MAÑANA (1957) – José María Nunes – Neorrealismo a la española
Hay películas tristes. El neorrealismo, en general, es tristón.
Cine típico de postguerra, como si no existieran esperanzas. José María Nunes
no era un director neorrealista, pero en sus comienzos estaba muy influido por esta escuela. Y por los expresionistas. Y por Fellini. Y por Chaplin... Su nombre está ligado a la Escuela de Barcelona,
que no era nada más que la “nouvelle vague” francesa cispirenaica. Dejemos sentado que Nunes es muy superior a la Escuela de Barcelona y que no es justo reducir su obra a esa nimiedad, por mucho que algunos consideran
Mañana como una especie de augurio de la escuela. Para nosotros
es, más bien, la obra de alguien impregnado por las modas de su tiempo y que
quiso trasladarlas a nuestro país. Triste, muy triste.
FICHA
TITULO: Mañana
AÑO: 1957
DURACIÓN: 93 minutos
DIRECTOR: José María Nunes
GÉNERO: Drama
ARGUMENTO: Se trata de cuatro
historias narradas por un caminante de la noche que espera el amanecer, símbolo
visible de un nuevo comienzo. Las cuatro historias -el payaso que no logra
hacer reír, el escritor tímido, el músico que solamente toca en la soledad de
la noche y la pareja nocturna, tienen un poso común formado por pequeñez,
melancolía, tristeza.
ACTORES: José María Rodero, Manuel
Díaz González, Jamez Hayter, Linda Giménez, Arturo Fernández, Ana Améndola,
Carlos Otero, José Sazatornil.
CLIPS
CLIP 1 – CREDITOS
CLIP 2 – EL “CHICO DE LA NOCHE” PRESENTANDO LAS HISTORIAS
CLIP 3 – EL VENDEDOR DE PEINES Y CORDONES Y EL PEDIGÜEÑO (EN EL
BARRIO DE LA RIBERA)
CLIP 4 – LA ETERNA COMPAÑERA DEL VENDEDOR QUE NO SIRVE COMO PEDIGÜEÑO
CLIP 5 – EL PATIO DE MONIPODIO BARCELONES
CLIP 6 – CUANDO HABÍA FÁBRICAS EN BARCELONA: EL VIGILANTE NOCTURNO
CLIP 7 – CONCIERTO NOCTURNO DE FLAUTA EN SOLEDAD
CLIP 8 – EL SURREALISTA DIÁLOGO ENTRE EL VIGILANTE Y EL LADRÓN
PRIMERIZO
CLIP 9 – UNA MUJER SOLA Y TRISTE EN EL METRO DE BARCELONA
CLIP 10 – APOTEOSIS DEL AMOR A LA LUZ DE LAS FAROLAS Y DE LOS
SERENOS
CLIP 11 – LA PATÉTICA PARABOLA DEL PAYASO TRISTE Y SU COLOMBINA
CLIP 12 – DEL “HOY NO FIRMO, QUIZÁS MAÑANA” DEL PAYASO A LA ORACION, DESPEDIDA Y CIERRE DEL CHICO DE LA CALLE, ENTRE LAS BRUMAS DEL AMANECER EN EL PUERTO DE BARCELONA
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A TRAVÉS DE EMULE: MAÑANA
(en formato AVI)
Lo menos que puede
decirse sobre MAÑANA
Alguien que ha conocido la miseria en sus carnes, sabe reflejarla
mejor que cualquier otro. De ahí que el cine de José María Nunes, sea superior
al de cualquier otro exponente de la Escuela de Barcelona. Mañana
fue la primera película dirigida por Nunes en 1957. Tenía 27 años. En 1942
había abandonado Portugal, pasando, primero a Sevilla, y luego a Barcelona.
Conoció las barracas que rodeaban el Estadio de Montjuich (luego, en 1992
reconvertido en Estadio Olímpico). Entró en la “factoría Iquino” a principios
de los años 50 y pasó por todas las etapas de aprendizaje en las artes
cinematográficas, tanto como actor como en los distintos oficios técnicos. Era
un luchador. Un hombre hecho a sí mismo. Ácrata hasta la muerte. Tenía algo que
expresar desde que leyera de muy joven Cómo escribir un guion
cinematográfico de Enrique Gómez (a quien conocerá posteriormente y con
quien trabajará). Desde entonces, sabe que su camino está en el cine. Y con
Iquino en cuya factoría trabajará en 29 películas entre 1950 y 1956. Lo sabe
todo sobre la técnica cinematográfica, ha ejercido todos los oficios posibles-
Iquino lo asciende a jefe del departamento de guiones y confía en él. Era un
hombre con principios y consciente de sus limitaciones en cada momento: cuando
Iquino le propone dirigir una película (que luego dirigirá Javier Seto, Mercado
prohibido) le contesta que aun no está preparado y, por lo demás,
el tema -drogas, tráfico de medicamentos- le repugna. Esos principios los
mantendrá hasta su muerte.
