CUATRO EN LA FRONTERA (1958) – ANTONIO SANTILLAN – INFILTRADOS ENTRE CONTRABANDISTAS

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Los buenos tiempos del “estraperlo” habían quedado atrás, pero todavía se realizaba contrabando en la frontera con Francia. Esta película trata sobre este tema. Puede ser definido como un “western pirenaico” a tenor de su contenido. Dos Guardias Civiles se infiltrarán en el núcleo de contrabandistas, allí encontrarán mujeres sensatas y mujeres fatales. Y algún que otro psicópata asesino.


FICHA

TITULO: Cuatro en la frontera

AÑO: 1958

DURACIÓN: 91 minutos

DIRECTOR: Antonio Santillán

GÉNERO: Negro

ARGUMENTO: Un guardia civil entra a trabajar como jornalero en una hacienda en la frontera por donde pasa contrabando de armas. Consigue ganarse la amistad de los contrabandistas y está a punto de desarticularlos, pero su compañero resulta asesinado. A partir de ahí se trata de cómo lograr la total desarticulación de la banda y… sobrevivir.

ACTORES: Claudine Dupuis, Danielle Godet, Estanis González, Frank Latimore, Miguel Ligero, Armando Moreno, Adriano Rimoldi, Julio Riscal, Gerard Tichy, Yva Bella, Juan de Landa

 

CLIPS

CLIP 1 – CRÉDITOS: LA DELINCUENCIA ESPAÑOLA EN LA PRENSA FRANCESA


CLIP 2 – LOS INFILTRADOS DE LA GUARDIA CIVIL. ROCA NO ES ROCA, ES SANCHEZ.


CLIP 3 – PRIMEROS PASOS UTILIZANDO EL “OJO CLÍNICO”.


CLIP 4 – “SI EL TRABAJO ES LA SALUD, VIVA LA TUBERCULOSIS”. LA CHICA Y EL GALÁN


CLIP 5 – LA PALABRA DE LOS CONTRABANDISTAS. UNA ESCENA FAMILIAR.


CLIP 6 – “ESO ES FRANCIA ¿NO?”. DOS ESTILOS DE INFILTRACIÓN


CLIP 7 – TRIFULCA EN EL COMEDOR DE BRACEROS


CLIP 8 – EL ASESINATO DE UN GUARDIA CIVIL


CLIP 9 – “TENDRÁ QUE ENTERARSE DE MUCHAS COSAS. Y NINGUNA BUENA”


CLIP 10 – ¿PACTANDO CON LOS ASESINOS?


CLIP 11 – RESOLVIENDO EL CASO


CLIP 12 – “ESTA BIEN TODO LO QUE TERMINA BIEN”

 


 

Carteles y programas


 

 

Cómo localizar la película

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Lo menos que puede decirse sobre
CUATRO EN LA FRONTERA

Un westerns de frontera… pirenaica. Y, de paso, un thriller. También con toques psicológicos y una historia romántica que se trasluce en el fondo. Así puede calificarse esta película, sorprendente por su filmación, sus paisajes, su temática y sus interpretaciones. Por sí misma, esta película demuestra que también existió un cine “de frontera” antes de que en las segunda mitad de los sesenta quedara arrasado por la moda -muy mediocre, salvo honrosas excepciones- de los “espagueti westerns”. Cuatro en la frontera, además, tiene el aliciente de que los protagonistas son dos guardias civiles infiltrados, cada uno de ellos con un estilo completamente diferente al otro, pero decididos a localizar un alijo de oro que ha sido robado en Francia y se tiene noticia de que va a penetrar en España.  

Estamos en 1958. Los roces con el gobierno francés son continuos. Se han abierto las fronteras y la época del “cerco internacional” ha quedado atrás, pero el gobierno francés y la izquierda gala siguen viendo a España como “un país fascista”. A pesar de que se vivía la última época de los maquis entrenados en Toulousse por anarquistas que cometían algún atraco antes de ser detenidos y fusilados, las relaciones no eran buenas y las colaboraciones policiales inexistentes o poco menos. Esta película, a pesar de estar ambientada en la frontera, procura no incidir en esa parte “sensible” de las relaciones con España. Podía haberse ambientado en la frontera hispano-portuguesa, pero los paisajes pirenaicos daban más juego y remitían al formato western.

La tarea se encomendó a un director que ya tenía cierta experiencia y demostró con El ojo de cristal (1956) su preparación para poder armar películas de intriga con grandes dosis de acción y buenas escenas de suspense. Santillán conocía bien la historia del cine cuando empezó a dirigir películas policiacas en 1942: a Enemigos, siguió La noche del martes. Antes se había dedicado a la distribución y al doblaje. Siendo dignas, no fueron grandes éxitos y estuvo tres años alejado de la pantalla hasta que Iquino lo contrató para filmar una de esas películas que no le hacía gracia rodar a él. Santillán cumplió y la de ahí salió una película de intriga y “denuncia social” con un trasfondo moralizante y de “buenas costumbres”. A partir de ese momento, Santillán volvió a dirigir cintas brillantes de género negro, para luego decaer al final de su carrera que terminó prematuramente en Barcelona cuando solo contaba 57 años. Con todo, su última película, Trampa mortal (1963), demostró que se mantenía en forma. Luego, solamente escribió el guion de algún western que otros dirigieron.

Así pues, Santillán es otro de los directores gracias a los cuales, entre 1950 y 1965, el “noir español” brilló con luz propia. Otro más de los “grandes olvidados” del cine español, quizás por que nunca se quejó del régimen ni atribuyó a la censura el fracaso de alguna cinta.

