LA MADRASTRA (1974) – Roberto Gavaldón – Compendio de tabús vulnerados en el tardofranquismo

Los calentorros de la época se iban a Perpiñán para ver una escena poco vistosa con mantequilla a lo Brando en El último tango en París. Volvían diciendo que habían visto un cine que “rompía tabús”. Claro está que, entre películas de “arte y ensayo” siempre se colaba algún paquete cine porno. Y, sin embargo, un público más inteligente y menos interesado por lo porno, veía a pocos metros de su domicilio, esta película en la que no queda tabú sin romper: homosexualidad, prostitución, incesto… Con dos actuaciones estelares: Amparo Rivelles y Ramiro Oliveros.

 

FICHA

TITULO: La madrastra

AÑO: 1974

DURACIÓN: 82 minutos

DIRECTOR: Roberto Gavaldón

GÉNERO: Drama

ARGUMENTO: Un industrial se enamora de una prostituta y se casa con ella. Tiene un hijo producto de su anterior matrimonio que se enamora pronto de la esposa de su padre. Al fallecer el padre, ella busca como amante al director de la fábrica… El hijo, provoca una relación homosexual con éste para conseguir que la madre dirija todo su cariño hacia él.

ACTORES: Amparo Rivelles, John Moulder-Brown, Ramiro Oliveros, Milagros Leal, Eduardo MacGregor, Ismael Merlo, María Luisa Ponte.

 

 

CLIPS

CLIP 1 – CRÉDITOS


CLIP 2 – DON MARCOS BUSCANDO A MERCEDES EN EL BURDEL DE SIEMPRE


CLIP 3 – UN HOMBRE ENAMORADO


CLIP 4 – “DON MARCOS ME DA ASCO…”


CLIP 5 – “¿CASARNOS? ¿TE HAS VUELTO LOCO?”


CLIP 6 – MERCEDES, EL HIJO DE DON MARCOS Y LA MADRASTRA


CLIP 7 – TEMPRANA VIUDEDAD…


CLIP 8 – CON EL INGENIERO JEFE DE LA FÁBRICA


CLIP 9 – EL HIJO Y EL INGENIERO ENTRAN EN SINTONÍA


CLIP 10 – MODELO Y ALGO MÁS QUE MODELO. LAS SOSPECHAS DE LA MADRASTRA


CLIP 11 – EL HIJO Y SU MAQUIAVÉLICO PLAN


CLIP 12 – AHORA LA MADRASTRA ES TODA SUYA


 

Carteles y programas

 

 

 

Cómo localizar la película

A TRAVÉS DE EMULE: LA MADRASTRA (en formato MKV)

A TRAVÉS DE EMULE: LA MADRASTRA (en formato MP4)

En FlixOlé: LA MADRASTRA

 

Lo menos que puede decirse sobre LA MADRASTRA

Si bien 1974 no fue un gran año para el cine español, se filmaron algunas películas que pueden ser consideradas como rompedoras en relación al período anterior. La madrastra es una de ellas. Apenas se la conoce hoy, entre otras cosas porque la mayor parte de la obra de su director, Roberto Gavaldón, fue filmada en su México natal. Gavaldón dirigió en 1945 su primera película en solitario, La barraca, basada en la obra de Vicente Blasco Ibáñez. Le iba el realismo y el naturalismo. Parece extraño que una versión de este clásico se rodara en México, pero todo resulta más comprensible si tenemos en cuenta el aluvión de exiliados que llegó a aquel país tras la guerra civil, todos ellos republicanos y, como tales, admiradores de Blasco Ibáñez. Gavaldón se rodeó de ellos para armar su película. En la primera mitad de los setenta, ya con un clima político muy diferentes, Gavaldón vino a España y rodó tres películas: Don Quijote cabalga de nuevo (1973), La playa vacía (1977) y esta que comentamos, La madrastra, en nuestra opinión la mejor de las tres. Lo que la hace diferente es, en primer lugar, la temática abordada (una ruptura de todos los tabúes que quedaban por romper en la España del tardofranquismo: homosexualidad e incesto) y, en segundo lugar, por la calidad interpretativa de Amparo Rivelles, verdadera alma de la película.

