NO DISPARES CONTRA MI (1961) – José María Nunes – Género negro español estilo nouvelle vague

José María Nunes llegó a España en 1942. Se instaló en Barcelona. No tenía una peseta, así que las barracas de Montjuich fueron su primera ubicación. Prosperó y se introdujo en el mundo del cine. Tenía talento, pero quería hacer un cine diferente. De los miembros de la Escuela de Barcelona, era el único que procedía de un medio pobre. Se sentía anarquista. Y murió anarquista. Odiaba el cine comercial. Ésta fue una de sus dos películas comerciales. Todos los elementos que hemos citado apresuradamente hasta aquí, se concentran en esta cinta.

FICHA

TITULO: No dispares contra mí

AÑO: 1961

DURACIÓN: 80 minutos

DIRECTOR: José María Nunes

GÉNERO: Negro

ARGUMENTO: Un joven estudiante participa en una serie de pequeños robos hasta que se ve obligado a huir a Francia. En el interior del coche en el que huye, descubre el cadáver del marido de su amiga francesa. La policía piensa que lo ha asesinado él, pero un comisario que conoce las circunstancias del caso, está convencido de su inocencia.

ACTORES: Ángel Aranda, Lucile Saint-Simon, George Rigaud, Ángela Bravo, Federico Fontenova, Julian Mateos, Ramón Durán, Marta Flores, Antonio Molino Rojo, Fernando Cebrián,

 

 

CLIPS

CLIP 1 – LA FUGA DE UN BUEN CHICO


CLIP 2 – LA LLAMADA A UNA PAREJA MISTERIOSA


CLIP 3 – CREDITOS TARDÍOS Y UN CADÁVER EN EL MALETERO


CLIP 4 – EL POLICÍA Y EL PADRE


CLIP 5 – OTRA ETAPA MÁS HACIA “EL FINAL DE LA ESCAPADA”


CLIP 6 – EL DIALOGO ENTRE EL MARIDO Y EL BARMAN


CLIP 7 – LOCALIZADOS POR LA BANDA DE MANGUIS


CLIP 8 – LA POLICÍA SIGUE LA PISTA: EN DIRECCIÓN A PORT-BOU


CLIP 9 – A TIROS CERCA DE LA FRONTERA


CLIP 10 – ESCONDIDOS EN UNA FIESTA DE DISFRACES


CLIP 11 – FUGA: PENÚLTIMA ETAPA


CLIP 12 – MUERE HASTA EL APUNTADOR


 


Carteles y programas

 


Cómo localizar la película

A TRAVÉS DE EMULE: NO DISPARES CONTRA MI (formato AVI)

 

Lo menos que puede decirse sobre NO DISPARES CONTRA MI

Cuenta la historia que dos productores propietarios de Este Films (que antes había producido algunas películas muy buenas del “negro español”: El cerco, Un vaso de whisky, Regresa un desconocido, etc) habían asistido al Festival de Cannes de 1960 y volvieron deseando hacer algo parecido en España a lo que la “nouvelle vague” estaba realizando en Francia. El presupuesto era limitado, pero había un director que apenas había filmado un largometraje, pero que aspiraba a encarrilar su carrera por los mismos derroteros: vanguardismo, cine experimental, exuberancia creativa, libertad absoluta en materia estética y moral, etc. Se trataba de José María Nunes, un portugués afincado en Barcelona, de origen más que humilde, pero de inquietud contagiosa y que había ido aquilatando experiencia en todos los oficios vinculados a la cinematografía a lo largo de los años 50. Podían fiarse de él. Nunes, en particular, había trabajado durante años con Iquino y estaba familiarizado con su cine negro. De eso se trataba, pues, de hacer una película con aspecto de thriller policíaco, pero en cuyos diálogos y en el desarrollo mismo de la trama estuviera presente el drama existencial del protagonista, un chico bien que, sin embargo, por circunstancias de la vida se había visto implicado en acciones delictivas… Vamos, lo mismo que Jean-Luc Godard había expuesto en À bout de soufflé (Al final de la escapada, en España), película que había tenido amplia resonancia internacional, incluso en nuestro país.  