La película se rodó íntegramente en la comarca de La Cerdanya, no muy lejos de Puigcerdá en donde se situó la base y el alojamiento de los actores y del personal técnico.

El cuadro de actores registra varias sorpresas. El “guaperas” de turno no es otro que Frank Latimore, actor norteamericano (casado con la hija del Presidente indonesio Sukarno, aquel que dijo “matad a todos los comunistas donde quiera que se encuentren”). En los 40 había levantado una carrera como actor todo-terreno, protagonizando cintas muy diversas y saliendo airoso de todas ellas. Los 50 fueron los años de su éxito que pudo prolongar hasta la década siguiente. Su aspecto era el de un galán distinguido, con modales de lord inglés; su rostro tiene algo que recuerda al de Oswald Mosley. Su última actuación en 1976 fue en la película Todos los hombres del presidente (1976), la historia de los dos periodistas que investigaron el “Caso Watergate” (ahí desempeñó el rol de juez). En la oscarizada Patton  (1970) aparecía como teniente coronel. No se sabe bien por qué Iquino lo contrató. No daba el perfil de Guardia Civil infiltrado, pero lo cierto es que sobrevivió a su compañero, enamoró “a la chica” y capturó a los contrabandistas… Encontramos a otros actores extranjeros: uno de ellos es el italiano Adriano Rimoldi, un habitual del cine español en aquellos años y desde la postguerra y el otro Gerard Tichy que también apareció en películas destacadas del cine español de postguerra. Para los papeles protagonistas femeninos, Iquino contrató también a dos actrices extranjeras, sin duda pensando en las posibilidades de exportación de la cinta. Una de ellas era Claudine Dupuis, actriz especializada en papeles frívolos a pesar de haber nacido en Lisieux la ciudad de la Santa Teresa francesa. La otra fue Danielle Godet, con un historial cinematográfico mucho más amplio que se prolonga desde 1943 a 1983, actriz muy versátil que, a partir de esta película, se introdujo en el cine español (sería contratada dos años después por Jesús Franco para rodar La Reina del Tabarín). Ambas actrices interpretan papeles opuestas en esta cinta: la Godet es la “chica buena”, honesta, trabajadora, enamoradiza y sincera, ajena a todo lo que se trama en la finca cuya propiedad comparte con su hermano. La otra, Claudine Dupuis, aparece como mujer de la vida, al cabo de la calle, amante de Rimoldi, cerebro de la trama de contrabando.

Pero también encontramos a dos actores nacionales muy notables: de un lado, el papel de anciano contrabandista es interpretado por un casi irreconocible Miguel Ligero que apenas cinco años después sería contratado por Sáenz de Heredia para interpretar a un inolvidable “Don Hilarión” en La verbena de la Paloma; por otra parte, el inmisericorde e insensible capaz de la finca no es otro que Juan de Landa, otro actos de largo historial, que había realizado con Edgar Neville la versión española de Presidio, rodada en Hollywood.

La historia que narra Santillán puede resumirse así: en Francia se ha cometido un importante atraco que ha desvalijado un furgón del Tesoro. Los atracadores se han llevado un pastizal en lingotes de oro que pretenden introducir en España. De esta parte de la historia solamente se sabe por las noticias aparecidas en la prensa francesa y que se muestran en los créditos iniciales y por el discurso de un responsable de la policía española a los Guardias Civiles (porque se supone que son Guardias Civiles) que deberán infiltrarse en los grupos de contrabandistas y estar al tanto de lo que se cuece.

Así pues, dos de estos infiltrados se posicionan en el interior de un grupo del que se sospecha que puede recibir el oro. Uno de ellos, Latimore (“Javier”) ya ha conseguido entrar a trabajar en la finca y conoce bien el terreno que pisa. El otro, “José Sancho” (interpretado por Armando Moreno, casado por cierto con la actriz Nuria Espert y que optó por abandonar el cine a partir del inicio de los 60), acaba de llegar y tantea el terreno. Conoce a un viejo contrabandista que le propone trabajar con él y, al mismo tiempo se enrola como bracero. Por un encuentro inoportuno identifica a uno de los contrabandistas el brazo derecho de “Julio” (Gerard Tichy), interpretado por Estanis González, el cual lo asesina. Para “Javier” no hay duda de quienes han sido los asesinos, pero, ignorando que se trata de un Guardia Civil, lo responsabilizan a él del crimen. Trata de llevar a una trampa a “Julio” y a su brazo derecho, pero todo terminará en un tiroteo. Descubierto el núcleo de los contrabandistas, Rimoldi tratará de suicidarse, pero su hermana y “Javier” conseguirán impedirlo. La película termina, cuando, después de todas estas aventuras, “Javier” vuelva a la propiedad, se haga el encontradizo con la hermana, preludio de un “fueron felices y comieron perdices”.

La película tiene buenas dosis de acción, peleas con un verismo bastante elevado, escenas a caballo, paisajes seleccionados y una trama bien estructurada (con el único defecto de que -acaso por razones de metraje- la cuestión del atraco al furgón en Francia se olvida pronto y no vuelve a aparecer). La sensación que da, éste y otros detalles y carencias del guion, no es de que la censura hubiera impuesto la tijera voraz, sino que el metraje era excesivo y hubo que suprimir escenas enteras.

De haberse cuidado más esa parte, la película hubiera salido redonda en todos los terrenos. Es, en cualquier caso, una de esas películas que conviene ver, porque han perdido poco. Apenas nada. Y a tenor de lo que se filma hoy, esta cinta queda engrandecida, a pesar de que, si bien no fue de lo mejor que dio el “noir español”, es una película con escenarios sorprendentes y actuaciones notables.

 

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