de que Luis Napoleón era un conquistador y sus amoríos eran las cotillerías parisinas más celebradas, así que la madre de Eugenia le alertó sobre esta vertiente del emperador: el camino de la cama, para ella, debía pasar por el altar. Y así es.

Nepoleón advierte que la atracción es mutua, cuando en el curso de la conspiración que transformará a Francia de república en imperio (el “segundo imperio”), Eugenia pone a su disposición su fortuna familiar. A partir de ahí la relación se va estrechando más y más, hasta que, finalmente, el emperador pide su mano. La película termina con el consabido “fueron felices y comieron perdices…” antes del rótulo final.

Desde el punto de vista histórico, la película cojea. No es que lo que cuente sea falso, sino que se oculta lo esencial y lo que hubiera deslucido el final: no solo el hecho de ignorar los antecedentes familiares de la casa de Montijo como “afrancesados” durante la Guerra de la Independencia, sino como la propia Eugenia pasó de ser popular a impopular, después de la aventura francesa en México y el fin del desgraciado emperador Maximiliano, fracaso que la opinión pública atribuyó a Eugenia. O las relaciones en el interior de la pareja que pronto se deterioraron. Por no hablar del papel de Eugenia de Montijo, Merimée, la duquesa de Alba, incluso de Fernando de Lesseps en la construcción de una Andalucía gitana repleta de toreros, bailaores y mujeres de tronío con batas de cola balando al son de guitarras. Hasta ese momento, Andalucía era “el Sur de Castilla”. El círculo que rodeaba a Eugenia construyó esa Andalucía de cartón piedra que, en parte, ha persistido hasta hoy.

La película fue, en cierto sentido, una “superproducción”: bailes palaciegos, aristocracia al ritmo de minués, cuidada decoración y vestuario… En cuanto a las interpretaciones, cabe destacar en primer lugar el papel protagonista desempeñado por Amparo Rivelles uno de los rostros femeninos más conocidos en la primera fase del franquismo y que luego atravesaría un período mexicano (siendo considerada “la reina del culebrón”), participando en la producción de Orson Welles Mister Arkadin (1955) y regresando a España en 1979, interviniendo hasta su muerte en varias películas que aumentaron su fama de buena actriz.

Mariano Asquerino actúa como Luis Napoleón. Era, como puede intuirse, el padre de la actriz María Asquerino y destacó sobre todo como actor de teatro. Mantenía cierto parecido físico con el emperador, favorecido por la rigurosa caracterización. Fernando Rey aparece brevemente como el Duque de Alba y Jesús Tordesillas como Merimée. Ambos trabajaron para los mejores directores de la época (Orduña, Marquina, Neville, Iquino) y salieron del mundo del teatro. Otro de los rostros conocidos es el de Guillermo Marín que aparece encarnando a Jerónimo Bonaparte, dando a su personaje un tono envidioso, casi bilioso, despechado por su admiración hacia Eugenia. En general, las interpretaciones adolecen de cierta teatralidad, agravada por el redactado de los diálogos que parecen extraídos de una novela del propio Merimée.

No es una película que haya resistido bien el paso del tiempo. En general, a todas las cintas de carácter histórico filmadas en aquella época les ha ocurrido otro tanto. La historia es demasiado sencilla como para que pueda sorprender en algún momento. Como hemos apuntado, casi es más importante lo que se soslaya sobre la personalidad de la biografiada, que lo aparecido en la cinta. Y eso que López rubio, guionista también, se documentó como muestran algunas frases recogidas especialmente en la primera parte de la película, con alusiones a personajes muy poco conocidos (“Joseíto” Xifré, por ejemplo) que habían cortejado a Eugenia.

Pocos meses después del estreno, Francia cerraba su frontera con España y permitía a las guerrillas antifranquistas operar desde el territorio ya liberado de las tropas del Reich. La película tampoco tuvo mucha influencia en el cerco internacional que seguiría en siguientes seis años…

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