EL SISTEMA PELEGRIN (1952) – IGNACIO F. IQUINO – PARA LOS QUE NO LES GUSTA EL FUTBOL
Película de un humor ingenuo, surrealista, mordaz, apta especialmente
para los que odian (odiamos) el fútbol y en donde la mujer impone cordura en
las últimas escenas. La novela constituyó un éxito editorial en 1949 que
aumento la fama de Wenceslao Fernández Flórez. Iquino se animó a realizar la película
apenas dos años después. Gustó a una amplia facción del público y de la crítica.
Hoy sigue destilando simpatía, ironía y acidez crítica.
FICHA
TITULO: El sistema Pelegrín
AÑO: 1952
DURACIÓN: 96 minutos
DIRECTOR: Ignacio F. Iquino
GÉNERO: Comedia
ARGUMENTO: Un agente de seguros que
no es capaz de vender ni una sola póliza, opta por simular ser profesor de
educación física en un colegio privado. Por supuesto, lo ignora todo sobre
gimnasia e inventa ejercicios estrafalarios, pero su gran proyecto consiste en celebrar
un partido de fútbol contra el equipo de otro colegio privado.
ACTORES: Fernando Fernán Gómez,
Isabel de Castro, Sergio Orta, Manuel Monroy, Luis Pérez de León, Rafael Luis
Calvo
CLIPS
CLIP 1 – CREDITOS
CLIP 2 – UN AGENTE DE SEGUROS DESPEDIDO
CLIP 3 – EL ÚLTIMO INTENTO DE VENDER UN SEGURO Y UN CAMBIO DE
ORIENTACION PROFESIONAL
CLIP 4 – “SEÑOR DIRECTOR, VENGO POR LO DEL ANUNCIO…”
CLIP 5 – PRIMERA CLASE, PRIMERAS ORIGINALIDADES
CLIP 6 – LUCHA LIBRE EN EL PRICE
CLIP 7 – “EL SISTEMA PELEGRÍN…”
CLIP 8 – AUTORIDADES Y RIVALES PEDAGÓGICOS
CLIP 9 – ANTES DEL GRAN PARTIDO, LOS ÚLTIMOS ENTRENAMIENTOS…
CLIP 10 – EL SAQUE DE HONOR…
CLIP 11 – UN ARBITRAJE PARCIAL…
CLIP 12 – LA MUJER IMPONE EL SENTIDO COMÚN.
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A través de eMule: EL
SISTEMA PELEGRÍN (en formato AVI)
A través de eMule: EL
SISTEMA PELEGRÍN (en formato MP4)
A través de eMule: EL
SISTEMA PELEGRÍN (en formato MKV)
Lo menos que puede
decirse sobre EL SISTEMA PELEGRÍN
Fernández Florez fue aquel escritor irónico y mordaz, monárquico
visceral, hombre de derechas de toda la vida que en el diario ABC llegó a
acusar de “franciscanismo” a Falange Española, después de constatar que, en sus
primeros pasos, no tenía intención de medirse a estacazos con la izquierda para
defender a la derecha. Iniciada la guerra civil, con mucho juicio, “don
Wesceslao” optó por refugiarse en la Embajada Argentina y luego en la de
Holanda, hasta que consiguió abandonar el país y establecerse en este país.
Allí escribió dos libros sobre su experiencia en la clandestinidad. Solamente
volvió a España, una vez terminado el conflicto y acudió como testigo de la
defensa en el proceso contra Julián Zugazagoitia. Seguiría escribiendo novelas,
siempre con un tono irónico presente en cada página y, también empezó a
coquetear con la industria del cine. Participó en la guionización de El destino
se disculpa de Sáenz de Heredia y, a lo largo de los años 40, Luis Marquina y
Rafael Gil llevaron a la pantalla varias de sus novelas. En cualquier caso, no
fue un “hombre del régimen”: era un liberal, escéptico en materia religiosa y,
a pesar de que su familia y la de Franco habían tenido buenas relaciones, “don
Wesceslao” siempre se consideró una pluma libre y, especialmente, contraria a la
Iglesia. Tampoco gustaba en algunos ambientes “neo-jacobinos” del régimen que no
tuviera inconveniente en publicar en gallego. Con todo, pudo seguir publicando
hasta poco antes de su muerte y en 1949, escribió El sistema Pelegrín, que
Ignacio F. Iquino adaptaría para el cine.
Iquino, por su parte, empezó a ser conocido en la escena
cinematográfica española en los primeros años 40, pero su época dorada se
iniciaría en los 50. En esa década filmó sus mejores cintas, casi todas ellas
ambientadas en Barcelona. Algunas de estricto género negro (Brigada
Criminal, Camino
cortado,
Juventud a la intemperie), otras de carácter religioso (El
Judas, La Pecadora), películas de ambiente taurino (El niño de
las monjas, Fuego en la sangre) y comedias que gozaron de cierto éxito
(07 con el 2 delante Agente: Jaime Bonet), género al que pertenece
también la película que comentamos.
No es una gran película y reconozcamos que, sin la presencia de
Fernando Fernán Gómez, hubiera hecho aguas. De hecho, lo más interesante de la
película es su actuación. Incluso el guion huele hoy demasiado a naftalina y no
figura tampoco entre las grandes novelas de “don Wenceslao”. Es una más.
