LA IRONÍA DEL DINERO (1955) – Edgar Neville - “La honradez recompensada, siempre; en España”

Cuando Adolfo Marsillach ya en los años 70 lanzó en TVE su serie “Silencio se estrena”, en el curso de la misma, la censura impuso al pobre autor de una obra teatral, cuyo título era “La honradez recompensada”, el añadido “siempre”, para que no hubiera dudas y el prurito patriótico de “siempre, en España”. Pues bien, en esta película de Edgar Neville, realizada casi veinte años ante, este principio está presente: la honradez queda siempre recompensada. O no tanto.

 

FICHA

TITULO: La ironía del dinero

AÑO: 1955

DURACIÓN:  85 minutos

DIRECTOR: Edgar Neville

GÉNERO: Comedia

ARGUMENTO: Cuatro historias que tienen como nexo común la relación de seres humanos con un dinero del que no disponen y casualmente encuentran. La moral enseñada en las escuelas y desde los púlpitos era clara al respecto: había que devolver la cartera a su legítimo propietario. No siempre se hacía y, por tanto, estas historias tienen distintos finales, ¿felices? Felices para unos, lamentables para otros

ACTORES:

Antonio Vico, Irene Caba Alba, Fernando Fernán Gómez, Cécile Aubry, Guillermo Marín, Carmen de Lirio, Antonio Casal, Jacqueline Pierreux, Rafael Alonso, Alfonso Godá, Antonio Riquelme, José Capilla, Manuel Arbó, Francisco Aguilera, Philippe Lemaire, Jacqueline Plessis, Henri Vilbert, Jean Carmet

CLIPS

CLIP 1 – PRESENTACIÓN DESDE LO ALTO DEL EDIFICIO ESPAÑA


CLIP 2 – “FRASQUITO”, EL LIMPIABOTAS MÁS VAGO DE SEVILLA


CLIP 3 – LO QUE “FRASQUITO” HACE CON EL DINERO


CLIP 4 – CUANDO “FASQUITO” DEVUELVE LA CARTERA (VACÍA…)


CLIP 5 – LA MUJER FATAL EN EL KIOSCO DE PARÍS-AUSTERLITZ, SU MARIDO (UN HOMBRE HONRADO) Y EL FERROVIARIO CAMPANERO (AUN MÁS HONRADO)


CLIP 6 – EL DINERO PROCEDENTE DE LA DROGA, CREA MÁS PROBLEMAS DE LOS QUE RESUELVE


CLIP 7 – LA CARTERA ENCONTRADA POR UN HOMBRE HONRADO EN SALAMANCA


CLIP 8 – EL HONRADO CIUDADANO Y LA MALA BESTIA DE SU MUJER


CLIP 9 – EL DINERO ERA DINERO FALSO


CLIP 10 – “EL HAMBRIENTITO DE CUENCA”, UN HOMBRE QUE HABÍA EQUIVOCADO SU VOCACIÓN Y SU RIVAL QUE ENCUENTRA LA CARTERA DE LA TURISTA FRANCESA…

 

CLIP 11 – UNOS SALEN A HOMBROS POR LA PUERTA GRANDE Y OTROS SE VAN POR LA PEQUEÑA (PERO CON CARTERA EN MANO)


 
CLIP 12 – ESTRAMBOTE FINAL DEL NARRADOR


Carteles y programas

 

 

Cómo localizar la película

En FlixOlé: LA IRONIA DEL DINERO

A través de eMule: LA IRONIA DEL DINERO


Lo menos que puede decirse sobre LA IRONIA DEL DINERO

Cuando Edgar Neville filmó La ironía del dinero, en 1955, era ya un director más que consagrado y seguía siendo uno de los personajes más exuberantes de la vida cultural española de la época. El último caballo lo había otorgado el status de “gran director”, a pesar de que sus dos películas posteriores (Cuento de Hadas [1951] y un episodio de El cerco del diablo [1952]), fueran sonoros fracasos. Su anterior película, Duende y misterio del flamenco (1952) situaba perfectamente sus aficiones culturales: casticismo madrileño y sonoridad andaluza. Pero era un documental que tuvo poca repercusión en el momento de su estreno, a pesar de su calidad y por su naturaleza misma de producto minoritario. Tres años después, se embarcaría en esta película, simpática, desenfadada, incluso educativa, La ironía del dinero. Todavía no llegaban legiones de turistas a nuestro país y, a pesar de que la época de las restricciones y la cartilla de racionamiento ya habían quedado atrás, nuestras grandes ciudades seguían rodeadas por anillos de chabolas y la miseria seguía presente en las calles. Nada parecía haber variado desde los tiempos de la República. Sin embargo, en esa época, los tecnócratas ya estaban preparando su Plan de Estabilización (que vería la luz definitivamente en 1959) y los más avispados querían que España entrara en la senda del desarrollismo (que entró en los años 60). No había oposición real. El maquis estaba casi completamente liquidado. La agitación en la universidad se realizaba todavía dentro del SEU y, salvo alguna protesta esporádica, el país era un remanso de paz para mayor desesperación de “Radio Pirenaica” cuyos llamamientos a la “huelga general” para cada 1º de mayo, seguirían coronándose con fracasos estrepitosos.

