EL SEÑOR ESTEVE (1950) – Edgar Neville – En 1950, Neville cantaba en catalán.
Neville, a pesar de su nombre y apellido, se tenía por castizo. Y
lo era. Consciente de que fuera de Madrid también existía vida, miró con
frecuencia de Barcelona como fuente de inspiración. La extraordinaria
adaptación de la novela Nada de Carmen Laforet, fue la primera
aproximación. Salió bien. Un año después, volvió a Barcelona para filmar un
clásico de la literatura catalana, El señor Esteve, sobre la
novela de Santiago Rusiñol.
FICHA
TITULO: El Señor Esteve
AÑO: 1950
DURACIÓN: 108 minutos
DIRECTOR: Edgar Neville
GÉNERO: Adaptación literaria
ARGUMENTO: Historia de tres generaciones
de una familia de menestrales dedicados a la mercería. El negocio pasaba de
padres a hijos y la mayor tragedia que podía ocurrir es que alguna generación
descuidara el negocio familiar. Al mismo tiempo, el orgullo de la obra bien
hecha, del negocio llegado con dignidad, refleja el temperamento y los valores
de la Cataluña menestral de finales del XIX.
ACTORES: Alberto Romea, Manuel Arbó,
Manuel Dicenta, Carlos Muñoz, Carmen de Lucio, Rosario Royo, Julia Caba Alba,
José Isbert, María Cañete, Mariana Larrabeiti, María Isbert
CLIPS
CLIP 1 – EL BAUTIZO DEL NIETO DEL MENESTRAL
CLIP 2 – PEPE ISBERT “EL ARTISTA”
CLIP 3 – EL ABUELO DA UNA LECCIÓN DE COMO LLEVAR UNA TIENDA
CLIP 4 – LOS CONSEJOS PARA ENCONTRAR UNA “BUENA MUJER”
CLIP 5 – LA NOCHE DE BODAS O EL MATRIMONIO BIENAVENIDO
CLIP 6 – CAMINO DE LA MONTAÑA PELADA, CANTANDO CANCIONES CATALANAS
CLIP 7 – EL RAMONET, QUE APUNTA MANERAS DESDE NIÑO, Y “TODO SE TAMBALEA”
CLIP 8 – RAMONET CUMPLE COMO PUEDE Y ALTERNA SU VOCACIÓN DE ARTISTA CON LA DE BUEN HIJO
CLIP 9 – LOS ESTEVE QUE HICIERON BARCELONA
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A través de eMule: EL
SEÑOR ESTEVE
Lo menos que puede
decirse sobre EL SEÑOR ESTEVE
Estamos ante una de las películas menos conocidas de Edgar
Neville. Su nombre suele asociarse al casticismo madrileño y, además, se asocia
al cine falangista, el cual, a su vez, está considerado como quintaesencia del
centralismo. Sin embargo, Neville, no solamente se interesó por Cataluña sino
que filmó dos películas de largometraje ambientadas en Barcelona y un
documental sobre la “cheka” de la calle Vallmatjor (Vivan los hombres
libres, 1939), uno de los centros de detención ilegal y tortura
establecidos en Barcelona durante la Guerra Civil. La crítica “progre”, que se
ha visto obligada a reinterpretar la obra de Neville, a la vista de que algunos
de sus trabajos han adquirido el nivel de “películas de culto” y ya no pueden
ser ignoradas, evita, por todos los medios, aludir a esta parte de la
producción de Neville que, de ser tratada, hundiría toda la construcción del “marxismo
cultural” sobre el cine inspirado por falangistas y recordaría datos sobre la “memoria
histórica” que la izquierda desearía ver olvidados y desaparecidos. El nombre
de la “calle Vallmajor”, va junto con las masacres toleradas por Companys en
los tres primeros de la guerra civil (9.000 víctimas contabilizadas) y las
fosas de Paracuellos del Jarama en Madrid (entre 2.000 y 12.000 asesinatos,
según fuentes). Se entiende el interés de la progresía en olvidar este
documental de Neville y, por extensión, las dos cintas dramáticas que están
igualmente ambientadas en Barcelona.
Otro elemento contribuye a que esta película se mantenga casi “en
secreto”. La cinta está realizada en un correcto castellano, a diferencia del
libreto original en la que se basó, escrito en catalán por Santiago Rusiñol. Es
comprensible que fuera traducido al castellano a la vista de que se orientaba a
una difusión por todo el ámbito del Estado Español. Sin embargo, es
significativo que, en varias ocasiones suenen canciones populares de fondo,
cantadas en catalán. La censura no puso obstáculos a esta inclusión y, por sí
misma, desdice el mito de que la lengua catalana fuera estuviera “prohibida”
durante el franquismo. No estaba subvencionada, pero prohibida tampoco y esta
prueba deja constancia del dato.
