DOMINGO DE CARNAVAL (1945) – Edgar Neville – Género negro-goyesco con sonrisas

A Edgar Neville le atraía el género negro. Lo había tocado en su primera película (El presidio, 1930) rodada en EEUU y en la que, en realidad, colaboró como meritorio en la guionización. De regreso a España, volverá a tratar el género en 1945 con Domingo de Carnaval en donde introducirá sus dos temáticas favoritas: una ironía siempre presente y el casticismo sobre el que se desarrolla la trama. El resultado es ingenuo, pero efectivo. Hay tensión e intriga hasta el último minuto. El mano a mano de Conchita Montes con Fernando Fernán-Gómez se muestra efectivo.

 

FICHA

TITULO: Domingo de Carnaval

AÑO: 1945

DURACIÓN: 85 minutos

DIRECTOR: Edgar Neville

GÉNERO: Negro

ARGUMENTO: Al iniciarse el carnaval madrileño, un sereno encuentra el cadáver de una usurera. Cualquiera de sus clientes y deudores ha podido asesinarla. Es destinado para la investigación un joven policía que, pronto sospecha de un vendedor de “productos maravillosos” en el Rastro y cuya hija repara relojes. Ésta, protesta e inicia una investigación para demostrar la inocencia de su padre que se prolonga hasta el “entierro de la sardina”.

ACTORES: Conchita Montes, Fernando Fernán Gómez, Guillermo Marín, Julia Lajos, Juana Mansó, Manuel Requena, Joaquín Roa

CLIPS

CLIP 1 – UN CHOTIS QUE NOS INTRODUCE EN LA TRAMA Y EN LA TEMÁTICA

 

CLIP 2 – EL CRIMEN Y EL INVESTIGADOR


CLIP 3 – SHERLOCK Y WATSON, O DON QUIJOTE Y SANCHO, INVESTIGANDO


CLIP 4 – EL VENDEDOR Y SU HIJA EN EL RASTRO MADRILEÑO


CLIP 5 – “SOY DE LA POLICÍA…”, “¡COMO SI FUERA ROMANONES!”


CLIP 6 – “HABIA SOSPECHAS MUY FUNDADAS”, “¡HABÍA NARICES!”


CLIP 7 – EL SOBRINO DE LA MUERTA. UN PINTA…


CLIP 8 – EN EL BAILE DE DISFRACES, FRACASA LA INVESTIGACION PARALELA


CLIP 9 – BAILES DIONISIACOS Y MASCARAS HORRIBLES


CLIP 10 –EL ENTIERRO (GOYESCO) DE LA SARDINA Y EL AMOR ENTRE ANTAGONISTAS


  

Carteles y programas

 



Cómo localizar la película

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Lo menos que puede decirse sobre DOMINGO DE CARNAVAL

En la filmografía de Edgar Neville, esta película ocupa un lugar central. Filmada en 1945 es un año posterior a la hipnótica La Torre de los Siete Jorobados, filmada el mismo año que La vida en hilo, a la que seguiría la otra muestra del interés del director por el género negro, El crimen de la calle Bordadores. De hecho, más o menos, esta última película y la que comentamos ahora, están ambientadas en la misma época, último cuarto del siglo XIX. El entorno es el mismo: el Madrid castizo y popular y la trama similar: una mujer asesinada y un misterio que resolver. Neville, además, muestra en ambas una tendencia irreprimible hacia la síntesis de géneros. En Domingo de Carnaval, veremos simbiosis entre el humor, el costumbrismo y el género negro. Hay en la cinta mucha ingenuidad, propia del cine de la época, pero también ingenio, creatividad y arraigo. Es, además, la película más “goyesca” de todas las filmadas por Neville.

Aparecen todos los “actores-fetiche” de Neville en esa época: por una parte, Guillermo Marín, con el que ya había rodado La torre de los siete jorobados; Fernando Aguirre, que apareció también en la misma película y volverá a hacerlo en El último caballo (1950) también con Neville, película en la que también encontraremos a Manuel Arbó, otro actor de reparto que multiplicaba su presencia en las pantallas de los años 40, y, por supuesto, Conchita Montes, compañera de Neville y compañera inseparable en sus producciones. Será, también, la primera ocasión en la que trabaje con Fernando Fernán Gómez. Incluso, puede verse a algunos secundarios, de nombre ignorado, pero que, desde finales de la guerra civil, Neville parece tener preferencia por ellos.

