CRIMEN DE DOBLE FILO (1965) – JOSÉ LUIS BORAU – HOY NOS SORPRENDE LO QUE EN LOS 60 ERA NORMAL

 

Se suele afirmar que la “época dorada” del cine negro español se prolongó desde 1950 hasta 1960. Somos de los que creemos que hay que extender este período hasta 1965, como mínimo. Y la muestra es esta película de Borau. Hoy sorprende por su perfección técnica, por lo extraordinariamente bien atado de su argumento y porque no falta ni sobra nada. Entonces fue elogiada por la crítica y apreciada por el público. Pero era frecuente que cada año se estrenaran tres o cuatro películas de similar calidad. Hoy, cuando aparece una película así en nuestro cine cada lustro hay que felicitarse…

FICHA

TITULO: Crimen de doble filo

AÑO: 1965

DURACIÓN: 90 minutos

DIRECTOR: José Luis Borau

GÉNERO: Negro

ARGUMENTO: Un virtuoso del piano, acomplejado por haber estado toda su vida a la sombra de su padre, casado, baja al bar a buscar unos cigarrillos. Han asesinado a un vecino y ve como alguien huye de la escena del crimen. A partir de ese momento, empieza a tener la sensación de que le siguen y vive aterrorizado. Sin embargo, nada es lo que parece, y él será el primero en resultar sorprendido por la resolución del crimen.

ACTORES: Susana Campos, Carlos Estrada, Alfonso Rojas, José Marco, Cristina Marco, José María Prada, Juan Luis Galiardo, Ángel Chinarro, Paloma Pages, Ángel Calero

 

 

CLIPS

CLIP 1 – CREDITOS Y EL PROTAGONISTA, UN MUSICO REPUTADO


CLIP 2 – UN MATRIMONIO FELIZ Y UN CRIMEN EN EL EDIFICIO


CLIP 3 – LA POLICÍA EN EL ESCENARIO DEL CRIMEN (EL FOTÓGRAFO ES UN JUVENIL JUAN LUIS GALIARDO)


CLIP 4 – EL SIMPÁTICO SASTRE DE AL LADO


CLIP 5 – UN HOMBRE PREOCUPADO POR LO QUE HA VISTO…


CLIP 6 – …Y QUE SE SIENTE PERSEGUIDO Y ACOSADO


CLIP 7 – “NO PUEDO VIVIR ASÍ… DIRÉ TODA LA VERDAD”


CLIP 8 – PERO EL MUSICO SE SIGUE SINTIENDO ACOSADO


CLIP 9 – EL ASESINO (QUE NO ES EL ASESINO, SINO EL AMANTE)


CLIP 10 – EL SASTRECILLO VUELVE A DECLARAR


CLIP 11 – ALGUIEN HA MATADO A ALGUIEN


CLIP 12 – LA ESPOSA DEL MUSICO Y LA VÍCTIMA QUE SE PROPASÓ


 

Carteles y programas

 


 

Cómo localizar la película

A TRAVÉS DE EMULE: CRIMEN DE DOBLE FILO (formado AVI)

A TRAVÉS DE EMULE: CRIMEN DE DOBLE FILO (formado MKV)

 

Lo menos que puede decirse sobre CRIMEN DE DOBLE FILO

Escribimos este comentario poco después de que se haya repuesto en televisión la serie Doctor en Alaska, una serie que empezó a filmarse en 1990 y que se prolongó hasta 1995. Tres décadas después se ha convertido en una de las series más vistas por los usuarios compulsivos de streamings. ¿Qué ha sucedido? Algo muy fácil de explicar: la “corrección política”, “el afán adoctrinador”, las nuevas temáticas sobre “pequeño relatos”, han  encarrilado a los guionistas por un tipo de cine rígido, sin espontaneidad, previsible, en el que el humor está prácticamente proscrito porque nadie quiere entrar en una lista negra que le vetará en las grandes productoras. Por eso, hoy se lanzan mensualmente decenas de series, de las que apenas se salva, un 5% -en el mejor de los casos- y el público tiende a volver la mirada a otra época en la que todo resultaba mucho más agradable y libre. Por eso, Doctor en Alaska constituye hoy un éxito y por eso existen webs como la nuestra, en las que, hemos optado por volver la vista atrás antes el misérrimo panorama del presente cinematográfico.

Y es que se hicieron muy buenas películas durante el franquismo. Es injusto olvidarlas, especialmente cuando pueden hacernos pasar muy buenos momentos. Sin querer ser malvado, les pediría que se ataran los machos, hicieran un esfuerzo, y vieran La piedad de Eduardo Casanova, subvencionada y lanzada con todos los recursos de la industria, premiada en los festivales de Karlovy Vary, Sitges, en los Feroz e, incluso, en los Goya. Véanla, lleguen -si lo soportan- hasta el final, y luego vean esta otra: Crimen de doble filo. Y como decía aquel spot de los setenta: “Vean, comparen y elijan”. Es muy poco probable que se decanten por el engendro del pobre Casanova. Lanzo una teoría: “el cine franquista porque era demasiado bueno, a pesar de las limitaciones presupuestarias, a pesar de la censura, a pesar de la falta de recursos técnicos; ese cine se olvida deliberadamente hoy porque recordar su mera existencia supone una humillación para los que hoy, ultrasubvencionados, con medios técnicos y de promoción ilimitados y sin más censura que le corrección política, no son capaces de realizar películas que interesen al público y que tengan un lugar en la historia de la cinematografía”. Crimen de doble filo es una de esas películas, una de tantas, producidas en una época en la que, teóricamente, la censura ahogaba cualquier intento de realizar buen cine, y, sin embargo, se trata de una obra que supera al 95-98% de películas producidas en España en el siglo XXI.