“Mercedes” (Amparo Rivelles) es una veterana prostituta, con estilo, de buen ver y experiencia en el trato y en el manejo de hombres. Ella no lo pretendía, pero tampoco le molesta, el que un rico industrial viudo le haya pedido matrimonio: es “Marcos”, un hombre camino de la tercera edad afectado por una tisis progresiva, pero encariñado -y, por supuesto, encoñado- con “Mercedes”. Cuando “Marcos” la pide en matrimonio, “Mercedes” tiene un momento de duda, así que consulta a la madame del burdel, “la Señora Julia” (María Luisa Ponte), que la anima dar el paso y abandonar la que ha sido su profesión durante mucho tiempo. La boda se celebra poco después, pero la enfermedad de “Marcos” es imparable y al cabo de unos meses fallece.

El problema empieza a partir de aquí. “Marcos” tiene un hijo, “Daniel” (John Moulder-Brown, que antes había interpretado, cuando era un adolescente, el papel de asesino psicópata en La Residencia) que pronto se enamora de “la madrastra”. Ésta, por supuesto, no le hace caso, lo envío a un colegio alejado de la casona; pero el curso termina y “Daniel” vuelve. Se encuentra con que su madrastra ha elegido como partener al ingeniero jefe de la fábrica que levantara “Marcos”. Se trata de “Álvaro” (Ramiro Oliveros), un joven aparentemente tímido, atraído, en horas libres por el arte. “Álvaro” no parece excesivamente interesado en una relación sexual con el que, a fin de cuentas, es su empleado, pero accede. Y es entonces cuando llega “Daniel” que, inmediatamente entiende la situación: hay alguien que le va a disputar el cariño de la madrastra. Y él, alberga un interés lúbrico por ella.

El giro inesperado se produce cuando el ingeniero-artista, le propone al hijastro de su amante que pose para él. “Daniel” acepta encantado: posa desnudo durante toda una noche y en las siguientes multiplicará su relación homosexual con “Álvaro”. Pero no es eso lo que busca, sino provocar el que “Mercedes” intervenga y acuda al apartamento en el que los dos tienen relaciones sexuales. Horrorizada, la madrasta y ex prostituta entiende que sus días de sus días de seductora han quedado atrás. Despide a cajas destempladas al ingeniero-jefe y entiende que lo único que le queda es la atracción que ejerce sobre su hijastro. La película termina cuando ella, amorosamente, acaricia la espalda del joven.

Esto es lo que, en síntesis, va a ver el espectador. El drama, no llega a “melodrama”, salvo por el hecho de que a la homosexualidad se une el incesto. ¿Qué más podía romperse en 1974?

Lo cierto es que la película está bien armada: buenas actuaciones, un guion preciso, concreto, sin tiempos muertos, ni líneas argumentales laterales, esencial, y, sobre todo, un casting acertado y al que todos los papeles, incluso los secundarios, les vienen a los actores como anillo al dedo. Amparo Rivelles, hija de una saga de actores, llevaba activa en el cine desde los quince años, cuando rodó en 1941, Alma de Dios con Ignacio F. Iquino. Desde entonces fue dirigida en mas de medio centenar de películas por los mejores directores de cine, hasta su última película filmada en 1999 (El olor de las manzanas, de Juan Cruz). A pesar de que su período dorado fue entre los 50 y los 60, algunas de sus grandes actuaciones las cosechó tras la muerte de Franco cuando ya había entrado en plena madurez: 1982 con Los gozos y las sombras (para TVE), 1983 con el remake de El caso de la mujer asesinadita, 1986 con Hay que deshacer la casa, 1989 con Esquilache, 1993 con Toda una vida, películas que le valieron distintos Goyas, Fotogramas de Plata y medallas de círculo de escritores. Una de las carreras más completas en la historia del cine español.

Otro tanto puede decirse de Ramiro Oliveros, fallecido recientemente y marido de Concha Márquez Piquer que, aquí realiza un extraordinario papel de artista e ingeniero gay, ingenuo, esteticista y voluble.

La película no tuvo excesivo éxito, ni llamó particularmente la atención en el momento de su estreno. Incluso en la filmografía de su director no siempre aparece. Era un signo de los tiempos. Los españoles de entonces que jugaban a ser “guays” podían tragarse el plomazo más insoportable “de arte y ensayo”, pero presentaban resistencias ante producciones españolas. Y esta es una de las películas de aquel momento que vale la pena ver. ¿Dónde estaba la censura entonces? Simplemente, se había ausentado sin dejar señas, pero en este caso, un director exigente evitó que la película se deslizara hacia el melodrama o el destape tan en boga en la época.

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