LOS CUERVOS (1962) – JULIO COLL – UNA PELÍCULA ANTICAPITALISTA EN PLENO DESARROLLISMO FRANQUISTA
Película muy avanzada para su época, tanto por que se propone una operación de trasplante de corazón (que no se realizarán hace un lustro más tarde) y, al mismo tiempo, se muestran algunas técnicas financieras desconocidas para la inmensa mayoría de la población. Todo ello está encuadrado dentro de un drama de intriga y tensión en la que un ayudante psicópata (o poco menos) intenta hacerse con el control de la empresa engañando a su patrón.
FICHA
TITULO: Los Cuervos
AÑO: 1962
DURACIÓN: 96 minutos
DIRECTOR: Julio Coll
GÉNERO: Negro
ARGUMENTO: Un empresario está
aquejado de una grave enfermedad que acortará su vida. Su ayudante le propone
experimentar una nueva técnica en la que recibirá un corazón que le permitirá
vivir. Esto coincide con un momento en el que parte del consejo de
administración quiere deshacerse de él. Decide realizar una maniobra financiera
para hacerse con la mayoría de acciones de la empresa
ACTORES: Arturo Fernández, George
Rigaud, Francisco Aliot, Víctor Bayo, José María Caffarel, José Dacosta, Alejo
del Peral, Beni Deus, Rafael Durán, María Julia Díaz, Joaquín Ferrer, Fernando
León, Ángel Lombarte, Rosenda Monteros, Paco Morán, Salvador Muñoz
CLIPS
CLIP 1 – CRÉDITOS E IMÁGENES DE LOS PAJARRACOS
CLIP 2 – MALAS NOTICIAS MEDICAS CUANDO FALLA EL CORAZÓN
CLIP 3 – UN CONSEJO DE ADMINISTRACION FORMADO POR… CUERVOS
CLIP 4 – EN BUSCA DE AYUDA CIENTÍFICA
CLIP 5 – LA HIJA DEL EMPRESARIO Y SUS AMIGOS
CLIP 6 – CUANDO LAS MALAS NOTICIAS LLEGAN A LOS BANCOS
CLIP 7 – FRENTE A LA RIVAL ECONÓMICA (EN OTRO TIEMPO ENAMORADA)
CLIP 8 – PREPARANDO UNA HABIL JUGADA DE BOLSA
CLIP 9 – LA LLEGADA DEL MÉDICO MILAGROSO (UN ANTIGUO NAZI…)
CLIP 10 – EL TRANSPLANTE DE CORAZON (Y LA ESPÍA INESPERADA)
CLIP 11 – UN CONSEJO DE ADMINISTRACION TORMENTOSO
CLIP 12 – “LES HE VENCIDOS A TODOS…”, PERO…
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A través de eMule: LOS
CUERVOS (en formato MKV)
Lo menos que puede
decirse sobre LOS CUERVOS
En 1962, el capitalismo español empezaba a desarrollarse como
nunca antes lo había. La ley de inversiones extranjeras aprobada en 1959, había
traído “dinero nuevo” a las sociedades anónimas. Empezaba la era de los “planes
de desarrollo” que hicieron que nuestra economía pasara de ser la de un país
atrasado a una economía moderna y competitiva. Esta película es un testimonio
del frenesí económico que se vivía en aquellos momentos. Por todas partes
aparecían nuevas industrias, en cualquier pueblo se instalaba un polígono
industrial capaz de dar empleo a cientos de personas retiradas de las faenas
agrícolas. España empezaba a ser un “país capitalista” digno de tal nombre. A
algunos no les gustaba. Julio Coll debía ser uno de esos. Al menos así lo
demuestra en esta película.
Ni uno solo de los personajes que aparecen en la misma se salva.
Todos, absolutamente todos, incluso los que, inicialmente, aparecían como los
más “simpáticos”, terminan bien parados. La película hubiera podido titularse “Todos
engañan a todos”. Se tituló Los cuervos en razón de que todos están a
punto de lanzarse contra aquel con el que no se han atrevido, ahora que parece
estar enfermo. Él, por su parte, se considera a sí mismo, un “alacrán”. Quizás
sea de las películas más “anticapitalistas” que se produjeron durante el
franquismo y el hecho de que fuera un éxito de taquilla y pudiera exhibirse sin
problemas, demuestra que una parte del régimen veía con desconfianza aquel
desarrollismo veloz, casi insensato, tecnocrático y optimista ante el futuro.
Julio Coll pertenecía a esos sectores artísticos que se habían
aclimatado bien al franquismo. Desde 1942 era redactor de la revista Destino,
en donde ejercía de crítico teatral y cinematográfico. Era un tipo exuberante:
perito mercantil de estudios, enfermero durante la guerra, director de una
escuela de mecánicos desde el 39 al 41, fundador del primer gabinete
psicotécnico del país, para colmo, autor teatral, novelista de ciencia ficción,
etc. Hasta que en 1958 empezó a trabajar para Iquino. Con él aprendió el oficio
de director. Fue un buen alumno y pronto se independizó: fundó su propia
productora y, al crecer Televisión Española empezó a multiplicar sus
colaboraciones con ente terminando como subdirector de la Escuela Oficial de
Cinematografía. El Círculo de Escritores Cinematográficos le dio cuatro premios
entre 1958 y 1962, dos al “mejor guion” y otros dos al “mejor director”. Fue un
tipo notable cuyos productos siempre tuvieron una excelente acogida por parte
del público.
