EL PRESIDIO (1954) – ANTONIO SANTILLÁN – LA PRISIÓN MODELO DE BARCELONA EN LOS 50
El gran interés de esta película reside en que muestra la vida de
los presos en la cárcel Modelo de Barcelona en los años 50. Rodada en el
interior de la prisión, llama la atención el orden -impuesto, por supuesto- que
reina tanto entre presos, como entre funcionarios. La historia, por lo demás,
es brillante compuesta por José Antonio de la Loma, ya atraído por esta
temática y dirigida por el hábil artesano Antonio Santillán. La película
encierra un cierto número de sorpresas como ver a un casi irreconocible Miguel
Gila o a una no menos juvenil Nuria Espert.
FICHA
TITULO: El presidio
AÑO: 1954
DURACIÓN: 85 minutos
DIRECTOR: Antonio Santillán
GÉNERO: Negro
ARGUMENTO: Un empleado resulta
despedido de su trabajo y una conocida le presenta a un abogado expulsado del
Colegio de Abogados y que se dedica a actividades ilegales. Lo propondrán
atracar la empresa en la que trabajaba. Cuando va a producirse el atraco, todos
los miembros de la banda resultan detenidos. A partir de ese momento, se inicia
la estancia de los protagonistas en la prisión, enfrentados entre ellos y con
la vista puesta en salir de allí lo antes posible y por el método que sea,
incluso la traición o la fuga.
ACTORES: Barta Barri, Carlos Otero,
Isabel de Castro, Miguel Gila, Luis Induni, Manuel Gas, Eulalia Montero, Julián
Ugarte, Modesto Cid, Nuria Espert
CLIPS
CLIP 1 – CRÉDITOS Y VISTA DE LA SEGUNDA GALERÍA DE LA PRISION MODELO
CLIP 2 – UN FUGADO DE LA MODELO QUE RECUERDA COMO LLEGÓ HASTA ALLÍ
CLIP 3 – UNA PROPUESTA DE UN ABOGADO BRIBÓN
CLIP 4 – EL GUITARRISTA, OTRO MIEMBRO DE LA BANDA
CLIP 5 – EL ÚLTIMO MIEMBRO DE LA BANDA, UN MARINERO PATERNAL
CLIP 6 – TODOS A COMISARÍA, TODOS DETENIDOS, TODOS JUZGADOS, TODOS CONDENADOS
CLIP 7 – CUANDO MIGUEL GILA ES TU COMPAÑERO DE “CHABOLO”…
CLIP 8 – LA VIDA EN LA CARCEL MODELO
CLIP 9 – HACIENDO LA VIDA IMPOSIBLE AL PRESUNTO TRAIDOR
CLIP 10 – LA VIDA PENITENCIARIA MILITARIZADA, EL GARROTE Y EL RETRATO DE FRANCO AL FONDO
CLIP 11 – FUGA FRUSTRADA Y FIN DE FIESTA
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A través de eMule: PRESIDIO
(en versión MKV)
Lo menos que puede
decirse sobre PRESIDIO
A principios de los años 30, Edgar Neville dirigió en Hollywood la
versión española de Presidio,
una de las primeras películas sonoras españolas. Una prisión es siempre un
escenario muy propio de una película de género negro. No es por tanto extraño
que, desde entonces, este nombre haya retornado una y otra vez a las
carteleras, en producciones que no tenían nada que ver entre sí. Tal es el caso
de Presidio, en versión de 1954, dirigido por Antonio Santillán.
Hay ciertos paralelismos entre ambas cintas, pero en ningún, podemos hablar ni
de remake, ni mucho menos de plagio. Las coincidencias son las propias del subgénero:
preso “bueno”, preso “malo”, presos que quieren fugarse y lo consiguen,
funcionarios autoritarios, funcionarios atentos, mujeres que van a comunicarse
con los presos, miserias de la condición humana y grandezas de comportamientos
abnegados… Todo ello, lo encontraremos en ambas cintas. La cinta de 1954 es
mucho más elaborada que la de Neville: han pasado más de 20 años y el lenguaje
cinematográfico que estaba en sus primeros pasos en los primeros años 30, ya ha
alcanzado su madurez. Así mismo, los paisajes que nos mostraba Neville, más que
propios de una prisión norteamericana, parecían sacados de la Metrópolis de
Fritz Lang, sin embargo, los de la película de Santillán resultan mucho más
familiares, especialmente para los que los vimos en directo por fuera en
nuestra infancia (vivíamos a 300 metros de la prisión) y tuvimos el azar de
conocerla por dentro (por razones de militancia política).