El guion fue escrito por Neville. No le interesa tanto la trama criminal en sí misma -.que, a decir verdad, apenas es verosímil- como el ambiente en el que se desarrolla. Aquí veremos cómo eran los carnavales en el Madrid castigo del último tramo del XIX. Y lo veremos, no con los ojos de Neville, sino a través del prisma de los cuadros de Francisco de Goya. De hecho, si nos fijamos, las escenas que se ven del carnaval parecen irreales (máscaras horribles siempre en danza por las callejas de Madrid), no existen posibilidades de que aquello pudiera haber ocurrido en alguna ocasión, tal como se ve en los fotogramas. Pero, si nos fijamos en el cuadro El entierro de la sardina, y en sus detalles, veremos de dónde ha tomado Neville la inspiración: la película, por decirlo así, es el cuadro goyesco dotado de movimiento. Esto puede pasar desapercibido al espectador: máscaras horripilantes, grotescas, nada que ver con los disfraces habituales del carnaval actual, pero por superficial que sea el conocimiento que se tiene de la pintura goyesca, las escenas finales de Domingo de Carnaval, revelan la intención de Neville. En efecto, en la escena final, cuando los participantes en la fiesta van a despedirse de los excesos de la semana anterior y se preparan para asumir las dietas y los rigores de la cuaresma. Mesonero Romanos ya dio cuenta de cómo era la fiesta en la primera mitad del XIX. En realidad, lo que se enterraba entonces era el espinazo de un cerdo, dando por sentado que, a partir de entonces la dieta sería de pescado. Irónicamente, se le daba a ese espinazo el nombre de “sardina”. En esa escena, Neville reproduce con una pasmosa exactitud el cuadro de Goya que lleva ese nombre: veremos las mismas máscaras, comprobaremos idéntico frenesí dionisíaco entre los danzantes, y todo estará dominado por un enorme confalón que muestra el rostro siniestro e irónico.

Todo se inicia con unas pinceladas del Madrid castizo: estamos en la cuesta de Moyano, bajo la estatua de Cascorro. Un vendedor anuncia con una verborrea convincente, un elixir milagroso. Otra joven (“Nieves”, Conchita Montes) está al frente de un puesto de relojes. Son padre e hija. Las calles se muestran abigarradas e inquietas: el carnaval va a empezar. En una típica corrala, un sereno trata de despertar a una viuda. No responde: está muerta. Ha sido asesinada. Se trata de una vecina no particularmente apreciada: era usurera y prestamista. El inspector jefe de policía al tener noticia del crimen, dada la fecha y el inicio del carnaval, opta por entregar la investigación a su subordinado, “Matías” (Fernando Fernán Gómez). Éste, un joven policía, con bastón y bombín, aparece en el lugar de los hechos y toma como guía a uno de los vecinos que le informa quién es quién en el barrio. El policía encuentra una boquilla en la escena del crimen y, pronto, deduce que se trata de un objeto perdido por el asesino. Así pues, bastará con esperar a que vuelva para buscarlo, delatándose a sí mismo. Y, en efecto, alguien vuelve al lugar y busca la boquilla, siendo inmediatamente detenido: es el charlatán vendedor de elíxires curalotodo en el Rastro. Su hija defiende su inocencia y, junto con otra amiga, iniciarán su investigación para llegar a la verdad.

Lo que nos cuenta la película, a partir de aquí, es el camino y las aventuras que atraviesa la hija del detenido por llegar al fondo de la cuestión.

Como hemos dicho, antes, la trama policíaca es floja, la resolución del caso de difícil credibilidad. El crimen es una excusa para viajar al Madrid castizo y mostrar escenas goyescas. Eso es todo. Así pues, la película, debería de ser clasificada como “costumbrista” antes que como “género negro”, al igual que El crimen de la calle Bordadores, en la que también Neville juega con la simbiosis de géneros. Pero, así como en esta última, el drama termina enseñoreándose de la trama, en Domingo de Carnaval, la ironía, incluso la irresistible atracción final que, desde mediados del metraje se percibe entre el policía y la hoja del detenido, el casticismo y el dionisismo popular goyesco, dominan sobre la intriga criminal.

Es una película de la que hay que admirar su estética y su ambientación mucho más que la historia que cuenta. Nos dará muchos datos sobre el XIX español. No es una película “menor” de Neville (no todas podían llegar a la altura de Frente de Madrid o de La Torre de los siete jorobados), es una película que demuestra hacia donde se orientaba la curiosidad de Neville y que pueden ser resumidos con tres palabras: Madrid – Goya – Carnaval. Todo lo demás es secundario en la trama y en la estética de la cinta.

Es una película a reivindicar, por sí misma, y dentro de la obra de Neville, director que merece también ser revalorizado y reivindicado, como un simple acto de “justicia artística”.

Otros enlaces:

Domingo de Carnaval: un cine de diversión y crimen – Gerardo Dapena

Un rostro en la pantalla: Fernando Fernán Gómez – Universidad de Granada

La música en el cine policíaco de Edgar Neville – Laura miranda

La producción durante la guerra civil: Franquistas, Edgar Neville - Metamentaldoc








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