Los Cuervos es una historia sobre la rapacidad de todas las partes que participan en el proceso capitalista: como hemos dicho, nadie sale bien parado. Por una parte, un industrial recibe una mala noticia: el médico le comunica que le quedan tres meses de vida. La noticia llega inmediatamente a los medios “económicamente pudientes”: él es la mejor garantía para su empresa (que no pasa por los mejores momentos). No se trata de un tipo ingenuo ni cándido, sino, más bien del “cuervo mayor” que realiza todas las prácticas fraudulentas propias del capitalismo de la época (contabilidad doble, falsificación de datos contables, manipulación del precio de las acciones, etc.). Tiene un “perro fiel” que opera como su secretario, hombre de confianza, defensor a ultranza y muro defensivo. Su hija es una chica frívola, con amigos igualmente frívolos, hijos de familias adineradas. Ni trabaja, ni entra en sus planes hacerlo. Tan solo divertirse y, quizás, algún día, casarse. En cuanto al consejo de administración de la empresa, está formado por bribones, ambiciosos y provistos de tan pocos escrúpulos como el accionista mayoritario y su “perro fiel”. Tal es el punto de partida del drama.
Los papeles principales están representados por Arturo Fernández, como “César”, el “perro fiel” de su amo, George Rigaud, “Don Carlos”. Ana María Noé, un rostro muy habitual en la televisión de la época, encarna a “Berta”, un antiguo amor de “Don Carlos”, su rival económico, distanciada de él por la rapacidad de ambos. La hija ociosa de “Don Carlos” está interpretada por la actriz mexicana Rosenda Monteros, mientras que Paco Morán es el “Doctor Kranich”, un médico que había trabajado para los nazis y realizado experimentos con prisioneros. Los escenarios son fácilmente reconocibles: vemos las calles de la Barcelona de los 60. Algunas zonas aparecen todavía como despobladas (en torno a la cruz de Pedralbes y la falta de edificios deja ver todavía el monasterio gótico). Otras escenas están filmadas en calles de la “parte alta” de Barcelona, por encima de la Diagonal. También aparece el aeródromo de Sabadell y alguna finca de Horta.
La película nos lleva de sorpresa en sorpresa. “César”, el
secretario, contrata al “Doctor Kranich” para realizar una operación arriesgada
que apenas tiene un 20% de posibilidades de salir bien: estamos hablando en
1962 de un trasplante de corazón (el primero realizado data de 1967, es decir,
un lustro después; no en vano, Julio Coll, coautor del guion escribía sobre
ciencia-ficción). Falta un donante que no podrá saber que va a morir. Pero se
trata de una farsa. El “Doctor Kranich” ni siquiera es alemán y por supuesto no
tiene ni idea de medicina. Es un actor al que se ha remunerado y la operación
es una farsa, algo que la hija del empresario descubrirá. Por otra parte, éste,
antes de la operación, al ver que ha corrido la voz de su mal estado de salud, cuando
los bancos le niegan apoyo y su rival económico, “Berta”, le somete a marcaje,
opta por realizar una arriesgada jugada de bolsa: empezará a vender acciones de
su empresa generando un pánico bursátil. Los propios miembros del consejo de
administración venderán sus paquetes, haciendo que el precio se derrumbe. “Don
Carlos”, secretamente comprará todas estas acciones.
Finalmente, traicionado por su secretario, éste intentará quedarse
con la totalidad de la empresa, dado que ha podido hacerse con el 80% de las
acciones a bajo precio. Sin embargo, la operación le sale mal: la empresa tiene
tantas irregularidades contables que, de hacerlas públicas el consejo y el
presidente salientes será el fin de cualquier posibilidad de supervivencia. No
hay vencedores. No hay “buena gente”. Todos, absolutamente todos, resultan ser
unos “cuervos”.
La película, como puede leerse, al final de los créditos está “dedicada
a todos los hombres honrados del mundo”. Tras verla, uno tiene la sensación de
que Coll era un pesimista existencial que, en 1962, ya no creía en la bondad
del género humano. Resulta difícil encuadrar esta película en un género
particular: tiene algo de “cine social” pues, no en vano, es crítico con el
sistema capitalista y con sus prácticas habituales; es también una muestra de “género
negro” a la vista de que el fondo de la trama es una estafa realizada por
impresentables y un todos contra todos. Y, por supuesto, podría ser considerado
como un “thriller empresarial”, pues no en vano, toda la trama gira en torno al
control y supervivencia de una empresa.
Llama la atención, por ejemplo, el contraste entre la nitidez de los
locales de la empresa y lo sórdido de la residencia de los médicos “alternativos”
y del lugar en el que se realiza la operación. Así mismo, se nota que Coll
había iniciado su carrera como guionista: le encantan los diálogos, se explaya
en ellos, procura que a través suyo no queden dudas sobre lo que se pretende
decir. Pero, sobre todo, destacan los aspectos “anticipatorios”: tanto lo
relativo a la operación de trasplante como a las prácticas capitalistas
(erróneamente se ha presentado la película como una “crítica a la burguesía”:
en absoluto, una cosa es la “burguesía” y otra el “capitalismo”; solamente alguien
formado en los catecismos marxistas de otro tiempo podría confundir a lo uno
con lo otro) que entonces son mucho más habituales que en 1962.
Coll era muy buen director: además de ritmo, armonía, sorpresas,
temáticas y giros imprevistos, sabía dotar a sus cintas de un mensaje
constructivo: él mismo decía que en todas sus cintas había emprendido una lucha
contra la “hipocresía, la mentira y el egoísmo”.
La película está bien resuelta (quizás la única ambigüedad
reprochable es la relación entre “César” y la hija de “Don Carlos”, pero este
es un filón menor, independiente por completo del eje central de la trama). Es
una de esas películas que hay que verla hasta el rótulo de Fin. Los giros,
especialmente en el último tercio son vertiginosos y nunca nada es lo que
parece.
Es una cinta que no ha perdido ni un punto de actualidad. De las que merecen verse y degustarse con atención.
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