NADA (1947) – Edgar Neville – Neville a ritmo de Sardana bajo pauta de Laforet

En 1944, Carmen Laforet había ganado con 23 años, la primera convocatoria del Premio Nadal con una novela extraordinaria en la que tocaba por vez primera la que sería su temática constante como escritora: idealismo juvenil contra mediocridad del entorno. El tema le interesó a Neville que rodó esta cinta en Barcelona. La sardana catalana acompaña a la banda sonora en varios momentos de la película

 

FICHA

TITULO: Nada

AÑO: 1947

DURACIÓN: 75 minutos

DIRECTOR: Edgar Neville

GÉNERO: Drama

ARGUMENTO: Andrea, una joven de provincias llega a Barcelona para estudiar en la Universidad. Vivirá con su familia compuesta por gente intratable, en perpetua lucha unos contra otros. Conocerá a una amiga en la universidad que se relacionará con su tío, un individuo absolutamente despreciable y cuya relación acarreará duras consecuencias para todos.

ACTORES: Conchita Montes, Rafael Bardem, Tomás Blanco, Julia Caba Alba, María Cañete, José de Caparrós, Mary Delgado, María Denis, Fosco Giachetti, Adriano Rimoldi

 

CLIPS

CLIP 1 – LA HUERFANA QUE LLEGA DE NOCHE A LA CALLE ARIBAU


CLIP 2 – EL PRIMER ENCUENTRO CON LA FAMILIA [IN]FELIZ


 

CLIP 3 – EL PRIMER ENCUENTRO CON EL “TÍO ROMÁN” (LIMPIANDO EL ARMA)


CLIP 4 – EL “PATIO DE LETRAS” DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL DE BARCELONA. EL PRIMER CONTACTO CON ENA


CLIP 5 – EL TIO ROMAN NO QUIERE PASAR DESAPERCIBIDO


CLIP 6 – ANGUSTIAS LA CONTROLADORA Y ROMAN EL CONTRABANDISTA


CLIP 7 – “ENA” TAMBIÉN AGUANTA LO SUYO, DESDE EL MIRADOR DE MONTJUICH


CLIP 8 – EN LAS CALLEJAS Y LOS GARITOS DEL BARRIO CHINO JUAN BUSCA A SU MUJER


CLIP 9 – UNA SARDANA “PROHIDA” EN 1947 (Y EL TIO ROMAN QUE APARECE CON ENA)


CLIP 10 – CUANDO NO QUEDA NADA…



Carteles y programas

 



 


Portada de la novela de Carmen Laforet

Cómo localizar la película

En FlixOlé: Nada

En Filmin: Nada

En AmazonPrimeVideo: Nada

A través de eMule: Nada

Lo menos que puede decirse sobre NADA

Carmen Laforet no fue una novela al uso. Tenía un carácter particular, huía de la publicidad, y fue una de los artífices de la renovación de la novela española en la postguerra. En 1945 ganó la primera edición del Premio Nadal con su novela Nada. Llamó la atención ya entonces que aquella escritora desconocida se hiciera con este galardón cuando apenas había cumplido 23 años. Contrariamente a lo que se ha dicho, no se trata de una novela autobiográfica, si bien es cierto que, durante su paso por Barcelona, vivió y estudió en los lugares que aparecen en la novela.

Cuando Laforet ha publicado la novela, Edgar Neville acaba de rodar La torre de los siete jorobados, está embarcado en sus películas casticistas, Domingo de Carnaval, La vida en un hilo, la película contracorriente sobre el mundo taurino, El traje de luces (1946) y El crimen de la calle Bordadores. Vive en Madrid, vive lo madrileño, pero es consciente de que España es más grandes que su capital. Le interesaba Barcelona y todo lo que ocurría allí. Sabía que la guerra civil había generado cambios importantes en la Ciudad Condal y que ésta trataba de recuperar su pulso industrial. Sabía también que había una Barcelona que empezaba a desaparecer, la de la pequeña burguesía (algo que trataría en 1948 en su película El señor Esteve, sobre un relato de Santiago Rusiñol) y le interesaba el “folk” catalán, tanto como le interesaría más tarde el flamenco. En su documental Vivan los hombres libres, ya había demostrado hasta qué punto estaba distanciado del separatismo y de los que gobernaron Cataluña durante la guerra civil. Es fácil suponer que sus opiniones políticas sobre Cataluña coincidían con las de su amigo, Dionisio Ridruejo, y chocaban con la de los ultraconservadores (y, paradójicamente jacobinos) de la época, que, odiando todo separatismo, terminaron odiando también todo lo que representaba la Cataluña histórica y popular.