Alimentaria como la película. Absurda, casi surrealista, desde el arranque
hasta el final. Tiene cierto “mensaje”, pero hay que estar atento para
captarlo.
La película fue rodada en las inmediaciones de Barcelona. Es
fácilmente reconocible el Colegio Nacional Ramón Llull y la calle Calvet. Los
exteriores debieron filmarse en Collcerola. En cuanto a las escenas de lucha
libre pertenecen al antiguo Price, en la Ronda de San Antonio, hoy derruido. De
todas formas, Iquino, en esta película, no nos obsequió con un paseo por la
Ciudad Condal, sino que, en realidad, todo giró en torno al protagonista y a su
actuación. Y ese es el gran problema de la película, que se exigió a Fernán
Gómez un papel más que cómico, ridículo. Algunas críticas que se le han
formulado sugieren que inspiró su actuación en el menor de los Marx, en Harpo.
Algo de eso puede haber. Aunque, en nuestra opinión, la novela resulta tan
absolutamente surrealista que tiene una carga excesivamente incoherente. Lo
cierto es que la actuación de Fernán Gómez se come al resto de protagonistas,
incluso a Isabel de Castro, una portuguesa que andaba paseándose por los platós
españoles y que aquí pone el “toque femenino”.
Es la historia de un agente de seguros cuya empresa le ha enviado
a Barcelona y después de quince días a pan y cuchillo en un céntrico hotel, no
ha conseguido que le firmaran ni una póliza. Es despedido tras realizar un
último intento. Frustrado, opta por tomarse un café, y escucha una conversación
de que en determinado colegio necesitan un profesor de gimnasia. No tiene nada
que perder, así que se presenta y con su labia de vendedor de seguros, logra
ser admitido como profesor de educación física, a pesar de que no tiene
absolutamente ninguna idea de la materia (era, por otra parte, una época en la
que los profesores de esta asignatura, una de las “tres marías” tradicionales,
junto a la Formación del Espíritu Nacional y la Religión, era impartida por “instructores”
salidos del Frente de Juventudes, pequeño detalle que olvida “don Wesceslao”).
Al carecer de competencia en la materia, obliga a los alumnos a
realizar ejercicios absurdos, a menudo ridículos, sin sentido, que él acompaña
con explicaciones no menos catetas. Le gusta una profesora del colegio femenino
y ambos acuden a una memorable sesión de lucha libre, en la que la chica, poco
a poco, se va animando y del horror inicial al ver a dos tipos dándose
guantazos, termina animando a los contendientes y pidiendo sangre… Pero, la
idea genial que se le ocurre a “Pelegrín”, el profesor de gimnasia, es convocar
un partido de fútbol en el que el equipo del propio colegio en el que da
clases, deberá medirse con un colegio rival. Casi tres cuartos de hora de la
película están ocupados por la convocatoria de ese partido que, finalmente, termina
organizándose. “Pelegrín” ejerce como árbitro, se muestra parcial hasta la
exasperación contra el equipo visitante y debe de huir. Parece que su gestión
ha fracasado y las autoridades, los directores de los colegios rivales y
algunos profesores se reúnen para dirimir qué puede hacerse. Y es entonces
cuando la profesora que lo ignoraba todo sobre el fútbol (la escena del “saque
de honor” que debe de dar es antológica y haría chirriar de hostilidad a las
feministas de nuestros días) impone la cordura: como no le gusta ni los hombres con pantalón corto, ni las carreras, ni las patadas al balón, sugiere volver a
realizar el encuentro como si se tratase de un duelo pactado: serán los
profesores y los directivos de cada centro los que se enfrenten, vestidos con
levita y sombrero de copa. Cada uno de ellos encajará un gol y meterá otro al
adversario. Así que todos contentos y el resultado que se publique, será el de
un honorable empate. Fin de la película. Una estupidez, por supuesto… pero con
toques de humor y, sobre todo con una actuación histriónica del protagonista.
Además del hecho, significativo por otra parte, de que sea una mujer
la que resuelva la situación, el otro mensaje que transmite la cinta es una
crítica al fútbol, deporte de masas que en 1950 era el que despertaba más
pasiones. Wenceslao Fernández Florez se cisca en el fútbol, no oculta su
desprecio hacia este deporte y el hecho de que un absoluto ignorante en materia
de educación física, se convierta en entrenador y en árbitro nefasto y parcial.
La película tiene más de 70 años. Se nota que el tiempo no ha
pasado en balde. Es cierto que el colegio en el que se filmó sigue en el mismo
sitio, pero todo lo demás ha cambiado. De hecho, aquel colegio que estaba en
las afueras de la ciudad, hoy está casi en su centro. Lo que hace 70 años
-¡setenta! Que se dice pronto- eran campos y páramos, hoy son avenidas y
edificios que jalonan la ruta hacia la Ciudad Olímpica y hacia Diagonal Mar. No
es una mala película: es una película con un humor de otra época, unas
concepciones del pasado y una ingenuidad que tan cándida termina pareciendo
surrealismo puro. Es, a fin de cuentas, una cinta amable, que nos hace sonreír
y nos muestra como sonrieron nuestros padres o abuelos.
La película, sobre todo, gana mucho si tenemos en cuenta el cine
que se está haciendo en nuestros días. La ingenuidad que destila en todas las
escenas, hace que lo absurdo del argumento y lo retorcido del mensaje puede
escaparse a muchos, pero también la convierte en un producto entrañable.
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