LA NOVIA ENSANGRENTADA (1972) – Vicente Aranda – Un director buscándose a sí mismo.
Aranda, en 1972, todavía no sabía hacia dónde orientar su cine.
Tras dejar atrás sus impulsos juveniles compartidos con otros miembros de la
Escuela de Barcelona, optó por el cine comercial. Lo que implicó, a lo largo de
toda su carrera, seguir los gustos del público: y en 1972, cuando el público
mostraba un especial fervor hacia el “fantaterror”, hacía allí que se orientó
Aranda. El resultado fue esta curiosa cinta de vampirismo lésbico, erotismo
setentero, freudismo de mercadillo y sopa de símbolos. No es de lo mejor de
Aranda, pero si es un “signo de los tiempos” que permite entender mejor la
España del tardofranquismo.
FICHA
TITULO: La novia ensangrentada
AÑO: 1972
DURACIÓN: 100 minutos
DIRECTOR: Vicente Aranda
GÉNERO: Fantaterror
ARGUMENTO: Una recién casada que
parece tener miedo a la primera noche con su marido, llega a la mansión de éste
en la que dos siglos antes se produjo un horrible asesinato: una mujer apuñaló
hasta hacerlo picadillo a su marido poco después de casarse. Esa mujer,
convertida en vampiro procura que vuelva a ocurrir lo mismo con la pareja de
recién casados
ACTORES: Simón Andreu, Maribel
Martín, Alexandra Bastedo, Dean Selmier, Rosa Rodríguez, Montserrat Julió,
Angel Lombarte
CLIPS
CLIP 1 – CRÉDITOS Y UNA NOVIA AUN NO ENSANGRENTADA
CLIP 2 – EN EL CASERÓN DEL NOVIO, HACIA EL TÁLAMO NUPCIAL
CLIP 3 – EROTISMO EN EL TARDOFRANQUISMO
CLIP 4 – MAS EROTISMO CON ADOLESCENTE INCLUIDA
CLIP 5 – CUADROS DE ANTEPASADOS Y RUINAS DE ERA PRETÉRITAS
CLIP 6 – LA DAMA DE BLANCO QUE APARECE EN SUS SUEÑOS
CLIP 7 – UN SUEÑO CADA VEZ MÁS REAL…
CLIP 8 – UNA MUJER BAJO LA ARENA.
CLIP 9 – LA INVITADA Y SU EXTRAÑA FORMA DE LLEVAR LOS ANILLOS
CLIP 10 – CEREMONIA DE INICIACIÓN LÉSBICO-VAMPÍRICA ENTRE LAS RUINAS
CLIP 11 – EFUSIÓN DE SANGRE FINAL
CLIP 12 – A TIROS CONTRA LA TUMBA DE LAS DOS LESBIANAS VAMPIRAS…
Carteles y programas
Cómo localizar la
película
A TRAVÉS DE EMULE: LA
NOVIA ENSANGRENTADA (en formato MKV)
A TRAVÉS DE EMULE: LA
NOVIA ENSANGRENTADA (en formato MP4)
A TRAVÉS DE EMULE: LA
NOVIA ENSANGRENTADA (en formato AVI)
En FlixOlé: LA
NOVIA ENSANGRENTADA
En AppleTV+: LA
NOVIA ENSANGRENTADA
Lo menos que puede
decirse sobre LA NOVIA ENSANGRENTADA
En la
filmografía de Vicente Aranda, esta cinta figura como su cuarto largometraje,
después de Las
Crueles y separado de esta por tres años de distancia. Y aún
filmará otra cinta en vida de Franco: Clara es el precio (en 1974).
Cada una de estas cintas está distancia de las demás y, por supuesto, de la
primera que filmó en solitario (Fata Morgana, en 1965). Esta
última se inscribe dentro de los cánones de la “Escuela de Barcelona” y fue, de
hecho, su gran éxito. En la siguiente, Las Crueles, sus
compañeros de Boccacio y del cine experimental, parecen haber quedado muy
atrás. Ya no queda nada de la “Escuela de Barcelona” en el cine de Aranda (es
1969). Los cuatro años que han pasado, le han llevado a la convicción de que el
“cine comercial” es la vía que le interesa. No es la vía del Gonzalo Suárez de
la época (con su corto Ditirambo
vela por nosotros), sino que se acerca, más bien, al cine freudiano
que Saura vendía en aquel momento (Peppermint
Frappé, Stres-es
tres-tres, La
madriguera). Así que el cine que, en ese momento, pretende realizar
Aranda es de naturaleza freudiana, con algo de erotismo (también presente en
Saura) y con elementos casi “boccacianos” (el LSD). Pero ese mismo año, el 69,
el fantaterror español experimenta un tirón grancias al gran éxito de Chicho Ibáñez Serrador (La
residencia) y al cine de Jesús Franco (que va acumulando títulos
mediocres, risibles, estrafalarios o, simplemente, malos-malísimos, pero que
encuentran eco entre los distribuidores; ese año Jess Franco ha lanzado, la que
acaso sea la peor película de aquella época: El
castillo de Fu-Manchú, un despropósito absoluto… que sin embargo,
tiene cierto éxito en taquilla y se exporta bien. Al año siguiente, el propio
Franco lanza El
conde Drácula e Isasmendi-Naschy Los
monstruos del terror). Y, en la época, se vive también un ansia de
introducir elementos eróticos (aunque no lo exija el guion). Es lo que el
público pide en 1972. Y Aranda extrae una conclusión de todo esto: freudismo +
terror + erotismo… estos serán los elementos que tendrá su cine en 1972 y de
esa valoración surgirán todos los elementos presentes en La novia
ensangrentada, una película concebida a la hechura de buena parte del
público de entonces.