Nada, además, gustó mucho a la compañera sentimental de Neville, Conchita Montes que se cuidó de adaptar la novela al lenguaje cinematográfico. En esta película, la pareja Montes-Neville se encontraría también con Fosco Giachetti. Los tres habían participado en Frente de Madrid, realizada inmediatamente después de la Guerra Civil y antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial. La fuerza expresiva implícita en el rostro del italiano era lo que ahora precisaban para encarnar al tío de “Andrea”, la protagonista de Nada. Obviamente, Conchita Montes se reservó el papel protagonista.

La voz en off del principio y del final de la película recogen lo esencial de la novela de Laforet. Esta escritora estaba muy influida por dos corrientes literarias, el impresionismo y el existencialismo. En la novela abundan descripciones de “sensaciones” que, era muy difícil traducir en frases cinematográficas, así que la Montes y Neville las concentraron en el principio y en el final de la cinta.

Lo que nos cuenta la novela y la película, es la llegada de una joven a Barcelona, para estudiar letras en la Universidad Central. Vive no muy lejos de allí, en la calle Aribau, en la casa de sus tíos, a donde ha ido a parar unos especímenes amargados y hostiles entre sí, todos ellos desequilibrados en mayor o menor medida, tratando de devorarse unos con otros. Hoy se le llamaría a ese grupo “una familia desestructurada”. En los años 40, era el resultado de la guerra civil, de la crisis social que siguió, de los traumas vividos en la Barcelona de aquellos años y de la imposibilidad psicológica de recuperar la normalidad. Laforet sigue los pasos de la crisis de esta familia que, en el fondo, no era un caso único: los amplios pisos del Ensanche barcelonés en los que discurre la acción, registraban muchas familias similares que, por falta de medios, habían ido a converger en aquellas amplias mansiones que les permitían tener espacios propios, pero también choques frontales en las zonas comunes. Todo ello en medio de una situación penuria económica, austeridad en el estilo de vida, con el contrabando, el estraperlo y la Barcelona golfa del barrio Chino conviviendo.

La novela y la película están contadas en primera persona, al cabo de los años, cuando la experiencia universitaria ya ha quedado atrás, y la protagonista, ya madura, recuerda aquellos años. Es una novela triste, depresiva, desesperanzada, que parecería increíble que fuera escrita por una joven, de no ser porque la personalidad de la autora correspondía a estos rasgos.

“Andrea” (Conchita Montes), llega a Barcelona a última hora de la noche. Ha perdido el tren y no ha podido avisar de su retraso. Es recibida por su tía, “Angustias” (María Cañete), adusta y desagradable, que no le oculta la incomodidad de tenerla allí. Los otros habitantes de la casa no son mucho mejores. El “tío Román” es un individuo maduro, antiguo musico que ahora se gana la vida trapicheando, tiene un carácter hosco, desagradable como su hermana, fisgón, hostil de palabra y de obra, provisto de obsesiones sexuales, cínico y desvergonzado. Inicialmente, parece que será la persona con la que “Andrea” se entenderá mejor, pero a medida que vaya conociéndolo, lo verá como una de las personalidades más enfermizas de aquel núcleo familiar. Y luego está el matrimonio formado por “Juan” y “Gloria”, él un artista fracasado, extraordinariamente agresivo y beligerante contra cualquiera que se acerque y ella una mujer agradable, pero que se lleva mal con el resto de la familia, incluido con su marido. Tienen un hijo y lo que el marido no trae a casa, su esposa se ve obligado a buscarlo en los garitos de juego del Barrio Chino. Y luego está la abuela, “la Señora Brunet” (Juanita Mansó), personaje de edad avanzada que, a veces parece estar algo desubicada, pero que siempre busca atenuar tensiones y encontrar vías de convivencia. Es, seguramente, el personaje más tierno y entrañable de la casa, aquel con el que la protagonista, desde el primer día, empatiza mejor y a la que aprecia más.

“Andrea” ha llegado a Barcelona tras acabar sus estudios de bachillerato. Quiere estudiar “letras” y acude diariamente a las clases en la Universidad Central. Allí conoce a un grupo de estudiantes con los que se relaciona, entre ellos se encuentran “Ena” (María Denis) y su novio “Jaime” (Adriano Rimoldi). “Ena” ha oído hablar del “tío Román” y busca conocerlo. “Andrea” le dice que mejor no se acerque a él, que se trata de un tipo de carácter sádico y odioso. Pero “Ena” consigue mantener una relación con “Román”, alejándose incluso de su novio. La relación preocupa a la madre de “Ena” que habla con “Andrea” y le comenta que años atrás había conocido a “Román” y coincide con ella en que lo mejor que puede hacer “Ena” es alejarse de él.