Finalmente, existen otras razones objetivas por las que esta
película se suele pasar por alto en la producción de Neville. El original está
muy deteriorado y, al parecer, solamente existen dos copias de la película que
no han sido restauradas. Cuando en 2017, la película se pasó por TV2, el
metraje solamente tenía 70 minutos, por lo que puede deducirse que media hora
se había perdido o estaba tan deteriorada que era imposible emitir. La película
exige una restauración urgente, o de lo contrario perderíamos un testimonio del
cine de Neville.
La película nos cuenta la historia de la familia Esteve. Es una “nisaga”
a la catalana, sobre una familia de menestrales dedicados que estaban encuadrados
en la Barcelona gremial del siglo XIX entre los “pequeños oficios”. De hecho,
el título de la pieza teatral de Santiago Rusiñol, aludía a la “cofradía de los
Esteves”, nombre con el que se conocía al gremio que integraba a los “pequeño
oficios”. Seguiremos la vida del abuelo, del padre y del nieto, tres
generaciones que nos servirán para auscultar la Cataluña del siglo XIX y
conocer sus valores. El alma de la familia y el que mantiene unida en torno a
los ideales de su grupo social, es el abuelo. Vale la pena escuchar todas sus
intervenciones porque son verdaderos proyecciones sociológicas sobre la
Cataluña menestral de la época.
Santiago Rusiñol escribió el 1907 L’Auca del señor Esteve. En
catalán, un “auca” (en plural “auques”) es lo que en otras regiones de España,
se conoce como “aleluya”, esto es, una serie de estampas o dibujos acompañados
por unos versos pareados al pie. Son, en cierta medida, precedente de los
actuales “cómics”. A veces se vendían en hojas grandes y otras eran exhibidos
por rapsodas (“auquers” en catalán) en las calles que cantaban los pareados y
trataban de explicar la historia representada a cambio de algunos céntimos.
Formaba parte de la literatura popular. Rusiñol, se hizo eco de la popularidad
de este medio de comunicación en el siglo XIX y quiso, primero, realizar una
novela (que se publico en 1907) y, posteriormente, una versión teatral (que se estrenó
en 1917). En ambos casos, el éxito le acompañó. Nadie, y menos “la cofradía de
los Esteves”, se dio por ofendida, sino todo lo contrario: Rusiñol había sabido
expresar todos los valores menestrales.
Vale la pena recordar algunos de ellos, rápidamente. El primero de
todos era “el trabajo bien hecho”. No se trataba de mantener un negocio
abierto, sino de que los clientes salieran contentos en todos los sentidos. El
segundo era la honestidad, valorar el precio justo de lo que se podía a la
venta, se excluía completamente “el pelotazo”; el cliente debía pagar lo justo.
Las buenas prácticas profesionales, iban unidas al pragmatismo y a las buenas
costumbres. El tercero era la modestia en el vivir: el lujo era algo que
repugnaba al a conciencia menestral. Bastaba con vivir dignamente, cualquier
cosa que no fuera eso, quedaba excluido de su código: nada de lujos, nada de
exhibicionismo de nuevos ricos, nada de “look” rompedor, nada de excesos. Se
diría que las dos antiguas leyes clásicas que figuraban inscritas en cada una
de las columnas de acceso al templo de Delfos como normas de vida –“Sé tú mismo”
y “Nada de más”- siguieran presentes entre los menestrales del siglo XIX
catalán. Y, por supuesto, nadie dudaba que lo normal era la transmisión de
estos valores y del patrimonio familiar de padres a hijos.
Esto es lo que vemos trasladado a la pantalla. Neville se limitó a
realizar una adaptación cinematográfica de la obra teatral de Rusiñol. Apenas
la retocó: no había nada que retocar, porque nadie como Rusiñol expuso la
naturaleza de este grupo social que estuvo en la base de la Cataluña popular
del XIX.
La historia es lineal en el tiempo: el abuelo aparece como patriarca
de la familia. Es él quien transmite los valores (está interpretado por Alberto
Romea que constituye la mejor actuación de toda la cinta) a su hijo (Manuel
Arbó) y luego a su nieto (Manuel Dicenta) y quien se desesperará cuando el
bisnieto (Carlos Muñoz) le diga que quiere ser artista rompiendo la tradición
familiar.