Vaya por delante
que esta cinta no es el mejor Aranda (que alcanzará la madurez en la década
siguiente, los ochenta). Ni tampoco los dos pilares sobre los que se asienta,
Simón Andreu y Maribel Martín, realizan su mejor interpretación. A diferencia
de Alexandra Bastedo que convence, a pesar de que solamente aparece en la
segunda parte de la cinta, pero que convence al espectador desde las primeras
escenas.
La historia está
basada en un relato del gótico decimonónico, un precedente del Drácula de
Stoker, la novela de Sheridan Le Fanu, Carmilla. Los elementos góticos
están presentes: el entorno rural, apartado de las ciudades, repleto de ruinas
antiguas y de bosques cerrados, viejas leyendas, fantasmas que serpentean entre
piedras podridas y cubiertas de musgos fétidos, personajes que se aman y se
temen al mismo tiempo.
La protagonista,
Susan, acaba de casarse y llega al viejo caserón de su esposo vestida de novia.
Teme la consumación del matrimonio. Pero casi desea que su marido le rasgue el
vestido y le haga salvajemente el amor. O no. En realidad, no ocurre nada.
Susan observa que entre los cuadros que cubren las paredes del caserón solo hay
antepasados. Ninguna mujer. Y cuando llega a una, comprueba que su rostro está
cortado. ¿Quién es aquella dama del pasado que ha merecido ese trato vejatorio?
Poco a poco se va enterando. Una adolescente, hija de los cuidadores de la
casa, se lo va explicando. Desde que llegó, ella observa que hay una figura
femenina que la acecha. Incluso se le aparece en la noche. Es Carmilla, la
mujer que dos siglos antes asesinó a su marido en noche de bodas. Lo apuñaló
hasta convertirlo en carne picada, le extrajo el corazón con un puñal que Susan
encontrará sobre su propia cama. Una y otra vez, en sueños, esa misteriosa
mujer se le aparece una u otra vez y le incita a que utilice el puñal para hacer
con su marido lo mismo que ella hizo con el suyo.
El marido, a
todo esto, paseando por la playa encuentra a una mujer enterrada en la arena y
respirando a través de un tubo. Trata de desenterrarla, está desnuda (inigualables
los senos de la Bastedo, si bien, ya en ese momento, la cámara nos ha mostrado
varias veces el felpudo de Susan y sus pectorales…). La lleva al caserón y hace
buenas migas con Susan. Es, claro está, Carmilla que pronto se mostrará con su
verdadero rostro: es vampira y, además, es lesbiana. ¡Bingo! (el lesbianismo tenía
mucho predicamento en el erotismo de la época). Carmilla, además, es profesora
en el colegio del pueblo y entre sus alumnas tiene a la hija adolescente de los
caseros, a la que ha convertido en una especie de servidora. El médico de la
familia, que ha seguido a Susan para ver su verdadero estado de salud,
comprueba que acude a las ruinas de una iglesuela y tiene una ceremonia de
iniciación lésbico-vampírica con Carmilla… Será el primero en ser asesinado por
Susan. En el clímax de la película, la efusión de sangre mana a riadas. Todo
terminará en la última escena: el marido, provisto de una escopeta, dispara dos
cargadores sobre el féretro en el que duermen Susan y Carmilla. Al parecer no
ha seguido ningún curso sobre cómo matar vampiros definitivamente. Y es
entonces cuando pronuncia las palabras: “Nunca volverán”, a lo que la alumna de
Carmilla responde “Volverán, nunca pueden morir”.
Los desnudos (felpudos
y alardes mamarios) y las repetidas efusiones de sangre del último tramo de la
cinta, casi nos remiten al cine de Jesús Franco. Los simbolismos (la habitación
con el tálamo nupcial está guardada por dos cañones ochocentistas en clara
referencia fálica) tienen algo del Saura de aquella época. Aranda busca, pero
no consigue, llegar a la perfección terrorífica que tan bien manejaba Chicho
Ibáñez y de la que dio muestras sobradas en televisión y en La Residencia
o ¿Quién puede matar a un niño? (1976), pero Aranda está situado
en un punto intermedio entre Naschy (a quien supera ampliamente) y Chicho (a
cuyo nivel de sofisticación y sutilización del terror no llegará nunca). Porque,
a fin de cuentas, el llorado Chicho Ibáñez, fue el maestro del terror indiscutible
del tardofranquismo y de la transición.
Sin embargo,
paradójicamente, a pesar de estas carencias, la película es actual en su fondo:
al igual que en Las Crueles, Aranda presenta a la mujer como
opuesta, contrario, enemiga y adversaria del hombre. Nos viene a decir, con
algo más de medio siglo de anticipación, lo que los “estudios de género” repiten
hoy como novedad: que el varón es culpable, ha maltratado a la mujer, ha vivido
a la sombra de su violencia -demostrada en la noche de bodas, cuando el varón
enardecido rompe el himen femenino brutal y desconsideradamente- y ha llegado
la hora del ajuste de cuentas; por ello, cualquier varón despanzurrado por una
mujer, es culpable y el crimen está justificado.
Tal es el mensaje que hoy difunden las ultrafeministas y el que Aranda lanzó al ruedo en 1972. Para que no queden dudas sobre la culpabilidad del varón, los últimos fotogramas nos muestran -una vez más- un lujurioso seno femenino a punto de ser cortado por un filoso cuchillo… Lorena Bobbit, aquella mujer que, en 1993, cortó el pene a su marido y lo arrojó al WC, ya disponía de una justificación moral presentada por Aranda en pleno tardofranquismo.
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