A todo esto, los problemas familiares no dejan de aumentar. El enfrentamiento entre “Román” y “Angustias” es tal que la segunda abandona la casa. Pero esto, en lugar de mejorar la situación de “Andrea” (que, en principio, se vería libre de una persona que la controla, fiscaliza sus entradas y salidas y censura cada acto que realiza), todo se vuelve cada vez más tenso en el interior de aquel piso de la calle Aribau. Las cosas estallan cuando “Ena” revele sus cartas: se ha aproximado a “Román” para generarle falsas esperanza y poder echarle en cara su personalidad y su carácter. Éste no puede creer que todo haya sido una charada y su cerebro no puede asumir que no haya seducido a la joven. Cuando “Ena” se va del piso, “Román” le grita desde la escalera, fuera de sí, hasta el punto de caer por el hueco.

La película termina cuando concluye el curso universitario. “Ena” invita a “Andrea” a pasar el verano con su familia, algo que ella acepta. El curso que viene, no volverá a aquella casa. De la experiencia no le ha quedado “nada”…

La película encontró algunos problemas con la censura y desapareció media hora. La mayoría de escenas perdidas eran exteriores rodadas en Barcelona. El motivo, eran algunos giros y situaciones extremas incompatibles con las “buenas costumbres” que el régimen quería insertar en la vida familiar. La película resultaba “incómoda” en la medida en que mostraba que en la “célula básica” de la sociedad, existían problemas y tensiones irresolubles, caracteres incompatibles con la moral cristiana y con la estabilidad familiar. Otras versiones de esta merma de media hora responsabilizan a CIFESA que pretendía hacerla más comercial y menos intelectual Lo cierto es que la amputación de esos 30 minutos, por las razones que fueren, restan coherencia y unicidad a la película.

Neville consigue reconstruir la atmósfera asfixiante de aquel piso del Ensanche barcelonés. Se ha reprochado a la película que no registrara completamente la evolución del personaje principal y que la protagonista se limitara a ser una testigo del canibalismo familiar. Sin embargo, está fuera de duda de que la intención de la autora de la novela, queda respetado en el formato cinematográfico: el clima pesimista, asfixiante, angustioso de aquellas cuatro paredes y los rasgos de sus moradores quedan perfectamente descritos. 


Desde el punto de vista formal, la película no tiene nada que ver con lo que Neville había llevado al cine en sus anteriores películas. Los planos interiores son siempre oscuros, apenas se ven ventanas abiertas al exterior, todo es sombrío, los diálogos desesperanzados. Abundan con contrapicados y, Neville se toma la licencia de rebajar la altura de los techos del Ensanche (en esa época muchísimo más altos) para aumentar esa sensación asfixiante y opresiva.

Como en toda adaptación literaria, ha quedado fuera del metraje mucho material presente en la novela. Son las reglas del juego: literatura y cine son dos vías paralelas, no hay monorraíles que las unifiquen. La película recibió críticas muy diversas. No hubo unanimidad en su recepción. Vista con el paso del tiempo, nos ayuda a entender la España de la posguerra y cómo habían quedado destrozadas psicológicamente las familias, la película se deja ver, su primera media hora es particularmente brillante y luego -se notan los cortes que obligaron a otros cortes y así hasta llegar a los 30 minutos perdidos- todo se acelera en el resto. Pero lo que queda es una obra cuyos actores han asumido y expresado perfectamente lo que se esperaba de ellos, han conocido la obra de Laforet e integrado los rasgos que describió. Un testimonio, en definitiva, de la gran capacidad de Neville para entretener, emocionar y sorprender.

Era 1947, hacia ocho años que la guerra había terminado. Oímos una sardana al comenzar y vemos bailar otra durante el metraje. Neville lleva a la práctica, tanto en esta película como en El señor Esteve, lo que Ridruejo quiso hacer cuando las tropas de Franco entraron en Barcelona, ante el entusiasmo de buena parte de la población. Mi madre, apolítica, funcionaria del Tribunal Supremo, con el abuelo coronel de la República y maestro masón, estuvo en la Plaza de Cataluña celebrando que aquella locura hubiera terminado definitivamente. Ridruejo estaba por aumentar la presencia del catalán y de la cultura catalana en aquellos fastos (a fin de cuentas, existía una deuda pendiente con los regionalistas de Cambó que habían participado -y estaban participando- en el esfuerzo bélico franquista). Los “separadores” se lo impidieron. Neville, a la que tuvo oportunidad, incorporó música y folklore catalán en sus cintas ambientas en Barcelona.

Otros enlaces:

La correspondencia inédita entre el cineasta Edgar Neville y Dionisio Ridruejo (1937-1945) (pág. 656-663) – Christian Franco Torre

Edgar Neville y el cine (algunos testimonios) – José Romera Castillo

NADA – PDF de la novela de Carmen Laforet








 

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