Veintinueve películas con Iquino son muchas. Su entusiasmo por ese
cine convencional, habitualmente policíaco, va disminuyendo. Ahora, ya sabe
hacer cine. Ahora le toca a él, hacer un cine que le guste. Y mira fuera de
nuestras fronteras en el momento en el que quiere hacer un cine propio. Un
productor, Enrique Esteban, propietario de Este Films, decide jugársela con una
película propuesta por Nunes: se trata de cuatro relatos de personas que
sufren. Las cuatro son en el presente, el resultado de frustraciones pasadas.
El mensaje en las cuatro historias es que el pasado nos persigue, se actualiza
constantemente y pesa en nosotros como una losa impidiéndonos ser lo que, en
realidad, deberíamos ser. Es, por tanto, una película que destila tristeza en
cada escena. Desesperación. Sin posibilidades de redención. Es neorrealismo en
estado puro. Técnicamente muy bien realizada. Con escenas muy estudiadas,
encuadres perfectos y efectista. En algunas tomas, vemos reflejos de la propia
vida y de las experiencias del propio director.
Primera historia: un vendedor de peines y cordones de zapatos (por
increíble que pueda parecer, en la primera mitad de los 50, algunos
menesterosos vendían estos objetos, como hoy se venden mecheros o paquetes de
pañuelos de papel) vende poco; cerca suyo, un pedigüeño, en cambio, se forra
cada día extendiendo la mano y pidiendo limosna. Es un escritor solitario cuyo
único compañero es una gallina. Tiene un carácter tímido y no se atreve a
presentar sus escritos a un editor (Nunes había trabajado para una editorial
escribiendo cuatro novelas rosas de las que se publicaron dos). Para colmo de
males, un miembro del gremio de pedigüeños, el arrebata el lugar en donde
ejercía su oficio. Los verdaderamente necesitados como el protagonista, se ven
atropellados por los pícaros que saben manipular la bondad de la gente,
generosa, sensible, pero acrítica e incapaz de distinguir entre el “necesitado”
y el “listo”.
La historia siguiente es similar. Aquí el protagonista es un
vigilante nocturno que aprovecha la soledad de la fábrica para tocar en solitario
el clarinete. Aparece un ladrón que le ofrece argumentos para que el vigilante
le permita consumar su robo: a fin de cuentas, es su primer robo y no conoce
todavía el oficio de maleante. Le permite irse y el diálogo entre ambos oscila
entre lo surrealista y lo neorrealista.
La tercera historia es la de dos amantes que sorprendentemente se
conocen en la noche, se unen y la unión, ese amor trágico, es celebrada con los
serenos del barrio (oficio que los menores de 50 años desconocerán, pero que,
en nuestra juventud nos abrieron tantas veces las puertas de nuestra casa en
donde concluíamos noches de juerga, festines y melopeas). Aquí, se ve que Nunes
es un perfecto conocedor de las escuelas cinematográficos. Las influencias
expresionistas son visibles, pero también la estética oscura de El tercer
hombre.
Un payaso triste -la cuarta historia- no es ninguna novedad. El
que el payaso esté interpretado por José Sazatornil, ya es algo más
estimulante. Lo intenta, pero no logra hacernos reír. Nadie lo quiere
contratar. Termina siendo pasto de la burla de niños asilvestrados. Inevitablemente
pensar en Chaplin y en la comicidad trágica de algunas cintas y deudora del
cine que en aquellos mismos años estuvo realizando Fellini.
El narrado -José María Rodero- termina sus relatos cuando amanece.
Él se pierde en la luminosidad. Las cuatro historias, desesperadas,
melodramáticas, tristes, oscuras, se disipan. Hasta que vuelva esa noche que
tanto cautivaba a Nunes y todo vuelva a repetirse. No hay lugar para la
esperanza en el cine de Nunes. Creo recordar que lo dijo en sus últimos años de
vida, algo así como que el “cabreo permanente es el único estado razonable en
la actualidad”.
Todos los que colaboraron con Nunes en esta producción eran
técnicos especializados (Martínez Tudó en la parte musical, Albiñana y Aurelio Larraya
en la fotografía) que suelen aparecer en las cintas de Iquino de aquellos años.
No es una película optimista, ni siquiera que permita fugas en dirección
alcohólica (como Noche de vino tinto), es, incluso, una cinta con acentos de desesperación.
Nietzscheana en el sentido más pesimista del término: el eterno retorno (extinción
seguido de resurrección) es un ciclo corto en el que no cabe lugar para la esperanza
(extinción tras extinción para dar lugar a una nueva extinción). Tal es el
mensaje -estéticamente irreprochable y argumentalmente tristón- que destila la
que, acaso sea la mejor película de José María Nunes.
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