A lo largo de estas generaciones veremos cómo, en un mundo en
cambio, en una Barcelona que atraviesa distintas épocas y traumas (no se alude
en absoluto a nada que, ni de cerca ni de lejos pueda oler a política), a través
del paso de las generaciones, solamente permanecen inconmovibles los valores
que sostienen a la empresa familiar: la “botiga” (esto es, la tienda). Esta
película es un testimonio de los rituales sociales de la pequeña burguesía
catalana en el XIX: cómo se formalizaban los matrimonios, cómo se instruía a
las generaciones y se transmitían los valores familiares y sociales. Incluso
veremos cómo y qué cantaba la Cataluña de aquellos tiempos. Cuando Cataluña era
catalana, en lugar de ser ese entorno multiculti en el que lo ha
convertido la “gencat”, en donde la propia lengua catalana se habla cada vez
menos y cada vez peor, a fuerza de imposiciones, subvenciones y decretos. Quien
quiera conocer lo que fue la Cataluña real del siglo XIX (que se prolongó hasta
mediados del siglo XX) no tiene nada más que recurrir a esta película de
Neville y al argumento de Rusiñol. En el fondo, Neville y Rusiñol eran almas
gemelas: su sentido del humor rezumaba por sus poros, su apertura de criterios,
pero al mismo tiempo, sus convicciones bien arraigadas, hacían de ellos,
individuos dialogantes, creativos, abiertos, pero firmes en sus valores.
Estaban arraigados en las tierras que lOs vieron nacer y por eso, Neville pudo
interpretar perfectamente lo que había escrito Rusiñol. Y es que el Madrid
castizo tenía muchas similitudes y también existía esa escala de valores en los
oficios transmitidos de padres a hijos.
Uno de los grandes logros de la película es, precisamente, la
selección de actores. Ya hemos comentado la extraordinaria creación que hace
Rodea del abuelo protagonista. Dicenta, aparece, primer como un joven sin
experiencia, horrorizado por lo que ve en un taller de la bohemia artística, luego
como joven que busca casarse, tener hijos, heredar el negocio familiar y
ejercer de padre, marido y “botiguer”. Y, finalmente, Carlos Muñoz, el nieto
que aspira a hacerse un lugar en el mundo artístico. Los roles femeninos se
limitan a ser apoyos: Carmen de Lucio, Rosario Royo, son las mujeres del hijo y
del nieto. Siempre están con ellos, siempre apoyan los valores del grupo
social, siempre están dispuestas a compaginar su rol de esposas con el de
madres y servir al negocio familiar. Esa es su vida: una vida menestral. Y
luego están un conjunto de secundario geniales, entre los que figura un
inesperado Pepe Isbert (como pintor de rótulos), su hija, María Isbert y Julia
Caba Alba.
Neville se siente cómodo filmando a este grupo social. En
realidad, en Mi
Calle, traerá a algunos de los personajes (el tendero, el vendedor
de paraguas, etc.) entre los vecinos, demostrando que Madrid y Barcelona no
estaban tan alejadas en aquella época. Lamentablemente, la película está
bastante deteriorada. Los escenarios son decorados interiores, apenas hay planos
exteriores, si bien aparece la Sagrada Familia y algunas escenas de las
romerías campestres a Collcerola y al Barrio de la Salud, tan habituales en el
XIX. Es comprensible: Neville intenta ceñirse al contenido de la obra teatral. Con
todo, algunas cortas escenas nos muestran ángulos del barrio de la Rivera que
todavía subsisten hoy (inmediaciones de Santa María del Mar) y otro que ya hace
tiempo desaparecieron (los próximos al paseo del Borne). Así mismo, también
aparece el interior del edificio de la Llotja de Mar en donde se encontraba la Escuela
de Bellas Artes y otras facultades.
El resultado final es entrañable: vemos una Barcelona hoy casi
completamente desaparecida (hace diez años, todavía ante la explanada de la
Catedral, se celebraba la misa del Corpus, que reunía a los últimos menestrales
de la ciudad con sus esposas y todavía podía verse ese “estilo” propio de este
grupo social que había seguido estando presente entre los últimos relojeros,
cerrajeros, carpinteros, barberos. Es el último testimonio de una Barcelona que
se extingue.
En aquella época se hizo un buen cine que permitía conocer la
historia de nuestro país. En el caso de Barcelona, si bien El señor
Esteve, presenta los ideales que compartían los pequeños oficios, en
otras cintas como Mariona Rebull (1947), de José Luis Sáenz de
Heredia, se mostraba cómo fue la Barcelona industrial, la de los empresarios y
de la alta burguesía. Se aprende mucho más en estas cintas que leyendo muchos
tratados de sociología e historia social de la Ciudad Condal.
Dentro de la obra de Neville, esta película sigue a Nada
(1947) y a El marqués de Salamanca (1948). Es el Neville ya
maduro que filma películas sobre aquello que le interesa, que y con la que
inicia su etapa final, que comenzará con El último caballo
(1950), en donde deja constancia de que el cambio en los hábitos de vida, es
irremediable y augura que se llevará por delante un estilo de vida, mucho más
natural. En 1960, Mi
Calle constituye su testamento ideológico-cinematográfico.
Otros enlaces:
Texto de la novela original de Santiago Rusiñol: EL AUCA DEL
SEÑOR ESTEVE (en catalán)
Texto de la novela original de Santiago Rusiñol: EL
AUCA DEL SEÑOR ESTEVE (PDF en catalán)
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