LOS FRIOS SENDEROS DEL CRIMEN (1974) – Carlos Aured – Este género negro ya no era el de antes
Seguramente lo mejor de esta película es ver dos actores
veteranos, el riguroso Jorge Rigaud y la siempre encantadora María Perschy en
escena. Todo lo demás, es prescindible y casi irrelevante. Fue una de las
primeras películas de Margarita García San Segundo, más conocida como “Agata
Lys”. Tuvo mejores y más creíbles actuaciones. Es una película que debería
verse para realizar comparativas: ¿cómo era posible que en 1965 existiera un
género negro español de mucha mas calidad que el que irrumpió desde principios
de los 70 con muchos más medios?
FICHA
TITULO: Los fríos senderos del
crimen
AÑO: 1974
DURACIÓN: 95 minutos
DIRECTOR: Carlos Aured
GÉNERO: Negro
ARGUMENTO: El director de una
editorial se lleva mal con su esposa. Ello ha puesto ahí, pero la relación se
hace insostenible. Decide complacer a su esposa publicando la novela escrita
por un amigo suyo y se enamora de una mujer que resulta asesinada. Todas las
sospechas recaen sobre él que, sin embargo, es inocente.
ACTORES: Daniel Martín, Agata Lys, Frank Braña, Georges Rigaud, María Perschy
CLIPS
CLIP 1 – CRÉDITOS Y PRIMER DESNUDO NO EXIGIDO POR EL GUION
CLIP 2 – UN ASESINO ANDA SUELTO (NO ES UNA ESCENA DE HITCHCKOC, Y
SE NOTA)
CLIP 3 – CHICO ENCUENTRA CHICA (RUBIA PLATINO, ESPAÑA 1974, ERGO
AGATA LYS)
CLIP 4 – UNA ESPOSA BEBEDORA EMPEDERNIDA E INSOPORTABLE
CLIP 5 – “USTED DEBE DECIDIR, USTED ES EL JEFE…” Y EL AMANTE DE LA
ESPOSA
CLIP 6 – MARIDO INFIEL, MUJER CELOSA…
CLIP 7 – UNA PROPUESTA INUSUAL
CLIP 8 – MARIDO, ESPOSA, AMANTE… EN LA EDITORIAL
CLIP 9 – ELLA CONTRATÓ AL ESTRANGULADOR PARA MATAR A LA AMANTE…
CLIP 10 – ¿QUIÉN DIABLOS ES EL ASESINO?
CLIP 11 – UN FINAL EN LA NOCHE Y MUY OSCURO…
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A TRAVÉS DE EMULE: LOS
FRÍOS SENDEROS DEL CRIMEN (formato MKV)
En YouTube (1,50 €): LOS FRÍOS SENDEROS DEL
CRIMEN
Lo menos que puede
decirse sobre LOS FRÍOS SENDEROS DEL CRIMEN
Era 1974. ETA había asesinado al presidente del gobierno Almirante
Carrero Blanco, la salud de Franco era decrépita, se sucedían movimientos
huelguísticos con cualquier excusa, convocados por CCOO y ordenados por el PCE
y, para colmo, un grupo de intelectuales progres, izquierda caviar, seguía
colaborando con ETA y habían generado la masacre de la calle del Correo. En las
universidades e, incluso, en la Enseñanza Media, se sucedían los paros por la
nueva Ley General de Educación, considerada entonces como un “producto tecnocrático”.
Por si eso fuera poco, España todavía vivía las consecuencias de la crisis del
petróleo iniciada con el embargo petrolífero aplicado por la OPEP como resultado
de la posición pro-israelí de las naciones occidentales ante la tercera guerra
árabe-israelí, la del Komkipur. Cinematográficamente, España vivía una crisis
paralela. No se estrenaban películas de producción nacional que llamaran la atención,
ni siquiera que pudieran rivalizar con el aluvión de producciones extranjeras
que se nos venía encima. Odio
mi cuerpo, demostraba que imaginación no faltaba y No
profanar el sueño de los muertos, demostraba que también aquí
sabíamos hacer películas de zombis. El que se considera “primer desnudo
integral del cine español” (y que no lo era), No
es nada mamá, solo un juego, no pasaba de ser una incursión en un
cine erótico que aspiraba a ser reconocido como “cine de calidad”. Poco, muy
poco. Y lo peor era que la mayoría de películas producidas aquí o eran
spagueti-western, o comedias ligeras enlazadas con “destape”.
Por paradójico que pueda parecer -y esto es lo importante- a
medida que la censura iba rebajando la presión y abriendo la mano, nuestro cine
se despeñaba en los abismos de la ausencia de calidad y se conformaba con
alumbrar mediocridades. Parece bastante obvio -a tenor de la producción global
de aquellos años- que la censura ¡contribuyó a elevar la calidad de nuestro
cine!, opinión herética donde las haya, pero que, globalmente, puede defenderse:
se obligó a los guionistas a ser más exigentes con su trabajo. Eso es todo. La caída
en picado que experimentó el género negro español en los diez años que mediaron
desde 1965 hasta la muerte de Franco, son significativos: y esta película es
una muestra de lo que decimos.
En Los fríos senderos del crimen, hay escenas
eróticas -innecesarias por lo demás-, es una de las primeras películas en las
que Agata Lys, uno de los mitos eróticos de la transición, aparece como
co-protagonista, la temática es inmoral desde el punto de vista de un censor
católico y, para colmo, ni siquiera es original porque el tema del “falso
culpable” (o “sospechoso inocente”) era ya en 1974 un tópico desde que Fritz
Lang llegó a EEUU comprado al peso por Hollywood (y no huyendo del nazismo que
jamás le persiguió).
