EL ASESINO ESTÁ ENTRE LOS TRECE (1973) – Javier Aguirre – Los diez negritos carpetovetónicos

 

Un intento de adaptar la obra de Aghata Christie Los Diez negritos, variando algunos elementos y contando con una serie de actores que aparecían regularmente en la pantalla grande española de los 70. No es una mala película, en absoluto, pero, además de evidenciar un bajón en la calidad del género negro español, demostraba que se había iniciado una crisis de ideas que dura todavía hoy

FICHA

TITULO: El asesino está entre los trece

AÑO: 1973

DURACIÓN: 93 minutos

DIRECTOR: Javier Aguirre

GÉNERO: Negro

ARGUMENTO: Una viuda reúne un año después de la muerte de su marido a un grupo de personas entre los que cree que se encuentra la persona que lo asesinó. Espera, en el curso de la estancia, poder identificarlo con ayuda de sus subordinados. Sin embargo, se producirán otros crímenes particularmente sangrientos que irán mermando a los sospechosos.

ACTORES: Patty Shepard, Doris Coll, Carmen Naura, Eusebio Poncela, Alberto Fernández, Eduardo Calvo, Simón Andreu, José María Prada, Trini Alonso, Dyanik Zurakowska, Jack Taylor.

 

CLIPS

CLIP 1 – Créditos y vista del casoplón donde transcurre el drama


CLIP 2 – Van llegando los invitados


CLIP 3 – Una cena algo incómoda


CLIP 4 – ¡Como está el servicio!


CLIP 5 – La odiosa mamá y el hijo lúbrico


CLIP 6 – “Los documentos que esperaba acaban de llegar…”


CLIP 7 – Empiezan los asesinatos…


CLIP 8 – La inseguridad aumenta entre los invitados.


CLIP 9 – Más sangre vertida.


CLIP 10 – La última reunión cuando casi todo está aclarado


CLIP 11 – Cuando queda un último fleco


 

Carteles y programas



 

Cómo localizar la película

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Lo menos que puede decirse sobre EL ASESINO ESTÁ ENTRE LOS TRECE

Javier Aguirre practico cine comercial para sobrevivir y poder filmar lo que a él le interesaba… que no tenía más audiencia que un pequeño grupo de admiradores atentos siempre al cine más vanguardista. Era el que le gustaba a Aguirre: “cine experimental” o, como el lo llamaba, “anticine”. El problema es que el espectador quería acudir a las salas de proyección para ver cine. Hoy, tenemos referencia de sus cortometrajes gracias al blog “javieraguirre-anticine.com”, gracias al cual sabemos que contó con un texto de Dionisio Ridruejo como guía para su primer documental España insólita, en 1964. Rodó, además un número increíble de cortometrajes que recibieron críticas laudatorias por parte de la progresía de la época y ni siquiera llegaron en su mayoría al gran público. Este fue el fatum de Aguirre: da la sensación de que, de no ser por la complicidad con su esposa, Esperanza Roy, con la que rodó lo que la actriz califica como “algunos de sus trabajos más interesantes”, probablemente su nombre se habría olvidado como “cineasta experimental”. Su anti-cine interesó solamente a intelectuales ansiosos de productos rompedores, originales y, sobre todo, “progresistas”. Entre 1969 y 1971, filmó ocho películas del “anticine”. Pero lo que le dio de comer en esa misma época fueron títulos como Pierna creciente, falda menguante, De profesión sus labores o El astronauta con Tony Leblanc. Se sentía muy identificado con Orson Wells quien vivió idéntico drama: aparecer en películas comerciales para financiar sus proyectos personales. Desde Ed Wood hasta Aguirre, muchos han vivido el mismo drama que Welles (a quien Aguirre dedicó un documental). Pero no todos eran Orson Welles…

Aquel cine, el de Warhold y el de Debord, y tantos otros, se quería hijo de mayo del 68, de la contracultura y de la contestación. De él ha quedado poco, muy poco, e incluso nada. En general, causaba bostezos entonces a quienes sostenían que el cine debía entretener en primer lugar, formar en segundo e informar en tercero. Los partidarios del cine experimental o del anticine de Aguirre, querían disponer de un apoyo “revolucionario”, “intelectual” y “rompedor” con todo lo anterior. Si no era eso, se trataba de un “cine burgués”. Fue una época en la que se daba la paradoja de que directores como Aguirre sostenían teorías elitistas que alternaban con un cine popular e, incluso, populachero. El asesino está entre los trece, es de lo mejor que dirigió Aguirre. Y era cine comercial. Era como si un diabético constituyera una fábrica de azúcar para financiar la cura de su enfermedad…