La película de Santillán, además, tiene otro aliciente: la
utilización del flashback que entonces no era muy frecuente como método
narrativo. Santillán en 1954 llevaba ocho años trabando para Iquino en sus
estudios del Paralelo barcelonés. Había elaborado guiones notables como el de Almas
en peligro (1952) que, de paso, dirigió también. El éxito de esta cinta, le
llevó a la siguiente, El presidio, rodada en 1954. Y ahí revalidó
su fama de director meticuloso e imaginativo, especializado en “noir español”,
género al que pertenecen la mayor parte de sus películas.
La película tiene contiene dos sorpresas: por un lado, la aparición
de un casi irreconocible Miguel Gila, como compañero de celda del protagonista;
el humorista todavía no muestra los rasgos del estilo propio que le caracterizó
después, pero ya evidencia una vis cómica notable. La segunda sorpresa es la breve
aparición de Nuria Espert, juvenil, y que casi no tiene tiempo de mostrar su
potencialidad.
Carlos Otero, repite actuación en una cinta de “género negro” en
un papel protagonista, así como la actriz portuguesa Isabel de Castro. Ambos
actores vuelven a encontrarse dos años después de la filmación de Mercado
prohibido y, a decir verdad, ambos han mejorado en sus capacidades
interpretativas. Manuel Gas, que también había estado presente como policía en
aquella cinta, ahora aparece como fraile y director espiritual de los presos.
Miguel Induni, en aquellos años, o aparecía como policía o como delincuente, amparado
en ambos casos, por su imponente físico de gigantón. Finalmente, como “gran
malvado”, cínico, perverso, sabiondo y violento, aparece Barta Barri, actor
nacido en Budapest, cuando todavía formaba parte del Imperio Austro-Húngaro y
muerto en Madrid en 2003. Recaló en España después de la Segunda Guerra Mundial
y a partir de 1950, multiplicó su aparición en decenas de producciones españolas
hasta 1986 cuando cerró su carrera profesional con una fugaz aparición al final
de la película Las tribulaciones de un Buda bizco. Solía ejercer papeles
de malvado (o de muy, pero que muy malvado), agregando su aspecto cínico, una
total falta de escrúpulos morales y unos instintos extraviados, tanto si era un
bandido en un western, como un árabe en una película ambientada en los
desiertos, un mercader de esclavos en la antigua Roma, un millonetis
displicente en la postguerra, o un abogado expulsado de su colegio profesional,
como es el caso de Presidio. Versátil, sobre todo en la maldad.
El guion fue elaborado por José Antonio de la Loma y la música se
encargó a Lamotte De Grignon.
El resultado fue aceptable. Gustó en su momento y verla ahora
supone un revulsivo a la autosuficiencia del cine español actual, a sus
reiteradas reivindicaciones de más subvenciones y ayudas y a su demagogia
progre de quienes se han creído “trabajadores del arte y de la cultura”, como
les convenció Santiago Carrillo que lo eran durante la transición. En realidad,
deberían haber sido, como lo eran en el momento en el que se rodó esta cinta,
austeros artesanos que aspiraban a realizar la “obra bien hecha” en lugar de la
“obra políticamente correcta”, con buenos actores, en lugar de con “actores de
moda”.
Habrá que comparar esta cinta con la rodada en 2022 en el
escenario ya vacío de la Prisión Modelo, Modelo 77, que se centra en el motín
organizado por la Coordinadora de Presos en Lucha, COPEL, en 1977. Reconocemos
que no lo hemos hecho aún.
La que nos interesa es la historia de una pareja que equivocó el
rumbo: tuvieron un desliz, se orientaron hacia la delincuencia y, como resulta
normal -para todo aquel que no se dedica a la política- la tarea de delincuente
encierra cierta inestabilidad profesional: antes o después se terminaba en la
época en alguna de las galerías de las prisiones “panópticas”. La pareja
protagonista, formada por Carlos Otero (“Pablo”) e Isabel de Castro (“Ana”), se
han visto unidas por la desgracia. El primero acababa de ser despedido de la
empresa en la que trabajaba y una amiga, le presenta a Barta Barri, un antiguo
abogado inhabilitado por su colegio profesional para ejercer, que organiza
golpes y paga un porcentaje por el “santeo” (aportar los datos para el atraco).