Si comparamos esta película con A
tiro limpio, filmada solo diez años antes y que no es una excepción
en la producción española de género negro iniciada en 1950, se percibe con claridad
el problema que mencionamos.
Hay que aludir, en primer lugar, al director: Carlos Aured, uno de
los padres del “fantaterror” español y del “destape”. Había empezado su carrera
en TVE. Escenificó muchas novelas y obras de teatro para la única televisión de
la época, pero aspiraba a más. A mediados de los 60 empezó a trabajar en el
cine con Berlanga, Klimovsky o Moreno Alba. En 1971 conoció a Paul Naschy cuando
Klimovsky dirigió La noche de Walpurgis; Aured era entonces ayudante de
dirección. Coincidiría con Naschy en tres cintas posteriores El retorno
de Walpurgis (1973), El espanto surge de la tumba (1973)
y La venganza de la momia (1975) que, sin duda es la mejor.
Muerto Franco, se orientó hacia el destape, perpetrando las que acaso fueran
las películas de más dudosa calidad -con permiso de Jess Franco- de la historia
del cine español. Como sus caminos eran paralelos, Aured, Lina Romay, compañera
de Jesús Franco y su fetiche obediente, se puso a sus órdenes en otra ominosa
cinta: Apocalipsis sexual (1981), apreciada en el mundo freaky por la aparición
como protagonista de Ajita Wilson, actriz cuyo mérito era ser transexual,
bombero en el Bronx antes de su cambio de sexo. En general, las películas de
Aired son olvidables. Dejó de filmar en 1985 y el proyecto que barajó junto a
Paul Naschy de filmar una película sobre vampiros quedó en agua de borrajas. No
fue nunca reconocido por la crítica -lo que le dolió extraordinariamente-, alegó
que nunca había tenido dinero suficiente para hacer lo que quería; lo que
seguramente es cierto (hasta Orson Welles pasó por esa fase). Entre 1992 y 2002
trabajó como seleccionador de cine porno de Canal+, el primer canal que -si no
recuerdo mal- los sábados por la noche ofrecía semanalmente una película de ese
género. Esta fue su vida y esta una de sus cintas más ambiciosas.
Imaginemos el cuadro: un director editorial casado con la
propietaria de la empresa, ella millonaria y él, además de cónyuge, un simple
empleado sin excesiva experiencia en el medio. Menos mal que la editorial tiene
a un George Rigaud como jefe de publicaciones que conoce bien el negocio. La
pareja no se lleva bien. Ella, cuarentona de muy ver, pero con cierta tendencia
a beber más de la cuenta, y él, con aspecto de tronchamozas que, finalmente, busca
y encuentra una amante. Nada hasta aquí parece muy anormal, salvo que un
asesino anda suelto y todas las pistas apuntas al protagonista o, en cualquier
caso, a alguien de su entorno. Las sospechas apuntan hacia unos o hacia otros,
pero los asesinatos siguen, hasta que finalmente, se descubre. El protagonista
queda exonerado y el culpable -con cara de malote- paga.
El guion, basado en una historia de Keith Luger, adaptada por
Rafael Marina, tiene problemas de coherencia. Quizás el metraje, el montaje y
el paisanaje que la financió -la empresa ABC cinematográfica, que cuenta entre
las seis cintas que produjo entre 1971 y 1975 con Los Kalatrava contra el
imperio del kárate (que solo recordarla, duele) y Los hijos de
Scaramouche (protagonizada, así mismo, por los Hermanos Calatrava)-
explican que se lanzara una película que cuenta, eso sí, con dos pilares
fundamentales: María Perschy, ese rostro perfecto llegado de Austria, y George
Rigaud, de fina estampa y confirmadas dotes interpretativas. Agata Lys,
lamentablemente fallecida con apenas 67 años en 2021, hace un papel discretamente
erótico. Fue una pena que Margarita García San Segundo, su verdadero nombre,
hubiera nacido en 1953 y no antes, en la época dorada del cine español. Se
incorporó a la industria cuando empezaba a valorarse la audacia de las actrices
para mostrar centímetros cuadros de su anatomía, antes que por sus facultades
interpretativas e intelectuales (había estudiado Filosofía y Letras en
Valladolid y Arte Dramático en Madrid). Agata Lys las tenía, pero entró en la
industria del cine en la época del destape y, para colmo, se tiñó el pelo de
rubio platino. Su destino cinematográfico estaba marcado. No puede extrañar que,
a partir de 1979m se alejara de los platós y se entregara al teatro. Se atrevió
con Shakespeare, con Machado y con los Machado y con Calderón. En esta película
aporta los tonos picantes que le exigió el guion.
Los fríos senderos del crimen es una película que, por supuesto,
no podemos considerar como de “visionado obligatorio”, salvo que queramos confirmar
las comparaciones a las que hemos aludido entre el género negro de 1965 y el que
proliferó desde entonces en los diez años siguientes. La crónica de una decadencia,
de la que solamente salió gracias a las dos entregas de El crack (1981)
y El crack II (1983) de José Luis Garci. Y lo cierto es que,
gracias a Garci, el género no se perdió del todo a incluso en el siglo XXI, de
tanto en tanto, muy espaciadas, eso sí, aparecen algunas películas españolas del
mismo género que recuerdan mejores tiempos.
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