El país parecería tener una ética y una moral (católica). No había dudas de lo que “estaba bien” y de lo que “estaba mal”. Devolver algo que se hubiera encontrado -una cartera, por ejemplo- era obligado. La prensa publicaba con relativa frecuencia taxistas o incluso gente más humilde, que había encontrado una cartera con 10.000, 100.000 pesetas y la había devuelto a su propietario. Nadie parecía sorprenderse, si bien, algunos estaban convencidos de que ellos no habrían actuado así. Pero callaban. La moral y la ética, a pesar de estas sombras de hipocresía, seguía manteniéndose incólume.

No parece que Neville se interesara mucho por la “ley del karma”, aunque conociera aquello de que “no hay acción, sin reacción”. Era un tipo de elevada moral, pero también propenso a las fugas irónicas. En esta película lo demuestra a través de cuatro historias. Neville pone a prueba la moral oficialista de la “honradez recompensada, siempre, en España”. Hay excepciones y, en algunos casos, están justificadas.

Neville había escrito un guion sobre esta temática y buscó ayuda en Francia para llevarla a la pantalla. Encontró en la productora Les Grands Films el partener que necesitaba, a condición, claro está, de adaptar alguna historia a Francia. De ahí que, en la primera, protagonizada por Fernando Fernán Gómez, la coprotagonista fuera una joven Cécile Aubry (que en aquel momento tenia 27 años, pero parecía tener 14), que la segunda historia transcurriera en una estación parisina de ferrocarriles, o que, en la última historia, apareciera la exuberante Jacqueline Pierreux como extranjera aficionada a los toros (también aparece Ernest Hemingway y Carmen Sevilla, como ellos mismos y espectadores taurinos).

Las cuatro historias son presentadas por Pedro Porcel desde lo alto del Edificio España, entonces recién inaugurado, con un desternillante estrambote final protagonizado por el mismo Porcel, a modo de conclusión. Cada historia es independiente de las demás, pero todas están unidas por la misma temática: el destino quiere que alguien que necesita dinero encuentre una cartera que no es suya y que se vea sometido a la tensión de ser honrado y devolverla o aprovechar la situación y disfrutar.

La primera historia nos presenta a un Fernando Fernán Gómez, “Frasquito” para la ocasión, limpiabotas, vago, perezoso y amargado por la falta de liquidez. Un amigo suyo de infancia, está, literalmente forrado (Guillermo Marín) y alardea de ello. El dueño del bar en el que limpia el calzado, duerme una siesta, mientras su esposa aprovecha para limpiarle la chaqueta, la sacude y la cartera va a parar a la calle, cayendo a los pies de “Frasquito” que acaba de conocer a una turista francesa. “Frasquito” monta una fiesta flamenca –“en esta mesa que no falta de nada”- lo que da ocasión a Neville a mostrar algunas coreografías flamencas. Pero “Frasquito” es un tipo generoso: a un mendigo que le ha prestado por la mañana una peseta, le regala 1.000 y, finalmente, opta por devolver la cartera en donde la había encontrado… pero sin dinero. Se lo ha gastado todo. Guillermo Marín pasa por allí, la encuentra y la devuelve, pasando una noche en “la prevención” como sospechoso de haberse quedado con el dinero. Irónico ¿no?