Nunes se dedicó a la tarea. Junto con Juan Gallardo (uno de los dos productores a los que hemos aludido y que utilizaba el seudónimo de “Donard Curtis” que aparece en los créditos) y Germán Lorente, elaboraron un guion excesivamente parecido a la película de Godard, pero que, unía todos los parámetros que querían traer a España. No se trataría, pues, de una simple película policíaca, sino que, en los diálogos debían estar presentes las motivaciones existenciales del protagonista y víctima.

Nunes, a todo esto, estaba en contacto con los integrantes de la Escuela de Barcelona que, de hecho, consideraron a posteriori que el primer largo de Nunes, Mañana (1957) era una “premonición” de lo que ellos buscaban. Sin embargo, No dispares contra mí, no figura entre las obras que reivindica este grupo de cineastas barceloneses, acaso por aspirar a una rentabilidad económica. A diferencia de Noche de vino tinto, filmada por Nunes cinco años después como primera película de Filmscontacto, productora de Jacinto Esteva y de Biotaxia, producida por el propio Nunes en 1967, o de Sexperiencias filmada el año siguiente (que, contrariamente a lo que sugiere el título no es una película pionera del destape sino una reflexión sobre el día a día y el amor, a través del prisma de una joven sesentaiochera y de un caballero maduro). A decir verdad, Nunes, junto con Portabella, fueron los dos últimos mohicanos que mantuvieron sus posiciones estético-cinematográfico-narrativas más allá del sepelio de la Escuela de Barcelona, en 1970, cuando habían quedado demasiado claros los límites del cine experimental y la necesidad de beneficios para poder seguir en la profesión. Nunes, en los años siguientes y hasta su fallecimiento en 2010, debió aceptar trabajos auxiliares de carácter técnico en otras producciones para poder pagar las facturas. Todos los que le conocieron le recuerdan como un anarquista sincero y bebedor empedernido. Descanse en paz.

Sobre su película No dispares contra mí, está protagonizada por un actor que ya había aparecido en películas de muy diferente carácter: era uno de los divisionarios presos en Embajadores en el infierno, participó en Altas Variedades de Rovira Beleta, fue uno de los reclutas de Quince bajo la lona (1959), participó en peplums itálicos (El coloso de Rodas, Goliat contra los gigantes, Los últimos días de Pompeya) y no faltó en el cine religioso tan prodigado en los años 40 y 50 (Molokai, la isla maldita, 1959). Se trataba de Ángel Aranda que en el momento de escribir estas líneas, ha alcanzado la provecta edad de 91 años y que se retiró de la cinematografía en 1980. Para la réplica femenina se pensó en la hermana de Sofía Loren, pero luego la elegida fue una actriz francesa, Lucile Saint-Simon que poco antes había obtenido un éxito inmenso protagonizando Las manos de Orlac (1960). Los secundarios se completaron actores españoles que empezaban a abrirse camino (Julian Mateos, Antonio Molino Rojo, Fernando Cebrián) o veteranos nacidos fuera de España (George Rigaud y Gustavo Re).

La trama es sencilla: un joven, no particularmente malvado, sino más bien, ingenuo y enamoradizo, se ve implicado en pequeños delitos. Se ve obligado a huir a Francia, pero en el curso de la “escapada”, aparece en el coche en el que viaja el cadáver de un hombre. Busca a la esposa del muerto y se une a ella en la fuga. El policía que investiga el caso, desde el principio, es consciente de que alguien ha querido mezclar al joven en un crimen del que es completamente inocente. Esto le queda confirmado al conocer a los padres amantísimos del joven. Pero, perseguido por la policía, por los antiguos compañeros de correrías, la historia no podía terminar sino trágicamente.

La película se comportó en taquilla. Rindió sus buenos dineros tanto en pesetas como en divisas. Se exportó y fue bien acogida por la crítica. Era evidente que, en los años 60, el “negro español” debía renovarse y Nunes lo intentó siguiendo -demasiado de cerca- a la “nouvelle vague”. La película, a diferencia del resto de producciones de Nunes, discurre a plena luz del día, es luminosa y, ni siquiera en las escenas más sórdidas, las luces no decaen. Pero no es, desde luego, la gran película del “negro español” sesentero (título que quedará en manos de Pérez Dolç y de su ¡A tiro limpio!. Es, simplemente, una película más, quizás la más comercial y visible de José María Nunes.

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