Para ser una obra maestra, una película debe reunir distintos factores: guion, trabajo actoral, montaje, dirección, banda sonora, fotografía y responder a los patrones del género, en este caso, “cine negro”. Esta obra de José Luis Borau está próxima a la perfección en todos los terrenos y vanamente le buscaríamos fallos: todo está, como en pocas del género, atado y bien atado. Y las sorpresas que nos va deparando, a partir, especialmente, de su segunda mitad, resultan absolutamente perturbadoras.

Borau no fue un director particularmente prolífico. Entre 1960 y 2000, esto es, en 40 años justos, apenas consta que filmara 12 películas. Algunas fueron westerns que aportaron poco lustre a su carrera. Crimen de doble filo fue la primera película en la que tuvo un éxito clamoroso. A pesar de que se habló en la época mucho más de su Hay que matar a B., lo cierto es que, la Crimen de doble filo es netamente superior en todos los terrenos y ha resistido mucho mejor el paso del tiempo.

En esta película, lo primero que llama la atención es la sobriedad de todo el cuadro de actores, especialmente de la pareja protagonista: Carlos Estrada (“Andrés”) y Susana Campos (“Laura”), así como por el “comisario” encargado de la investigación, Antonio Casas. Por otra parte, hay que mencionar el pequeño papel interpretado por José María Prada, seguramente uno de los mejores interpretados de su carrera. Y, como curiosidad, la aparición de Juan Luis Galiardo, juvenil, en los inicios de su carrera; hay, incluso, que estar muy atento a las escenas para reconocerlo. Vale la pena también, recordar la presencia de Héctor Quiroga, un secundario de mucho carácter que solía aparecer en películas de los sesenta.

La cinta gira en torno a la vida de un músico, “Andrés” que lleva una vida rutinaria de casado sin hijos. Trabaja en una buena orquesta, pero no ha logrado sacudirse la sombra de su padre que fue un gran compositor. Está casado con “Laura”, una mujer atractiva, pero la pareja no tiene hijos. Una tarde lluviosa, “Andrés” sale a buscar unos cigarrillos, aprovecha para ver a un conocido que trabaja en la planta baja, un afinador de instrumentos musicales. Sin embargo, lo encuentra asesinado. Llama a la policía y, tras volver, cree reconocer a un hombre con gabardina blanca que huye de la escena del crimen. Ambos se miran. A “Andrés” no le cabe la menor duda de que se trata del asesino. A partir de ese momento, su vida cambiará. Optará por no decir a la policía que ha visto al asesino (es un hombre que evita los problemas). Sin embargo, poco a poco, se sentirá observado, vigilado, amenazado por el desconocido que ronda su casa, lo sigue hasta en el trabajo, le telefonea y le está haciendo una especie de guerra psicológica. Una tarde, al entrar en su casa, cuando se ve seguido por el desconocido de la gabardina, disparará sobre él con la pistola de su padre, matándolo. A partir de ahí, la investigación toma un nuevo sesgo. El comisario logrará aclarar quién es el muerto, y qué le unía a aquel edificio. Se sabrá igualmente quién, qué y por qué asesinó al afinador de la planta baja.

Nos resistimos a contar más, porque cualquier dato añadido desvelaría el desenlace de la película y es de esas producciones que no puede desvelarse el final sin riesgo de romper el encanto.

Vale la pena decir dos palabras sobre los dos protagonistas. Susana Campos, “Laura”, fue una actriz argentina que ya había aparecido en Mi calle de Edgar Neville y que, a lo largo de los 60 aparecería en muchas ocasiones en el cine español. Borau la eligió como protagonista de esta película, a pesar de que no soportaba que se tiñera el pelo de rubio. Logró convencerla, tras arduos debates de que su color natural era el que mejor convenía para una amantísima esposa española. Carlos Estrada, era, igualmente argentino, a pesar de que, como en el caso de Susana Campos, buena parte de su carrera pasara por España. Era hijo de padres asturianos y, a partir de los 50, su aparición en distintas obras de teatro clásico español le dieron una inmensa popularidad en Argentina. Luego empezó a aparecer en producciones cinematográficas y probó -con éxito- su paso por España a las órdenes de José María Forqué en Accidente 703, Miguel Picazo, en La tía Tula, etc. Volvió a Argentina en donde fallecería en 2001.

Es una película curiosa: los momentos de tensión aparecen bruscamente, en medio de una placidez general relajante. Vemos, además, cómo era la vida en el centro de Madrid en aquella época. El tono es naturalista y realista (“verista”, palabra que se utilizó en la época con la intención de sustituir al término “neo-realista” que estaba imbricado íntimamente en el cine italiano). La fotografía y los encuadres son de una perfección insuperable.

El montaje es, así mismo, innovador. En la parte final asistimos a varios flashbacks, pero se trata de recursos del director para mantener el misterio y explicar lo que ha ocurrido. También, en las escenas de exterior, vemos la vida en el Madrid sesentero: con sus tabernas, las inmediaciones del Paseo de Recoletos, la calle del Arenal, incluso las casetas de la Feria del Libro. Un Madrid en blanco y negro, húmedo, lluvioso, tristón, sin apenas tráfico.

Es de esas películas que 1) se ven más de una vez; el espectador teme haberse perdido algún detalle; en la segunda vez que la vi, me di cuenta de un detalle interesante: en casa del norteamericano, uno de los protagonistas centrales, aparece un cuadro de Picasso: el Guernica. Era 1964 ¿no quedamos en que estaba prohibido y que la censura siempre estaba al acecho? Se ve que no.

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