La segunda historia es específicamente francesa. Transcurre en el kiosco de una estación -quizás París-Austerlitz- gestionado por una arrebatadora mujer que enamora a todos los clientes. Consigue ligar con todos los viajeros y con los ferroviarios. Uno de los viajeros, que parece estar atraído por ella, se olvida una cartera repleta de dinero. El marido de la kiosquera quiere devolverlo, pero ella ve en aquella cartera un pasaporte para salir de una vida modesta y rutinaria. Finalmente llama al viajero y le propone irse juntos. El marido, que ha repensado la situación, acepta quedarse con la cartera, con lo que los planes de su esposa varían de nuevo. El viajero en cuestión es un delincuente que resultará detenido y la cartera aparece perdida en la estación. Un ferroviario, también enamorado de la kiosquera la encuentra y la devuelve a la administración de la estación: si al cabo de un año, nadie la ha reclamado, será suya. La kiosquera se muestra favorable a los requerimientos del ferroviario, pero cuando están a punto de huir juntos, él le comenta que ha donado el contenido de la cartera a la beneficencia. Nuevamente, la ironía se impone y la ambición de la kiosquera, la convierte en víctima de sí misma.

La tercera historia, que, para algunos es la mejor, se desarrolla en Salamanca: Antonio Vico es “Sebastián” e Irene Caba Alba, su esposa “Estefaldina”, una mala bestia, tiránica, ambiciosa, intratable, egoísta. También aquí, aparece una cartera en manos de Sebastián. No es suya y, por tanto, sabe que debe devolverla, pero todos los esfuerzos que realiza por entregarla a su legítimo propietario, se frustran y, no precisamente, por culpa suya. Al final opta por comprar un número de la lotería que, por supuesto, toca. Sebastián trata de devolver un dinero que solo el azar ha puesto en sus manos, mientras que su esposa le propone fabulosas iniciativas económicas para “ayudar” a vecinos y amigos. Luego resulta que el dinero encontrado era dinero falso y que el propietario había muerto de infarto…

Finalmente, la última tiene la plaza de toros de Las Ventas como escenario. Allí debuta “Hambrientito de Cuenca” (Antonio Casal), un torero sin vocación, ni temple, ni valor para enfrentarse al toro que está allí, vestido de luces, para tratar de obtener dinero para comprar las tierras que trabaja su padre. Fracasa, por supuesto, el abucheado, mientras que otro torero, triunfa cortando orejas y rabo y saliendo a hombros de la plaza (su apoderado, Rafael Alonso, ha preparado la escenificación) a la fuerza. Este torero se ha dejado la cartera con el fajo de billetes en los vestuarios y el padre de “Hambrientito de Cuenta”, sin darse cuenta, se la lleva en la maleta junto a otras pertenencias de su hijo. En la última escena, el torero frustrado y su padre, sobre una cosechadora modelo 1955, disfrutan trabajando la tierra que, ahora -por la ironía del dinero- es suya.

Finalmente, Pedro Porcel, todavía en la terraza del Edificio España, intenta sacar conclusiones: la honradez, la ausencia de egoísmo y ambición, es lo mejor para tratar con el dinero. Él mismo, da la prueba: ve en el suelo de la terraza una cartera, tan repleta de billetes como las que han protagonizado las historias anteriores, y advierte a quien cree su propietario que se le ha caído. Éste le paga el café que está tomando. Poco después, una pareja de ancianos, muy preocupados, buscan una cartera que se les ha caída en la zona… El “karma” no siempre restablece los equilibrios cósmicos, muchas veces, los desequilibra aún más.

Hay algo de inspiración falangista en esta película. Transmite la educación franquista… pero lo hace de una manera escéptica e irónica. No siempre lo que parece estar bien, es bueno “de suyo”. Quizás el problema esté en el propio dinero y en el valor que le damos. El dinero es la forma de cuantificar los bienes materiales y de adquirirlos, si solo pensamos en ese, siempre nos encontraremos ante dilemas morales. Lo más sabio es, por tanto, vivir de espaldas al dinero y a todo egoísmo. Esa es la conclusión que parece deducirse de las cuatro historias, contadas con un gracejo especial.

La película fue estrenada en Francia con el nombre de Bonjour la chance (algo así como Buenos días, suerte). En España, al parecer, los problemas de montaje y cierta indisciplina de Neville, hicieron que su estreno se retrasase dos años. Las cuatro historias son sencillas, ingenuas, con unos giros de humor, a veces inesperados y, sobre todo, mucho ingenio, bastante ternura y una pizca de la genialidad propia del guionista y co-director (por que Guy Lefranc, dirigió el episodio que transcurre en Francia).

Otro aspecto interesante de la cinta es que nos muestra Madrid y Salamanca, tal como eran en 1955. Valor añadido a una cinta que, además, es encantadora, en tanto que repleta de arcaísmos y que nos muestra, no solo la moral española de la época, sino que es un testimonio visual de cómo eran Madrid y Salamanca en aquellos momentos.

 

Otros enlaces:

Presentación de la película en Historia de nuestro cine: TVE play. LA IRONÍA DEL DINERO

 








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