La película conto con un plantel de buenas estrellas, en aquel momento en el candelero: en primer lugar con Patty Sheppard que se había hecho célebre en nuestro país gracias a la publicidad. Simón Andreu, pasaba por entonces por seductor y José María Prada, estaba en lo mejor de su carrera. Se unía también el rostro exótico de Dyanik Zurakowska, en ocasiones con una expresión dramática y en otra con un atractivo sensual llegado de Europa del Este. Y, por supuesto, Jack Taylor, uno de los actores extranjeros que más aparecieron en el panorama cinematográfico español de los setenta. Dos chicas jóvenes con poca historia cinematográfica anterior, pero prometedoras, aparecieron en esta cinta como invitadas a la cena dramática: Paloma Cela, modelo que empezaba su carrera como actriz y una joven y casi irreconocible Carmen Maura, también en sus primeros pasos. Paul Naschy aparece como actor de repartod (y borda su corto papel). Otro joven que ya empezaba a llamar la atención, Eusebio Poncela estaba presente en el reparto como si la cosa no fuera con él. Dos veteranos, Alberto Fernández (habitual de TVE) y Eduardo Calvo, completaban el cuadro de actores de esta cinta.

Su planteamiento es simple: una viuda tiene la seguridad de que su marido ha sido asesinado así que se propone descubrir quién es el responsable. Invita a los sospechosos a una estancia en su mansión en el curso de la cual tratará de averiguar quien de ellos desencadenó la tragedia. Pero las cosas, como suele ocurrir cuando hay un psicópata entre los asistentes, salen de una manera muy diferente a lo que ella había planificado. Se multiplican los asesinatos gradualmente. De ahí el paralelismo con el relato de Agatha Christie. Parece evidente que el guion está inspirado en Los Díaz Negritos, solo que para evitar pagar royalties, se ha amputado esto, se ha añadido aquello y el resultado ha sido un guion que no puede calificarse de completamente original.

Se nota que para Aguirre la película era exclusivamente alimentaria. Aquello no parecía interesarle ni poco ni mucho. Había firmado un contrato y cuanto antes lo terminara, mejor. Diez minutos más en esta cinta suponían diez minutos menos que podía dedicar a su “anti-cine”. Y esta falta de interés se nota en mucho de los actores que participan en la cinta y no solamente en Eusebio Poncela (que, incluso parece asqueado y medio dormido en algunas escenas). El resultado hubiera podido ser mejor, si todos se hubieran tomado más en serio lo que estaban haciendo y para lo que Producciones Internacionales Cinematográficas Asociadas (PICASA…), les había contratado. La música, por cierto, es de Alfonso Santisteban, que por entonces se había casado con la conocida presentadora de televisión Marisa Medina.

El problema de esta película es que el argumento falla, todo resulta excesivamente artificioso, en ningún momento nos terminamos de “creer” lo que estamos viendo, los personajes son unidimensionales, carecen de profundidad, y eso es todavía más patético en el caso de un director que al acabar las ocho horas de trabajo, pretendía hacer un cine “comprometido”. De los actores, da la sensación de que solamente los dos norteamericanos, Patty Shepard y Jack Taylor se tomaron en serie la cinta; Prada era muy bueno en todo lo que hacía (lo demostró en La Caza con Saura) y Simón Andreu daba aún sus primeros pasos. Naschy ya era un actor consagrado y su papel, por otra parte, era muy breve. En cuanto a Paloma Cela y Carmen Maura, se esforzaron, pero sus frases en el guion les dejaron poco margen para el lucimiento.

Película frustrada, en cualquier caso. Película significativa de una época en la que los directores tenían más ambiciones intelectuales propias que deseos de satisfacer, formar ilustrar y entretener al público. La película parece interesante en las primeras escenas, pero, al llegar al ecuador ya ha perdido todo su interés. ¿Qué falló? Guion y director. Solo eso. Nada más que eso. Un director debe saber motivar a sus actores y respetar al público y no solamente buscar autosatisfacciones personales jugando a ser intelectual y padre de un “anti-cine” que, como si nombre indica es lo contrario que el cine, esto es, que el “séptimo arte”.

 

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