La situación económica del protagonista es desesperada así que accede y el
atraco se lleva a cabo.
Lo interesante es que la película no empieza ahí, sino con el
protagonista perseguido por la Policía Armada de la época y que ha terminado
refugiándose en una torre de alta tensión. Es entonces, en esa situación, cuando
piensa en todos los episodios de su vida pasada que le han llevado hasta allí y
recuerdo (y lamenta) su desarrollo. La película está, en parte, concebida como
momentos diferentes marcados por la interrupción generada por el flashback siempre
durante la fuga. Porque, efectivamente, tras el atraco, un incidente sin
importancia, despierta las sospechas de un agudo comisario de policía que
detiene a la banda compuesta por un guitarrista en permanente búsqueda de dinero,
un marinero con poco efectivo, cuya mujer e hijo cada vez requieren gastos
mayores, otro esbirro, todos ellos al servicio del leguleyo. En la cárcel la
banda cree saber que el protagonista les ha traicionado (en realidad, ha sido “Ana”,
quien lo ha hecho) y tienden a hacerle la vida imposible. Éste solamente
encuentra apoyo en el capellán de la prisión que trata de ayudarlo. Pero la situación
se irá complicando cada vez más para él.
El leguleyo es consciente de que si denuncia un intento de fuga se
verá recompensado con la reducción de la condena a la mitad. Así que hace todo
lo posible para, indirectamente, convencer al protagonista de que se fugue de
la prisión y comunicar el intento a las autoridades. Logra, efectivamente,
fugarse y encontrarse con la novia. Ambos irán a buscar el botín que todavía se
encuentra en una tienda cuyas llaves posee ella. Sin embargo, el coche en el
que van sufrirá una persecución y un accidente y él volverá, herido a la
prisión. El capellán conseguirá milagros: por ejemplo, que Miguel Gila acepte
casarse con su novia de toda la vida o que los dos protagonistas, “Pablo” y “Ana”
se arrepientan de sus errores anteriores. También “el guitarrista” está a punto
de enderezar su vida, pero el abogado le llevará a un callejón sin salida.
Descubierto sus manejos por el capellán, ve como su estancia en prisión se va a
eternizar, así que opta por la fuga, acompañado por el “guitarrista”, pero en
la escena final, las desavenencias se hacen más patentes y el primero dispara
sobre el segundo. “Pablo” y “Ana” terminan la película reencontrándose tras el
cumplimiento de la condena. Fueron felices… cuando extinguieron sus
responsabilidades penales.
La película tiene distintos alicientes que la hacen “fuera de lo
normal”. Quizás el más interesante de todos ellos sea mostrar la Prisión Modelo
en 1954. Completamente diferente a la que vio el motín de 1977. De hecho, en
1954, casi parece una mezcla de cuartel, pensión barata, con ceremonias
patrióticos y el cuadro de Franco como decoración del despacho del director en
un lugar preferente. Todo rebosa orden en aquel recinto que por entonces ya tenía
algo más de medio siglo. Nada que ver con el nido de chinches, pulgas, piojos y
garrapatas, que personalmente conocí cuando todavía el edificio tenía los desgarrones
del motín del 77.
Uno de los tópicos de las películas de género negro, subgénero
prisiones, es el motín. Parece que, si no hay motín, a esa prisión le falta
algo. Aquí, en El presidio, la vida carcelaria es casi armónica,
pacífica y tranquilizadora. Incluso los presos son buenas gentes en su mayoría,
que, como Miguel Gila, casi prefieren estar dentro para no casarse ni trabajar,
que gozar de alguno de los muchos indultos de la época (que si por los 25 años
de paz, que si por la boda de los príncipes de España, que si por el cumpleaños
de Franco…). Los únicos malos, son Barta Barry y su banda. Y esto en distintos
grados.
Quizás a la película le falta intensidad en algunos momentos y claridad en otros. Las “conversiones” de los protagonistas al buen camino hubieran precisado algunas líneas más del guion. Pero, es una cinta que no decepciona. Contiene casi todos los elementos propios del “género negro”, está bien narrada y correctamente interpretada. Y, además, fue barata y rentable.
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